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LA ÚLTIMA REVOLUCIÓN DEL APRA
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Por Víctor Raúl Huamán
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Ese día era el último de los cinco años, tres meses y tres días que había vivido incomunicado del mundo en la Embajada de Colombia. Antes de partir, improvisó una ceremonia que encarnaba un gran homenaje al pueblo que lo había protegido durante todo ese tiempo. Se acercó a la bandera de Colombia con la más absoluta reverencia, para despedirse.
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La historia del Asilo de Víctor Raúl Haya de la Torre en la Embajada de Colombia del Perú, no se inició poco antes de las nueve de la noche del día 3 de enero de 1949. Comenzó algunos meses antes. El 3 deoctubre de 1948 había estallado una revolución cívico-militar en Lima, en la que estuvo comprometida la base social aprista y principalmente suboficiales de la Marina. El Ejército y la FAP abandonaron la asonada revolucionaria en el último momento. Muy poco se comenta sobre las razones políticas que generaron este alzamiento popular. Sucedía que desde principios del año 1948, los Senadores, tanto de la derecha como de la izquierda, dejaron de asistir al Senado para impedir la aprobación de leyes eminentemente populares que la Célula Parlamentaria Aprista defendía. Por otro lado, los hacendados, que distribuían en la Capital del Perú los alimentos, empezaron a desabastecer Lima, con la finalidad de desprestigiar al gobierno.
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El 4 de octubre el Presidente del Perú, José Luís Bustamante y Rivero, quien había sido electo con los votos del APRA, declaró “fuera de la ley al APRA o el llamado Partido del Pueblo” y lo hizo responsable del desgobierno existente sin tener una sola prueba, sometiendo a sus dirigentes bajo el delito de rebelión.
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Nunca se supo la cantidad de muertos aquel 3 de octubre. Extraoficialmente se supo que fueron algo más de 300. A los pocos días, el día 27 de octubre, se da un golpe de Estado contra José Luís Bustamante y Rivero, un Presidente títere de la oligarquía terrateniente que había boicoteado su propio gobierno. El 4 denoviembre el dictador Manuel A Odría, crea las Cortes Marciales mediante un Decreto Supremo que juzgaba los delitos de rebelión militar. Ninguno de los comprometidos en los disturbios del 3 deoctubre, civil o militar, podía ser sometido a estas Cortes dado que las leyes no son retroactivas. Sin embargo, esto no fue así. Como en todo gobierno militar, el Poder Judicial se subordinó a los designios de la dictadura. Armando Villanueva, Luís Felipe de la Casas, Carlos Manuel Cox, Arturo Sabroso, Cirilo Cornejo, Ramiro Prialé y cientos de apristas en todo el Perú, nuevamente empezaron a llenar las cárceles. Es cuando el Comité Ejecutivo Nacional de Acción, le ordena a Víctor Raúl que se asile ya que la dictadura lo quiere muerto.
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Desde el primer momento que el gobierno colombiano comunicó, a través de su Embajada el asilo otorgado, Manuel A. Odría, el dictador de entonces, no reconoció la condición del asilado y se negó a otorgar el salvoconducto. Colocó barricadas y rodeó con personal de asalto la Embajada de Colombia, ubicada en la avenida cuadra 32 de la avenida Arequipa, al costado del parque del Olivar del Distrito de San Isidro.
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Durante el larguísimo asilo de Víctor Raúl, el APRA sufrió la peor de sus persecuciones en su historia. Son asesinados en las calles dirigentes y militantes, siendo el más significativo el del Secretario General del PAP, Luís Negreiros Vega, cruelmente acribillado siendo Secretario General del PAP y de la CTP. La dictadura nunca investigó el crimen. Otras seis embajadas recibieron militantes del APRA solicitando asilo, muchos se refugiaron al interior del país y otros partieron al destierro.
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Paralelamente se daba un litigio, acordado bilateralmente entre Colombia y Perú, ante la Corte Internacional de la Haya. Para Colombia, Haya de la Torre era un perseguido político y le correspondía el asilo diplomático; y para la dictadura del Perú, el APRA y su jefe eran responsables de terrorismo político y que no le correspondía el asilo.
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Fueron tan duras las exigencias peruanas para con el asilado que uno de los más queridos discípulos del Jefe, Luís Alva Castro, en su libro“Víctor Raúl, El Señor Asilo” relata que Víctor Raúl “no podía publicar artículos con su firma, en el Perú ni en el exterior. Entonces solicitó a un amigo suyo, el sabio Javier Pulgar Vidal, que aceptara poner su firma donde debiera aparecer la suya. En aquellas circunstancias era muy peligroso, pero Pulgar aceptó”.
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La Corte de la Haya sentenció en primera instancia, que Colombia no debió "calificar la naturaleza del delito” de manera unilateral y por lo tanto se interpretaba que el asilo estaba mal otorgado. Colombia tuvo que apelar rápidamente y la Corte Internacional interpretó susentencia, en el siguiente sentido: “Perú no está obligado a entregar ningún tipo de salvoconducto y Colombia no tiene la obligación de entregar a Haya de la Torre a las autoridades peruanas”.
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Este vacío legal provocó que personal de la policía política de la dictadura asaltara hasta en dos oportunidades la embajada con dirección al dormitorio de Víctor Raúl para asesinarlo. Afortunadamente, por razones de seguridad, Víctor Raúl Haya de laTorre, no dormía en la habitación asignada formalmente, sino en diferentes ambientes de la Embajada Colombiana.
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Ante la confusa y ridícula sentencia de la Corte Internacional de la Haya, que no resolvía lo fundamental respecto a las garantías de la persona humana del asilado, el asunto se solucionó finalmente por acuerdo de los dos países, de la siguiente manera: Luego de cinco años, tres meses y tres días de vivir en la Embajada de Colombia, “el gobierno militar peruano no reconoce la calidad de perseguido político a Víctor Raúl Haya de la Torre, retirándole la ciudadanía peruana y sin derecho a ningún documento”. Este impase fue superado por el ofrecimiento de México, Uruguay y Colombia, de darles el salvoconducto para que pueda viajar. Finalmente todo estaba dispuesto para su partida hacia México.
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Habían pasado cinco años, tres meses y tres días desde el momento que solicitó asilo Víctor Raúl Haya de la Torre, y que los vivió incomunicado del mundo. En todo ese tiempo, el personal administrativo y de servicios, había aprendido a quererlo y lo acompañaban en ese acto para despedirlo luego de una larga lucha legal entre los gobiernos de Colombia y Perú. Víctor Raúl, al salir de la Embajada de Colombia con destino a México, cuenta que abrazó a los empleados de la Embajada, luego “entré al salón dorado, y permanecí un instante de pie ante la bandera de Colombia. Después la besé".
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No había terminado todo. Afuera de la embajada, la tensión creció cuando tres vehículos de la policía política llegaron a la puerta de la Embajada. Cuando partían el Embajador Carlos Echeverri Cortés y Víctor Raúl Haya de la Torre con destino al aeropuerto, los vehículos policiales intentaron seguirlos, pero de pronto se vieron atascados por 5, 20 o quizás 30 carros, que los rodearon y no los dejaban avanzar ni retroceder. De estos mismos vehículos salían pañuelos blancos, despidiendo al Jefe. Era el 6 de abril de 1954.
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Desde entonces Víctor Raúl recorrió el mundo y lo llamaron “El Señor Asilo”. Pero tras esta parte importante de la historia del líder del APRA, se cubrió con un manto de olvido los nombres de miles de héroes civiles que enfrentaron a las Fuerzas Armadas tan solo con su juventud y la esperanza en una ideología, todos ellos testigos y actores de la última revolución aprista.
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Setiembre, 2009.
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Relato 8: LA ÚLTIMA REVOLUCIÓN DEL APRA.
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Por Víctor Raúl Huamán.
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Libro “Aquí Yace la Luz”, Ediciones Populares ARIEL.
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