LA CIENCIA, EL ARTE Y SU DEUDA
CON LAS HUMILDES SERVILLETAS
Escribe Ángel Gavidia Ruiz
Siempre he andado buscando el rastro del momento en que la ciencia y el arte se separaron. Porque antes andaban juntos, digamos, como hermanos. Hasta que se pelearon. Creo que la pelea no fue realmente entre ellos; fue, más bien, entre sus celosos cultores. Y, más, entre quienes apostaron por la ciencia, acaso por considerarla con más prestigio que el arte.
La batalla se dio disputándose el territorio del conocimiento. Varios, como Althusser, negaron al arte su participación en él (1). Solo la ciencia, dijeron, es capaz de aportar kilómetros cuadrados. Pero hubo otros, más sabios, que ubicaron a la ciencia solo como una parte de este disputado territorio. El arte era otra parte, la filosofía, otra.
Borges, en sus años mozos, cuando estudiaba y teorizaba acerca de las metáforas, equipara a la labor del literato con la del científico, ambos creando conocimiento pero que son apenas “subrayaduras de aspectos parcialísimos” de la realidad (2) (3).
Pero, como dije al inicio, en mi búsqueda de cosas similares, de detalles, en fin, de manías entre los científicos y los artistas y más precisamente, entre los literatos a quienes conozco bien, encuentro el testimonio de un científico tan devoto de la ciencia como el que más. Me refiero al enorme y entrañable Carl Sagan, quien refiriéndose a otro grande, a G. P. Kuiper, dice: “En Kuiper vi por primera vez el llamado cálculo sobre la servilleta de papel: se te ocurre una posible solución a un problema, coges una servilleta de papel, apelas a tu conocimiento de física fundamental, garabateas unas cuantas ecuaciones aproximadas, la sustituyes por valores numéricos probables y compruebas si las respuestas pueden resolver de algún modo tu problema” (4). ¿Cómo no recordar, en este tramo, a nuestro Martín Adán garabateando poemas en interminables servilletas que su amigo del alma, don Juan Mejía Baca, recogía con unción y luego publicaba? Y viene otro reparo ineludible: la mesa del café, la mesa del café y uno mismo, o mejor, solo de uno mismo, definida en un verso crucial por Carlos Bueno: “el lugar en donde entre yo y yo se interpone nadie”, aun cuando allí también resida la soledad, esa, la policroma y poblada de pájaros cantores, aquella que proveída de una buena dotación de servilletas se ofrece al creador como una pampa. Y viene el recuerdo de la gran Emily Dickinson, precisamente, en el momento en que “proso” estas últimas líneas: “Para hacer una pradera se necesita un trébol y una abeja, / un trébol y una abeja/ y un ensueño. / Bastará con el ensueño/ si las abejas son pocas”. Quizás, digo, a los científicos y literatos les baste simplemente una servilleta y un lapicero para aportar sustancia al territorio del conocimiento. Claro y un ensueño. Fundamental este último, aunque algunos quieran excluirlo del ámbito científico cargando la tinta en la objetividad. El ensueño tiene parentesco de sangre con la imaginación reclamada y proclamada por muchos de los grandes aportantes a la ciencia.
A estas alturas me percato que he dado muchas vueltas para reivindicar el rol de la humilde servilleta en la ciencia y en el arte. Cuánta sabiduría, me pregunto, habrá nacido, en su arrugada superficie. ¡Cuánta! Sospecho que es copiosa, pero este trozo de papel sencillo ama la parquedad y el perfil bajo. No lo sabremos nunca.
Trujillo, 12 de setiembre del 2021.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
1. Althusser L. Sobre el conocimiento del arte. En:
https://revistas.unal.edu.co/index.php/idveal/article/view/29002/29266. P 1-6. pdf [acceso 10/9/21]
2. Borges J. La métafora (año 1921). En:
https://borgestodoelanio.blogspot.com/2018/05/jorge-luis-borges-la-metafora-ano-1921.html [acceso 28/05/21]
3. Grosso J. Un escritor genial que se transformó en precursor científico. En
https://www.telam.com.ar/notas/201606/151223-borges-ciencia-aniversario.php. P1-7 [acceso 20/05/21]
4. Sagan Carl. Mis profesores. En: El mundo y sus demonios. Vigésima sexta edición. Editorial Planeta. Colombia. 2021. P. 11-15
Ángel Gavidia -Tumba de César Vallejo en París