15 DE SEPTIEMBRE
DÍA INTERNACIONAL DE LA DEMOCRACIA
DESDE AQUÍ, ADENTRO
Danilo Sánchez Lihón
1. Se estrellan en los vidrios
Siendo
auténtico maestro de aula, José Portugal Catacora por sus méritos fue
designado máxima autoridad educativa en la región de Puno. Designado
ahora a ocupar esa función administrativa, tuvo que hacerse cargo del
siempre amargo y enojoso proceso de evaluación de maestros para un
concurso público a fin de ocupar plazas de nombramiento en dicha
jurisdicción. Se presentaron 4000 maestros para apenas 100 plazas
disponibles. Muchos aprobaron, pero no pudieron hacerse acreedores a
ningún puesto de trabajo.
Cuando
regresaba a su oficina después de almorzar había una manifestación
frente al local que él dirigía, acto de protesta en el cual los lemas
eran improperios lesivos y ofensivos hacia su persona:
José Portugal
aquí te arrojamos
lo que a ti te gusta:
unas pesetas
del vil metal.
Y
tiraban esa clase de monedas a las ventanas de su oficina, las mismas
que se estrellaban en los vidrios y rebotaban a los pies de los mismos
manifestantes, quienes las recogían y volvían a arrojar.
2. Los había arengado
Regresaba de almorzar, vio la manifestación y se sumó a la masa de los que protestaban, y a la gritería general.
Y
cada vez se fue animando más en la manifestación, hasta que en un
determinado momento era el que más vociferaba en contra suya, que se
suponía que estaba adentro en su oficina. Y él mismo tiraba las monedas
que podía recoger.
Resultó
siendo el centro, alrededor del cual la gente se unía para protestar y
hacer más enfático su reclamo. Hasta que en un momento incluso se puso
adelante y alentaba con los brazos a gritar:
José Portugal Catacora
con mi plata, tu garganta
de vendido, se atraganta
y tu barriga se atora.
Y expresiones como: “¡Director incapaz!”, “¡Servil del gobierno de turno!”. “¡Afuera inepto!”.
Era el que más gritaba. Finalmente, después de desgañitarse un rato hizo señas de que ya regresaba.
3. Ingresa la comisión
Y se escabulló para dar la vuelta y pasar a su oficina. Se había desahogado, y ahora sentía un poco de alivio.
Se sintió relajado y contento de la tensión en que lo sumían cada día problemas como este.
Pero
pronto los profesores, golpeando puertas y ventanas, exigieron hablar
con el director. Para eso buscaban desesperadamente, por todos lados y
alrededores, y hasta el último minuto, a ese profesor alto y cenceño que
los había liderado por un momento y arengado tan bien.
Porque
pensaban que él y nadie más que él era el indicado para asumir su
defensa. Con él a la cabeza se sentían bien representados y en quien
reconocían una natural pasta de líder.
¡Caramba!
Pero, ¿dónde se ha metido? ¿Dónde está el profe aquel? ¿Se habrá ido a
comer? ¡Vayan a buscarlo! Pero no aparecía por ningún lado, pero tampoco
podían esperar más.
4. ¿Es usted?
–
El director ya los espera. Pasen. –Dijo la secretaria. Y pasaron. Pero
aún en ese tramo mirando afuera, para ver si llegaba aquel colega que
tanto los había alentado.
Ingresa
la comisión y cuál no sería su asombro y sorpresa al reconocer y
encontrar en la persona del director al líder que hacía un momento los
había estado incitando y arengado.
Y le preguntaron anonadados y boquiabiertos:
– Disculpe, señor, ¿no es usted el mismo que ha estado afuera en la manifestación junto con nosotros y arengándonos?
– Sí, claro. Soy yo. ¡El mismo!
–
Y si usted es el director, contra quien nosotros estamos protestando,
¿por qué usted nos alentaba tanto allá afuera? –Se atrevió a
interrogarle uno de ellos.
5. ¿No son los mismos?
–
En primer lugar, no lo hacía por burlarme. En segundo lugar, porque soy
maestro al igual que ustedes, y tienen toda mi solidaridad. En tercer
lugar, porque tienen toda la razón del mundo y creo que todo lo que
ustedes están reclamando está bien.
– Y, ¿entonces?
–
Lo hacía de todo corazón y con la plenitud de mi conciencia. Con
respeto y honestidad de que lo que piden está bien. Se han formado para
maestros y han aprobado el examen. Entonces tienen derecho a un puesto
de trabajo, cual es el motivo de su protesta.
– Pero, ¿cómo entender esto?
– Sí afuera gritaba y tenía razón, ahora quiero que escuchen y se percaten de cuáles son los criterios desde aquí adentro.
– ¿No son los mismos?
6. Es curioso
–
¡No! Desde afuera los apoyo. Así como quisiera que ustedes, por lo
menos, me escuchen y comprendan, conociendo los problemas desde dentro.
Porque hay dos fundamentos: Hay una verdad desde afuera y hay otra
verdad desde adentro.
– ¿Usted es el maestro autor de Los niños del altiplano? –Dijo otro profesor, lleno de asombro.
– Sí, yo soy el autor. Y a cada uno de ustedes les voy a obsequiar un ejemplar.
– Mi admiración y respeto, profesor. ¡En ese libro he basado mi tesis!
– ¡Gracias!
–
Pero, entonces, como les estaba diciendo hay dos maneras de mirar la
realidad: Hay axiomas desde afuera y hay postulados desde adentro.
– Es curioso lo que nos dice, profesor.
7. Así de noble es ser maestro
–
En los criterios de afuera como maestro los apoyo. Ahora quiero que
ustedes analicen conmigo y ojalá que me apoyen en la otra versión, cuál
es la visión desde adentro.
Y
les explicó la verdad de las cosas desde las limitaciones del
presupuesto, desde las directivas y normas, y desde lo que es ser
gobierno.
– Lo importante, profesor Portugal, era dialogar.
Los profesores entendieron el problema, aceptaron las explicaciones y salieron tranquilos, explicaron a sus compañeros.
Y
días después el profesor José Portugal Catacora fue invitado a un
agasajo de desagravio y de reconocimiento a su labor. Así de noble es el
maestro en el Perú.
Y
así de sacrificada es, a veces, la función de quienes frecuentemente se
ven en la obligación de desempeñar puestos administrativos. Y así es de
contradictoria nuestra realidad.
DÍA DE LA DEMOCRACIA
EL MÁS
ALTO CARGO
DE UN CIUDADANO
Danilo Sánchez Lihón
“El más alto cargo
que un ciudadano puede
desempeñar en una democracia
es el de maestro de escuela”
José Antonio Encinas
Se pueden
encarcelar los cuerpos,
pero nunca
las ideas, ni mucho menos
los hechos;
y jamás las convicciones.
DSL.
1. Claro y directo
Diputado
brillante elegido por el departamento de Puno en 1919, a los 31 años de
edad, con inmenso prestigio en la población, el maestro José Antonio
Encinas fue llamado un día por el presidente de turno, Augusto B,
Leguía.
Dada
la relevancia que tenía José Antonio Encinas por su brillantez
intelectual, Leguía quería hacerlo parte integrante de un comité de
trabajo con objetivos aparentes sociales, aunque el trasfondo escondido
era implementar la reelección presidencial.
– He querido personalmente invitarlo a Ud. a ser parte de nuestro proyecto político y social
En
esa ocasión Encinas también quiso ser claro y directo delante del
gobernante, encarando una temática que ya se hacía notar. Encinas le
manifestó su total y terminante oposición al intento de permanecer en el
poder, y que a todas luces alentaba el mandatario.
Fue la ocasión en que le dijo:
2. Añoranza de regresar
“Yo
he sido elegido por mi pueblo para defender sus derechos cívicos, no
para propiciar reelecciones, señor. De modo que no puedo asumir ningún
compromiso para su reelección, que sin duda traería graves consecuencias
para el Perú”.
Estas
palabras le parecieron insolentes y ofensivas al presidente que ni bien
terminó la entrevista llamó a su secretario y le dictó una orden de
captura.
La
detención fue inmediata y el encargo de indagar minuciosamente las
actividades de aquel personaje a fin de aducirle alguna culpabilidad.
Se
le confinó en el penal de El frontón, y después fue deportado a Panamá.
Así se inicia el calvario de 25 años de deportado y de sucesivos
intentos frustrados de regresar al Perú.
Y su consecuente añoranza de regresar al
Perú, siendo tres las ocasiones en que fuera expatriado maestro tan
noble e insigne. ¿Qué oculta desgracia hay para el Perú en estos hechos?
3. ¡A quién buscan!
De
cómo fue la detención me contó así su hermana Aurora: Que al siguiente
día de la entrevista con Leguía ni bien amanecía, a las seis de mañana,
se presentaron en su casa cuatro hombres, dos de ellos estaban vestidos
de civil y dos con uniforme de la policía.
Al
abrirles la puerta las empujaron y a empellones quisieron ingresar a la
casa, intentando rechazarlos enérgicamente ella, su madre y la
empleada, las mismas que indignadas unas y otras exclamaban:
– ¡Qué les ocurre! ¡A quién buscan!
– ¡Retírense! ¡Vamos a pasar!
– ¡Oiga! ¿Por qué? ¡Qué pasa!
– ¡Déjenos pasar, señora!
– ¡Qué derecho tienen para golpearnos de ese modo!
– ¿Acaso esta es su casa? ¡Nosotras vivimos aquí!
– ¡Tenemos orden de detener a un individuo!
– ¿A quién? ¡Somos mujeres, más respeto señores!
– ¿Vive aquí un tal José Antonio Encinas?
4. ¿Cuál es el motivo?
Este altercado lo escuchó José Antonio desde el segundo piso, quien inmediatamente salió e imponiéndose con la voz preguntó:
– ¡Señores, por favor, qué se les ofrece!
– ¿Es usted José Antonio Encinas?
– Sí, señor, yo soy. ¡De qué se trata!
– Debe acompañarnos a la Prefectura de Lima.
– ¿Y cuál es el motivo?
–
Usted ha sido muy hiriente con el Presidente de la República. Dice
aquí: ofensa al presidente de la República. –Explicó quien tenía el
rango de teniente.
–
No es contra él, señores, sino contra su pretensión de violar la
Constitución del país, auto postulándose a una reelección desde todo
punto de vista inconstitucional. –Respondió.
– ¡De eso no sabemos nada! Tenemos orden de llevarlo detenido.
–
Pues bien. Espéreme un momento. Yo me alisto y salgo con ustedes. No es
necesario hacer escándalo ni actos de fuerza, caballeros. –Concluyó.
5. Pañuelos blancos
– Señor, ¡no podemos permitir que usted escape! ¡Tenemos que detenerlo!
–
Fíjense. –Les dijo dándoles la cara y hablándoles calmadamente–. Si yo
fuera culpable de algo ya hubiera escapado: aquí hay puertas, ventanas y
techos por donde huir. Sería fácil librarme de ustedes. Pero yo no soy
un delincuente y tampoco nunca voy a parecerlo. Yo en esta ocasión soy
diputado, pero en esencia soy un maestro de escuela.
–
Sí, señor, pero las órdenes que aquí tenemos son muy estrictas, cuáles
son que después de verlo por ningún motivo dejarlo ir a algún sitio ni
perderlo de vista.
–
Les comprendo, pero díganme ustedes: ¿han visto acaso alguna vez a un
maestro de escuela corriendo como un ladrón por la calle? ¡Nunca!
¡Jamás! ¿Han visto a un maestro de escuela ser abusivo con sus
semejantes?
– ¡No!
–
Y es porque el maestro de escuela forma hombres, modela caracteres y
voluntades. Forma para el bien y es piedra fundamental de la democracia.
Así que siéntense tranquilos, amigos, y los acompañaré tan pronto me
aliste. E iré adonde ustedes quieran llevarme.
6. Llevar rosas
Fue
tan firme y convincente al hablarles de ese modo que los doblegó
totalmente. Se sentaron tranquilos en la sala. Nosotras afanadas no
sabíamos qué hacer.
– ¿Qué llevas? ¿Qué te hará falta? –Le preguntamos.
– Pañuelos. Pañuelos blancos.
Buscamos pañuelos por todos sus cajones. ¿Y tu ropa?
– No, nada. Nada más. –Nos dijo.
Solo
pañuelos. Y todos se los puso al bolsillo. Y al poco rato salió. Había
cogido únicamente como equipaje varios pañuelos blancos.
– ¿Y para qué eran los pañuelos? –Le interrogo.
–
Eso yo misma me pregunto hasta ahora. Iba a la cárcel, que es un lugar
hosco, sucio y temible. Y lo único que quiso llevar fue pañuelos
blancos. Siempre me he puesto a pensar en cuál es el significado de esos
pañuelos blancos.
– Es como llevar luz ante tanta oscuridad. Es llevar limpidez, pureza y candor.
7. Poder morir
La
madre y la hermana quisieron acompañarlo, pero él no les permitió. Eso
sí, fueron tras de él a la Prefectura, adonde lo llevaron primero y
luego al Panóptico de Lima. A los ocho días lo trasladaron a la isla de
San Lorenzo, a la temible cárcel de El Frontón. Y a la celda más cruel
llamada La lobera. Allí se le encerró en la celda más fría y húmeda, a
consecuencia de lo cual enfermó gravemente de los bronquios, y en donde
tiritaba enfebrecido.
La
familia, a través de Germán Leguía y Martínez, pariente de los Encinas y
también primo hermano del presidente de la República, consiguió una
entrevista con él, quien fue acompañado del médico Constantino Carvallo,
el que hablando profesionalmente y dando un diagnóstico del recluso
ante el presidente de la República, le dijo a Augusto B. Leguía:
"Presidente:
ese hombre tiene pulmonía y puede morir de un momento a otro. Y eso va a
ser un serio problema para su gobierno, porque mucha gente está
pendiente de su destino."
De
este modo obtuvieron el canje de la cárcel por la deportación. Llevando
esa orden, la madre y la hermana se embarcaron en una lancha en el
muelle del Callao hacia la temible isla, viaje que Aurora Encinas
recuerda como una travesía de espanto, dolor e indignación.
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