Construcción y forja de la utopía andinaMAYO: MES DE LOS TRABAJADORES,DEL CAPULÍ, DEL LEGADO DE LA PAPA DEL PERÚAL MUNDO, Y DEL MAESTRO ENCINASCAPULÍ ESPODER CHUCO
SANTIAGO DE CHUCOCAPITAL DE LA POESÍAY LA CONCIENCIA SOCIAL
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SEMANADE LOSMUSEOS
ICHIKNUNA, la momia más pequeña del mundo - CARAZ
FOLIOSDE LAUTOPÍA
EL PODERDEMARAVILLAR
Danilo Sánchez Lihón1.En la Semana de los Museos qué mejor homenaje que el que pudiéramos dedicar a evocar la figura y rendirle pleitesía a don Arturo Jiménez Borja, personalidad consagrada al estudio de las máscaras, los vestidos, los mates burilados y a toda la maravilla del Perú precolombino.Pero también a la música, las danzas y los instrumentos musicales del Perú ancestral, campos en cada uno de los cuales publico no uno sino varios libros que constituyen monumentos en la forja de nuestra identidad.Fue médico, escritor y etnólogo nacido en Tacna el 18 de julio del año 1908, descendiente, en primero orden, de don Toribio Ara, último curaca indígena de esa región, siendo sus padres don José Jiménez Ara y doña Jesús Borja Iturri.Debido al hostigamiento que sufrieran los peruanos en su Tacna natal, cautiva entonces por las tropas chilenas, se trasladó a estudiar en La Paz, en Bolivia, junto a su hermano José quien después fuera también famoso gramático, lingüista y docente universitario y, para orgullo mío, mi profesor en la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.2.Don Arturo inició sus estudios en el colegio jesuita de San Calixto en el país altiplánico. De regreso al Perú estudió en Piura y después en Lima ingresando el año 1927 a la Facultad de Medicina de San Fernando de la Decana de América, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, donde obtuvo su título de médico cirujano el año de 1938.Era poseedor de una erudición exquisita y sutil, capaz de realizar estudios de enorme significación sobre temas hasta podríamos decir etéreos e inalcanzables como, por ejemplo: “La creación del mundo” o “La noche y el sueño en el antiguo Perú”, publicados ambos como libros el año 1962.Restauró muchos monumentos antiguos, entre otros los yacimientos arqueológicos de Puruchuco, Pachacámac y Paramonga, antes abandonados, y edificando allí museos de sitio en cada uno de ellos.Era tal su apego por lo audiovisual que me refirió que al leer mi libro “Camino de Santiago”, que él presentó en el Instituto Cultural Peruano Soviético de la Av. Salaverry, tuvo que regresar a cada instante a mirar la imagen de mi abuela Sofía y buscar sus ojos, impreso su rostro en la página 6 de aquel texto, diciéndome que el libro lo leyó desde los ojos de mi abuela y escuchando su voz que luego imitó idéntica a como ella la tenía. Murió trágicamente el 13 de enero del año 2000.3.Reproduzco la entrevista que le hiciera en septiembre del año 1993 sobre el tema central en el campo del patrimonio audiovisual como son los museos, y la relación de estos con la educación.La realicé para “Jardín”, Revista Especializada en Educación Inicial, y se publicó en el Nº 5, Volumen 1, correspondiente al tercer trimestre del año 1993.Nadie mejor que él para saber acerca de este tema, fundamental en la conservación del patrimonio, cuál es el de los museos, pues su vida estuvo consagrada a fundarlos y dedicarse a su cuidado y conservación por completo.Dirigió a partir de 1956 el Museo de Pachacámac, fue director desde 1977 de la red de Museos Regionales y de Sitio que él mismo impulsara y finalmente dirigió el Museo de la Nación del Perú.La suya es una obra monumental y portentosa, por la cantidad de investigaciones publicadas, pero sobre todo por la restauración de la obra de nuestros antepasados, habiendo recorrido para ello palmo a palmo todo este inmenso museo y país documento y testimonio, y a la vez esperanza, como realidad viva y palpitante que es, el Perú. He aquí la entrevista:EL PORTENTODE DON ARTUROJIMÉNEZ BORJA
Entrevista realizadaal Dr. Arturo Jiménez Borjapor Danilo Sánchez LihónD.S.L.: Dr. Arturo Jiménez Borja, quisiera iniciar esta entrevista preguntándole: ¿Los niños, que casi siempre viven en el presente y de cara al futuro, tienen una relación armoniosa y acogedora con el museo, o ésta es una camisa de fuerza en la cual tratamos de introducirlos y en la que quisiéramos hacerlos caber?A.J.B.: Los museos han dejado de ser depositarios de antigüedades de obras de arte; hoy en día se entienden como medios para educar. Si el museo no educa, no sirve para mucho.D.S.L.: Ahora bien, ¿al educar no hace que ellos se tornen un poco rígidos y pierdan su atractivo?A.J.B.: No. Porque el museo tiene siempre el poder de maravillar y de asombrar. Y este poder nos acerca a la edad temprana del ser del hombre, porque el niño es niño por tener la capacidad de admiración. A él todo le llama la atención: una hormiga, un caracol, una mariposa para él son motivo de embeleso. Entonces, el museo le ofrece desarrollar esos dones que son de fundamental importancia para un ser humano con la capacidad de aprecio a esta circunstancia vital de existir y descubrir.D.S.L.: ¿Se consiguen esos resultados o hay algo que falta para lograr dicho objetivo?A.J.B.: Lo que falta es que los profesores se tomen el trabajo de visitar primero el establecimiento que en los días siguientes van a mostrar a sus niños y no solo estar esperanzados en que el museo les ofrezca un guía que les vaya explicando, tanto a ellos como a los pequeños los contenidos que hay en el museo. El profesor antes tiene que prepararse y él mismo también tiene que ser un guía.D.S.L.: ¿Los museos responden a los intereses de los niños menores de 6 años que cursan la Educación Inicial en nuestro país, por ejemplo?A.J.B.: Para los niños muy chicos yo creo que el museo debe ofrecer otra composición. En primer orden debe ser pensado por los niños y, si fuera posible, ejecutado por ellos mismos; en donde las piezas pudieran ser tocadas a cabalidad, porque los niños necesitan tener sensaciones. Por ejemplo, no se concibe un juguete que el niño no pueda manipular e inclusive desarmar.D.S.L.: ¿Hay esa posibilidad, actualmente, en los museos del país?A.J.B.: No. En la mayoría de los museos hay muchos aspectos contrarios al niño; como las órdenes: “No se toca”, “No se grita” “No se habla en voz alta”, “Se mira”. Entonces, tantos mandatos negativos hacen que al pequeño no le parezca que es un ambiente grato ni querido para él.D.S.L.: Además hay otros problemas, como el de los temas o campos a los cuales se dedican las exposiciones, ¿Son aquellos que a los niños les interesan?A.J.B.: Creo que el museo debería ofrecer para el niño varios temas a la vez. No sería conveniente un solo asunto, porque el infante no tiene la disciplina para concentrarse en algo específico, sino que necesita variedad. Si se tratara de pensar un poco cómo piensan los niños, cabría tener museos en una variedad muy amplia de temas o campos de interés.D.S.L.: Pero, ¿cabe alentar museos especialmente destinados a los niños? Porque, permítame contarle que he tenido la suerte de visitar el Museo Nacional de Ciencias de los Estados Unidos en Filadelfia, el que, dentro del rigor extraordinario con que está organizado y a pesar de enfocar tramas complicadas, como es el mundo de las ciencias, resulta fascinante para todas las edades, porque se ve tanto a niños como a profesores, especialistas y científicos, gozando de cada muestra que se presenta. Allí el principio y la orientación es que más bien está “prohibido no tocar”. ¿Cabe proponer museos sólo destinados a los niños, o museos universales en donde él, como también su padre o el joven de edad intermedia, puedan deleitarse y participar?A.J.B.: Soy de la idea de alentar más bien museos de carácter universal. Pero, además, abiertos o naturales. Yo he visto en Tucson, en la frontera de Estados Unidos y México, un museo en el que se presenta la vida de los animales en pleno campo, en donde se levanta una muestra y en donde se puede ver, por ejemplo, alacranes, arañas, culebras, ciempiés, en sus propios escondrijos, zorras en sus madrigueras y aves en sus propios nidos. Para que se pudiera apreciar se encienden luces y otros efectos que los hacen mucho más atractivos y fascinantes. Naturalmente, allí los grandes y los chicos están extasiados.D.S.L.: ¿Cómo empezar aquí a ofrecer a los niños, servicio de museos que les susciten curiosidad y hasta placer?A.J.B.: Lo valioso sería intentar que los mismos niños los diseñen a muy pequeña escala. Que tanto como llevarlos a visitar museos, se organicen pequeños museos en el aula y hasta colecciones personales, planteándoles: ¿Qué les interesa?, ¿cómo quisieran que estén presentados? Si debe haber vitrinas o no. Es pertinente hacer una incitación a que ellos mismos compongan algo que pueda servir de base para que los grandes lo hagamos con mejores recursos y, quizá, contribuyamos un poco mejor para que sea más rico y fructuoso.D.S.L.: ¿Los maestros están capacitados para emprender esa tarea?A.J.B.: Quizá voy a ser exagerado en lo que voy a decir, pero me remito a mi propia experiencia: El maestro lleva al alumno al museo casi maliciosamente, como el que dice hoy día no hago clases, hoy tengo un día de asueto. Entonces, hay que ver el espectáculo tristísimo de los niños tomados de la mano, formando cadenas como si fueran ciegos, y pasando delante de las vitrinas preguntando:- Maestro, ¿qué cosa es eso?- Un huaco- Maestro, ¿y esto qué es?- Otro huacoDe manera que esos niños desfilando, es como si pasaran delante de una zapatería donde todo es zapato, donde no hay ningún relieve, ninguna variedad, ningún encanto. ¡Así no se puede interesar a nadie en ningún lugar del mundo!D.S.L.: ¿Qué hacer, entonces?A.J.B.: El maestro primero tiene que venir al museo, informarse y leer en razón de los intereses de los niños, que él mejor que nadie conoce. Porque él es en primer lugar el que tiene que conocer para luego enseñar y guiar a sus niños, pues la visita al museo no es un viaje despreocupado, sino un viaje a lo formativo y, por consiguiente, los alumnos deben tener antes una explicación, en el aula, de lo que van a ver. Es eso lo que el profesor tiene que hacer antes, y debe poner especial interés en sacar el máximo provecho a estas visitas.D.S.L.: Sí los museos son espacios educativos, ¿no tienen que estar condicionados para ser de alguna manera esencialmente pedagógicos?A.J.B.: Ahora es una tendencia general en los museos poner el menor número de leyendas, y hacer que ello sea lo más breve y conciso posible. Aquí tenemos excesivas explicaciones; entonces el pobre niño, que tiene que hacer para el día siguiente un trabajo sobre la visita al museo, se dedica exclusivamente a copiar las leyendas y no ve absolutamente los objetos. De tal manera que es una inspección de escribas, en donde todos están de rodillas mirando y transcribiendo los letreros, y nadie ve las piezas que son verdaderamente valiosas; entonces todo se convierte en una aproximación inútil e infructuosa.D.S.L.: Ahora bien, ¿cabe esperar o pretender desarrollar museos caseros, propios del ámbito del niño, en sus aulas de clase? ¿Y, también, realizar actividades para que el pequeño sea una persona que recoja objetos, los valore, los interprete e, igualmente, coleccione? ¿Debería ser una formación general en los niños tener algunas actividades que son propias de este mundo de los museos?A.J.B.: Algunos maestros estimulan en ese sentido; sobre todo en un aspecto que es la arqueología. Entonces llevan a los niños de excursión. Éstos son maestros más ambiciosos porque no toman mediodía de asueto, sino que un día completo. Siendo así, los llevan y los sueltan en los yacimientos arqueológicos; por donde bajan, suben, triscan, destruyen el monumento; y si el profesor es mucho más imaginativo los incita a devastar. Y, por último, si el profesor es además diabólico, les dice que en el colegio se debe formar un museo y que ellos traten de conseguir por allí algunos objetos; entonces los niños comienzan desesperadamente a huaquear. Es su primera experiencia como depredadores de nuestro riquísimo pasado histórico.D.S.L.: Pero, sin ir a lo que es patrimonio nacional, ¿es apropiado anhelar museos sobre elementos más simples, comunes y corrientes, como por ejemplo sobre los distintos aspectos que nos ofrece la realidad -sea el agua, las piedras, la madera- y así el niño, prestándoles especial atención, aprenda a identificarlos, describirlos, rotularlos, clasificarlos y, de esa manera, pueda desarrollar con ellos actividades más propicias para lo que después puedan ser áreas o piezas más delicadas, como las que encontramos en los museos convencionales?A.J.B.: Sí. Esto me parece positivo e importante. Así se le enseñaría al niño que todo es significativo. En ese sentido las ciencias naturales, la botánica y la zoología son importantes. Pero lo que más interesa a los niños es lo que no tienen en su casa. Nosotros, por ejemplo, en Pachacámac tenemos llamas, lo que atrae mucho. En Puruchuco yo tenía una gran cantidad de animalitos, como guacamayos, venados, tortugas; desgraciadamente las partidas para los museos son muy pequeñas y todo ello necesita mantenimiento.D.S.L.: Ud. mencionó, al principio, una cualidad extraordinaria del museo, que es su capacidad de asombrar, fascinar y admirar. Esto, ¿depende más de la manera cómo se presenta una pieza, un resto o un vestigio, o depende de quienes pueden animar, mediante la explicación a los visitantes?A.J.B.: Bueno, la acción tiene que ser de ambas partes. De un lado naturalmente corresponde al museo presentar un desarrollo que llegue a ser impactante. Nosotros, por ejemplo, presentamos CHAVÍN de manera dramatizada, con buena iluminación, juego de luces y espejos. Pero, de otra parte, corresponde a la persona que lleva a los niños al museo, la que debe ir preparada; y en esto me refiero a los padres que es a quienes más preguntan sus hijos.D.S.L.: Porque a veces las explicaciones de los guías no son todo lo sugestivas que debieran ser, atiborradas más bien de datos que de imágenes y de sugestiones.A.J.B.: Es cierto. Por ejemplo, en la Embajada China me dieron hace poco a probar un licor y me dijeron: “Ésta es una receta del Emperador de la China, que se ha encontrado en uno de los palacios imperiales. Conforme a ésta se ha preparado este licor que en la antigüedad que durante siglos fue exclusiva de una dinastía y que ahora podemos probarlo”. Entonces esta explicación hizo que aprecie aquello. Y, aun cuando el licor no era nada del otro mundo, por la referencia que me habían dado me pareció algo extraordinario.D.S.L.: ¿Qué recomendaría a un profesor de niños pequeñitos, menores de 6 años, con respecto a la utilización del museo para la formación de sus alumnos?A.J.B.: Yo retomaría una observación que Ud. mismo ha hecho, cual es comenzar a interesar a los niños por las cosas más sencillas, más fáciles de conseguir. El niño, por ejemplo, que colecciona estampillas es un niño que se está preparando para más tarde recorrer bien el camino del museo.D.S.L.: Incluso hacerlo con materiales más sencillos todavía, ¿no es cierto?A.J.B.: Como hace un padre o madre amorosos con el infante al que le enseñan cuando van a la playa, que juntos puede recoger piedritas de varios colores, conchitas marinas o pedazos de madera; e inclusive huesos de aves, peces y moluscos que el mar arroja y que tienen formas tan extrañas. Con el interés que se le ponga ya se está desarrollando hábitos de clasificación y estudio. Entonces, de esa manera, está recibiendo una preparación; se “le está haciendo el paladar”, como se dice, para lo que pueda probar más tarde visitando un museo de pintura contemporánea o un museo de arte colonial.D.S.L.: ¡Son tantas las cosas que se pueden hacer!A.J.B.: Hacer, por ejemplo, un herbario, una colección de plumas, enseñándoles que ésta es una pluma de paloma, esta otra es de lechuza, aquella de un colibrí. Este hecho, al parecer inocente, es lo que resulta más interesante en la formación para que apreciemos el mundo y nos subyuguemos de su encanto, a fin de que en él nada destruyamos y todo lo valoremos.D.S.L.: ¡Y todo este conocimiento es incluso mágico!A.J.B.: Y también que sea práctico. Yo he visto, por ejemplo, cómo el arqueólogo, excavando una tumba, se encuentra con unas plumas y no sabe si son de aves de la región o son plumas de aves exóticas que han venido de muy lejos. No tiene, entonces, más que recurrir a su álbum que hizo de pequeño o de escolar, en donde están todas las plumas coleccionadas y hasta la figura del ave a la que pertenece.D.S.L.: Todo depende de la dedicación y también de la Imaginación de los maestros, pero asimismo de la asesoría que ellos pudieran recibir.A.J.B.: Hay multitud de formas con las que se puede preparar al niño para degustar y apreciar lo que más tarde va a ser una visita al museo. Todos nosotros hemos nacido no sabiendo nada y, poco a poco, nos han enseñado tantas cosas. Pero, si no nos hubieran iniciado para ir acertadamente por el camino verdadero, andaríamos extraviados por otros que, quizá, no son los mejores senderos.*****DIRECCIÓN EN FACEBOOKHACER CLIC AQUÍ:*****Teléfonos Capulí:393-5196 / 99773-9575capulivallejoysutierra@gmail.comSi no desea seguir recibiendo estos envíosle rogamos, por favor, hacérnoslo saber.