CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
MAYO: MES DE LOS TRABAJADORES,
DEL LEGADO DE LA PAPA DEL PERÚ
AL MUNDO, Y DEL MAESTRO ENCINAS
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29 DE MAYO
SOMOS
MUNDO
ANDINO
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
FORJA
DE LA
UTOPÍA
ENTREVISTA
A DANILO SÁNCHEZ LIHÓN
DE MARA GARCÍA, PHD
BRIGHAM YOUNG UNIVERSITY
UTAH, EEUU
III PARTE
MG:
Capulí preconiza la puesta en vigencia del mundo andino y postula la
construcción y forja de la utopía andina. ¿Cómo caracterizaría esta
utopía?
DSL: Por su puesto que no
considero la utopía andina como irreal ni imposible. Menos como arcaica
ni en absoluto como evasión sino más bien como categoría de carácter
moral. Por ejemplo en saber ser hermanos, por eso en Capulí nuestro lema
es: Somos hermanos. Es la hermandad la clave de todo. Es soñar mucho,
es volver a soñarlo todo, en función de lo colectivo, de lo comunal y de
lo solidario.
Soñar el Capulí hasta hacerle
brotar flores. Y así en todo lo que aparezca escaso o inerte, como
verdaderamente está sucediendo, porque por ejemplo la Telúrica de Mayo
es un certamen multitudinario que se hace sin un solo centavo de
financiamiento directo, donde todo es donación en un voluntariado
generoso de todos. Y esos capullos que le brotan son flores nuevas,
diversas e inaugurales. Utopía es también soñar su copa y su sombra
amable, soñar su sol radiante, generoso para todos. Soñar su luz en la
mañana. Soñar en el nosotros hasta que ese sueño nos duela mucho para ya
jamás olvidarlo. Y se torne realidad.
Tomás Moro, según afirma Lewis
Murdof, para escribir su Utopía se basó en referencias que él tuvo y
manejó acerca del Imperio de los Incas. Y hay un libro de Louis Baudin,
titulado El imperio socialista de los Incas que evidencia que las
utopías más adorables avizoradas por los hombres solo aquí alcanzaron a
concretarse y ser reales, pese a los esfuerzos contemporáneos muy
dolorosos para plasmarse en Rusia y en China.
Y aquí entre nosotros están esas
fuentes, regadas a nuestro alrededor y a nuestros pies. Yacen esas
piedras esparcidas que hay que juntarlas y erigir con ellas los nuevos
caminos, los nuevos andenes, los nuevos tambos y moradas del hombre,
iluminados por el humanismo de nuestras culturas ancestrales que se
rezuman en los carismas que han desaparecido del mundo actual: el candor
y la ternura.
A eso Capulí denomina construcción
y forja de la utopía andina. Con esas piedras esparcidas a nuestro
alrededor debemos hacer patria hermosa, solidaria y desvivirnos por
construir una sociedad digna, justa; no solo de calles y plazas amables y
bonitas sino de actitudes francas, sinceras, transparentes y cálidas de
la gente.
MG: Vallejo favorecería ese tipo de utopía andina con su lema de solidaridad universal.
DSL: También yo creo que sí. La
utopía andina que Capulí pone en vigencia, es el brazo práctico de César
Abraham. Porque Vallejo es Illa Chuco, es Catari y Catequil. América es
utopía, es sueño y es futuro.
Y en el fondo de nosotros mismos,
como un hálito, como un pulso viviente está el sueño de todos los
hombres juntos que reviven al cadáver del combatiente al final de la
batalla, en donde como un aura que se rompe está la visión utópica de
nuestra realidad.
Que no se pierda jamás el sueño de
que algún día volveremos a ser grandes, fraternos, solidarios, porque
lo hemos sido antes, entonces tenemos noción y memoria de ese registro
puesto que lo hemos realizado aquí y somos los depositarios de ese
anhelo y de esa concreción práctica. Entonces podemos aspirar a hacer de
nuevo realidad ese sueño.
En todo esto no se trata de
acercarnos para nada a los conceptos europeos que no nos sirven. Nuestro
desarrollo, y con ello nuestra utopía, va por otro lado: por el sentido
humano de nuestra concepción del mundo, de la vida y de la realidad.
MG: ¿Ser utópicos no puede confundirse con un aplazamiento permanente de la solución de los problemas de la realidad?
DSL: No, porque lo contrario es
comprometernos con la rutina y con el orden imperante y, peor
conformados, con la realidad presente y todas sus aberraciones. Porque
ahora es un deber y un derecho soñar, sin escamotear la realidad sino
asumiéndola. Porque quienes confían que son fuertes sus raíces son
optimistas del ideal, porque no temen divagar desarticulados y caóticos
por los aires, precisamente porque tienen muy bien afincadas sus raíces a
tierra.
Tenemos un norte y tenemos cómo
triunfar. Hemos perdido muchas batallas y hemos sufrido catástrofes, lo
cual es un capital. Sabemos ya cuál es el camino, las grutas y atajos
por donde tenemos que pasar. Pero lo importante es saber adónde ir. Y
para eso lo que vale es haber soñado mucho. Como también vale haber
sabido escuchar y sintonizar con coordenadas, tendencias, visiones, que
nos lleven a aquella tierra a la cual anhelamos arribar.
Nos ilusionamos entonces de lo que
vamos a hacer y nos encanta construir, forjar, hacer algo nuevo y
mejor, porque lo hemos entrevisto en la capacidad de soñar. Debemos
entonces sembrar confianza y fe.
Somos utópicos de un cambio que
permita que se concrete el día en que desayunemos todos que es una
utopía vallejiana. Para eso debemos alentar mucho, dar mucho ánimo,
mucha confianza. E imbuirnos de una gran fortaleza moral como colectivo
humano, afirmando lo positivo, por poco que sea, porque es muy difícil
lograr lo bueno, por el rigor y por lo austero de nuestro destino.
MG: Los sueños y los ideales han formado parte de los pueblos desde su génesis.
DSL: Sí. Por su puesto. América en
general es utopía. Porque no estamos conforme con lo que nos impusieron
quienes irrumpieron frustrando un proceso que había dado lugar a logros
extraordinarios. Se impone ahora que fundemos nuestro porvenir en base a
nuestras legítimas aspiraciones y a nuestra memoria histórica. Ser
utópicos es nuestro deber.
Nosotros siempre estaremos mirando
lo que podemos ser en base a lo que somos. Nuestra mirada siempre hacia
adelante estará imbuida del presente y del pasado, de lo contrario
seremos hojitas batidas por el viento.
Ahora bien. Capulí sube cada mes
de mayo a lo enhiesto de nuestra geografía estelar a jurar y a
comprometerse uno mismo, a inspirarnos en nuestros apus y hircas y
adquirir lucidez de nuestros manantiales; a ligar fervorosamente nuestro
ser a voluntades básicas que se resumen en algunas consignas y utopías
como: "¡Sierra de mi Perú, Perú del mundo, y Perú al pie del orbe; yo me
adhiero!" O bien, a: "Ya va a venir el día, ponte el alma". O: "al
borde de una mañana eterna desayunados todos" O: "Todo acto o voz genial
viene del pueblo y va hacia él". Y a la acción militante de: "Hay,
hermanos, muchísimo qué hacer". Como veremos, todas ellas utopías
morales.
MG: Los objetivos que persigue Capulí son loables y promueven esto último que decía: “hay, hermanos, muchísimo qué hacer”.
DSL: Sí. Hemos prometido con
Capulí, Vallejo y su Tierra, iluminar y sembrar las praderas de alegría,
de fraternidad y de esperanza universales. Encender valles y montañas,
si es posible abismos, con la chispa y la luz que prenda el fuego de la
fraternidad en los corazones, ímpetu del amor bondadoso, de la verdad y
la belleza acrisolados. Que todos seamos capaces de expandir lo bueno, y
ser valerosos y solidarios.
Vamos a iluminar y sembrar los
valles y montañas de entusiasmo, de optimismo, de júbilo en lo que somos
y podemos hacer. Vamos, y nos imponemos lograrlo, a hacer que los
pueblos recuperen la fe en sí mismo. Y cada hombre la confianza de que
ha venido a cumplir aquí un destino glorioso sobre la faz de la tierra.
Con autoestima, con orgullo acerca de nuestra cultura; felices y
confiados construyendo los andenes nuevos de la identidad.
MG. ¿Cuál es entonces la actitud que hay que alentar bajo esta propuesta?
Hemos insurgido para instaurar
aquí y ahora una esperanza. Por eso, la actitud es la absoluta confianza
en nosotros mismos y el coraje para hacer realizaciones. Capulí es
unción, devoción, fervor. Significa relaciones transparentes. Une
generaciones de adultos, jóvenes y niños. Invoca a asumir compromisos de
alma. Es resguardo, protección y cuidado del patrimonio. Es abrazo con
todos los hombres de la tierra.
Por ello, todo se lo asume en la
dimensión de lo que es valioso, significativo y trascendente. Porque
nutre y exalta la convicción de que así estamos construyendo aquí y
ahora a forjar un porvenir promisorio para el hombre.
Porque somos raíz y fibra honda
del Perú sufrido, pero inmarcesible y eterno. Construimos entonces,
somos fervientes y sabemos querer, amar, adorar el prodigio de la vida.
Que los hombres se quieran, que sean sabios y que construyan con su
trabajo, su talento y su ingenio, pero guiados por el afecto y el cariño
de hermanos.
MG: ¿Cuál considera que ha sido hasta ahora el logro más importante de Capulí?
DSL: Muchos en muy diferentes
aspectos, sentidos y perspectivas. En lo que a mí más me abriga y
cobija, es que quienes nos acercamos a Capulí somos personas que se
quieren, que dejamos egoísmos, maledicencias y pequeñeces. Que somos
sencillos, fraternos y transparentes. Que este es un voluntariado
generoso, donde cada uno da y ofrece lo mejor de sí mismo.
En lo que corresponde a César
Vallejo, solo por mencionar un plano que es hacer conciencia acerca de
la personalidad de nuestro poeta universal, referir que Gilmer
Rodríguez, integrante de Capulí, nos refiere más o menos con las
siguientes palabras sus logros en Capulí, diciendo: "Lo que yo he
aprendido de Vallejo en Capulí es trascendental: aun siendo yo de
Santiago de Chuco creía que César Vallejo, como lo sigue siendo para la
mayoría de peruanos, es un poeta bohemio que escribió poemas tristes.
Pero Capulí me ha abierto a mí los ojos. Ahora leo a Vallejo como me lo
han enseñado aquí: como un evangelio, que es como decir la Biblia".
A Max Silva Tuesta le escuché
decir en una sesión de Capulí: "Si César Vallejo estuviera vivo no tengo
ninguna duda que pertenecería a Capulí". Y brillándole los ojos
reitera: "Y hubiera ida al próximo Capulí". Lo importante es la mística
de un movimiento, la misión de que estamos imbuidos todos sus miembros.
Capulí es una hermandad, una conspiración, en donde amalgamamos sueños,
en donde todo es fraterno y solidario.
MG: Parece que Capulí también es un espacio para realizarse como críticos, artistas, individuos con talento en general.
MG: Sí. Y lo constatan los libros
que se publican, tanto de ensayo como de creación en general. En Capulí
varios compañeros que ni siquiera se imaginaban como autores ahora lo
son. Estamos contribuyendo así a forjar una cultura con grandeza y
autenticidad.
Y en Capulí se canta. Capulí es
una escuela de felicidad. Allí volvemos al terruño, volvemos a practicar
la amistad inocente, no racional ni calculada sino candorosa y
obsequiosa. En Capulí gozamos con el canto vibrante de pureza y alegría.
Cada sábado es volver a casa, a la juventud y a la niñez, amando al
mundo, a la naturaleza en cada insecto, en el viento y en el trueno.
Capulí es un movimiento que quiere
resaltar en el Perú todo aquello que es esperanza en nuestro pueblo. Y
todo me hace creer que es el pálpito de la hermandad aquello que guía
los pasos de los seres que se acercan, buscando espacios donde volver a
poner su soplo y su aliento, a fin de hacer restallar otra vez esta llama votiva, que debe empezar a iluminar nuevamente nuestras vidas.
MG: Todo lo que acaba de referir es principalmente aquello que se centra en el Aula Capulí.
DSL: Sí. Pero Capulí, Vallejo y su
Tierra mediante sus actividades en el Aula Capulí se propone algo más
sistemático, cual es avivar la sensibilidad y la reflexión sobre temas
de una agenda cultural trascendente en base a las efemérides nacionales e
internacionales, las mismas que desarrollamos sábado a sábado y a
través de las campañas culturales que realizamos, pretendiendo así
señalar hitos y vestigios fundamentales de la peruanidad como de la
cultura universal, que sirvan para construir la sociedad que anhelamos
construir, fijándoles una fecha de reflexión y la perspectiva de los
surcos por abrir.
Y todo esto para volver siempre
sobre esas huellas y registros, a fin de extraer sensibilidad,
conciencia y proyecciones hacia el futuro, encontrando su inserción en
nuestro tiempo, siempre vinculándolos a la educación, a la escuela, a
los niños y jóvenes en quienes hay que cultivar pensamiento y práctica
transformadora.
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