sábado, 5 de septiembre de 2020

VALLEJO Y BORGES EN UNA MISMA ESQUINA - ESCRIBE ÁNGEL GAVIDIA RUIZ

 

VALLEJO Y BORGES EN UNA MISMA ESQUINA

Escribe Ángel Gavidia Ruiz

Vallejo y Borges nunca se estimaron. Disintieron desde el inicio. Probablemente Vallejo comenzó el desencuentro. Es muy duro su artículo “Contra el secreto profesional” publicado en Variedades, el 7 de mayo de 1927,  en donde, prácticamente, no queda  títere con cabeza  cuando enjuicia la nueva poesía americana acusándola de plagiaria, inauténtica, sin emoción ni latido vital  y otras lindezas. Cae allí Neruda, Gabriela Mistral y, claro, el gran  Borges.  Dice: Acuso, pues, a mi generación de continuar los mismos métodos de plagio y de retórica, de las pasadas generaciones, de las que ella reniega. No se trata aquí de una conminatoria a favor de nacionalismo, continentalismo ni de raza. Siempre he creído que estas etiquetas están fuera del arte, y  que cuando se juzga a los escritores en nombre de ellas, se cae en grotescas confusiones y peores desaciertos. Aparte de que ese Jorge Luis Borges, verbigracia, ejercita un fervor bonaerense tan falso y epidérmico, como lo es el latino-americanismo de Gabriela Mistral y el cosmopolitismo a la  moda de todos los muchachos americanos de última hora. (1)

Para los santiaguinos, que nos expresamos con el habla de Vallejo, “ese Jorge Luis Borges”  suena tremendamente despectivo, frío, distante. Pudo decir simplemente Borges, pero Vallejo prefirió unir el  adjetivo aquel al célebre nombre del autor de  Fervor de Buenos Aires.

Borges le devolvió “el cumplido” ignorándolo, mezquinándole el espacio imposible de obviar que ocupaba el santiaguino. Granados dice que el hecho de optar por Eguren en su poema “Perú” en vez de Vallejo sería parte de esta estudiada omisión (2).  No estoy tan seguro. Pienso en Miguel Hernández y en  “Llamo a los poetas”, poema escrito al fragor de la Guerra Civil Española,  en el que enumera  a más de 14 de ellos incluyendo a Neruda, en donde inexplicablemente Vallejo no está. Pero sí es evidente la parquedad con la que  el argentino se refería al autor de Los Heraldos Negros. Es muy interesante el diálogo registrado por el blog Hanvrozia que recuerda cuando el periodista Hernán Velarde le pide a Borges su opinión sobre Vallejo. Él contesta: “Un poeta nada más, porque cualquiera es un

gran poeta” (3). Desconcertante respuesta donde se hace evidente una indisimulable intención minimizadora. 

Pero este preámbulo, demasiado largo ya,  viene al caso ante el encuentro de estos grandes en la esquina común de dos poemas. “Setiembre” de Vallejo y  “El amenazado” de Borges; de Los Heraldos Negros y El Oro de los Tigres, respectivamente. 

“Setiembre”, dice: Aquella noche de Setiembre, fuiste/ tan buena para mí…¡hasta dolerme!/ Yo no sé lo demás; y para eso, /no debiste ser buena, no debiste.// Aquella noche sollozaste al verme/ hermético y tirano, enfermo y triste./ Yo no sé lo demás…y para eso,/ yo no sé por qué fui triste…¡tan triste…!//Sólo esa noche de Setiembre dulce,/ tuve a tus ojos de Magdala, toda/ la distancia de Dios…¡y te fui dulce!/ Y también fue una tarde de Setiembre/ cuando sembré en tus brasas, desde un auto,/ / los charcos de esta noche de Diciembre.

“El amenazado”, dice: Es el amor. Tendré que ocultarme o que huir. /Crecen los muros de su cárcel, como en un sueño atroz. / La hermosa máscara ha cambiado, pero como siempre/ es la única. ¿De qué me servirán mis talismanes:/el ejercicio de las letras, la vaga erudición, el aprendizaje/de las palabras que usó el áspero Norte para cantar sus/ mares y sus espadas, la serena amistad, las galerías de/ la Biblioteca, las cosas comunes, los hábitos, el joven/ amor de mi madre, la sombra militar de mis muertos, / la noche intemporal, el sabor del sueño?/ Estar contigo o no estar contigo es la medida  de mi tiempo./ Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre se/ levanta a la voz del ave, ya se han oscurecido los que/ miran por las ventanas, pero la sombra no ha traído la paz. /Es, ya sé, el amor: la ansiedad y el alivio de oír tu voz, / la espera y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo. / Es el amor con sus mitologías, con sus pequeñas magias inútiles. / Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar. /Ya los ejércitos me cercan, las hordas. / (Esta habitación es irreal; ella no la ha visto)/ El nombre de una mujer me delata. / Me duele una mujer en todo el cuerpo.

Vallejo era algo mayor que Borges. Nació en 1892. Borges,  7 años después, en 1899. Los Heraldos Negros llevan por fecha 1918;  y el libro que contiene a “Amenazado”, El Oro de los Tigres,  1972. Los contextos de ambos poemas son muy distintos. Los estilos, igual. La fecha de su creación, por consiguiente. Sin embargo hay dos versos que tienen genes comunes:

“Aquella noche de Setiembre, fuiste/ tan buena para mí… ¡hasta dolerme!”  y “ El nombre de una mujer me delata./ Me duele una mujer en todo el cuerpo.” Al fin y al cabo, el  dolor de mujer los convoca. Dolor emocionado. Estos poetas, tan distintos, convergieron aquí. No importa cuán diferentes eran. Allí estuvieron cuando el amor les exigió su testimonio.

Trujillo, 29 de agosto del 2020

 BIBLIOGRAFIA

1. Vallejo C. Contra el secreto profesional. En César Vallejo desde Europa. Crónicas y artículos (1923.1938) Recopilación de Jorge Puccinelli. Ediciones Fuente de Cultura Peruana.1987. p 204-206. 

2. Granados P. El diálogo Borges-Vallejo: Un silencio elocuente.  Disponible en:             blog.pucp.edu.pe › blog › uploads › sites › 2007/06 Accedido el 26 de agosto de 2020

3. HANVROZIA. Encuentro entre Vallejo y Borges. Disponible en:

       http://hanvrozia.blogspot.com/2010/04/encuentro-entre-vallejo-y-borges.html Accedido el 26 de agosto de 2020.

 

Escritor Ángel Gavidia Ruiz

 

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