CANTO
DE AMOR
Y REBELDÍA
Danilo
Sánchez Lihón
1.
Infaltable
su
presencia
Flor Pucarina es el
nombre artístico de Leonor Ifigenia Chávez Rojas cuya vida y música es llanto,
gemido y rebeldía, quien nació en Pucará, ciudad cercana a Huancayo ubicada en
el centro del Perú, el 22 de septiembre del año 1935. De condición humilde
trabajó descalza en el pastoreo de ovejas, vacas, cabras y cerdos, vistiendo
pollera de bayeta, blusa de percalina y chompa de lana de cordero para
protegerse del frío inclemente en las noches heladas en la implacable meseta de
Junín.
Llegó a Lima en 1944 al
Mercado Mayorista o La Parada, adonde arriban todos los migrantes azorados de
esa condición y de ese lado de la patria herida. Y en donde trabajó apenas
adolescente vendiendo tubérculos, luego como empleada doméstica en el Callao y
después en diversas casas de esta Lima convulsa y despiadada. Era tan agraciada
que el sobrenombre que le puso la gente que la quería y en el fondo la deseaba
fue Chabuca, en alusión a la figura de un recuadro del diario Última Hora,
ingenua, sensual y despampanante.
Y quien todos los domingos
que tenía libre era infaltable su presencia en la segunda fila de la platea del
Coliseo Nacional situado en la cuadra 7 del temible barrio de El Porvenir,
donde un día los hermanos Teófilo y Alejandro Galván la descubrieron como
cantante, lugar donde debutó el 8 de diciembre del año 1958 cantando la muliza
de Emilio Alanya, titulada Falsía, y que dice:
2.
Al hombre
pido
justicia
La vida es una falsía,
el mundo es ancho y ajeno
¡Justicia!
Justicia no hay en la tierra,
justicia sólo en el cielo;
donde no hay ricos ni
pobres.
Al hombre pido justicia,
al cielo pido clemencia
¡El hombre,
me exige mucho dinero!
y el cielo también me dice:
"tienes pecado si
incumples".
Por las sendas del martirio,
mi alma queda con delirio;
es la causa que me obliga
decirle adiós a este mundo,
tan lleno de falsedades
y de injusticias sin
nombre.
¡Justicia!
3.
Tú nomas
sabes
La recepción del público
fue apoteósica. Tal fue el impacto que el gentío puesto de pie la hizo repetir
varias veces su interpretación plena de agonía ante Dios, los hombres y el
destino aciago, revelándose como lo que era: una mujer sufrida, sensible y
golpeada por la suerte, poseída de ilusiones, núbil y candorosa, lanzando
guajes al viento.
Desde allí nunca más dejó
los escenarios hasta morir 29 años después, cuando las bandas de músicos se
disputaban por acompañarla, y con quienes grabó. Son ellos: Los Alegres de
Huancayo, Los Engreídos de Jauja, La Selección Huanca, Los Rebeldes de
Huancayo, y, alcanzando en el año 1965 su consagración definitiva al
interpretar su tema de bandera Ayrampito compuesto por Emilio Alanya y Tomás
Palacios, que alcanzó a vender un millón de copias, y que expresa:
Estoy muy triste en la vida,
malaya mi destino ayrampito
como quisiera tomar chichita de tus flores,
y así podría beber el
néctar del olvido
Desde muy joven en la vida
amaba con el alma ayrampito
tantas mentiras tantas traiciones me han perdido,
ya no quisiera amar a nadie
en la vida
Ay ayrampito ayrampo, tú nomas sabes mi dolor,
el dolor que estoy llevando
aquí dentro de mi pecho.
4.
Multitud
enfervorizada
Acompañada de violines,
arpas, clarinetes y saxofones grabó 15 álbumes. Se casó con el ayacuchano
Humberto “Huachito” Sarmiento y se separaron pronto.
Se dice que su vida fue una
permanente autodestrucción, el inmolarse en un sacrificio inútil, tal y cual lo
revelan sus canciones. Y es que eran demasiados desbocados sus sentimientos.
Era una mujer en quien las
emociones y el amor tenían tal preponderancia en su ser y creía demasiado en
los afectos y se aferraba tanto a ellos que la hicieron engañarse asimisma
siempre creyendo en la eternidad del amor y dándose de bruces al quedar pronto
abandonada.
Fue así que a principios
del año 1987 postrada en una cama del Hospital Edgardo Rebagliatti por una
infección renal, que se hizo metástasis, grabó premonitoriamente el tema “Mi
último canto” compuesto por Paulino Torres.
Ya su salud era tan
incierta que las sesiones de diálisis se hicieron casi diarias. Se esperaba la
donación de un riñón para hacerla un trasplante y en Huancayo se reunieron
cerca de 90 mil dólares a fin de adquirirlo y encarar la operación.
5.
Enrumbó
la
multitud
El día lunes 5 de octubre
de ese mismo año a las 11 de la mañana falleció a los 52 años de edad. El día 7
de octubre durante todo el día su féretro recorrió las calles de Lima cargado
por una multitud enfervorizada que cantaba y lloraba seguida de varias bandas
de música típica.
Se la despidió como solo se
despiden a los grandes ídolos y a los seres providenciales que se divinizan en
vida, y más aún cuando pasan a ser leyenda antes de muertos. La multitud
colmaba más de diez cuadras compactas siguiendo su féretro . La gente estaba
como poseída.
Por momentos la multitud
cantaba y lloraba agachada y por momentos clamando al cielo, reclamando a gritos:
¡Justicia!, con los rostros levantados y llenos de reproche, como exigiendo
alguna explicación por su muerte.
Su cuerpo dentro del ataúd
estaba vestido con un traje típico y costoso de color morado como devota del
Señor de los Milagros y que era uno de los veinte trajes artísticos que poseía
en su guardarropía.
De la Casa del Folclorista
en donde se veló fue trasladada a recibir la Medalla Cívica en el Distrito de
San Martín de Porras, de donde enrumbó la multitud que la cargara en hombros
hasta la Iglesia de Santo Domingo en el centro de Lima donde se hizo la misa de
cuerpo presente.
6.
Flor
de
acequia
De allí se dirigió a la
Plaza Mayor, en donde el Alcalde de la ciudad de Lima, Jorge del Castillo, le
rindió homenaje. Luego fue llevada al local del Instituto Nacional de Cultura,
con el sonar de huáncares, trompetas saxofones y clarinetes, como de violines,
arpas y guitarras.
Otra estancia de este
peregrinaje fue el Club Huancayo de donde se enrumbó por la Av. Grau en hombros
de la gente, para llegar a La Parada en donde vivió de niña. Allí se le hizo un
responso en la iglesia de Santo Cristo. A las diez de la noche recién era
enterrada en el cuartel San Anselmo del Cementerio El Ángel del cercado
histórico de Lima, entre desmayos y gritos de dolor de la gente que entró en
paroxismo.
Se despedía así a esta
mujer flor de acequia, pero también mujer de armas tomar que eligió un tipo de
canción como una bandera flameante, plena de coraje. Indudablemente era una montonera
del Ejército de Cáceres, que hizo de la muliza un himno, canción de viandantes
que también la entonaba Túpac Amaru como arriero que fue caminando desde Lima a
Buenos Aires pasando por Jujuy, Salta, el Tucumán; La Rioja, Córdoba y Santa Fe.
7.
Llamaradas
en
el alma
¡Música inmensa esta!,
respecto a la cual nos preguntamos siempre: ¿por qué no se hace ya universal si
es tan bella, acompasada y fuerte? Muliza que tiene el ritmo, el fragor y
melodía de las cabalgaduras que cargan la mercadería y que se tornan presencias
alucinadas por los caminos abruptos, música de arrieros que son hombres de a
pie que van mirando las estrellas.
Donde se canta al destino
aciago y a la mala entraña de los seres a los cuales se ha amado y que un día
nos traicionan. Amores no correspondidos, canción de reproche de una raza
indomable. Acompaña de guapidos, arengas y reclamos; de lamentos, arrullos y
arrebatos, como de quejas y explosiones. Quien se dirige al infiel, al desleal,
al que se burla de la confianza que se le ha deparado y ofrecido. Música fiel
que es representante de los oprimidos.
El canto de Flor
Pucarina nos remueve amores turbados, ausencias sentidas, desengaños sufridos.
Es canto envalentonado, fuerte, pleno de resistencia y rebeldía, tal como fue
el ejército de montoneros del taita Cáceres, que es legado para el Perú eterno.
Amores aparentemente perdidos pero que en el fondo se han encontrado y más bien
arden y se desbocan a llamaradas en el alma.
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