Danilo Sánchez Lihón
Los jóvenes a la obra,
los viejos a la tumba
Manuel González Prada
1. Es creer
en algo bueno
Hay
tantos jóvenes a quienes recordar por ser generosos, porque con ser
pródigos, y a ello consagrar la vida, ya están en ese valor todas las
demás virtudes. Así hay jóvenes que llegaron a ser de una edad provecta.
U otros que murieron a mediana edad, pero encarnando justos anhelos y
conmovedores en el alma.
Así
joven, siempre joven, es Federico Barreto quien cantó a la Tacna
arrebatada y en cautiverio por mano brutal. Y al morir quiso que lo
enterraran boca abajo para adorar siempre y eternamente a su tierra
natal y ejemplo de valor.
Porque
joven es defender ideales, tener sueños, albergar utopías en el alma.
Joven es tener entusiasmos y fervores. Ser joven es creer en algo bueno,
y aferrarse comprometidos y laboriosos a dar concreción a aquello en lo
cual tenemos fe.
Jóvenes
es saber el sabor dulce de la alegría sincera que solo se da cuando es
una alegría colmada de valores. Cuando no es estar alegres solos, sino
cuando es una alegría compartida con todos los hombres de la tierra.
2. Para siempre
la alegría
Es
joven para siempre y eternamente Javier Heraud. Quien todo lo tenía al
nacer y criarse, pues era vástago de un hogar holgado y mullido. Pero
mucho más tenía de bondad, de temple e indignación en el alma, ante
tanta injusticia, dolor y oprobio reinante. Y se reveló. Tomó las armas y
fue asesinado en medio del río en Puerto Maldonado. Quien optó por
hacer flamear el amor consagrado y generoso a su patria como una espada
en el aire.
Murió
acribillado en medio del torrente que baja de las montañas y recoge la
lluvia de todas las comarcas, incluso disparado por la gente por la cual
él luchaba, por la gente humilde y sencilla a quienes hostigaron los
gendarmes. Muerto por aquella gente que atravesó su cuerpo con balas
usadas para cazar animales salvajes, apuntando hacia una balsa solitaria
e inerme en medio del río, donde él hizo flamear su camisa blanca en
mensaje de paz que no respetaron. Traspasado por 39 impactos de bala
joven será siempre su corazón inflamado de pasión y valentía por querer
reinstaurar, entre nosotros, la felicidad y la alegría.
3. Nos alumbra
y abriga
Jóvenes
son para siempre todo ese comando de gloria que se inmoló el 7 de junio
de 1880 en el Morro de Arica, a quien tres veces les pidieron la
rendición y tres veces la rechazaron unánimemente por venir de un
enemigo vesánico que luchaba bestializado por el botín y la codicia.
Es
juventud inmarcesible. Son jóvenes para siempre, eternamente valiosos
no solo para nosotros sino para el género humano que quiere ejemplos de
valor imbatibles. Comando al cual, si se les hubiera pedido mil, o diez
mil o un millón de veces la rendición, igual la hubieran rechazado
impertérritos.
Y
esto ante un enemigo mil, diez mil o un millón de veces
malintencionado, y pertrechado de una imponente maquinaria de guerra,
pero no de coraje porque es de cobardes matar heridos.
Ellos
son jóvenes sempiternos, porque su corazón es inacabable, nos alumbra,
abriga y nos llena de honor y nos enseña fidelidad al ideal al cual
hemos de consagrarnos para siempre.
Los
héroes que se inmolaron en Arica son jóvenes eternos. Entre otros:
Alfonso Ugarte, Ramón Zavala, Ricardo O’Dónavan ¡y cerca de los mil
doscientos muertos nuestros en esa batalla! ¡Quienes juraron no rendirse
jamás! ¡Ni arriar la bandera nunca! Y lo cumpliera.
4. Imborrable
en el alba
Joven para siempre, e imperecedero, es ese anciano ínclito Francisco Bolognesi, imbuida su frente de fuego sagrado.
Quien no tuvo ninguna duda en salvaguardar deberes sagrados que cumplir, y los defendió hasta quemar el último cartucho.
Quien
estaba ya en retiro, era cesante o jubilado, como se quiera llamarlo; y
ante la prepotencia y el abuso, y sin que nadie lo demande, volvió a
vestir el uniforme militar, se ciñó la espada al cinto y se alistó a
servir como cualquier soldado, para defender a su patria; decidido,
firme y enfático en amparar principios.
Murió
con sus huesos temblequeantes echados por tierra, con el cráneo
destrozado por un culatazo en su occipital derecho cuando estaba herido
de una bala en la pierna.
Pero
sus pies ahora se erigen firmes en El Morro de Arica, para quienes
sueñan, como una estatua imborrable que se mira en lontananza en el alma
de todo ser humano bueno, desde la infinitud, imborrable en el alba.
5. A partir
de entonces
Joven, siempre joven es Miguel Grau en la torre de mando del Monitor Huáscar.
Gigantesco.
¡Inmensamente empinado!, velando en la noche hacia el amanecer de
Angamos, que es la hora en que más existe el Perú, ¡niños!
Porque a partir de entonces esa nave mítica quedará como el monitor coraje, denuedo y pundonor para siempre.
¡Porque nos enseñó, jóvenes, a vigilar en torno cuidando que la bondad prospere! Y a mirar siempre el horizonte.
Nos enseñó arrojo, audacia y bravura. Y a ser indulgentes con el enemigo. ¡Y a contemplarlo con mirada piadosa!
Porque
él en vez de asesinar heridos los rescataba del oleaje y los devolvía a
la vida. Y por eso espontáneamente le agradecían gritando a todo pulmón
aún llenos de espuma y de la sal marina: ¡Viva Grau generoso! Y así nos
enseñó a ser indestructibles amables para siempre.
Porque no fue en vano que cayera, pues a partir de entonces tenemos razones para saber la fibra de que estamos hechos.
6. Ni un
solo ruego
Jóvenes
y siempre jóvenes son Túpac Amaru y Micaela Bastidas a quienes no
debemos dejar morir jamás en nuestras almas y corazones.
Porque
ellos soñaron un mundo mejor para todos nosotros y empezaron a
construirlo enfrentándose solo con su indignación al imperio más
poderoso del planeta tierra en ese entonces.
Y
porque pese al horror con que mataban delante de sus ojos a sus seres
más entrañables, no tuvieron una sola concesión de humillación frente a
sus opresores.
Ambos manteniendo incólumes sus sueños de libertad para legárnoslo a nosotros, prístinos e invencibles.
No
hicieron un solo gesto de dolor, no les concedieron un solo rictus de
arrepentimiento, ni la concesión de un solo ruego ni un solo favor a sus
verdugos.
No
les hicieron la concesión de trasparentar un solo dolor en sus músculos
o en sus tuétanos. Son jóvenes para siempre por su amor de pareja, por
sus convicciones y su altivez.
7. Subió
a las montañas
Pero hay quienes inmortalizaron su vida siendo jóvenes y quedarán lozanos para siempre.
Joven
es Leoncio Prado quien liberado y hecho jurar que ya no volvería a
pelear en contra de sus captores, caminó miles de leguas para encontrar
el ejército de Andrés Avelino Cáceres, peleó a su lado y con la pierna
astillada fue fusilado en Huamachuco.
Joven
es Daniel Alcides Carrión, quien siendo destacado estudiante de
medicina se hizo inocular el bacilo de la verruga para mejor informar a
sus profesores para diagnosticar el mal que diezmaba a la población
indígena, causando muerte, desolación y dolor entre sus hermanos del
ande.
Joven
para siempre es Luis de la Puente Uceda, quien se despidió de su
esposa, acarició a María Eugenia aún en el vientre de la mujer que
amaba, abrazó a su hijo de apenas un año y subió a las montañas a sentar
un ejemplo de dignidad humana sobre la faz de la tierra.
Con
lo que quiero decirles, ¡niños!, que jóvenes es ser generosos, porque
ellos tienen inscrita en el alma la clave de todo, que es lo que dice
San Juan acerca de Jesús, que: “Sabía de dónde había venido, y adónde iba”.
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