jueves, 29 de noviembre de 2018

APU JOSÉ MARÍA ARGUEDAS: LA CONSIGNA DE AQUELLA BALA EN NUESTRAS VIDAS - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

 
Construcción y forja de la utopía andina
 
2018 AÑO
DE LA IDENTIDAD Y DEL PATRIMONIO
INALIENABLE DE NUESTROS PUEBLOS
 
NOVIEMBRE, MES DE LA GESTA
DE TUPAC AMARU; LOS DERECHOS
DEL NIÑO; VIDA Y PASIÓN DE
J.M. ARGUEDAS Y MANUEL SCORZA
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO


 
SANTIAGO DE CHUCO
CAPITAL DE LA POESÍA
Y LA CONCIENCIA SOCIAL


 
*****
 
Bella planta, árbol frondoso
a cuya sombra me acojo
¡Triunfo!
Extendiendo tus ramas
diste sombra a nuestros padres
¡Triunfo!
¡Triunfo, querida planta, triunfo!
Confiando en tus raíces
debe descansar el gran futuro
¡Triunfo!
Se abrigará el tierno pastal
y la galana flor bajo tu verde follaje
¡Triunfo!
¡Triunfo, querida planta, triunfo!
 
*****
APU
JOSÉ MARÍA
ARGUEDAS


 
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
 
El escritor José María Arguedas el 28 de noviembre
 del año 1969, en su oficina de la Universidad Agraria
en Lima, se disparó en la cabeza, quedando en agonía
para morir cinco días después, el 2 de diciembre.
 
LA CONSIGNA
DE AQUELLA BALA
EN NUESTRAS VIDAS

 
Danilo Sánchez Lihón
 
 
Es ya la única
chispa
que puedo encender…
José María Arguedas
 
 
1.
 
         Igual que tú
Mal lo he pasado, José María, en estas ciudades, adonde llegué, te juro, avergonzado.
Pidiendo permiso como ante lo que es ajeno. Haciendo venias a todos lados, hablando como en mi tierra, sin corregirme en eso.
Queriendo encariñarme con todo, o siquiera con algo, pero sin permitírseme. Como contemplar arrobado un árbol.
Pero pronto me enmendaban la plana diciendo: “Que aquí no se saluda a la gente que pasa”. “¡Que van a sospechar de ti!”.
Además: “¡Levanta la cabeza!”. “¡Camina ágil y rápido!”. “Anda como si fueras a un punto fijo”.
“Y sin mirar a nada ni a nadie”. “¡Cambia de cara!”. “Aparenta, por lo menos, ser duro”. “¡Deja
El candor!” “¡Este mundo no es para ingenuos!” “¡Olvídate de la pureza” “¡Aquí no hay puros!”
Yo empalidecí entre estas calles. Me hice silencioso y huraño. Ya nada era cordial, sincero ni humano.
Había que recelar de todo, y de todos. Y empezó, hasta hoy, el lento sinsabor de las evocaciones,
Y en reconocer que todos los mundos propicios son los mundos que se han perdido y se esfumaron.
 
 
2.
 
         Igual que tú,
Cruzar la Av. Grau o Abancay en el centro de Lima no podía, por la avalancha de carros,
Que corren veloces y se atropellan, peor aún, hasta ahora. Me senté desolado en una vereda
A esperar que cesaran de pasar autos y camiones, Y cada vez me fue espantando más
Su rugir de animales de una fauna antediluviana. Y me dormí a su vera, Y soñé otra vez
En mi infancia aldeana. Me detuve a volver a soñar, que felizmente dura hasta ahora.
Reconociendo que la cultura nativa pese su ostracismo de siglos sigue siendo tierna y generosa.
¡Tan anchas eran y son estas calles!, comparadas a las de mi pueblo cuyas paredes
Se tuercen encariñadas y a ratos parecieran que se juntaran hasta abrazarse y queriendo besarse.
 “¡Niño!” nos dicen, hasta ahora, a nosotros con sus rostros transparentes cuando los niños son ellos.
Y las muchachas que vienen del campo son cristalinas como los manantiales o las fuentes.
Me hice taciturno, arisco y apartado en estas calles. Perdí mi alegría. Fui un alma en pena que deambula llorando su extravío.
 
 
3.
 
         Igual que tú
Era demasiado compungido y doblegado por el peso de lo que fue y de lo que no ha sido.
Y por esos cariños soterrados de los cuales no puedo librarme. Y más se apoderan de mí, ya no solo dormido sino despierto.
Y todo eso antes lo oculté siendo un alumno aprovechado en la Universidad de San Marcos.
Tanto que tenía un bono para libros gratuitos y boletos para el comedor universitario, aunque lo llamaran “Muerte lenta”
¡Ingenuo, demasiado ingenuo en todo!, sin darme cuenta de las puertas y ventanas
Que se abrían ante mí para ser de este mundo concreto y me quedé en el otro iluso y fantasmal.
Un muchacho formal y correcto. Aunque con grandes penas y abismos y llantos desgarrados
Hacia adentro del alma. Sin haber hecho jamás daño a nadie. Y en quien el descalabro mayor
Es haber perdido su universo que a duras penas ahora recompongo en unas imágenes.
No sabía lo que era el mar y ante él tomé un complejo que hoy sublimo como eternidad en unas metáforas.
 
 
4.
 
         Igual que tú,
Al final acorralado. Tratando de huir por senderos escabrosos y abandonados.
Pero al final abrazando un destino ineludible e irrenunciable: reivindicar una cultura esencial como es el mundo andino.
Porque, ¿qué hacía yo sentado con los grandes señores y gente encopetada con grandes formalidades?
¿Qué hacía aparentando tener importancia? Y cuidándome de todo, como pájaro al cual van a desplumar.
¿Por qué soportar estar allí en aquel mundo bajo arañas de cristal y sobre alfombras donde no se oyen los pasos?
Es fácil que te puedan sorprender, aunque estés rodeado de espejos
Que lo único que reflejan es tu timidez, tu rostro demacrado, quizás tu simplicidad y tu atroz desolación.
Además, había que hablar, cualquier desfachatez. Había que tener una opinión en todo. Y yo no quería sino callar,
Y no tener opinión de nada. Porque mientras se discutía yo ya estaba impaciente
Otra vez correteando. O subiéndome a los muros de las casas viejas. Y queriendo caminar a solas o abrazado con alguna prima, por senderos de pencas y alcanfores.
 
 
5.
 
Pero hay un enigma en mi vida, José María: Que es lo que me mantiene insomne y desvelado,
Que al final no sé si nos iguale o desiguale para siempre, sin atinar a saberlo.
Si es bueno o si es malo, sin atinar a ponerle a aquello un solo vocablo que lo diluya o lo defina.
Y es el significado que tiene esa bala volando desde el gatillo activado por tu mano
Para dar en el blanco de tu alma. ¡Hacia ti!, el inmenso José María Arguedas. Quien señaló y lo mostró viva y palpitante.
Cuál es la verdadera belleza, y lo que justifica la vida. Quien dio en el centro de todo lo amado y por amar.
Quien construyó y reveló con su pluma: ¡cómo es que si vale la pena escribir!
Y es, porque las palabras se entretejen con nuestros pálpitos y pasos que nos llevan a lo verdadero.
Aquel enigma es: ¿qué significa para nuestras vidas a partir de entonces esa bala, que nos mantiene insomnes
Y desvelados. Y con la frente inclinada deambulando por estas calles solitarias bajo la bruma,
Tratando de desentrañarle un sentido a ese metal o a ese fuego; sea un día de sol, como es hoy, o ya sea un día en que arrecie la lluvia,
¿Qué hay de desafío para mí en esa bala? Siento que es mucho e inmenso el sentido. Y, por eso, indescifrable.
 
 
6.
 
         ¿Qué es?
¿Es bala de agonía o resurrección? ¿Bala que indigna o que consuela? ¿Es bala mortal o bala que salva hacia otra dimensión?
¿Es bala que cierra un ataúd o que abre la puerta de una nueva morada así sea a través de una herida?
¿Es fin o es el llanto de un recién nacido en el alborear de un nuevo día?
Es bala como un puente o como si fuera una encrucijada. Es bala que detona para siempre
En nuestras manos y ante nuestros ojos, en lo más medular de nuestras vidas.
¿Qué es lo que ciega y qué es lo que abre esa bala? ¿Qué es lo que ultima y qué es lo que inaugura?
¿Qué es lo que sangra a partir de ella, o qué es lo que libera como en un parto?
¡Bala que se quedó quieta y suspendida en el aire, y que nunca acaba de incrustarse en nada. Que permanece vibrando.!
Serás para siempre José María esa bala detenida o volando en el aire de nuestras vidas
Por ahora entumecidas hasta que no lo descifremos en actos de fe y pasos en un camino nuevo y pródigo.
Es la única bala a partir de lo cual algo crece, se levanta y germina. Entenebrecido o radiante.
 
 
7.
 
         ¡Esto y mucho más nos une, José María!
¡Con cuánta herida en el alma te moriste y a la vez con cuánta esperanza!
Le preguntaste a Alfredo ya en la despedida si entre los estudiantes surgiría un Mariátegui,
Y al responderte él que sí enderezaste los hombros, levantaste la cabeza y te erigiste sonriendo.
Y escribiste en tu diario de despedida como una consigna: “Vallejo es el principio y el fin”.
Lo que nos salva es que no somos felices, que nunca lo seremos, y que nos duele mucho el alma.
Pero de tu vida y de tu muerte están surgiendo los andenes nuevos que nos hemos propuesto volver a erigir.
Soñando intensamente, soñando a sangre y fuego, hasta el borde de la copa o del libro. O de tu herida.
Soñando lejos, con obstinación, pasión y arrebato. Abarcando más infinito en los brazos,
En las alas y en el corazón. ¡Y sabemos que nos queda una sola alternativa: ¡Vencer!
Aquí y ahora la victoria final, por lo mucho que se ha sufrido. Por ti y por mí,
Esa es la consigna de aquella bala en nuestras vidas: a partir de entonces solo nos queda lo irrenunciable: ¡triunfar!
 
 
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