UN PUQUIAL
DENTRO DE LA LEÑA
ESCONDIDO
Danilo Sánchez Lihón
y sollozo
Las gotas de lluvia, ¿pero serán de lluvia?, que rezuma la leña al otro lado opuesto de la punta por donde se quema, ¿qué son? ¡No sé qué serán, pero contienen un mensaje de ilusión y esperanza, sea donde sea que hayan estado y sea donde sea que ahora se hayan ido!
Son el prisma de todo, de lo oscuro como de lo luminoso. Por eso son iridiscentes y pura transparencia.
Fulguran desde dentro y reflejan el resplandor de afuera. Son imagen de lo imprevisto, de lo inesperado, pero a la vez de lo permanente y obstinado. Y de la gracia de ser sin cálculo ni medida.
Son luz dentro de una caverna, son maravilla en lo intrincado del mundo y de la noche impenetrable. Son decantación, filtros de rocas, piedra y espanto hacia algo muy fino y muy tenue.
Son ternura, son grito o gemido. Son espigas que brotan. Flor y sollozo que aflora al fuego, en donde han ardido, viniendo desde la oquedad del universo.
distante
Pero, ¿por qué digo yo así, que la leña llora?
Porque recuerda seguramente no sé qué tiempos ya idos. Cuando lo que hoy es leña fuera árbol.
Y, como tal, rey, emperador y monarca sobre alguna colina iluminada, o en lo hondo de una quebrada llena de fragancia de flores y trinos de pájaros, de una aldea que añora. Y por eso llora.
– ¿Será por eso?
O porque como gotas de lluvia descendieron sobre alguna casa en donde tienen presenten las voces, los rostros y los juegos de los niños que allí habitaron.
Y que al arder ahora saben que pronto volverán a encontrarse con ellos. O a mirarlos desde alguna nube distante.
– ¡Y así podrán consolarse!
3. El misterio
del dolor
¡Quizá! Hechas humo invisible han de contemplar, desde lo alto por lo menos algún fragmento de tierra del lar que tanto se le quedando incrustado en sus almas.
– ¿Y eso aliviará, acaso, sus penas?
– En algo, sí.
Pero junto a las rajas de leña que exprimen su rocío escondido, ¿quién de nosotros no ha llorado un desengaño, un amor no correspondido que se tornó pura lágrima salada o suspiros que ahogan estrujando el corazón y las entrañas?
¿Qué muchacha atizando el fogón no lloró de alguna vergüenza por lo que se hizo o no se hizo en esta vida?
¿Quién no disimuló que lloraba diciendo que el humo de la leña irritaba nuestras pupilas, siendo penas de amor las que nos acongojaban y hacían derramar esas lágrimas furtivas?
4. El verdadero
misterio
– ¡Porque, si para algo vale la pena vivir es para querer y ser querida! –Me dices, prima, disimulando con la punta de tu rebozo que una poña se te ha metido en tu ojo.
Y, siendo así, nunca quedará revelada la razón, el motivo y el sentido de tanta lágrima vertida.
Y es que el único misterio verdadero es el misterio de cuánto amamos y de cuánto ello nos causa dolor.
Porque, o simplemente estas gotas son las más íntimas savias del árbol que emergen desde las fibras retorcidas por el calor al ofrendar otra vez su vida en aras de servir para hervir la leche que tomarán los niños.
– Y que corren a morir en su ley.
Precipitándose como gotas de agua inocente y quieta esta vez en el desierto ignoto de los carbones y en el mar desolado de las cenizas extintas del fogón.