domingo, 7 de febrero de 2021

7 DE FEBRERO: NACE RICARDO PALMA - FOLIOS DE LA UTOPÍA: SU VIDA FUE UN MILAGRO SIEMPRE - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

 

 
 
CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
 
 
FEBRERO, MES DE LOS HUMEDALES,
DE NUESTRAS LENGUAS NATIVAS, DE
RICARDO PALMA Y FEDERICO BARRETO
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO


 
SANTIAGO DE CHUCO
CAPITAL DE LA POESÍA
Y LA CONCIENCIA SOCIAL




*****
7 DE FEBRERO


 
NACE
RICARDO
PALMA


 
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA



SU VIDA FUE
UN MILAGRO
SIEMPRE


 
 
Danilo Sánchez Lihón
 
 
1. Intrepidez
y ahora misterio
 
La imagen que ha prevalecido de don Ricardo Palma es la del anciano académico puntilloso y reflexivo, imbuido en la trama de alguna de sus Tradiciones admirables. O bien se ha impuesto la imagen del bibliógrafo, del catador del vocablo punzante e ingenioso como un venablo, la del gustador del giro inesperado, del conversador impenitente y empedernido; del hombre de palabra almibarada.
Y por tal fascinación se nos ha perdido y esfumado su faceta de valeroso hombre de acción y guerrero. Sin embargo, su vida fue un pasmo, un polvorín y una proeza, porque desde siendo joven estuvo al frente de todos los disparos, asonadas y balas, constituyendo su hazaña vital en sí misma una temeridad y una novela de aventuras. ¡Y hasta un milagro que no haya muerto!
Y así como él hizo de cada rasgo mínimo de la realidad histórica, y con frecuencia apenas de un retazo exiguo de anécdota logrando un portento de inventiva y maravilla, así igualmente cada pasaje de su vida resulta legendaria, apasionada y un dechado de osadía, de intrepidez y, ahora también, de misterio.
Porque incluso su nacimiento resulta hoy una incógnita, desde que Luz Samanez Paz revelara con argumentos contundentes que él no nació en Lima, que es andino y no criollo, que nació en Talavera de la Reina, en Andahuaylas, que su nombre originario es Felipe Cusi Mena, hijo de Felipe Cusi descendiente de la nobleza incaica; y que después se le cambió el apellido por el de su padrastro don Pedro Gregorio Palma. Y que, a los cinco años, debido a los continuos maltratos que sufría, fue entregado a unos religiosos quienes lo trasladaron a Lima. ¡Hace visto tremendo lance, episodio y contingencia!
 
2. Una patria justa,
digna y hermosa
 
Quien ejerció al principio el periodismo, pero a su vez a los quince años ya publicaba sus primeros poemas, revelándose como un romántico furibundo, de catacumbas, un idealista contumaz, un alma inquieta de vida trashumante, andariega e imprevisible. Y si no hubiera sido por sus Tradiciones de brillo singular y fulgurante, que han opacado totalmente su vena de poeta, brillaría y sería reconocido sin duda como un poeta transido y funambulesco.
Fue marino y vivió un tiempo embarcado en la goleta “Libertad” estacionada en Chincha. Pero también prestó servicios en el bergantín Almirante Guise, en el vapor Loa y en el transporte Rímac. ¡Quién lo creyera! ¡Este gentilhombre abrumado por el polvo de las bibliotecas era un lobo de mar!
Fue en este barco, el Rímac, que naufragó salvándose de puro golpe de dados, porque no sabía nadar, y sin embargo un marinero que le tenía una ferviente admiración por sus dotes con el lenguaje lo salvó hasta dejarlo en tierra, desde donde debió caminar una agotadora jornada por el desierto antes de encontrar ayuda.
Participó en toda asonada, bochinche y revuelta. Si era alboroto, disturbio o motín ¡ahí estaba él!, haciendo flamear alguna bandera de cambio y revolución. Más aún si era golpe de estado, sedición o toma del poder, que en aquellos años turbulentos se desataban con religiosa asiduidad.
Y como siempre estaba al frente y en primera fila, aunque fuese de mirón u observando, por dicha razón fue encarcelado y sufrió destierros muchas veces y por largos años, a Valparaíso, en Chile; como también a Guayaquil y Quito, en el Ecuador. Pero al fondo de estas apariencias, vivía fascinado por el sueño de una patria justa, digna y hermosa.
 
3. Dos minutos
después
 
Así: Integró las huestes de sublevados del General Manuel Ignacio Vivanco contra el gobierno de Ramón Castilla. Pero después, con un grupo de civiles y militares de tendencia liberal sueltos y puestos en libertad por don José Gálvez, asaltó la casa de Vivanco al cual había defendido poco tiempo antes.
Luego intervino en la sublevación del coronel José Balta, siempre al frente y llevando la bandera.
Fue cónsul en Belén de Du Pará en el Brasil y abandonó el puesto para viajar a Europa, sin otro propósito que caminar y deambular por los pueblos del viejo continente, así como conocer ciudades y personas que figuraban en libros o en su pródiga y, a veces, delirante imaginación.
En ese plan visitó Londres, París y otras ciudades europeas, como peregrino sin recursos, recalando en New York, coincidiendo su estadía en los Estados Unidos con el asesinato perpetrado contra el presidente Abraham Lincoln.
Vuelto a la patria se reincorporó a la Marina de Guerra del Perú y ejerció de secretario del ministro de ese sector. Un azar lo salvó de morir en la Torre de la Merced en el Combate del 2 de Mayo de 1866, en que nos enfrentamos a la escuadra española que tenía el escondido propósito de recuperar las colonias perdidas en América del Sur.
Dos minutos después que abandonara ese fuerte militar, a fin de cumplir con hacer unos despachos cablegráficos, el torreón voló en pedazos alcanzado por un disparo de cañón, muriendo el ministro José Gálvez quien fue la víctima más eminente de esa jornada.
 
4. Una nueva
identidad
 
En 1872 publicó su primer libro de Tradiciones, donde haciendo uso del idioma castellano en una versión entre arcaica y festiva, y recreando la vida de la que fue una de las colonias más ricas y fastuosas de España en el Nuevo Mundo, cambió el epicentro continental de la literatura hacia Lima, e hizo voltear los ojos hacia este punto geográfico y anímico, perfilando un género literario inédito hasta entonces, cual es la “Tradición”, apta y precisa para perfilar un época con las características tan fastuosas que aquí ella había tenido; en pasajes que trasegados por él quedaron eternizados en la literatura. Y fueron tan convincentes y encantadores sus textos que muchos empezaron a imitarlo sin alcanzar la gracia y el donaire que le imprimía su fundador y con los cuales creó una nueva sensibilidad y conciencia para nuestras letras donde lo coloquial, la oralidad, como lo perteneciente al pueblo es relievado de manera fresca, desenvuelta y trascendente.
No es cierto como se ha achacado que con la Tradición Ricardo Palma huyera del presente, como una realidad compulsiva y urgente, reemplazando los problemas acuciantes que hay que resolver por otros inexistentes; incurriendo de ese modo en ser evasivo, claudicante y pasadista; quien se pusiera de espaldas al futuro que hay que apurar a que se cumpla de manera inapelable construyendo un mundo mejor. Como tampoco es dable, se lo reprocha, que podamos buscar refugio obsesionados en ninguna arcadia o quimera; pero que no es lo que ocurre con Palma, puesto que él más bien fustiga, ironiza y hace sarcasmo; corroe y fulmina esa época y esa manera de vivir. Y quien con la magia de la palabra convierte sucesos triviales en verdades trascendentes, haciendo que una anécdota de carácter pueril sirva para retratar una época esclareciendo una nueva identidad.
 
5. Tal
era el ogro
 
Tal fue su renombre que el poeta Rubén Darío tenía 23 años cuando desembarcó en el Callao en febrero de 1888 y en las pocas horas que el barco cargaba y descargaba hizo un viaje a Lima solo por conocer a Ricardo Palma. Sus impresiones las dejó registradas en un artículo en donde expresa, entre otros conceptos, lo siguiente:
Fui desde el Callao a Lima por sólo conocerle, en febrero de 1888... Llevado por un coche que encontré en la calle de Mercaderes, después de caminar un buen rato por aquellas calles de la alegre ciudad de los virreyes, me encontré a las puertas de la Biblioteca Nacional. Entré y, tras pasar largos corredores, llegué al departamento del señor director. Frente a la puerta de su oficina me detuve un momento, para admirar el célebre cuadro de Montero, La Muerte de Atahualpa. Por fin, valor y adelante. Dos golpecitos, en la puerta...
– ¡Oh, mi señor don Darío Rubén!
 Ante una mesa toda llena de papeles nuevos y viejos, viejos, sobre todo, estaba Ricardo Palma, y me recibía con una amable sonrisa, que me daba ánimos, debajo de sus espesos y canosos bigotes retorcidos. ¡Figura simpática e interesante de verdad!
Mediano de cuerpo, ágil a pesar de su gruesa carga de años, ojos brillantes que hablan, y párpados movibles que subrayan, a veces, lo que dicen los ojos; rápido gesto de buen conversador, y palabra fácil y amena, ¡tal era el ogro!
 
6. Devoto
y fervoroso
 
– «Oh, mi señor don Darío Rubén». Mientras él me hablaba de sus nuevos trabajos, y de que pensaba entrar en arreglos con el editor Casavalle de Buenos Aires, para publicar una edición completa de todas sus Tradiciones, yo recordaba que, en el principio de mi juventud, me había parecido un hermoso sueño irrealizable, estar frente a frente con el poeta de las Armonías, de quien me sabía desde niño aquello de:
¡Parto, oh patria, desterrado!
De tu cielo arrebolado
mis miradas van en pos.
Y en la estela
que riela
sobre la faz de los mares,
¡ay! envío a mis hogares
un adiós;
y con el autor de tanta famosa Tradición, cuyo nombre ha alabado la prensa del mundo, desde el Fígaro de Paris, hasta el último de nuestros periódicos. Y veía que el ogro no era tal ogro, sino un corazón bondadoso, una palabra alentadora y lisonjera, un conversador jovial, un ingenio en quien, con harta justicia, la América ve una gloria suya.
Se mostró Rubén Darío tan devoto y fervoroso del maestro que Ricardo Palma le obsequió el lapicero con que había escrito las Tradiciones peruanas, de lo cual Rubén se sintió orgulloso siempre, como si albergase el más preciado tesoro.
 
7. Los decires
de la gente
 
Es en esta perspectiva que la figura de Ricardo Palma es primordial y su memoria imprescindible. Así: se consigna que nació el 7 de febrero de 1833 y que fue hijo natural de Pedro Palma y Dominga Soriano, los cuales en la partida bautismal de nuestro escritor figuran como “pardos”, es decir mulatos, término despectivo al señalar a un híbrido; siendo además la familia de condición muy humilde. De allí que él dijera:
Hijo soy de mis obras. Pobre cuna
el año 33 nació mi infancia
pero así no la cambio con ninguna.
Detrás de los muros de la casa donde vivió en pleno corazón de Lima, en la calle del Puno, estaban las cárceles de la Santa Inquisición, y a media cuadra el mercado de abastos en cuyo jolgorio escuchó los decires de la gente de toda condición; de unos que vendían pescado, y cualesquiera otras especias, como de quienes las compraban.
Un poco más allá de su casa se situaba el edificio que ocupaba la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Y muy cerca el Monasterio de la Concepción y el Colegio del Príncipe; es decir estuvo rodeado de tradiciones.
Fue esto lo que le hizo recrear la historia en esas piezas admirables que son a la vez literatura, periodismo, historia, etnología, documento político, folclore, tarjetas lexicográficas, etc.; tal y como son esos prismas, calidoscopios y talismanes y para mí prodigios, llamadas Tradiciones.
 
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