17 DE FEBRERO
PIEDRA EN FLOR
¿LOCO
O
CUERDO?
Danilo Sánchez Lihón
En el amor
siempre hay algo de locura;
más, en la locura
siempre hay algo de razón.
F. Nietzsche
1. Su rostro
candoroso
René Byrne Valcárcel tiene que estar loco de remate para hacer lo que está haciendo, eso sí, a fin de acabar con los borrachos del pueblo llevándolos cuando se quedan dormidos, y dejándolos en el cementerio del pueblo, ¡hecho que es terrorífico.
¡Pero eso hace! La guarnición de la policía a su cargo constituida por 12 efectivos su trabajo de cada noche es hacer una pesquisa por las cantinas y después de recoger tres cuerpos dormidos se enrumban en una caravana solemne, fúnebre y mortuoria hacia el panteón de la aldea.
El tropel es de tres borrachos por noche, cargados en sus propios ponchos, rumbo al cementerio en donde los deja en la parte de atrás, la que da al barranco de Añaco, para que se confundan más todavía entre las cruces cuando se despierten por efecto del frío de la madrugada, frío que empieza cerca de la medianoche.
René Byrne va delante de ese cortejo con su rostro candoroso, con su cabra que nunca deja de acompañarlo, vaya a donde él vaya, sisea modulando algo de puro contento.
2. Terror
y desvarío
La cabra en el perfil de las sombras que hacen los cerros se ve que salta, seguramente pescando en plena tiniebla alguna galleta que él le arroja por los aires, y al desgaire, como la tiene acostumbrada a que ella haga, y así se alimente.
La cabra pareciera que entendiera todo. O leyera el pensamiento de René Byrne. O entre los dos fueran una sola persona, porque a ratos ella va adelante, aunque cogida de la soga por su dueño, entonces parece que él siguiera el camino que ella traza y hasta lo que ella concibe o imagina.
Algunos alumnos del colegio llegan tarde por contarnos los detalles que han ocurrido al montar guardia desde la madrugada en el camino, que lleva y trae, del cementerio. Nunca más arriba del obelisco, porque por allí ya es temible. Y allí esperan para ver venir por el camino a quienes han sido trasladados esa noche a dormir sobre las tumbas y las cruces.
¡Y el relato se recrea en cómo es que han venido corriendo, tropezándose y cayéndose! ¡Y la cara de susto que traen! Y cómo otros rostros son de terror y desvarío.
3. Sin importarles
sus heridas
Lo gracioso es que Byrne no se cuida de quién es, o qué rango de persona tiene y es aquella a la que lleva y le ha tocado dormir entre los túmulos donde crecen sunchos y pachas rosas; ya que en algunas oportunidades han resultado ser autoridades del pueblo excedidas en copas y tragos.
Y hasta el mismo cura ha caído en esta celada. ¡Y gente de mucho copete! Para lo cual le vale a René Byrne estar en verdad loco. Y así parece, que él no se da cuenta de nada, ni de lo tremendo que es esto. Él solo ejecuta su plan que a él parece que tampoco le divierte. Pero sí a nosotros.
Por eso, hay muchachos que se sientan en las afueras del pueblo horas para ver llegar a quienes desde ese momento se convierten en el hazmerreír de la gente. Y se empiezan a contar historias en que se revisa su pasado, su presente y su futuro. ¡Es grave estar en esta cuenta!
Pero, sobre todo, se narran las actuales circunstancias muy jocosas de cómo han aparecido corriendo desesperados por el camino del panteón, tropezándose y cayendo sin importarles sus heridas.
4. Por las nubes
del cielo
La mayoría con los pantalones orinados por el miedo que han tenido de despertarse entre tantos catafalcos que empezaron a manotear desesperados,
Esas personas pasan ya semanas encerradas en sus casas, sin aparecer en público porque basta que la gente lo vea para que empiecen a reírse.
Algunos funcionarios del estado y autoridades que han caído en esta desgracia han pedido inmediatamente su traslado a otra provincia donde no haya un jefe de la policía que esté loco de remate como este. Y entre ellos se han armado trampas para hacer que alguien caiga de punto.
A René Byrne nadie puede contarle nada porque al parecer no entiende. Él, aunque es jefe de la dependencia policial, está loco de remate. Y si algo se le pregunta su respuesta es:
– Conforme en todo, con lo que el sigñor, o la sigñora dice.
Porque esa es su manera de tratar a la gente. Y vaga con su mente, feliz o desgraciada por las nubes del cielo.
5. ¡Es
un genio!
Aunque algunas malas lenguas, dicen:
– No está loco. Es un sabido. Se hace el orate, para poder hacer todo lo que hace. Porque, ¿creen ustedes que podría hacer todo lo que hace si es que la gente no creyera que está loco? No. ¡No lo podría hacer!
– ¡Nadie lo haría! Por eso, tiene que aparentar que está loco. Él todo lo entiende y se hace el inocente. Porque si no, ¿cómo es que sabe dar tan buenas órdenes? ¡Para ordenar hay que tener buen juicio!
– ¡Claro! Creo que todo lo que estás diciendo es cierto. Porque, ¿podría hacer lo que hace sino aparentara ser demente? ¡En el fondo es un genio!
– Es el hombre más lúcido que hasta ahora ha llegado por nuestra tierra.
– Dices bien: que ha llegado, ¿ah? Porque si dijeras: que ha nacido, ahorita te hago comer chancaca.
– Estoy de acuerdo: ¡que ha llegado! ¡Porque miren: ahora ya no hay borrachos por ningún lado!
6. Sanos
y juiciosos
Y las discusiones son arduas, de nunca acabar, a veces abruptas de unos que lo defienden y de otros que despotrican de él y quieren hasta matarlo.
Porque dicen que no está loco y que se hace; ¡producto de su asombrosa inteligencia y sensatez.
Pero lo cierto es que nadie ya bebe licor aquí, todos se acuestan temprano; ya no hay pleitos en las casas.
Los niños están más rollizos y nutridos; más felices que nunca, porque lo que antes se invertía en ron, en pisco y en cerveza, ahora se invierte en pan, leche, carne y verduras. ¡Y cereales para sus hijos que tanto bien les hace!
Y todos cuentan con alimentos. Y disponen de útiles escolares completos. Todo con el dinero que antes sus padres gastaban en las cantinas.
Se compra leche y hasta ha subido el consumo de mantequilla, jamón y queso. Los niños pueden saludar a sus padres por la mañana encontrándolos sanos y juiciosos.
7. Sus danzas
infernales
Así, han cesado los problemas, las rencillas, las caídas en las calles. Son meses de dicha y prosperidad ciudadana
Ha desaparecido ese rostro adusto y temible de la autoridad que está allí para atemorizar a los débiles. ¡Para abusar del poder y humillar a la gente!
El “Autoponcho”, que así se ha empezado a llamar a René Byrne Valcárcel, porque hace que carguen a su perjudicado en su propio poncho, su locura le ha inspirado para los reincidentes un castigo más severo todavía.
Y cuál es: ¡dejarlos hacia adentro de las cuevas de Huacapongo y Shiminiga! Que está llena de cadáveres, de huesos esparcidos y con la fama de que por allí salen los diablos bailando sus danzas infernales.
Eso sí, nadie sabe cómo hace para que los policías, quienes ejecutan sus órdenes, le sigan la corriente. Pero como está loco dicen que ha contagiado su locura a sus gendarmes, súbditos y allegados, que lo siguen con reverencia, disciplina y hasta fervor.
Lo cierto es que con él se cumple la moraleja que dice: No hay nadie que tenga mayor razón que un loco de remate.
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