SE CREA LA PROVINCIA DE CHOTA
Y EN ELLA NACE ANTENOR ORREGO
QUIEN FUE
MÁS QUE
UN HERMANO
Danilo Sánchez Lihón
Antenor Orrego Espinoza,
el amigo entrañable de César Vallejo,
nació en la Hacienda Montán, distrito de Lajas,
provincia de Chota, en el departamento de Cajamarca,
quien avizoró en él con lucidez radiante y desde los primeros
poemas que aquel escribiera, al poeta genial que llegaría
a ser, diciéndole esto mismo y en confidencia.
Pero no solo esto, sino que llegó a ser su
guía, su mentor y maestro. He aquí
los hechos, tal como fueron.
1. Apoyo
incondicional
– Si hay alguien a quien más debes respetar, admirar, y en quien confiar, es Antenor Orrego.
Le
dijo un día César Vallejo a su esposa Georgette. Y creo que no hay
mejor pedestal erigido para un hombre que estas palabras, dichas por
quien sabía mucho acerca del ser humano, quien había sufrido atrozmente
contemplando de cerca y de lejos el espectáculo de la vida; expresiones
además dichas en confianza, en la intimidad y enfáticamenteDe allí que cuando Georgette Philippart vino al Perú, a quien buscó y le dio su saludo fervoroso fue primero a él.
Y es que César Vallejo de alguna manera es hechura suya. Él auscultó su trasfondo, valoró su camino futuro y cinceló sus huellas y sus pasos. Y lo hizo grande, inmenso e inabarcable.
Él lo predijo, lo anunció y lo consagró. Es su Juan Bautista, quien lo ungió en el agua bautismal del río Jordán que es Trilce. Pero antes pulió la piedra amorfa y dio a luz aquel portento que es el libro Los heraldos negros.
2. Entrañable
amigo
Pero no solo fue su tallador, y quien supo desde el inicio acerca de su genialidad, sino quien lo cubrió con un manto de protección paternal cuando estaba siendo injustamente perseguido, ocultándolo en su casa de Mansiche, y quien le dio apoyo incondicional cuando César Vallejo estuvo encarcelado en la penitenciaría de Trujillo durante 112 días con sus noches de espanto y zozobra.
Fue su fortaleza moral cuando estuvo en la cárcel. Es quien dio la batalla como un gladiador para su liberación. Y quien lo encaminó para que se fuera a Europa. Es su verdadero mentor, su hermano mayor, pese a que tenía menos edad que él. Y es su padre espiritual.
Y pese a tener casi la misma edad, dado que Antenor Orrego nació el 22 de mayo del año 1892 en la hacienda de Montán en Cajamarca y César Vallejo el 16 de marzo del mismo año, siendo entonces menor de tres meses y días respecto a su entrañable amigo.
3. En
sus manos
Sin embargo, Antenor fue para él siempre como un padre; tal era la ecuanimidad, el talante y la hondura de este hombre extraordinario, probo y de recia fibra moral, expuesto a los embates de la vida.
Y a extraer de ella las claves y esencias, si no: ¿cómo haber previsto con tanta exactitud lo que Vallejo tenía, era y podía dar?
Tanto que cuando César Vallejo conoció a Antenor Orrego quedó deslumbrado por ese joven intelectual culto, sabio y de palabra visionaria. Y le solicitó una entrevista para someter a su veredicto los poemas que ya tenía escritos. Esto ocurría el año 1914 y ambos apenas tenían 22 años.
Orrego le concedió la cita que le solicitaba con tanta deferencia. Y ese día, a la hora exacta, César Vallejo ingresaba a hablar con él dejando los poemas que había llevado en sus manos.
4. El peso
del mundo
De todo esto nos cuenta Antenor Orrego, puntualizando así este hecho:
“Vallejo
traspuso la puerta de mi oficina en la redacción de “La Reforma”. Traía
debajo del brazo un abultado fajo de papeles manuscritos. Supe, de
inmediato que eran los versos. Lo eran. Conversamos un rato breve. El
poeta estuvo aturdido y nervioso. No pudo serenarse. Le prometí comenzar
la lectura esa misma noche y le di una cita para la semana siguiente”.
¿No
es extraordinario? ¿No es proverbial, primero el formalismo y
ritualidad de la escena? Y luego el nerviosismo, el pudor, la timidez:
iban a abrirse el alma, esa dimensión del espíritu de dónde vienen y
acaecen las grandes conmociones de la historia y la cultura humanas. ¡Y tenían apenas 22 años! Y ya eran más que contundentes promesas. Eran seres que se habían echado sobre los hombros todo el peso del mundo.
Y nos continúa relatando Antenor Orrego, del siguiente modo:
5. Que
rompa
Al
término de la lectura, tuve la diáfana intuición de que había surgido
en el Perú una de las vocaciones poéticas y literarias de más
extraordinaria y preclara estirpe humana.
Mal
grado el predominio de la imitación en todas estas composiciones,
rompía, a veces, aquí y allá, un resplandor de calidad primigenia que
anunciaba la poderosa genialidad de un auténtico poeta. Pero sentí,
también dentro de mí, la tremenda repercusión y la responsabilidad –casi
una responsabilidad sagrada– que iban a tener mis palabras para el
futuro literario del poeta.
Releí
y medité mucho durante varios días. Marqué aquellas expresiones y
pasajes que mejor revelaban su temperamento… Vallejo me visitó de nuevo
conforme a nuestra cita. Le abracé ya con fraternidad y admirada
cordialidad y le hice sentar frente a mí.
¿Qué
le dice Orrego? Algo tremendo. Algo contundente. Cualquiera ante un
veredicto así sucumbiría, se cae, se acaba y fenece. Le dice que rompa
todo lo que había escrito.
6. Hizo
lo que le dijo
¿No es acaso brutal? Es como cortar las aguas de un río en dos. Es separar un antes y un después. Es un momento supremo y solemne.
Como también lo es otro hecho en esta historia, que César Vallejo acate la palabra de ese compañero generacional como si fuera ley, orden y palabra indiscutible.
Y hace todo aquello que le dice Orrego. Entonces rompe todo lo que tenía escrito, y se va a Santiago de Chuco a escribir por el rumbo que le señalara Antenor Orrego, el cual se arrepiente de haberle dicho que rompiera los poemas anteriores, porque así no ha quedado una prueba de su magnífica evolución.
Cualquier otro ante los poemas que ha escrito con tanta devoción y entrega, que venga otro y le diga que los rompa, ¿cómo reaccionaría?
Quizás hubiera guardado por Orrego una gran antipatía. No fue así. César Vallejo lo hizo su mejor amigo. E hizo todo lo que aquel le dijo que hiciera, siendo ambos apenas muchachos de 22 años.
7. Grandes
destinos
Porque yo te pregunto a ti: ¿soportarías un veredicto así?, que alguien nos diga: ¡Rompe estos poemas! y escribe de esta otra manera. ¡De repente tu reacción hubiera sido nunca más intentar escribir!
Pero, además, aparte de esto: ¿no decimos que César Vallejo era un genio? Si es así, ¿cómo escribía poemas que merecían ser rotos?
Antenor Orrego fue duro e implacable con él. No salvó ningún poema escrito hasta ese momento por César Vallejo. Le dijo: ¡Rompa todo!
Esto es bueno que tú lo sepas. Le dice rompa todo, para que él cambie por completo. No le dice salve esto y aquello. No. Todo tenía que ser roto.
Y César Vallejo obedece. Ahí está lo grandioso. Así se forjan las grandes obras y los grandes destinos. Y, ¡es que los genios no nacen, sino que se hacen!
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