domingo, 29 de septiembre de 2013

29 DE SEPTIEMBRE: ESTAMPA DEL MES DE SEPTIEMBRE - FOLIOS DE LA UTOPÍA: ALUMBRA LA LUNA ESTA NOCHE - DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

 
CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
 
2013 AÑO
EVANGELIO VALLEJO DE LA SOLIDARIDAD
Y UNIVERSALIDAD DEL MUNDO ANDINO
 
SEPTIEMBRE, MES DE LA PRIMAVERA,
DE LOS DERECHOS CÍVICOS
DE LA MUJER, EL NIÑO Y LA FAMILIA
 
*****
 
PRÓXIMAS ACTIVIDADES
DE CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
 
VALLEJO
EN EL ALMA
 
CARTOGRAFÌA
DE UN VIAJE COSMOCÉNTRICO
A LA TIERRA DE CÉSAR VALLEJO
RÓGER RUMRRILL
 
RECITAL
DE FREDERIK
SOTOMAYOR CARRANZA
 
MIÉRCOLES 2 DE OCTUBRE
6.30 PM.
CASA DE LA LITERATURA PERUANA
ANTIGUA ESTACIÓN
DESAMPARADOS
 
*****
 
PRESENTACIÓN
DEL LIBRO DE POESÍA
 
ALHELÍ
 
DE
DANILO SÁNCHEZ LIHÓN
 
SÁBADO 2 DE NOVIEMBRE
6 PM.
CASA DE LA LITERATURA
PERUANA. ANTIGUA ESTACIÓN
DESAMPARADOS
 
7.30 PM.
AULA CAPULÍ
 
*****
 
ADHESIÓN Y PRESENCIA:
 
RECITALES EN HONOR A
MIL POEMAS A CÉSAR VALLEJO
 
7,8 Y 9 DE NOVIEMBRE
PLAZA CÉSAR VALLEJO
URBANIZACIÓN CALIFORNIA
TRUJILLO
 
ORGANIZACIÓN:
– ALFRED ASÍS DE CHILE
– PROMOCIÓN CULTURAL
DIABLOS AZULES
INSTITUTO DE ESTUDIOS
VALLEJIANOS
 
*****
 
CONVOCATORIA
 
XV ENCUENTRO INTERNACIONAL
CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
TELÚRICA DE MAYO, 2014
 
LIMA:
MARTES 20
Y MIÉRCOLES 21
 
TRUJILLO
JUEVES 22
 
SANTIAGO DE CHUCO
VIERNES 23
SÁBADO 24
Y DOMINGO 25
DEL MES DE MAYO
 
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PÁGINA WEB
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http://spanport.byu.edu/faculty/GarciaM/new/CapuliXV.htm
 
 
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Teléfonos Capulí:
420-3343 y 420-3860
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29 DE SEPTIEMBRE
 
 
ESTAMPA
DEL MES DE
SEPTIEMBRE
 
 
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
 
 
ALUMBRA
LA LUNA
ESTA NOCHE
 
 
Danilo Sánchez Lihón
 
 
Aquella noche de setiembre, fuiste
tan buena para mí… hasta dolerme!
César Vallejo
 
 
1. Su túnica
azulada
 
En septiembre la luna repentina emerge por la cumbre de los cerros, inmensa y plena, de una blancura fantasmal que todo lo asusta, estremece y sumerge en hondo misterio, quizás por lo tupidas e intrincadas que han sido hasta hace unos instantes las sombras.
 
Y nosotros dos sentados primero a oscuras en la escalera que sube de la cocina al mirador, en donde está la boca del terrado, y habiendo estado hablando de difuntos, guardamos de improviso profundo y ungido silencio.
 
La luna ya desenreda su túnica azulada que se quedó hace un momento atrapada en las ramas de los eucaliptos y boga ahora imponente en el cielo sereno. 
 
Se posa primero con su luz nívea en el borde del tejado y de allí baja hacia el piso de tierra alumbrando las silletas y luego, poco a poco, va subiendo por la ruma de adobes y por el fogón ya apagado.
 
Trepa a la hornilla de fierro, deja nítida la leña a medio quemar y sube iluminando las paredes de cercha donde están colgadas las ollas quietas en sus clavos.
 
2. El piído
de algún gorrión
 
Se desliza ya por tu falda de bobos con greca y guirnaldas verde amarillas sobre el raso blanco de lino extendido como una parva a partir de tus rodillas, y por mis pies desamparados. 
 
Después va subiendo por nuestros brazos que se azoran con su resplandor blanquecino.
Tú, alzando tu rostro encantado, y mirando más allá de los aleros, los pilares y cumbreras de los techos, exclamas:
 
– ¡Qué clara alumbra la luna esta noche! 
 
Y siento cómo tu cuerpo, levemente estremecido, hace temblar el travesaño  de la escalera en la cual estamos sentados.
 
Mientras, la luna boga sigilosa entre las nubes; ladra un perro en la hondonada, se oye un rebuzno lejano y el piído de algún gorrión en la enramada.
 
Sin pensarlo se buscan nuestras manos y se quedan enlazadas sobre tu vestido floreado. Primero, una posada encima de la otra, haciendo un techo sobre otro techo, una colina sobre otra colina, una casa sobre otra casa.
 
3. Ambas
extasiadas
 
Entonces, se precipitan a chorros las cataratas de tu sangre y de mi sangre suicidas, traspasándose por los bordes y las orillas de las dos manos en un fragor desbocado.
 
Luego se voltean para quedar palma con palma. Tu mano más pequeña que la mía, doblegada suavemente dentro de mi puño que la aprieta suavemente. Y allí se quedan, la tuya como una paloma malherida. 
 
Y allí pareciera que se duermen ala con ala, boca con boca, vientre con vientre. 
 
Luego se extienden horizontales y quedan otra vez una frente a la otra exactamente, coincidiendo, yema con yema sobre tu regazo. 
 
Se buscan y encuentran. Hacen un eje acorazonado en el centro y giran. Y se agitan hasta la extinción de sus alientos.
 
Pronto la mía se aleja y la tuya se abraza hundiendo su pecho lo más profundamente que puede en mi pecho, todo en silencio. 
 
Y tus dedos se clavan desesperados volteándose hasta el dorso. Y se quedan las dos, bebiéndose juntas, una absorta en la otra; ambas extasiadas.
 
4. Solo asombro
y estupor
 
La luna ha girado tanto que solo se ve afuera desvaída en los tejados. Y otra vez nos han envuelto las sombras.
 
Tu mano voltea hacia arriba como una copa o flor que ofrece sus corolas y sus pétalos. Y mi mano voltea hacia abajo para entrelazarse con la tuya.
 
Todo para que ahora me rodeen desde lejos, eternas e insomnes veladoras de mis sueños.
 
  ¿Tienes miedo? –Pregunto.
 
  No, contigo no. Pero si estuviera sola, sí. ¿Y tú?
 
– Solo asombro y estupor.
 
– ¿De qué?
 
– Acerca de lo que la vida y el mundo es, y no es.
 
– Yo también.
 
–Pero, ¡no llores!
 
5. Y, ahora,
¿qué te apena?
 
Han pasado muchos años. Ahora yo regreso a la casa abandonada. 
 
Aquí está la cocina. Solo quedan rastros del fogón y la hornilla. Arriba siempre permanece el terrado impávido.
 
Tanto he recorrido el mundo. ¡Tanto he arriesgado y sigo arriesgando la vida por hondos los senderos! ¡Hay tantos caminos hendidos bajo mis pies fugitivos!
 
Y ahora estoy nuevamente a oscuras, en el mismo travesaño de la escalera donde hace muchos años estuve contigo.
 
Aparece la luna en el horizonte y otra vez estás aquí, con la misma falda de bobos y grecas y de flores verde amarillas sobre el raso blanco de lino.
 
Aunque mis zapatos sean otros. Y aunque mi corazón esté lleno de heridas.
 
– Pero el candor y la inocencia son las mismas. Por eso te he esperado. –Y me extiendes otra vez tus manos sensitivas.
 
– Pero tú estás muerta. –Te digo. 
 
Entonces me miras desde una vasta distancia y una calma profunda. 
 
Vuelves a extender tu falda y te sientas
 
6. A medio abrir
o cerrar
 
– Y, ahora, ¿de qué te apenas? 
 
– No sé.
 
– ¿Siempre de lo que es y no es? –Inquieres. 
 
Me miras.
 
– ¡De lo que no hemos vivido ni viviremos jamás! –Digo.
 
– Todo ello, ¿dónde se queda?
 
– ¿Hay un paraje, un reino, una mansión en donde se refugian y esconden nuestras vidas posibles?
 
– ¿Pena allí aquello que no fuimos? 
 
– ¡Esto es lo que más nos hace morir.
 
– ¡Y ello es más muerte que cualquier otra muerte!
 
– Mirar sin poder entrar. 
 
– Salvo desde un umbral.
 
– O desde una puerta a medio abrir o cerrar.
 
7. ¡Pero,
no llores!
 
– Ver las vidas que no las tuvimos.
 
– Y todo, ¡solo y quizás!, por una ligera brizna que se cruzó en el camino.
 
– ¡Ver que se fue aquel ser con quien estaba deparado tener los hijos que no tuvimos! 
 
– O se quedó, estando tan cerca nuestras manos, posadas en tu regazo.
 
– ¡No cruzamos juntos ninguna calle de un país extranjero! 
 
– Ni fuimos al sitio donde estaba reservado en sus yerbajos que debíamos erigir una casa. 
 
– ¡Nos hemos quedado aquí como fantasmas de una y otra orilla! 
 
– Tú, ¿también te has quedado?
 
– Sí. Y, ¿quién es más fantasma, tú que vives aquí para siempre aunque entre muros antiguos, o yo que he morir un día?
 
– ¡Pero no fuimos donde estábamos esperando, solo por un leve soplo de viento!
 
– Ese lugar de lo no vivido es donde mi alma velará eternamente afligida. Para decirnos todo eso he venido. ¡Pero, no llores!
 
8. Han elevado
sus corolas
 
La luna ha enredado en el perfil de los cerros todo el encaje de su vestido de novia. Y el sigilo duerme entre los árboles apacibles.
 
Mientras, tus ojos y mis ojos se miran por última y por primera vez, quietos y ensimismados.
 
– ¡Adiós!
 
– Espera. Lleva esta mandolina que permanece aquí desolada. Es de tu padre. 
 
– Y, ¿sus cuerdas?
 
– Están rotas, pero dentro de ella hay música que tú debes desentrañarla. Llévala. 
 
– ¡La tendré perenne conmigo!
 
– ¡Y siempre que vengas yo estaré aquí esperándote!
 
Y desaparece al tiempo que musito:
 
– Me bastaría, amor, tu rastro que permanece ya eternamente en esta casa. 
 
Los nardos y las azucenas han elevado a lo alto del cielo sereno sus corolas abiertas. 
 
¡Y ya amanece!
 
Texto que puede ser reproducido
citando autor y fuente
 
Teléfonos: 420-3343 y 420-3860
 
dsanchezlihon@aol.com
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Editorial San Marcos: ventas@editorialsanmarcos.com
Editorial Bruño, Perú: ventas@brunoeditorial.com.pe
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