sábado, 1 de diciembre de 2012

A LA MEMORIA DE JOSÉ MANUEL NAVARRO SÁNCHEZ - POR LUIS FARES YUNIS HERRERA



A LA MEMORIA DE JOSÉ MANUEL NAVARRO SÁNCHEZ

(1956 / 1999)

Por Luis Fares Yunis Herrera

“No admitir la amistad, la gratitud, los recuerdos, la añoranza y a los amigos; es como envolver un regalo y no darlo”.

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Este último 24 de noviembre, José Manuel NAVARRO SÁNCHEZ, quien falleciera ostentando el grado de Comandante en 1999 y ascendido postumante al grado de Coronel PNP con R.S. No. 0530-2003-IN-PNP del 11SET 2003, hubiese cumplido 56 años. “Cala”, como le gustaban que lo llamaran partió tempranamente como muchos otros en salvaguarda del cumplimiento del deber. “Cala” egresó del otrora Centro de Instrucción de la Policía de Investigaciones del Perú como Alférez PIP integrando la Promoción de Oficiales “Freddy Ipinze Sánchez” más conocidos en los corrillos del Alma Mater como “Los Tigres” un 10 de diciembre de 1980 ocupando el primer puesto en el cuadro de mérito, haciéndose merecedor de la Placa de Oro como así se estilaba por aquel entonces. El número dos de aquella promoción, Coronel PNP, don Víctor Hugo GUERRERO JÁUREGUI, lo recuerda de esta manera: “desde la Escuela busco ser bueno en todo. No le agradaban las cosas a medias; buscaba siempre la perfección. Sus compañeros de promoción y demás cadetes de aquel entonces lo recordaremos siempre cuando se encontraba él de Brigadier General al frente del Batallón de Cadetes en el Patio de Honor en correcta posición de descanso con sus manos cruzadas en la espalda a la altura de la cintura, parado sobre el estrado de honor dando la orden a los brigadieres de cada año respectivo para que dispongan la orden de descanso, y él atento, sólo quería escuchar el golpe uniforme, seco y sonoro que se ejerce cuando se acata tal disposición; sin embargo, cuando escuchaba más de un impacto…inmediatamente con su voz ronca, enérgica y gallarda repetía insistentemente: !mal!, ¡mal!”…!repita brigadier!”…!repita!”.

José Manuel en su vida profesional, participó en un sinnúmero de cursos institucionales y extra institucionales en el país y en el extranjero. Fue número uno en todos. Además de brillante Abogado, era futbolista, boxeador, cantante, locuaz, y como bien dice su promoción don Víctor GUERRERO “fue una persona fuera de serie. Sus conocimientos, su inteligencia, su fortaleza y alma indoblegable la puso siempre para cumplir con su deber y ayudar al más necesitado; se puede hacer todo un libro con sus anécdotas, hazañas y proezas…sin exagerar, podría decir que José Manuel es el Policía del Milenio”.

Comparto opinión con el Coronel Víctor GUERRERO J
ÁUREGUI, particularmente conocí y trabaje con “Cala”. Era espectacular. Su promoción “Los Tigres” fueron padrinos nuestros en la Escuela. Por aquel entonces, nosotros “Los Huracanes” inicialmente estábamos intimidados con su porte y gallardía. Su figura parecía la de un vaquero de aquel lejano oeste que nos brindaba las películas americanas. Alto, flaco y huesudo dejaba entrever un estilo y personalidad inigualable. Su voz seca y áspera dejaba escapar un: ¡trabaje ahijado!, ¡trabaje!...!haga las cosas bien!....y obviamente, no nos quedaba otra cosa más que hacer las cosas bien.

El próximo 18 de diciembre, José Manuel NAVARRO S
ÁNCHEZ que murió en cumplimento del deber, nos permitirá recordar que hace 13 años partió, como bien dice su promoción, don Víctor GUERRERO JÁUREGUI, “para estar en el celestial mundo de las nobles almas conjuntamente con el “Valiente de Tarapacá” Mariano Santos Mateo; el “Titán del Carcavón” Alipio Ponce Vásquez; Horacio Patino Cruzatti; Julio Montesinos Valverde; Félix Tello Rojas; Enrique Torres Gonzales; Alcides Vigo Hurtado; Walter Rosales León; Sofía Custodio Mitta, Elliot Estela Calderón y otros más que en cumplimiento del deber, conforman la Dorada Corte del Todopoderoso”.

José Manuel, dejó una bella esposa y tres hijos, y sin duda alguna todos aquellos que conocimos a “Cala” compartimos con ellos sus recuerdos, añoranzas, melancolías, risas, anécdotas, rabia y dolor. Pero, ella y sus hijos, deben saber que José Manuel también dejó su ejemplo, su sacrificio, su abnegación, su generosidad, su gallardía, su temple, su tenacidad, su brío, su buena disposición, su talante, carácter y actitud para asumir todas las responsabilidades y mas allá de lo que se presentase.

Esta breve remembranza de José Manuel NAVARRO S
ÁNCHEZ sólo tiene como objetivo, justamente, traer a la memoria un reconocimiento a la amistad y a la estela que dejó su partida, y que sin duda alguna, los que lo conocimos, recordáremos por siempre; así como, hacerle conocer a su viuda e hijos que también nosotros recordamos a “Cala” con el mismo amor y cariño que ellos mantienen por él.

Padrino José Manuel NAVARRO S
ÁNCHEZ, ¡Honor y Lealtad, hoy mañana y siempre! Que Dios te tenga en su gloria. 

 



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LA COMPLICIDAD DEL SILENCIO
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o una forma de reflexionar sobre nuestra condición de peruanos
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Por Ricardo Ayllón
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Son pocas las veces que, en común acuerdo con éste, aprovecho la tribuna que me brinda el director de una publicación para referirme personalmente a alguno de los libros que edito con mi sello, Ornitorrinco. Esta vez agradezco la oportunidad que me brinda la directora de Librosperuanos.com para escribir sobre una producción literaria que considero importante, digo esto porque siento que de algún modo, con la lectura de este libro, puede lograrse una favorable sintonía entre lector y autor, o porque quizá existe ya un vínculo previo que, de estrecharse más, resultará saludable para ambos.

El autor: Luis Fares Yunis
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Me estoy refiriendo a La complicidad del silencio, obra testimonial de Luis Fares Yunis Herrera, un oficial de policía en condición de retiro que se puso en contacto con mi editorial tras haber oído con persistencia la voz de su conciencia, tras sentir que era casi un asunto de vida o muerte satisfacer su necesidad de publicación. Lo digo no solo por lo que percibí en su autor, sino también porque tras la lectura de su contenido temático ocurre algo que puede parecer contraproducente pero sin duda resulta sensato: porque nos trae simple y llanamente la voz de un peruano de a pie, el testimonio de un compatriota con unas ganas viscerales de gritar su verdad, de confiar su versión (y visión) de lo que ha representado vivir en este país durante los últimos cuarenta años, y porque cualquiera que lo lea dentro de los límites del territorio patrio o entre quienes eligieron vivir fuera del país, se sentirá identificado.
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Obviamente, el primero que lo leyó fue este editor. Y esto fue lo que percibió: se trata de la autobiografía de un peruano común y corriente, sí, pero que en el ánimo de transparentar sus sentimientos, experiencias y ganas de ser sincero, convierte a los lectores en verdaderos confidentes, en interlocutores instalados en un lugar preferencial. Y como trata sucesos que más de una vez nos atañen colectivamente, se siente la hermandad, la identidad coterránea, con mayor firmeza. El estilo de Yunis Herrera es fluido, directo y sin rodeos, aunque de un cariño y respeto por la palabra bastante reconocibles. El tener origen provinciano, ser hijo de padres separados, con el evidente sentimiento de ser alguien especial, lo cual lo ayudó a adaptarse a una realidad tan dura como la de Lima, es lo primero que hace despertar el interés por las doscientas páginas de este libro escrito con las únicas motivaciones de la confidencia y la denuncia social, tarea moral que, en un país como el nuestro, resulta riesgosa pero liberadora. 
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El contenido de La complicidad del silencio va desde el candor de sus primeros recuerdos infantiles en Chiclayo hasta sus últimos años de servicio en la Policía Nacional, institución donde dedicó más de veinte años a la investigación criminal, lo cual lo hizo percibir de forma excepcional importantes episodios del manejo político, y sufrir en carne propia la encrucijada de continuar obedeciendo o no disposiciones contrarias a la salud ciudadana o a su propia conciencia. Hay que tener en cuenta, para ello, que prestó servicios en nuestra costa, sierra y selva, y durante los años de la dictadura fujimorista cumplió funciones en el tenebroso Servicio de Inteligencia Nacional. 
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Pero una de las actitudes personales a la que busca otorgar especial realce (y sin ningún temor), es que en el año 2006 presentó su solicitud de retiro de la Policía Nacional debido a que, como oficial del Estado peruano, rechazaba el prestar servicio al gobierno de Alan García. Yunis actualmente ya no está en el Perú sino que reside en Los Ángeles (EEUU), pero su proceder narrativo tan fiel a los recuerdos y tan sincero consigo mismo permite que no notemos su alejamiento físico.
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La complicidad del silencio resulta, sin duda, un libro de actualidad y un importante instrumento para la reflexión pues, una vez que desemboca en los difíciles tiempos que vive ahora el país, nos envía un mensaje de alerta. Y tal característica en un momento decisivo de nuestra convivencia civil y política, cuando la corrupción campea casi a su regalado gusto, resulta de una necesidad irreductible, pues también nos anima a los lectores a creer que el Perú puede salvarse de sus propias tragedias, no obstante la pobre calidad de sus gobernantes y su indigna clase política.
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LA COMPLICIDAD DEL SILENCIO DE LUIS FARES YUNIS HERRERA

El autor del libro LA COMPLICIDAD DEL SILENCIO, Luis Fares Yunis Herrera, detective retirado con más de 20 años de servicios, egresado en 1983 del siempre recordado Centro de Instrucción de la Policía de Investigaciones (CINPIP), a través de su editor, Ricardo Ayllón Cabrejos, quien adjuntó una tarjeta personal del autor anotando la frase “con los saludos de L. Fares Yunis Herrera”, hizo llegar al coronel Benedicto Jiménez un ejemplar de su primera edición , enero 2010.

En retribución a la que gentileza que tuvo el autor de enviarle su libro, el coronel Benedicto Jiménez, como analista que piensa que los hechos - también los libros- deben pasar por el tamiz de la reflexión, el raciocinio, el análisis y la síntesis, realiza un esfuerzo de síntesis para hacer conocer la impresión que le dejó su lectura y el significado que encontró en él.

Si se toma en cuenta de que “escribir es algo en sí mismo” y se le agrega la proeza de escribir y publicar un libro, esto de por sí, ya constituye todo un mérito que debe resaltarse.

¿Cuál es la pretensión del autor?

Esta es la primera pregunta que se nos viene a la mente cuando estamos frente al título de un libro porque uno escribe para expresar algo o alcanzar un objetivo o lograr una pretensión.

El título del libro (La complicidad del silencio) resulta bastante atractivo, despierta curiosidad y, de golpe, jala, atrae.

Existe la conspiración del silencio (cuando todos callan para no divulgar un hecho o se hacen cómplice del silencio), pero ¿Complicidad del silencio?

Así que bucear en el contenido del libro resulta caminar en un camino cubierto de un manto de misterio.

Cuando empiezas la lectura de un libro, el lector espera encontrar una respuesta, a llegar a descubrir la pretensión del escribidor en las 199 páginas que contiene el libro .

Cuando el coronel Jiménez termina de leer el libro, no logra despejar sus dudas respecto a la pretensión del autor, por lo que sigue aún intrigado .

Jiménez conoció al autor del libro, al igual que a muchos personajes que en él los menciona, la mayoría de la cantera de la ex Policía de Investigaciones, una institución que nunca debió desaparecer .

Entre los personajes que evoca en sus memorias el autor, sin dudas, brilla con luz propia el comandante José Navarro Sánchez, conocido como “Cala”, un oficial bastante parecido al autor en cuanto a inteligencia, temeridad, arrojo, audacia y valor.

Navarro Sánchez era delgado, atleta, cantante, líder, pero como Yunis, tenían un defecto -que para muchos es una virtud-: eran de aquellos que dicen “visto al guía”, yo voy primero, síganme.

Esta actitud, mezclada con su arrojo y temeridad, lo llevó a la muerte cuando comandaba una patrulla antiterrorista.

Se lanzó al río, atado a una cuerda, para pasar a la otra orilla. Sus colegas lo observaban. No obstante su preparación y fortaleza física, fue envuelto por las embravecidas aguas del río selvático, tragado por las aguas y después de varios días , apareció su cuerpo destrozado por troncos y maleza del río, y los animales del río y la selva peruana.

Para todos aquellos que conocieron y admiraron a “Cala”, su muerte fue una gran pérdida para la policía, era toda una promesa en cuanto a valores humanos y profesionalismo. Y, sobre todo, era “institucionalista”, digno hijo de la ex Policía de Investigaciones del Perú.

Yunis Herrera es de aquella estirpe de policías.

En varios pasajes de su libro menciona al recordado “Cala”, incluso, cuando se encuentra con él en Las Casuarinas y lo invita a trabajar al SIN, formando parte de la guardia pretoriana del ex asesor de Fujimori, Vladimiro Montesinos.

El libro es una autobiografía del autor y nos deja como lección de que el carácter cambia en los seres humanos.

Ese es el verdadero triunfo del hombre, pero también su tragedia.

Nos deja como lección también que todo hombre comete muchos errores durante la vida -eso es humano e inevitable- pero el secreto está en no cometer un error que nos lleve a la destrucción.

Pero cuando a uno le sucede lo peor y lo soporta, se siente el hombre más fuerte del mundo.

Luis Fares Yunis Herrera nos relata el romanticismo habitual del hombre joven, su gusto por las mujeres, las relaciones amorosas fugaces que marcaron su vida, pero al final, pudo encontrar esa sensación de verdadera fe en el amor que conduce a un compromiso espiritual y apasionado.

De una manera llana, serena, reflexiva, el autor extrae de sus recuerdos, pasajes de su infancia, juventud, adultez, de una manera asombrosa en cuanto a nombres, fechas, que deja la impresión que son imágenes de ayer .

Luego reflexiona evidenciando estados de ánimos distintos.

También destila sutilmente sus amarguras y frustraciones, gota a gota, en la época que estuvo como oficial y sus expectativas de ascenso fueron cortadas.

Impresiona el relato que hace sobre el operativo para eliminar a un terrorista, obligado por las circunstancias y doctrina antiterrorista que decía en aquel entonces “el mejor terrorista es el terrorista muerto”.

En momentos de ejecutar el acto o eliminar al terrorista, se arrepiente y lo deja libre, porque nadie es Dios para decidir quién vive o muere.

A menudo la gente actúa en contra de sus propios intereses y arruina su vida por cuestiones de vanidad y orgullo. Recuerdo a muchos otros oficiales que menciona en su libro el autor como excelentes investigadores, audaces, inteligentes, temerarios, pero que arruinaron sus vidas por una cuestión de orgulloso o vanidad y hoy están condenados al ostracismo o purgan condena porque consideraban que podían cambiar el mundo aplicando doctrinas o métodos criminales como aquello de la “Ley de Talión”.

La experiencia en la lucha contra el terrorismo nos demostró de que no existe una estrategia más sabia que aplicar la inteligencia y respetar la vida del contrario, para demostrarles que mientras ellos asesinan, las fuerzas del orden respetan la vida; mientras ellos secuestran, las fuerzas del orden, protegen la libertad; mientras el enemigo pretende desestabilizar el sistema democrático, nosotros defendemos la democracia, que mal que bien, sigue siendo un sistema perfectible. Que exista malos políticos, no quiere decir que defenestremos el sistema democrático.

El autoengaño conduce a las personas por caminos grises y los lleva directamente a la nada.

El libro deja la sensación de que el autor está entregado a una religión y que está alejado de los placeres mundanos. Pero alguien dijo una vez que resulta peligroso que un hombre rechace todos los placeres de este mundo y dedique de lleno su vida a ayudar a sus semejantes.

Jiménez recuerda a Yunis como un hombre carismático, atleta, generoso de espíritu, un tanto impulsivo y exaltado, trasmitía energía.

Uno de los oficiales que más cerca estuvo de conseguir recibirse como comando del Ejército Peruano, un grupo élite. Situación que aún no logra superar .

Cuando recuerda los pasajes de su vida en la escuela de comandos del EP, se llena de nostalgia porque el autor se siente y es un comando.

Lo recuerda también como un detective que tenía un humor que lo utilizaba para aguijonear las hipocresías comunes y evolucionó hasta alcanzar una madurez sorprendente, dejando ver una excelente vena como escritor.

Como muchos oficiales, era capaz de ejecutar cualquier tarea que se le exigía y se sentía capaz de conquistar las alturas.

Es bueno saber que hoy no carga con la basura emocional del pasado o aquellos dolores o amargas experiencias, así como preocupaciones que no son útiles.

En muchos pasajes del libro, cuando evoca su niñez, juventud y adultez, nunca olvida la gratitud.

Yunis es de aquella estirpe de peruanos que jamás olvida a sus amigos, porque considera que la sangre de ellos se mezcló con la suya en el campo de batalla y no necesita que nadie le recuerde la ayuda de otros.

Esto es loable en una sociedad donde la ingratitud campea y muchos consideran que llegaron a obtener éxito en la vida por sus propios méritos, cuando sabemos de que en el camino de la vida necesitamos siempre de amigos y personas que confíen en uno y lo ayuden alcanzar sus sueños .

ÉL se acuerda solo, por propia iniciativa, así lo dice y lo escribe.

Es evidente que ha cambiado y nuevos sentimientos lo acompañan, asume todas sus acciones del pasado, los revela con una franqueza impresionante, como una especie de catarsis – tal vez de ahí viene el título del libro –aún cuando sabe que se paga un alto precio por los errores que uno comete.

El libro también deja la sensación de que el autor, ahora alejado de la institución policial, es una persona libre, elige lo que desea, sus decisiones son tomadas con valor , desprendimiento y con cierta dosis de locura.

Muchos policías que aún forman parte de la institución policial ya quisieran tener la libertad de hablar o escribir sin mordaza, sin que los persigan, sin que los acosen o denuncien por ejercer una de las libertades fundamentales del ser humano –aquello que nos distingue de las plantas y las piedras-: LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y DIFUSIÓN DEL PENSAMIENTO.

Se recomienda su lectura y se ha ganado el mérito de la relectura, donde se encuentra el verdadero sabor de la lectura.

Fuente:

Blogspot EL PACIFICADOR


Escribe Benedicto Jiménez Bacca



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