viernes, 14 de febrero de 2020

CUMPLEAÑOS DE MI HERMANO GUILLERMO - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN


CUMPLEAÑOS DE MI HERMANO GUILLERMO

SOLO
SE MUERE
CON EL OLVIDO



Danilo Sánchez Lihón

1. Su último
anhelo

Mi padre. Guillermo Mauro Sánchez Lihón, murió el 29 de julio del año 2017, a la edad de 63 años. Fue encontrado por mi madre sentado en su silla, sin pulso. Para el momento en que llegaron los paramédicos, él ya había fallecido.
Murió en paz, mientras dormía. Él fue diagnosticado de ALS después de desmayarse el año pasado. Después de abandonar el hospital él sabía que la vida no iba a ser la misma: sus músculos estaban muriendo, su cuerpo debilitándose, dependía de una máquina respiratoria para poder absorber oxígeno necesario para activar sus funciones vitales. A pesar de todo, estaba contento de estar en casa con su familia.
Mi padre podría ser descrito como el típico hombre latino: ruidoso, orgulloso y muy afectivo; quien siempre puso a su familia por delante de todo, y como prioridad en su vida. A pesar de que a veces teníamos desacuerdos sobre cosas triviales, la unión y el amor que nos teníamos era incuestionable. Él era amado, era querido y será extrañado.

2. Enterrarlo
en su terruño

Mi padre amaba su país de nacimiento, el Perú. Él siempre solía contar historias sobre su infancia, sus aventuras de niño y era inclinado a recordar a las personas que conoció en su pueblo. Su sueño era un día volver a su lugar de nacimiento, que es Santiago de Chuco. Él tenía muchos otros sueños y deseos que quería cumplir.
Muchos que no pudo desarrollar y muchos que nuestra familia no le pudo dar, pero podemos cumplir el último que albergó en lo más vibrante de su corazón, cual era ser enterrado en su terruño, y volver a mirar así su naturaleza y su paisaje y estar entre los seres con los cuales nació, creció y que han de mirarlo y nuevamente protegerlo.
Por eso, su cuerpo va a ser trasladado a su tierra, acompañado por mi madre con quien estuvo casado por más de treinta años. Ella será responsable de su traslado, y lo cuidará en su viaje desde Estados Unidos hasta su última morada y descanso en su pueblo natal.
Santiago Sánchez Pizango
El hijo mayor

3. Así
le rogabas

Hermano, ahora has vuelto. Ya estás aquí en tu país, en la casa que dejaste. Y que construiste con tanto desvelo.
Debes sentirte en paz, y ojalá que contento. ¡Por fin en tu país! ¡El mismo que nos duele tanto, pero al cual queremos entrañablemente! Pero que más aún nos duele el dejarlo, como tú lo sentiste.
Lo importante es que has vuelto. Tu esposa, Ruth te ha traído. Y ella misma se ha vuelto ya a vivir aquí de manera definitiva.
– Muerto Guillermo, tu hermano, ya no tiene sentido para mí vivir en los Estados Unidos. Ya los hijos están grandes, cada uno tiene su vida hecha y para lo cual les hemos ayudado todo lo que hemos podido. –Me dice.
Y tú, hermano, que al mirar cada avión que surcaba los aires por el lugar donde vivías, suspendiendo todo lo que estabas haciendo en ese momento, para mirarlo con ilusión conmovida, le repetías siempre estas palabras:
– ¡Avioncito! ¡Avioncito! Te ruego que algún día me lleves de aquí a mi tierra, a la Fiesta del Apóstol en Santiago de Chuco. –Así le rogabas y se te humedecían los ojos.

4. Y
se ríen

Hermano: tú anhelaste volver a tu tierra natal antes de morir, y no pudiste. Todos sabemos que tu dolor más grande era ese, ¡morir lejos! Y pediste a toda tu familia que te enterraran en Santiago de Chuco, el pueblo donde nacimos.
Lo bueno es que ya estás aquí, en Lima. Y pronto te llevaremos y enterraremos al lado de papá en el cementerio de Santiago de Chuco.
Sé que te urge llegar allí. Pero ya hay el acuerdo de muchos que queremos ir contigo y acompañarte.
Pero mientras tanto ojalá, en otra dimensión, puedan hacerte llegar antes estas palabras, a las cuales recurro y a las cuales me aferro.
Para ir juntos conmigo, hoy 13 de febrero que es el día de tu cumpleaños, a nuestro Santiago de Chuco, porque tú bien sabes que yo he sido quien te ha cargado de niño por calles y caminos. ¿Te acuerdas? Y solo porque te engreías conmigo, de lo cual todos los hermanos se acuerdan hasta ahora y se ríen.

5. Tú
debes saber

Ahora que ya llegamos entremos entonces a nuestra casa de infancia, hoy que mamá está amasando porque es tu santo.
¿Sientes el olor al pan? ¿Quieres uno? Este que está caliente, recién salido del horno. ¡Ah, no puedes probar! Pero oler sí. ¡Ah! ¡Solo oler!
Pues bien, ya hemos visto todo. ¿Quieres entrar al terrado? Yo no. Acaso, ¿no te da miedo? A mí, sí.
Pero, si quieres subamos pues. Yo después de ti. ¿Yo primero? No. Tú ya no puedes morir, pero yo sí.
Mejor no entremos, más bien desde aquí, del mirador, miremos lo que a mí más me gusta: las flores que crecen porque sí, en lo alto de los muros. Míralas allí, sin que nadie las riegue. Y mira allá la Cordillera Blanca.
Y he aquí, a continuación, la nota de alguien que ha escrito acerca de ti, entre las muchas condolencias que nos han hecho llegar, esta nota de alguien que no firma, pero que tú debes saber quién es:

6. Pero,
no

No lo acepto de ninguna manera. No, ¡no puedo aceptar su partida! No lo acepto, Dios mío. Me prometió muchas cosas lindas, tantos proyectos juntos. ¿Por qué, Dios? Conversamos de tantas cosas hermosas, y me prometió venir a nuestro pueblo, a Santiago de Chuco, y bailar conmigo.
O, acaso esas últimas palabras que me dijo: ¡Cuídate mucho! ¡Quiero verte feliz! ¿Fueron de despedida? Siento mucho su partida, Señor. De Guillermo Sánchez Lihón, que debe estar en tu reino. Pero, no lo acepto. Deja en mi un enorme vacío.
Gracias por sus consejos, sus enseñanzas, su afán de dar educación hacía mi persona y hacia todos. Gracias por sus llamadas de atención. Cuando lo llamaba y conversaba conmigo me daba su apoyo moral para seguir siempre trabajando por mi pueblo, para la organización de la fiesta del Patrón Santiago.
Santiago de Chuco hoy llora su partida. Gracias, Guillermo, por tanto, tanto amor a sus raíces, a tu identidad y al pueblo que te vio nacer. Pero, no. ¡No acepto que te hayas ido! (Sin firma)

7. Donde
tú naciste

Pero, mira, ahora por ser tu santo lo que está preparando mamá. Es ¡lo que a ti tanto te gusta! ¿Adivinaste? ¡Cierto! Cuy, con papas revueltas y graneado de trigo.
¡De ese trigo verde amarillo que pelan las madres en las acequias cristalinas, como es el que a ti te gustaba!
Y para el lonche, juntos todos en la mesa de la cocina, estando que restalla el fogón de leña. Tomaremos ¡toronjil, con cachangas fritas, y queso! ¿Te parece?
Pero no llores hermano ni estés triste. No dejemos que el sentimiento nos embargue ni nos ahogue el pecho. Recorramos la casa, el patio, el corredor. El cuarto donde murió el tío Juan.
Y este dónde tú naciste y donde yo también nací. ¿Recuerdas que aquí, estando solos los hermanos pequeños, tú te enfermaste?
Porque papá y mamá se fueron de urgencia a Lima, a que operen a papá en el Hospital del Empleado. Y yo me quedé como el mayor de todos los hermanos. Era responsable de cuidarlos. Y tú tenías fiebre y vomitabas.

8. Echarla
a volar

Pero, ¿qué remedio darte? ¿Era fiebre la que tenías! Tus mejillas brillaban como tomates y estabas ardiendo.
Entonces sin saber qué hacer ni qué darte de tomar, ni cómo curarte, lo que hice fue traer carrizos, papel, goma, hilo, tijeras. Y poniendo todo al pie de tu cama te dije:
– ¡Te voy a hacer una cometa!
Te destapaste de las frazadas, bajaste al suelo, te sentaste a mi lado. Y sonreíste sin decir nada, tal como ahora acabas de hacerlo.
Y se te fue todo. Toda la tristeza de que nuestros padres no estuvieran con nosotros. Tanto que salimos, ya todos juntos a elevar la cometa.
¿Qué? ¿Era una pandorga? ¡Entonces sí te acuerdas! Lo echamos a volar en La Piedra Bruja, y en cuyos colores traslúcidos se posaba el sol de la tarde.
¡Te confieso que nunca olvido lo luminoso de esa hora! Yo recuerdo con ilusión esa cometa, que echarla a volar es lo que quiero hacer ahora, hermano:
– ¡Mira, Guillermo, volando en la hondonada de La Piedra Bruja, nuestra cometa!


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