27 DE FEBRERO
EL PASO DEL TIEMPO
¡AY! BREVE
Y EFÍMERO
FEBRERO
Danilo Sánchez Lihón
El tiempo
es la imagen de la eternidad
en movimiento.
Platón
1. Pero, no
Tanto regañó mi padre de febrero que yo de niño creía que si mi padre moría alguna vez sería en febrero por ensañarse tanto con él.
Y por alguna venganza y traición que este mes le urdiera, y por lo mucho que padecía en vivirlo.
Por eso, a mí me consolaba mucho de que pase rápido, mientras a él ese hecho lo atormentaba.
Para mí el problema en cambio era que mi padre no pudiera escapar de los dardos y flechas que este mes le arrojaría.
Incluso a mansalva, por los reproches, querellas y regaños que le hacía.
Mes, además, lleno de borrascas; gris y lluvioso en toda mi comarca.
Pero, no. Mi padre murió en un mes que tiene 31 días, lo cual en el fondo es una suerte de compensación a su enorme resentimiento por febrero.
2. Lágrimas en sus ojos
Era inmenso su enojo por este mes que solo tiene 28 días. Y, a lo sumo, 29.
Compensación, el morir en un mes más pleno, por lo mucho que sufrió por este otro mes efímero, pasajero e inconstante.
Mi padre murió en mayo que es un mes pródigo y munífico, del cual nunca se quejó. Y, al contrario, celebró.
Y lo amaba porque en ese mes nació mamá, y fue en ese mes que con ella se casara.
Y porque en él todo florece y es espléndido; y hay exaltación.
Como murió en el mismo pueblo donde nació, se crio y trabajó. Lar, paraje y aldea que no quiso abandonar jamás.
Con lo que quedó saldado y sin punición las continuas puyas y desavenencias que le imputó al mes de febrero.
Amarguras y pesadumbres muy sentidas, además. Y dichas hasta con lágrimas en sus ojos.
4. Este encono
De allí que yo evoque a mi padre en este mes, porque en el fondo incide en una sustancia que nos conforma y que casi siempre escapa a nuestro arbitrio, como es el tiempo.
Y de él, sobre todo, su carácter huidizo, fugitivo y perecedero. Y que pese a que estamos hechos de él lo sentimos tan ajeno a nuestro dominio y voluntad.
Y tan en contra nuestra, puesto que es el tiempo el que se cancela cuando mejor estamos.
Como ocurre cuando hemos compartido instantes con alguien, ¡y que nos parecen los más fugaces que hemos tenido!
O cuando se nos quita la oportunidad de seguir viviendo
¿Qué hacer entonces? ¿De qué manera superar este encono del tiempo con nosotros?
5. Tino y desatino
Y, ¿cómo hacer frente a su volatilidad y evanescencia, que es igual a hacer frente a la misma muerte?
¡Ese es el gran dilema! Aunque, he aquí lo que mi padre me respondiera un día que le pregunté de cómo afrontar la ley del tiempo:
– Lo que hay que hacer, en primer lugar, me dijo, es percibirlo y comprenderlo todo. Estar en la primera línea de fuego. Sentir la vida, y vivirla en serio. Ser testigos. Hacer manar la savia de todos los manantiales. Y, ¡llenarse de mundo! ––, continuó:
– Y cambiar constantemente. Más que esperar que los otros modifiquen su conducta, modificar uno mismo la propia. Creer en el cambio personal. Porque quienes cambian el mundo son aquellos que empezaron cambiando ellos mismos.
6. El simple fulgor
Y yo, en homenaje a mi padre, continúo e incremento la lista a fin de guerrear contra aquel esperpento:
– Abuenarnos, que es hacernos buenos. Hombres, de quienes emana bondad, encanto y paz. ¿Cómo?
– Mirando de manera más arrobada y extasiada una calle, una casa, ¡los campos sembrados!, como los matices de los colores posados en cada cosa.
– Cada día volver a verlo todo de manera original y luminosa, como si fuera reciente y nuevo. Llenarnos de asombro, por tener manos, ojos, pies, oídos.
– Complacidos por el brillo de cada presencia; y porque todo canta, y todo dice su voz armoniosa. Emocionarnos por el simple fulgor posado en cada cosa, o trasto.
6. Cada enser
– Y cada instante agradecer, bendecir lo que tenemos. El toque, o la llave en la puerta del ser querido que vuelve o que regresa a casa.
– Y vivir con pasión y coraje, porque donde se consumieron leños, al menos ¡brasas quedan! Y donde hay cenizas hay rescoldos para encender de nuevo una hoguera o fogata.
– Donde todo debe asombrarnos cada día, cada hora y cada minuto. Porque estamos donde todo es milagro, excepcional y sorprendente. Donde uno mismo es un portento, un hecho inusitado y un ser único que jamás volverá a presentarse en el universo.
– Saber que no hay muerte, que todo continúa en cada momento y en cada instante. Esta continuidad también es un hecho prodigioso que en cada momento podemos descubrir. Que es inusitado cada grumo, cada enser y cada detalle.
7. Hacia el más allá
– Que todo lo que emprendamos hay que terminarlo. Que lo peor es dejar algo a medio hacer y sin acabar. Por eso, rematar; poner el punto final.
– Saber que la medida del amor es amar sin medida. Y hacerse infinitos, indestructibles, inmunes. Y, sobre todo, aprender a disfrutar de nuestra propia compañía.
En verdad, febrero lo había curtido y enseñado mucho a mi padre, a partir de esa aprehensión que le tenía.
Y nos hizo ver que en el fondo de sus quejas había mucho de razón, de sabiduría y de verdad.
Nos enseñó que la eternidad habita en el fondo de cada instante, cuando estos se viven de manera auténtica y cabal.
Y que hay instantes que duran toda una vida, y que se proyectan hacia el más allá.
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