martes, 16 de noviembre de 2021

16 DE NOVIEMBRE: DÍA DEL AIRE PURO - FOLIOS DE LA UTOPÍA: SEMBRADO DE MANZANILLA Y ALCANFORES - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN



 

Construcción y forja de la utopía andina
 
NOVIEMBRE, MES DE LA GESTA
DE TUPAC AMARU; LOS DERECHOS
DEL NIÑO; VIDA Y PASIÓN DE
J.M. ARGUEDAS Y MANUEL SCORZA
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO


 
SANTIAGO DE CHUCO
CAPITAL DE LA POESÍA
Y LA CONCIENCIA SOCIAL

 
*****
 
16 DE NOVIEMBRE
 
DÍA
DEL AIRE
PURO



FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
 

 



SEMBRADO
DE MANZANILLA
Y ALCANFORES



Danilo Sánchez Lihón
 
 
Cachicadán, tierra de mis ensueños
Cachicadán, tierra de mi ilusión
yo desde aquí, de pie, le grito al tirano
la libertad nunca muere, viva la revolución.
Luis de la Puente Uceda
 
 
1. El añil
del cielo
 
Cierro los ojos y Cachicadán se ofrece límpido en algunas imágenes que sobrevivirán a todas las catástrofes que me ocurran y a todos los apocalipsis que podrán cernirse sobre mi frente y mis ojos; o que se sobrepondrán a algunos triunfos que en verdad no espero que se cumplan.
Sus abundantes panales de mieles que sobresalen en las huertas se deben a que es esta una tierra tan pródiga que todo el año lo cubre un manto de flores que brotan por todos los contornos y confines, y a doquier.
Panales por tiempo casi inhallables para sus propios moradores porque se ocultan entre las hortensias, geranios y jazmines.
Y derramaría toda su miel si no fuera porque zumban sobre ellos las colonias de abejas que van a entregar rumorosas la bendición de su trabajo devoto y la consagración de sus amores y juegos.
Que lo hacen entrando y saliendo presurosas de sus celdillas de oro para luego otra vez alejarse danzando por el azul del aire a cargarse otra vez del polen que encuentran entre la floresta, como a nutrirse del sol y de la altivez de las montañas.
 
2. Entonando
endechas
 
Esas alfombras de flores en Cachicadán se cubren también de mariposas de todos los colores que espejean en la arboleda, como lo hacen también las moras y fresas que abundan en sus huertos y jardines.
Donde lo único oscuro son esos moscardones atronadores que cargan detrás del negro azulado de sus cuerpos el fragmento amarillo de su miel, revoloteando en los aleros de las techumbres y entre las pencas y magueyes de los caminos.
Mientras el vapor tupido del agua caliente, que recorre al descubierto por sus canales de piedra y musgo, al elevarse cubre de un velo blanco de novia irreal y sugestiva el verde estallante y primoroso de esta tierra.
Que toda ella ya al atardecer se entrega al sol que se oculta por la lejanía pero que se acuesta aquí entre estos bosques y lo abrupto de la cordillera.
Y mientras nos quedamos aquí entonando endechas con una guitarra, ante el verde de los prados, sembríos y eucaliptos, como ante el bermejo de lomas y colinas bajo el añil del cielo cristalino.
 
2. De allí
su nombre
 
Desde muy niño yo, como todos los escolares de los diferentes centros educativos de la ciudad de Santiago de Chuco, contemplamos anhelantes hacia la hondonada de la cuenca del río Huaychaca que lleva a la otra banda a Cachicadán y Chuca.
Y juntos relucen ambos en la banda de enfrente, como dos joyas visibles engarzadas en el fulgor del alba. Perlas incrustadas en los cerros y laderas que suben o bajan de la hondonada y que se ofrecen como un idilio de casas entre el verdor de los campos, bosques y sembríos, uno al lado del otro, pueblos ambos igualmente queridos.
Hasta que un día, cuando apenas podemos caminar por un sendero empinado y pedregoso, se inicia la excursión en la cual ya estamos descendiendo por la cuesta de Sale-si-puedes que lo bajamos cogiéndonos de las plantas que hay regadas por sus laderas, descendiendo presurosos, corriendo y cortando camino sin hacer caso a los quengos por donde dan vuelta pacientemente los arrieros con sus caballos, mulas y pollinos. Sin olvidarnos que lo difícil será subirla de regreso, de allí su nombre: “Sale-si-puedes”.
 
4. Algún
remanso
 
¡Volver por nuestros pasos y subir por esta pendiente será la proeza! El agobio nos hará volver a cogernos a los arbustos para impulsarnos hacia arriba a fin de seguir avanzando. De los arrayanes, mastuerzos y achupallas; y hasta de los suganes espinosos porque la inercia del cuerpo nos jala hacia abajo. Y sufriremos de sed inclemente. Y de dolor en los pies, tobillos y rodillas por lo pedregoso del sendero.
Pero esta vez estamos bajando y lo hacemos felices y a la carrera. Pronto llegamos al río Huaychaca de aguas arremolinadas y tumbos espumosos sobre las moles de piedra. Siempre aparecen aquí, a la sombra de sus molles y sauces llorones y extraídas de nuestras alforjas: naranjas, limas olorosas y limones dulces.
Tras extasiarnos en la turbulencia de sus aguas, que se precipitan en chorros impetuosos, buscamos algún remanso para aliviarnos del sudor y la agitación de la bajada y allí hundimos primero los pies y luego nos sumergimos en sus aguas que recién y sólo aquí por lo frías y tersas, sabemos que descienden de las jalcas y de los cerros y colinas que se han cubierto de nieves.
 
5. Un guerrero
vigilante
 
Nos vestimos apurados a la sombra de sus huertos que abundan en nísperos, higos y, guayabas. Y luego de alistarnos, agitados por el apuro, avanzamos a la vera del río.
Aquí se ofrece a la contemplación de nuestros ojos y a la fascinación de nuestros oídos obsedidos, el retumbo de las aguas que corren abajo del soberbio puente de piedra que cruza de banda a banda el cauce de las aguas fantasmales.
Es un puente de piedra de dos arcos que se elevan airosos sobre el fragor de la corriente que brama humillada e impotente de no ser ella una privación o un atajo para el peregrino y caminante.
Siempre fue un orgullo para nosotros pensar, en las noches inclementes y ya recogidos bajo el techo protector de nuestras viviendas, que aquel puente fuera un combatiente atravesado sobre toda acechanza, peligro y hasta tendido piadosamente sobre lo eterno.
Un guerrero vigilante en el pavor de los abismos. Y a favor de los frágiles caminantes que a esas horas estarán expuestos a la tempestad, al frío y a las tinieblas.
 
6. El
puente
 
Y, sobre todo, enfrentando a las avalanchas que siniestras se precipitan por el cauce del río que lo cruzamos reverentes, mirando desde los bordes del puente apenas levantados con una hilera de piedras labradas y desde donde un leve golpe de brisa puede arrojarnos allá abajo.
Desde aquí miramos compungidos cómo las aguas se revuelven furiosas, cólera que es tratada con indulgencia, por alguien que las perdona y mira compasivo desde arriba. ¿Quién? ¡El puente, paternal y amigo con nosotros sobre sus cimientos de roca! ¡Hecho un Dios en este paraje!
Cruzando el río, empezamos la subida de la hondonada hacia Cachicadán con la ilusión de que a cada vuelta de curva o loma se ofrezca finalmente el pueblo adónde vamos.  Para nuestra ansiedad nunca aparece.
Hasta que cuando el cansancio nos doblega, de repente se avizora como en el éxtasis y estupor de quienes buscan la tierra prometida y la encuentran, la hilera de techos rojos y debajo las filas de las primeras casas enlucidas de paredes blancas. Es el barrio de El Rosario, más conocido como El Canto, elevado e íntimo en este nidal de ensueños.
 
7. En el fondo
del alma
 
Cachicadán es un pueblo encantado, bello y diáfano; de buena comida y de gente cordial mimetizada en el pasado y que es hermoso encontrarla ahora en este tiempo presente.
De famosos baños termales que han hecho milagros con la salud de la gente que se sumergen en sus aguas. Y orgulloso de los panes y bizcochos de chancay que saben a eucalipto y a yema de huevos.
Que es la imagen que yo guardo de las excursiones escolares cuando íbamos muy niños; como otra es: que para entrar en las casas o en las tiendas a comprar galletas, o empanadas, o cucuruchos de arroz, y la deliciosa agua gaseosa que allí se fabrica llamada Volcán, hay que cruzar las hondas acequias donde crecen higueras, ñorbos y rosales caminando sobre leves puentecillos con o sin barandas, dando siempre la ilusión de haber caminado por el cielo.
Donde siempre hay unos ojos negros a la vez de entrega y a la vez esquivos, que se esconden tras de alguna puerta, balcón o esquina. Donde sobrevivirá al estallido de todos los apocalipsis, como dije, el abrirse de las flores que abundan en sus jardines y huertos, que crecen entre las piedras, en las rendijas de sus adobes y renuevan sus capullos siempre en el fondo del alma.
 
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