CAPULÍ,
VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción
y forja de la utopía andina
NOVIEMBRE, MES DE LA GESTA
DE TUPAC AMARU; LOS DERECHOS
DEL NIÑO; VIDA Y EJEMPLO DE
J.M. ARGUEDAS Y MANUEL SCORZA
SEMANA
FORESTAL
NACIONAL
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
EL
ÁRBOL
DERRIBADO
Danilo
Sánchez Lihón
1.
Con flores
diversas
Ahora el árbol derribado
yace en el suelo estremecido. Su tronco, sus ramas y sus hojas han roto e
invadido varias cercas de pencas por lo alto que es o ha sido, y así permanece
a todo lo largo del campo.
Desde que lo oímos caer en
la hondonada hemos corrido para recoger los nidos de los pájaros aún vivos, y
para darles los últimos auxilios si estuvieran malheridos y maltrechos.
O hemos llegado hasta aquí
para auscultar mil sorpresas, como los diversos panales de abejas, o las
madrigueras de otros animales como larvas, orugas y comejenes que escogen los
follajes altos para en ellos hacer sus guaridas.
Hemos corrido, para ver mil
y otras rarezas que tienen los árboles: entre sus ramas desde donde nacen otras
plantas con flores diversas, unas nacientes, otras ya acabadas.
Y junto a ellas, variedad
de insectos de mil formas y colores y que nunca desde el suelo por donde
deambulamos nos cabria ni siquiera presentir ni imaginar.
2.
De viento
y
de fuego
También recorremos haciendo
equilibrio sobre el tronco ya tendido coleccionando los trompitos en donde los eucaliptos
esconden sus semillas.
Y para después, ya quitadas
las ramas, correr sobre su tallo infortunado, haciendo saltos, piruetas y
volantines.
¡Qué sensación la de tener
bajo nuestros pies lo que antes era etéreo e inasequible!
En estas ramas se enredaban
las neblinas altivas, los amaneceres soberbios, los crepúsculos desgarrados y
los trinos de aves insólitas, con quejas y lamentos esos sí inhallables.
Ahora saltamos sobre su
corteza y hacemos montura en una rama que aun estando pegada a su tronco produce
un balanceo que imaginamos es el galope de mil corceles.
Palafrenes briosos de
ilusión, de viento y de fuego, incursionamos asidos a sus crines en un sitio al
cual antes ni siquiera alcanzábamos a mirar desde el suelo ordinario y
miserable.
3.
Su último
suspiro
Yace ahora horizontal el árbol derrocado, al ras de nuestros pasos
y nuestros saltos, con las ramas derramando toda la fragancia que les queda.
Y que la exhalan como una
ofrenda para nosotros que no le obsequiamos nada, que reconocen que somos
inocentes salvo nuestros gritos, alegrías y arrebatos que son atolondrados.
O tal vez nuestras ofensas,
injusticias y maltratos sean como cuando enojamos a nuestros padres o madres
por alguna travesura.
Pero ahora jugamos con él y
en cierto modo, lo acariciamos, consolándolo así, de ese modo, de la inmensa
desgracia que le ha tocado vivir y le ha ocurrido en su pacífica y noble
existencia.
Pero sin condolernos y sin
expresarle nuestro pesar sino más bien acompañándole con lo único que somos y
tenemos: nuestra vida común, corriente y también pasajera.
Y, lo más importante,
admirando lo que tiene de maravilloso y que nos lo regala como si fuera su
último suspiro.
4.
Se avivan
las
llamas
Después de los días en que
su recio tronco es despedazado a hachazos y hecho leña, nosotros recorremos
paso a paso las huellas de la acequia que el grueso tronca ha dejado.
En la tierra el golpe de su
caída y los días que han pasado en volverlo leña, ha puesto blanquecinos los
tallos de las hierbas que recién se desperezan después de haber soportado el
peso de su inmensa desgracia.
Al lado están las mujeres
humildes y sus hijos que han pedido permiso para recoger la multitud de hojas
que ya están secas. Y aquellos trompitos llenos de semillas. También la
profusión de astillas que han hecho saltar los leñadores y que una parvada de
niños llenan en sus canastas amarillas.
Para luego ir a parar al
fogón donde se avivan las llamas compasivas con que se abriga las noches frías
en el hogar sencillo, para después hacerse ceniza y sucumbir en aquella
eternidad uniforme que hace cada uno de sus átomos y destinos.
5.
Este
cimiento
Toda nuestra presencia inocente y cantarina
será, digo, como haber venido a arrastrar el luto por un rey o un monarca
muerto.
Aunque correteamos alegres
y felices como en realidad ocurre en la vida tan grave y a la vez liviana y
ligera de la naturaleza.
Pero, ¡he aquí el tronco
del árbol que ha quedado afirmado a la tierra con sus raíces! Lo acariciamos
abrazándolo y queriéndolo consolar de su pena.
Más, ¡oh prodigio! Nuestras
manos descubren unos brotes tiernos del tamaño de las yemas de nuestros dedos
de un verde esmeralda encantado en su follaje tupido. ¡Son los nuevos árboles
que se erigirán mañana!
¡Qué conmovedor comprobar
cómo la vida surge cada vez tan enlazada sobre la base de lo antiguo, incluso
ya inexistente, salvo este cimiento!
Y ¡cómo en lo viejo se
esconde la maravilla de lo nuevo! Esta
matita al lado del tronco es un bosquecillo de verde follaje luminoso.
6.
Música
oculta
¡Es un rebrote tierno que
hará que de aquí salga un bosque de árboles gigantescos!
¡Hará que aquí nuevamente
la vida resurja en este sitio con sus trinos y nidos de pájaros!
Hará que aquí ya no uno
sino varios árboles se eleven otra vez inmensos.
y será así porque se apoyan
en estas raíces colosales que se esconden hacia abajo, hacia adentro y al fondo
de la tierra.
¡Es la vida hundida
interiormente, hecha de tradición, herencia y pasado la que pugna porque aflore
hacia afuera algo de su apariencia tan nueva y que tiene el timbre de lo
candoroso y reciente!
Aquella vida de adentro que
de repente es más vida que la de afuera, porque tiene su propia savia, su
propio esplendor y su propia música oculta que así nos la legan.
7.
¡La vida
nueva
Que se basa también en el
árbol de adentro que todos los hombres felizmente tenemos y que somos.
Porque hacia adentro, y en
el interior de nosotros mismos, adonde estemos y vayamos, llevamos un árbol
gigantesco.
Igual que los de afuera
poblado de sus aves y sus trinos, de abejorros y sus vuelos misteriosos, como
de sus aromas y fragancias inconcebibles.
En ese árbol de adentro
también se posan las aves y tejen sus nidos las abejas y mariposas.
De donde también modelamos
un arado, afinamos un arpa, tallamos un violín. O una cama o una mesa
desvelada.
De donde surge el fuego que
nos abriga los huesos y la luz que nos alumbra el camino.
Y, ¡oh prodigio! ¡Es en
todos los árboles cortados en esta mi comarca en donde brota y surge otra vez
la vida nueva!
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