ARMANDO EL ROSTRO POLÍTICO DEL PRESIDENTE
Escribe Ángel Gavidia Ruiz
El presidente era para mí un enigma. Había cosas evidentes como su temeridad y audacia al pretender dirigir los destinos de un país tan difícil como es el Perú, no estando preparado para tal hazaña. Tenía igualmente claro que su reticencia a declarar a los medios partía de sus limitaciones que incluían la falta de precisión en los rumbos que tomaría su gobierno. Sabía también que era cristiano no católico, que venía de un hogar campesino, que era profesor de escuela primaria, que la política lo había atraído desde lustros atrás y que había pasado a la popularidad encabezando un sindicato de profesores a los que había logrado movilizar masivamente. Y nada más.
Me hacía alguna ilusión su origen campesino. Quiero decir, los pies en la tierra, la vida comunal, en fin, el cariño y respeto filial a la naturaleza. Recordaba que nunca Huaraz lució más limpio y ordenado como cuando el Amauta Atusparia tomó su control en la célebre sublevación de 1885 precisamente contra el tributo indígena impuesto por Iglesias. Miraba su condición de sindicalista y pensaba en Lula y Evo, ambos fraguados en la lucha sindical, ambos exitosos gobernantes de sus pueblos. Pero Lula se apoyó en el Partido de los Trabajadores (PT) y en la calidad de sus cuadros, Evo en el Movimiento hacia el Socialismo (MAS) e igual que Lula en la formación de sus colaboradores más importantes como Arce, su ministro de economía con una maestría en la universidad británica de Warkwick ( 62 en el QS World University Ranking 2021) y con una larga e intensa práctica en el Banco Central de Reserva de su nación. En cuanto a Lula, quizá la ortodoxia en el manejo económico de su país lo deba a su Vicepresidente José Alencar, empresario de mucho éxito en el país carioca con una carrera en los negocios que comenzó, sorprendentemente, cuando apenas tenía 7 años.
Pero mi desconcierto llegó al tope cuando Pedro Castillo eligió al furibundo Puka como su primer ministro, es decir al antípoda de alguien que pueda desempeñar el premierato: talento negociador, lealtad, capacidad para asesorar al presidente en temas cruciales y vocación de escudo ante la andanada de ataques que han venido, vienen y vendrán. Nada de esto podía mostrar el simpático ingeniero de Chumbivilcas. Más bien exhibía algunos problemas de la vieja izquierda a la que se le hacía muy difícil deslindar con Sendero y un pensamiento político anclado en un marxismo del siglo XIX ideologizado hasta la caricatura.
Pero ahora la respuesta comienza a ser más clara. Pedro Castillo, el profesor invitado por Cerrón para intentar la presidencia de la república, ya en Palacio pasó de invitado a rehén. Se haría lo que “el partido” considerara lo correcto. Y “el partido” consideró a Guido Bellido Ugarte como el personaje adecuado para ser el segundo; en realidad, la voz cantante en la dirección de los destinos del Perú. Temerario Cerrón o “el partido”. Ignoro en qué recodo del camino o en qué circunstancia (puede ser cuando el país comenzaba a desbarrancarse) el profe se escapó de sus captores. frente a la gruñente población de congresistas de Perú Libre, no puedo evitar ver a Castillo, como un niño abandonado . Por segunda vez, disculpen la tristeza.
Trujillo, 14 de noviembre de 2021.