Danilo Sánchez Lihón
Si no me llamase César Vallejo,
también sufriría este mismo dolor.
César Vallejo
1. Himno
de fraternidad
Un
contenido de la majestuosa personalidad de César Vallejo es su
adhesión, compromiso y militancia con la condición de la humanidad
sufriente y en lucha fragorosa.
El
solidarizarse con lo más sensible que hay en la tierra como son los
maltratados ya sea por la fortuna o la injusticia sobre la cual se erige
el poder con frecuencia espurio, su fraternidad con los débiles,
marginados, indígenas e indigentes; su comunión con el gentío doliente
representado en el hombre masa.
La
vida y obra de César Vallejo es un coloquio con el ser íntimo en
proyección hacia el hombre comunidad, configurando pueblo, conformando
muchedumbre; asumiendo su responsabilidad como humanidad entrelazada, a
quien le toca hacerse cargo de un destino individual pero también
colectivo.
En
tal sentido exploró al máximo el sentido de lo humano y fue honesto en
su actitud de sostener como principio que mientras las condiciones no
cambien la moral es el dolor social, el dolor de género humano que él
convierte en himno de fraternidad. ¿Puede haber una actitud más
coherente, moral y trascendente para con lo humano y la vida en general?
2. Voluntad
férrea
Sin
embargo, el sufrimiento de César Vallejo se lo ha confundido como dolor
individual, cuando no es así; se lo ha hecho anécdota, acontecer y
circunstancia biográfica, cuando es principio y verdad ideológica; y no
su pensamiento ni su emotividad sino su propio y real dolor. Porque él
no se duele conceptualmente, él se duele de a verdad. Él sufre
legítimamente en representación del hombre. Y allí está su vida para
atestiguarlo: que del halago y el triunfo optara por la pobreza, el
sacrificio para culminar en el martirio.
Su
dolor por eso ha pasado a ser el de la especie humana. Él se duele por
todos; él se identifica y consustancia con la gente que sufre, con el
prójimo; y su aventura vital es hacerse un ser de totalidad, en donde
asume el dolor de todos y como argamasa de ese muro moral que él erige
en coherencia con la cultura de la cual proviene.
De
allí que destruye sistemáticamente en su vida todo viso de comodidad,
renunciando a todo aquello que podría darle una existencia placentera,
confortable y de bienestar. Y queda desasido y solo consigo mismo, tal
cual viven y sufren los demás para alentar finalmente la moral y el
evangelio del cual él es el portaestandarte.
3. Renuncia
a todo
En
tal intento no se deja atrapar por ningún señuelo, sean empleos,
cargos, ni siquiera felicidad conyugal. Es absoluto en no hacerse de
ningún bien, de rechazar cualquier prebenda y canonjía, o cualquier
situación que signifique ponerse por encima y sentirse salvado o
superior al hombre masa con él cual él se identifica. Y todo esto lo
hizo por convicción, con decisión, coraje y voluntad férrea.
Y
por ser así ha cundido una imagen deformada, peligrosa y sin lugar a
dudas malintencionada de César Vallejo al presentarlo como si él hubiera
sido un fracasado, un ser patético y deplorable, sumido en la
impotencia, huraño y antisocial. Este perfil se transluce en algunas
biografías, estatuas y en una sistemática campaña de grupos de poder
cultural posesionados de suplementos periodísticos y espacios culturales
en emisoras radiales y canales de televisión, en donde no hace mucho
circuló un texto titulado: “El Vallejo que no nos gusta”.
Propalando
conceptos e imágenes que no se ajustan a la verdad porque si bien él
hizo encarnación del dolor humano que ciertamente asume, esta acción no
lo hace por ineptitud, ni para autodestruirse o destruir a los demás.
César Vallejo tiene la sobrehumana capacidad de asumir con autenticidad
la condición humana de su prójimo, y ese es un don y una capacidad de
absoluta valentía. Él es un solidario instintivo y natural, y en esa
fórmula renuncia a todo, se deshereda y hasta se hace un marginal,
asumiendo el dolor humano como destino y concepción hasta que podamos
resolver y dar solución, hechos por los cuales él también luchó.
4. Él
asume
Sin
embargo, se ha querido imponer la imagen de un César Vallejo desasido,
vagabundo e indolente, como un poeta casi sin voluntad propia, débil e
inerte, habiendo hechos que desmienten totalmente y de manera categórica
aquella imagen La
efigie auténtica es otra y casi diametralmente opuesta a aquella
obviamente manipulada. Y esta es: la medida lo da su propia libertad.
Porque
era un ser libre hasta el punto de tener que afrontar por serlo grandes
sacrificios, como el no ser comprendido literariamente. Y en este
sentido más bien asume la pasión, la heroicidad y el júbilo creador que
solo personalidades arrojadas, fogosas y hasta avasalladoras son las que
han podido encarnar.
Y
a su vez la libertad que él mismo pudo obtener el 26 de febrero del año
1920, tras la imputación de tres cargos de gravísima significación,
cuales fueron: homicidio, incendio y asonada; razones que figuran en el
atestado judicial que él afrontó y que se esgrimieron para encarcelarlo
durante 112 días.
Y
cuya defensa en gran parte él mismo asume con la plena solidaridad de
sus amigos, la juventud de Trujillo y la adhesión de los estudiantes de
varias otras ciudades del país que organizaron movilizaciones
solicitando su excarcelación, porque lo querían, admiraban y le
dedicaban su respaldo como al de un ídolo.
5. El reproche
a Dios
El
dolor que él asume y encarna lo hace entonces por conjunción y no lo
sufre por escasez, impotencia ni incapacidad. Lo personifica por inmensa
solidaridad humana, condición del hombre que él finalmente representa.
César
Vallejo vive, como se sabe que vivió, renunciando a todo, por su
adhesión a los pobres, situación por la cual protesta y se subleva no
declarativamente sino en concreto, alentando a la vez una fuerza
redentora para superar el dolor en el mundo.
¿Cómo?
¿De qué manera? ¡De múltiples formas! Por ejemplo, viviendo la amistad
con intensidad, devoción y altura, compartiéndola con personas de
extraordinario valor, seres providenciales algunos, y otros seres
sencillos, comunes y corrientes, a quienes él trata con la debida
consideración, respeto y cariño.
Aunque,
cabe también reconocerlo, ha habido una época en que se hizo un cliché
de parte de quienes lo querían, de presentar a César Vallejo dolorido,
quejumbroso y hasta mísero; quizá por llevar el dolor humano tan al
fondo de su experiencia y pensamiento, y con ello la orfandad. Y con
ello el reproche a Dios por los embates que asolan la condición humana
sobre la faz de la tierra.
6. Sobrehumana
capacidad
Ahora
advertimos que aquella imagen en algunos casos se daba por confusión y
desconocimiento, porque se ha esclarecido cuán austero, disciplinado y
digno era en todo orden de cosas.
Pero
dicha deformación más se ha dado por conveniencias e intereses creados,
que es explicable por venir de dónde ha venido y sique viniendo, siendo
los motivos que lo sustentan los de clase social, y la inaceptabilidad
que tienen los grupos de poder cultural.
Aquellas
resistencias del tradicionalismo en nuestra cultura tan estratificada,
porque les es inaguantable para ellos que la preeminencia en la
literatura y el arte pasaran a la provincia, a la gente sin apellido; a
lo andino y a lo popular.
Porque
pensaban que el cetro de la poesía nunca debió dejar de estar entre
áulicos y los palaciegos de siempre, poniéndose entonces muy diligentes
en vulgarizar la imagen de un César Vallejo como un desadaptado social.
Pero
él sufrió no por incapacidad sino por sobrehumana capacidad para
hacerse solidario con los demás, que para él no son otros, sino hermanos
indiscutibles con quienes cabe toda nuestra identificación.
7. Evangelio
de la solidaridad
Y
murió padeciendo, y en el contexto de una guerra que ocurría a mil
doscientos sesenta kilómetros de distancia de donde él estaba situado,
como fue la Guerra Civil Española; residiendo él en París. ¿Qué
capacidad de solidaridad es esta? ¡Y la de morir en la contienda! ¡En el
centro de un suceso que aparentemente ni le llega ni le toca y, si se
quiere, ni le incumbe! Porque él no es español. Ni siquiera es su país
el que lo sufre. Y que pudo, como lo fue para muchos incluso españoles,
ser un problema lejano y distante.
Y
es que él exploró hasta el fondo el sentido de lo compasivo siguiendo
las raíces del dolor como un médico intentando extraerlas del cuerpo
humano. ¡Más al fondo de donde puede ser posible desencajar del
sufrimiento su veneno! Donde pueda verse y hasta si se quiere imaginarse
o presentirse lo que hay de dolor y esperanza.
Solo
era posible que esto se dé así en un hombre encarnando un mensaje, así
como fruto de una cultura que es la más vieja en solidaridad en el mundo
y que por sabiduría a la vez se hizo la más inocente, como es la
cultura andina. Con lo que todo
hace de él un fiel representante de nuestra identidad, porque no solo
es un hombre cabalmente solidario, sino que fue capaz de expresarlo con
suprema lucidez y belleza, y haciendo que sus actos fueran coherentes
con ello. Y por ser así Vallejo como ningún otro resume y sintetiza el
evangelio de la solidaridad humana universal sobre la faz de la tierra.
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