Danilo Sánchez Lihón
PRESENTACIÓN
Cuatro secciones conforman la
«Convención Internacional
sobre los Derechos de la niñez»,
adoptada por la Asamblea General
de la Naciones Unidas
el 20 de noviembre de 1989
y ratificada hasta la fecha
por más de 192 Estados
reconocidos por la ONU,
con la excepción de los EE.UU.
y Somalia, abarcando derechos de:
1) supervivencia,
2) crecimiento,
3) protección, y
4) participación.
Agregados a los cuales proponemos
ahora los Derechos a la Esperanza,
que a su vez se dividen en tres capítulos
ineludible tratándose de niños:
1. Derechos en Torno a la Fantasía e Imaginación.
2. Derechos en cuanto a Crear Mundos Nuevos.
3. Derechos en Torno a la Alegría.
CUERPO DE PRINCIPIOS
1.
El niño tiene
el derecho universal a la alegría,
a celebrar
la vida, y mirar cada una de sus
manifestaciones
con gozo, encanto y arrobamiento.
A caminar
libremente por las playas y colinas;
por valles y
desiertos; a sacarle el jugo y néctar
a los amaneceres.
A que saltemos junto a él. A correr
a su lado
A reír cuando él ríe revolcándonos
de risa.
A rodar frente a los crepúsculos. A
la danza libre
gloriosa en la adoración de todo lo
creado. A
saludar al sol, la luna y el arco iris.
A que
sus miradas de luz y transparentes
sean
respondidas con iguales miradas
quizá ya
sin luz, pero eso sí transparentes.
2.
Todo niño
tiene derecho a que su sonrisa
sea
respondida con otra sonrisa; si
es posible
de oreja a oreja, sobre todo por
los adultos.
Se impondrán penas severas
y multas
drásticas a toda persona mayor
que no responda
con la misma devoción, emoción
y cariño.
Al maestro se le suspenderá
con un día
de trabajo si incurriera en este
serio agravio. Y
si un individuo de edad madura
responde
malamente y con regaños a la
sonrisa
de un niño el caso se notificará
inmediatamente
al Fiscal de Turno en el distrito
privándosele de
libertad durante todo un santo
día
y si después volviera a incurrir
en lo mismo
se le prohibirá todo vínculo con
niños.
3.
Tienen
todo derecho a mirar la realidad
con ojos
fascinados, abiertos de asombro
y admiración.
Ante ello no podemos ser críticos,
ni descreídos ni
recelosos, sino asidos a su vuelo
por el ámbito
de la fantasía, subidos a la proa
de aquellas
naves, trocados en alas y viento;
convertidos
en todo lo que viaja y se eleva.
Siendo
bienvenidas estas tres gracias:
el trabajo
gozoso, la distinción de sentirse
hermosos
y la divina locura de amar y mil
veces más
adorar convencidos e indivisos
lo creado.
4.
Todos los niños tienen derecho
a subir
a lo más empinado de una torre
y echar a volar
las campanas. Y a contemplar
desde arriba
el milagro simple de la creación.
Que
se abran los lugares más altos
de los edificios
y desde allí se pueda avizorar
imaginar
y emprender el reto de hacer
un mundo mejor.
Que haya excursiones obligadas
a las cimas
de las montañas a fin de quedar
arrobados
ante el vasto panorama estelar.
Tienen
derecho a conocer un castillo,
un lago,
una catarata; mojarse en la lluvia,
moldear
la arcilla y navegar en el mar.
A albergar
un gorrión, un caballo y un río
en el corazón.
5.
Tienen
derecho a creer en su familia,
en sus hermanos,
en la caballerosidad de sus vecinos,
y pundonor
de sus autoridades y gobernantes,
porque
lo contrario significará dejar de creer
y eso no solo
es triste sino muy grave. Gravísimo.
Los mayores
tenemos el deber de luchar a brazo
partido
porque la realidad no los desmienta.
A pedir
que las personas de su alrededor
sonrían
como ellos lo hacen cada día.
Que triunfen
los seres con los cuales ellos
se identifican.
Pedir el cambio de un maestro
por no sonreír,
por vestir de opaco, por hablar
de catástrofes
desgracias y calamidades.
6.
Tienen
el derecho a que fuertemente
se les apoye
en su convicción de que tienen
los mejores
padres del mundo y verdaderamente
se
los reconozca así en una actuación
pública.
Que padre y madre sean coronados
reyes
rey él, reina ella, una vez siquiera.
Que
su casa es su casa y no alquilada
por la inmobiliaria
que quiere desalojarlos. Que nadie
diga
que su país es feo y de ladrones.
que se repita
diez veces mil que no hay nada
en el mundo
más bello, bueno y hermoso que
el lugar
donde él naciera y donde vive. Y
esto
por una razón muy simple, porque
es cierto,
porque no hay verdad más prístina
en el mundo.
7.
Los niños tienen derecho
a reconocer
que sus brazos antes fueron alas
y con ellos
volar por el mundo en su proeza
de ser
amplios y vastos; que sus manos
en el intento
de crear y elevarse puedan romper
esquemas
como trizar objetos y armatostes.
Que las manos
son para modelar y crear un mundo
nuevo
y los brazos para cobijar y proteger
lo que es débil.
Que manos y brazos son perfección
de las alas
guarecidas allí cuando es menester
abrirlas,
para dar concreción a los sueños.
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