Danilo Sánchez Lihón
"La educación es darle
al cuerpo y al alma
toda la belleza
y perfección posible".
Platón
1. Ausculta
el alma
El
teatro es arte genuino que hunde sus raíces, así como la poesía, la
pintura o la escultura, o cualquier otro arte, en el más hondo,
intrincado, misterioso y, a la vez, terso.
Ahonda
en las preguntas del ser y estar en el mundo, en la densidad y lucidez
de la vida; así como en el principio y fin del destino del hombre sobre
la faz de la tierra.
El
teatro no es entonces suplantación, ni representación, ni sustitución
de los actos de la vida. No reemplaza a la realidad, sino que crea algo
que tiene significado por sí mismo, y que contiene significación,
belleza y trascendencia.
No
es la vida artificial puesta en una plataforma, o en un escenario, o en
un proscenio. No es algo vano, ni engañoso ni ficticio.
Ausculta
raigalmente el alma del ser del hombre, porque la vida bien podemos
asumirla o mirarla directamente, si ese fuera el problema.
El
teatro hace a las personas más expresivas y auténticas porque es la
mejor búsqueda y posiblemente el mejor encuentro de la voz íntima, única
e intransferible con la conciencia de lo que somos, hemos sido y
podemos ser.
2. Algunas
disyuntivas
Sin
embargo, hay algunas dicotomías que se presentan y surgen de manera
natural, continua y permanentemente en el teatro infantil y en el
relacionado a la educación.
Una
de las más inmediatas y visibles es la siguiente: ¿Qué es lo que más
importa: el proceso o el producto? Si nos importa el producto
avasallaremos el proceso a fin de privilegiar el corolario y el éxito
reducido a un objeto, cuál es la obra puesta en escena.
Al
respecto, no es saludable ni conveniente que seamos selectivos,
exclusivos y hasta tirantes; de tal modo que todo lo sacrifiquemos ante
la visión de la calidad y excelencia del resultado final de la obra
teatral.
Quizá
esta noción esté bien para un director o un empresario empeñado en
obtener un impacto con la representación de una obra. Pero si actuamos
desde el ámbito de la educación, y somos educadores, otras son las
prioridades.
El
maestro indudablemente da más valor al proceso, a la integración que
logre alcanzar entre los participantes del grupo que actúa, que apoya y
se identifica con la actividad.
3. Dones
expresivos
Otra
disyuntiva en el teatro infantil es la oposición de la preponderancia,
rol o importancia que se da o bien a la persona o bien a la técnica,
condición y escenario en donde casi siempre se presenta este dilema.
Se
trata entonces de optar o elegir por la idea, por el esquema o por el
modelo, frente al ser real y concreto, que está con toda su vibración y
expectativa en el espacio mágico del teatro, y con el alma en vilo, por
ver cómo resuelve y supera una situación de vida, una relación con el
mundo y con los demás.
Porque
no se trata de aplicar una receta, un cartabón y una plantilla de lo
que es el teatro, sobreponiendo este interés al ser, al sentir y al
actuar libre y gozoso de cada niño en particular.
Implementemos
más bien formas propias y potencialidades inherentes, y hasta ocultas,
respecto a la expresión y al movimiento, respecto al descubrirnos en
nuestra identidad más expuesta y digna de que alcance a expresarse.
Será
el proceso creador y la participación que cada uno ponga de manifiesto
en la interpretación, el hallazgo o el encuentro entre los dones
expresivos de los niños, aquello que constituye nuestro verdadero éxito.
4. El diálogo
interior
Una
tercera disyuntiva del teatro para niños y jóvenes es la opción entre:
¿juego dramático o teatro? La disyuntiva se resuelve así:
En
la escuela y con los niños principalmente: juego dramático. Y después
teatro. Porque, teatro deviene generalmente en lo esquemático y
convencional; en lo formal y rígido.
Porque el teatro es un arte que tiene sus convenciones, en cambio el juego dramático es todavía más libre, abierto y espontáneo.
Porque
juego dramático es el conflicto y sin que lo sepamos ni hagamos
consciente: el meollo del teatro. Él es el centro, la parte anímica y
psíquica del teatro.
Más nos interesa partir entonces del juego dramático, después del cual llegaremos más fluida y confiadamente al teatro.
Indudablemente,
cuando el teatro se toma como un medio para educar es distinto a cuando
se lo asume como una vía para hacer actores.
El teatro es también para aprender a cuestionar. Es un espacio para el diálogo interior, en casa, en la escuela o en la calle.
5. Poner
a luz
Se
ha puesto, asimismo, en cuestión si corresponde a la edad, a la
situación y al estado emocional, y hasta a la salud del niño, que lo
sometamos a la prueba que él se trasmute en otro personaje, el mismo que
ha de representar en una obra o en una pieza teatral.
A
propósito de este dilema, surge la interrogante de si cabe alentar esa
transposición de su personalidad nata, para asumir otra que no le
corresponde, es decir el incitarlo con la representación a tratar de ser
otro ser u otro personaje a aquel que lo es.
Respecto
a este punto, hay una vieja discusión: de si en la actuación teatral
ocurre realmente una descarnalización y despojo del ser del actor para
asumir el de una persona ajena, con la cual no tiene nada que ver, es
decir que se convierte en otro ser completamente distinto. ¿U ocurre más
bien un reencuentro con su verdadero ser?
Esto
ha conllevado a meditar si, ante cualquier personaje que alguien
represente, ¡se sigue siendo la misma persona u otra distinta! Y la
respuesta es clara: seguimos siendo los mismos, pero experimentando una
faceta distinta, descubriendo en la actuación algo nuevo y original de
nuestra propia personalidad que es bueno develar y poner a luz. Y a
flor.
6. Realidades
originales
En
cualquiera de los casos, respecto a esta cuestión anterior, no causa
daño de ninguna especie vivenciar, en el juego y la dimensión del arte,
personalidades distintas.
El
niño desde muy tierno, y por propia iniciativa, experimenta y se
introduce en el ser de otros personajes, incluso del mundo físico e
inanimado, como también del biológico y cultural.
Prueba
a ser por ejemplo muchos animalitos a la vez, prueba a ser otros niños
con los que interactúa. No es problema para él conversar implementando
distintas voces, y estando solo.
De otro lado, conocer un personaje desde dentro y vivenciarlo es abrir la sensibilidad y la inteligencia del niño.
Y
mucho mejor si ellos son prototipos de caracteres humanos bastante
definidos y hasta extremos. O que viven y asumen situaciones
paradigmáticas muy especiales.
Todo
esto favorece tanto a quienes lo representan, como al equipo de apoyo;
como también a los niños que hacen de espectadores, permitiéndoles
entender realidades originales, novedosas y muchas veces iluminadoras.
7. El ser
de uno mismo
Y,
al contrario de lo que se teme, esta transposición es importante a fin
de que el niño y joven pueda movilizarse de una a otra situación, a fin
de que pueda ser dúctil, flexible y condescendiente, y tener una
comprensión más amplia y variada acerca de la realidad.
Además,
toda actuación se realiza de acuerdo al potencial de transposición del
niño hasta límites que son permisibles, sin riesgo a nada que sea
enajenante.
Estas
posibilidades del teatro, como de todo arte, lo incitan y motivan al
máximo, siempre que se den los elementos de estímulo, confianza y
entusiasmo, que allanen al niño a participar con total y plena
identificación.
En
realidad, el teatro nos permite mirarnos en un espejo, nos hace encarar
nuestro propio rostro en el cristal de la representación que es una
dimensión proyectada de nuestra identidad.
Y
nos atraviesa de alguna duda fecunda, y nos da ocasión de avizorar
algunas verdades fundamentales, de que aquello que se representa tiene
parte de lo que es el ser de uno mismo, y de los demás.