VOCES DE TIERRA ADENTRO
BALDES
DE
AGUA
Danilo Sánchez Lihón
1. Fuerte y animosa
– Ya, ¿vamos a traer el agua?
– Pero, yo no tengo balde. –Se queja llorosa y desolada la más pequeña de mis hermanas.
– ¿Y este que tienes en tu mano? Veo que tienes uno. –Le dice mamá.
– Pero, ¡todos tienen dos!
– Mira ahí, coge ese, ¿qué tiene?
– Tiene hueco.
– A ver, tráelo; de repente yo pueda curarlo.
¡Y pudo! Y ahora salimos la tropilla de hijos con la mamá adelante, con Elvia, la muchacha que nos ayuda, y quien es fuerte y animosa.
2. Pese a la oscuridad
Ella carga los baldes más pesados y lo hace siempre con entusiasmo y alegría que contagia.
Y así todos salimos a traer agua del grifo que queda a cuadra y media de la casa a llenando los barriles que tenemos en casa.
Y que cada vez que le echamos nuestro balde le decimos algo y acariciamos.
Le hablamos para saber si ya está siquiera por la mitad.
Y lo sabemos, pese a la oscuridad, de acuerdo al eco de nuestra voz, y de cómo ella resuena o retumba en el fondo y en sus flancos.
Barriles que están en la cocina subiendo el escalón, en el segundo piso de la casa.
3. Somos una tropilla
Felizmente, la calle ya no es oscura como antes. Ahora hay varios postes de luz.
A ver, calculemos, ¿cuántos somos? Por lo menos ocho chiquillos.
Pero, casi siempre, somos más.
Porque cuando nos escuchan salir con nuestros baldes mis primos, que viven en la casa de al lado, aprovechan también para llenar junto a nosotros el agua para sus casas.
Entonces lo que era un trabajo se torna en una fiesta. Salen con sus baldes y llenan también sus depósitos de agua.
Y así somos una tropilla alegre y bullanguera que se da ánimo mutuo y convierte lo rudo y lo áspero en grato y ligero.
4. Cuenco o vasija
Nos ayudamos mutuamente y sobre todo nos damos ánimo porque no deja de ser una tarea cansada y fatigosa.
Que tiene su lado fastidioso, como por ejemplo se mojan con el agua helada las bastas de los pantalones y hasta las medias.
Así como las mujercitas se mojan sus faldas. Y los más chiquitos se caen y lloran y hay que cargarlos.
Así tenemos que organizarnos como por ejemplo para subir con los baldes por los escalones sin tropezarnos ni caernos
En este trajín hay que descansar con los cubos luego de algún trecho.
Entonces nos sentamos a ver lo que ocurre dentro de cada odre, cuenco o vasija.
5. ¿Estás ahí?
Allí están reflejados los aleros de las casas, la luna y las sombras de la noche; y el cielo estrellado cuando el agua deja poco a poco de bambolearse.
Aquí estamos nosotros mismos asomados a ese espejo iridiscente e insondable.
Pero, es más, en la superficie del agua, cuando se agita en ondas fugaces y al reflejar la luna que boga en el cielo, resulta que algún hado juega al centro o al borde del recipiente.
– ¡Duende! –Le gritamos–. ¿Ya estás ahí? –Le preguntamos.
– ¿Sí? –Escuchamos que contesta una voz traviesa.
6. Por fin felices
– ¿A qué quieres jugar? ¿A números o a letras?
– ¡A letras!
– Ya. Está bien. Empieza a escribir
Y ahí va escribiendo en plata bruñida que se mueve y desaparecen fugaces las letras, que nosotros escudriñamos y vamos pronunciando con nuestras voces inocentes.
Y con los cuales nos ilusionamos en creer que ya ganamos la lotería, que es la suerte, que a nosotros nos tiene deparado el destino, de alguna fortuna imaginaria.
Son letras y números inscritos en boletos que nunca hemos comprado y que eran la puerta para ingresar a toda Tierra Prometida, y allí por fin ser felices.
7. Suerte y destino
Como también leemos sílabas con las cuales componemos nombres extraños de aquellas niñas que en algún lugar remoto o cercano nos esperan.
Hacia las cuales nunca llegaremos, pero el balde de agua sabe cuáles son sus señas y cuáles son las puertas para llegar hasta ellas.
Y la clave del nombre de alguna novia lejana.
Signos que con su sortilegio reducen el frío y la oscuridad de la noche insondable.
¡Suerte y destino el que cabía en esos recipientes humildes y extasiados!
Y a partir de nuestras voces candorosas, en la noche misteriosa, insondable y estremecida.
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