SER ESCRITOR PLURAL ENTRE SUEÑOS, UTOPÍAS Y REALIDADES:
LA LITERATURA ES REDENCIÓN
Por: Samuel Cavero Galimidi
Damas y Caballeros,
permitidme hoy hablar para que nazca una nueva conciencia; una nueva conciencia y voz a
través del lenguaje, la escritura, pero también en nuestras propias autoridades
sobre lo que es en esencia un escritor. ¡Y por qué debe querérsele,
respetársele y hacerle posesionario de una serie de beneficios sociales y
derechos!
Por eso, me gustaría hoy contarles algo de mi vida. Porque sé que
los escritores y poetas desarrollamos destrezas de
lenguaje, innovamos el lenguaje y soñamos construir una nueva sociedad más
justa e igualitaria. Julian Barnes, escritor inglés, nos dice: "En la literatura,
como en la vida real, no hay redención". Sí lo hay, Mister Barnes, desde
la literatura. Y desde la vida misma. ¡Y por eso contaré algo de mi vida!
No siempre suelo hacerlo, contar mi vida. Lo hago porque considero
que la literatura es redención, tiene un gran poder espiritual transformador y
sanador en nuestras sociedades y en especial en quien escribe. Sin embargo, en
mis novelas y cuentos no hay casi nada de mi vida, pero sí en mi poesía.
Escribo fundamentalmente sobre temas o motivos dolorosos, violentos, que han
causado conmoción social, que llaman la atención de manera preferencial. La única
vez que escribí una novela de mi vida fue en mi novela Gabriel no te Mueras.
Hubo muchos años de resistencia de la familia para que no la publicase. La
publiqué solo en Argentina, con editorial Libros en Red y nunca en el Perú. Con
el tiempo supe que había sido muy comentada en México y hasta era un libro
recomendado allá.
Me considero un escritor plural, que siente un inmenso placer
escribiendo. Soy un contador de historias nato que puede escribir a la vez
novelas, cuentos, ensayos, poemas, crónicas, historia, poesía, teatro, memorias,
la biografía autorizada de otros.
Mi hogar es mi propio laboratorio de la
imaginación desde donde he creado mi propio laberinto de Creta “para viajar al
fondo del alma”. ¡Y hoy debo decirles que la mayoría de mis obras no están
publicadas, aun cuando he publicado algo más de 30 libros! ¡Me preparé muchos
años para ello estudiando la carrera de literatura y lingüística en la muy
exigente Universidad Católica del Perú y tuve como maestros universitarios a
connotados lingüistas, historiadores, poetas, críticos literarios, además de
notables escritores todos ellos! En ese tiempo no disponíamos de la facilidad
que se tiene ahora para tomar fotografías y grabar videos. Eran en realidad
clases magistrales que se han perdido en anotaciones y cuadernos.
Cuando me preguntaban, en las universidades, pues estudié
Literatura y Lingüística, sociología, educación y usted a qué se dedicará: ¿A
la docencia? ¿Será lingüista? ¿Será historiador? Yo sonreía, muy seguro de mí,
y les decía a mis maestros, y compañeros, que había llegado a esa Universidad
porque ansiaba ser ESCRITOR. ¡Un escritor total, que escriba de todo! Un
escritor que pueda escribir en todos los géneros y pueda destacar. Todos ellos
sonreían con escepticismo, pues no todo ese alumnado tenía real vocación de
escritores, muchos buscaban ser docentes, adentrarse a los campos de la
pedagogía, de la bibliotecología, de la investigación literaria universitaria, de
la lingüística, la filología, la crítica literaria. Por ejemplo, fueron mis
compañeros de salón hoy personajes
conocidos como los escritores Iván Thays, José Donayre
Hoefken, el poeta César Ángeles Loayza, entre otros. Eran tiempos
en que Jaime Bayly también era alumno en la Universidad Católica, presentador
de programas en Lima y despertaba pasiones. De los demás no sé su vida, pero sí
recuerdo con inmensa nostalgia y gratitud aquellas magistrales charlas, esas
clases con olor a los eucaliptos y rosales provenientes de los jardines de la
universidad pontificia, donde aprendí con rigor académico de maestros de la
talla de Ricardo Gonzáles Vigil, José Luis Rivarola, Fernando Silva
Santisteban, Rocío Caravedo, Luis Jaime Cisneros, Enrique Carrión Ordoñez, Carlos Gatti, Rodolfo Cerrón-Palomino, entre
otros. ¡Hoy sabemos que son grandes eminencias!
Si me preguntan a qué generación
pertenezco, creo que a la de los 80, 90, 2000, 2010. No lo sé bien, comencé a
escribir en los 70 y a publicar seguidamente en los 80, esto pensando que las
generaciones pueden oscilar entre 10 y más bien15 años, según los críticos
literarios. Una generación se forma por un conjunto de escritores vinculados por una serie de ideologías y de estilos en
un período de tiempo determinado —generalmente, de unos quince años. Para que
una generación literaria sea reconocida como tal, deben cumplirse una serie de
premisas: Proximidad entre los años de nacimiento, por ejemplo: pienso que ha habido una suerte de
favoritismo para ubicar a los poetas peruanos dentro de determinadas generaciones
y celebrar su existencia antologándolos, pero también con ellos se ha ignorado con
la total indiferencia a muchos otros.
A mí nunca se me ha encasillado dentro de
ninguna generación literaria, por lo tanto, existo (gracias a los premios
literarios y reconocimientos recibidos) como una nube gris, de esas nubes
borrascosas que (la llamada crítica oficial no le para bola) pero cuando
escribe amenaza llover, ganar nuevos reconocimientos y creo, ¡no se rían!, pertenezco
imaginariamente a todas ellas. Espiritualmente pertenezco a todas esas
generaciones. Pienso que la historia y el tiempo se encargará de ubicarnos a
cada quien donde pertenecemos. Y mis escritos inéditos buscan justamente eso,
trascender en el tiempo. ¡y merecimientos y publicaciones trascendentes, las
tenemos! ¡Sino, pasaremos al olvido! Y mientras tanto sigo publicando sin
preocuparme un tanto de estas modas literarias, de las críticas literarias, de las
grandes Antologías, y de los llamados cánones literarios “oficiales” y libros
recomendados.
Queridas amigas y amigos, que más pedir, si
ustedes son mi segunda familia:
¿A veces me pregunto qué tipo de locos
sueltos en plaza somos? Me refiero, claro, a los escritores, poetas,
declamadores en esencia. Pues somos candorosos, apasionados, siempre estamos
allí donde se nos convoque, no cobramos nada por nuestro arte; los gobiernos,
autoridades y editores nos usan a su regalada gana, sin chistar nosotros y sin
que nos agradezcan.
Los escritores, poetas y
declamadores somos como las abejas obreras, trabajamos gratuita e
incansablemente por nuestros sueños, y por los sueños de los demás en el sector
educación, cultura, haciendo de cada libro, de cada evento, de nuestros
escritos, de nuestras memorables jornadas educativas una suerte de panal, desde
donde mana la miel del conocimiento, de la imaginación literaria, la orfebrería
del arte y la palabra tallada con nuestra lucidez y locura, así la fecunda
entrega del conocimiento.
Y es que los poetas somos
como el colibrí. Engarzamos las palabras, las embellecemos en versos y hacemos
filigrana de versos en nuestros poemas. Pero hay de aquellas poetas que se creen
dueñas de “ciertos versos” (tantas veces usado antes) cuando ya otros, muchos
años atrás los han usado. Hay de aquellas malas poetas que escriben versos como
este que dice “lecha fresca vaca blanda”, en su
poema Chiquián Espejito del Cielo”. Espejito del Cielo lo han llamado antes que
la poeta varios escritores huaracinos y de Chiquián, así que este título de por
sí ya es redundante. En honor al verso
de la poeta “lecha fresca vaca blanda”, si aceptásemos que la leche es blanda
entonces tendríamos que aceptar que el mar y nuestros lagos son blandos y que
Coca Cola es blanda y la vaca también lo es, como lo suscribe la poeta. Quién,
con ese pésimo versopodría pasar a la Eternidad.
Somos por eso como el colibrí, seres nobles, espirituales, amorosos, candorosos; antes que
odios y rencores somos portadores de fraternidad y amor, y no por eso debemos
pensar que somos los inventores de la pólvora en poesía. Somos como el colibrí que
en náhuatl se llama huitzilin,
literalmente: espina de turquesa o espina preciosa, fue una de las aves más
sagradas de los antiguos mexicanos. Pero también está muy presente en la
cosmovisión amerindia y en especial en el mundo andino peruano, en nuestro arte
y representación desde la música, la pintura, la literatura, en todas sus
expresiones.
De la misma manera que la energía cambia constantemente muchos
hemos cambiado década a década en proyectos, aspiraciones, sueños. Gastamos la
energía de los combustibles fósiles, como petróleo y carbón, pero me preocupa
su mal uso y contaminación. Pero también el Cambio Climático, los fundamentalismos
y fanatismos, las guerras, los incendios forestales, soy fundamentalmente un
hombre de paz, un socialista moderado amante de las libertades más elementales
del hombre y del respeto irrestricto a las grandes minorías sociales, a los
pueblos aborígenes, y en especial a la Mujer y al niño, que merecen toda
devoción, respeto y amor, en todo el mundo. Me preocupa la corrección del lenguaje y el
peligro de extinción de muchas lenguas amenazadas de desaparecer. Una gran
parte de mi poesía que no se conoce trata de descubrir las claves de cómo creó
César Vallejo su propia poesía y también les rinde tributo a algunas lenguas
muertas.
En ese sentido permítanme
distinguidas amigas y amigos hacerles algunas confidencias, de corazón, que
creo no las haré en otra parte, pues el tiempo apremia. Y hoy debo cerrar un
capítulo más de mi intensa vida, y se las cuento resumidamente de esta manera:
Es verdad que desde niño y joven fui muy temerario, he
podido morir electrocutado, en terremotos, en manos de Sendero o del MRTA,
dentro del río Mantaro, dentro de los mares, en los vuelos de los aviones, en
las obras de construcción, por las enfermedades que pude contaminarme. Cuando
llegué a los 20 años se me declaró un cáncer y yo solo deseaba llegar a los 30
años. Rogaba a Dios que me diese la oportunidad de llegar a los 30 años nada
más. Hoy que estoy a punto de doblar esa edad, humildemente debo decir que Dios
me ha bendecido, me ha acompañado siempre en mi azaroso camino. El crítico y
maestro universitario Ricardo Gonzáles Vigil ha dicho de mí que me he
reinventado, que soy como el Ave Fénix. ¡En efecto! Nadie pensaba de la
cantidad de veces que me iba a reinventar a veces para disfrutar de la vida,
otras para salvar mi vida para crecer como escritor redimiéndome desde los
abismos más oscuros. Y no deja de tener la razón el Dr. Ricardo Gonzáles Vigil
cuando se refiere a mí. Pude incluso haber desaparecido, no olvidemos yo era un
perseguido de los Servicios de Inteligencia, del que habló las revista peruanas
Caretas, Gente y Sí, que mucho hicieron por desaparecer gente. Estuve huyendo
de todos los flancos, con la Fuerza Aérea Peruana acusándome, por ser
ayacuchano y escritor de novelas sobre el senderismo, de ser un ideólogo
infiltrado de Sendero Luminoso. ¿Terrorista? ¡Nada más absurdo! El tiempo ha
dado la razón lo equivocados que ellos estaban.
Es verdad que también por más de dos décadas tuve que
luchar contra la ceguera de mis padres, hermanos y primos aviadores que veían
en mí un Aviador de la gloriosa Fuerza Aérea Peruana, un personaje social, de
clase, con buen sueldo y buenos clubes y hospitales, con todo tipo de
beneficios sociales, muy respetado por lo que significa ser Oficial de Aviación,
antes que un escritor con carestías, sin sueldo fijo, sin ningún beneficio
social ni ley que lo ampare. “Llegarás a ser pobre y morirte de hambre como
escritor”, llegaron a decirme muchas veces. Nada de eso me amilanó.
Yo mismo tuve que hacer de tripas corazón, ser a donde iba mil
oficios, tuve mucha suerte, a donde llegaba caía muy bien y se me pagaba muy
bien, así hice dinero y tuve que pagarme siempre mis estudios universitarios,
en varias universidades a la vez, así preparar esa dura tarea para reinventarme
una y otra vez como escritor, como es lo que yo quería.
Es verdad que tuve en los años 80 un fugaz
programa de televisión y uno de casi dos años de radio en Vamisa Unión FM. Y
aquello me granjeó la cercanía a vedettes, de la prensa chicha y gente de la
farándula. Es verdad también que quise alguna vez casarme, más por reivindicar
ciertos derechos en tiempo que se perseguía, maltrataba y hasta asesinaba a las
grandes minorías sexuales. Hice titulares de prensa durante muchos meses, hasta
fui entrevistado por canales de los Estados Unidos que enviaron a Lima sus
reporteros. Pero el hecho de ser manipulara mi imagen por la prensa, por vender
titulares, por enlodar imágenes, en especial por ganar rating la prensa de
Magaly TV y la prensa chicha hizo que me alejase por 5 años del Perú asqueado
de todo, de ese sórdido mundillo de prensa, y hasta de la política, pues como
sociólogo alguna vez quise dedicarme a la política. Terminó de asquearme la
demagogia, el engaño, la corrupción, la impunidad.
Es verdad que han pasado los años y hoy
dirijo y presido una Asociación Mundial que la hice crecer a pulso firme,
que tienen en la actualidad registrada a 7250 escritores, poetas, artistas,
educadores e ilustradores de todo el mundo. Es verdad que mi vida, mi
tranquilidad, ya no es la de antes.
Hasta mis padres se han olvidado de que yo era un escritor no aceptado por
la propia familia. Siento (con los años) como que todo se me ha aliviado,
limpiado, curado, gracias a la Divina obra de Dios. Yo mismo me preparo mis
comidas, mis dietas, mis medicinas naturales, como lo hacía mi padre médico
cirujano y naturista que anhela llegar a los 100 años y yo le sé sus secretos
en medicina naturista.
Hoy, amigas y amigos, es
la era de los saludos, la de las permanentes comunicaciones (gracias a los
traductores Google) hablando con escritores de muchas latitudes del mundo, en
idiomas incluso que antes no sabía que existían. Es verdad que, con mi
inquietud, con mi manera de ser, con mi gestoría cultural, he ayudo a hacer
conocer el Perú que no conocen en muchos países y lenguas del mundo.
Es verdad que me he sentido tentado de
llegar al sillón rojo, el del famoso periodista Beto Ortiz, que me entrevistó
dos veces años atrás y me dio cobertura en todo su programa de televisión por
una hora. Si lo hiciera, más que por ganar los 50, 000 soles sería por divertir
a la gente, por contarles algo de mi otra vida, que nunca fue fácil. Y no lo
hago ni creo que lo haré, pese a que se me ha ido tentando, porque más que la
ambición del dinero, me interesa ahora el respeto y la tranquilidad que se merecen
mis padres, mi familia, los escritores en general y la Asociación Mundial que
presido y dirijo.
Es verdad que después
de tenerlo todo en la Aviación, dinero y fama, me alejé de ella y salí siendo
Mil Oficios desde los abismos de la pobreza y dedicándome en especial a la
actividad inmobiliaria, más algunos premios literarios pecuniarios, hicieron
que compre poco a poco propiedades. ¿Qué hacer con todas ellas? Cuando mi familia
no las necesita, cuando las generé con mi propio esfuerzo. ¿Qué hacer con
ellas cuando la única hija que tuve falleció hace ya casi 10 años víctima de
una mortal cirrosis hepática, cuando estudiaba derecho y era una aplicada joven
universitaria?
¡Qué pena! Desgraciadamente los escritores nunca hemos sido
seres de preferencial atención por los políticos de turno, en especial por el
Estado, así por los gobiernos regionales y municipios, con pequeñas excepciones.
Y nos hemos convertido desde hace muchos años, tal lo decían mis padres con
temor, en una suerte de parias, de transgresores, de gente muy espiritual, de
muy buenos sentimientos, de grandes sueños y utopías, que no puede alimentarse
ni vivir decorosamente de sus escritos, que no reciben beneficios de atención
médica ni de jubilación por parte del Estado como escritor, tampoco tenemos más
allá de la Casa del Poeta y la Casa de la Literatura Peruana la Casa del
Escritor Peruano.
No tenemos una pensión de jubilación, ni asistencia
social si enfermamos y morimos. Así que si vivimos decentemente es por otros
oficios conexos, por el apoyo familiar, por una suerte de paradoja que también
nos hace ser maestros, pintores, artesanos, correctores literarios, gerentes de
nuestra propia empresa de libros.
Y entonces siempre me he preguntado cuándo cambiará, por
fin, la suerte del escritor peruano. Tal como está la política, tal como están
las cosas, creo que no cambiará. Y alguien de nosotros deberá sacrificarse para
que la suerte de los escritores cambie o por lo menos mejore
decorosamente. Y por eso hemos creado la
FUNDACIÓN PERUANA SAMUEL CAVERO, con 5 propiedades que por ahora las vengo
administrando siendo además su propietario. Pero es la idea mía, y en ese
camino de la tramitología legal vamos, para que, a futuro, cuando fallezca (a
manera de testamento) esas propiedades no pasen a mi familia, sino al
Ministerio de Cultura que deberá, por fin con algunas de esas propiedades crear
LA CASA DEL ESCRITOR PERUANO, con otra EL CLUB DEL ESCRITOR PERUANO. Así, las
otras propiedades permitan generar ingresos que ayuden a publicar mis obras
inéditas, que son en realidad muchas, calculo algo de 40 en todos los géneros, todas
están listas para publicar, pues desde que fui niño he jugado con la muerte, la
he intentado domeñar, burlar, engreír, y algunas veces he sentido que la muerte
me ha perseguido, ha estado muy cerca de mí, y todavía no me quiere llevar. Me he convertido en una suerte de escritor de
muchos géneros literarios. Si bien es cierto que tengo alrededor de 30 libros
publicados, por motivos de falta de tiempo o de espacio en casa, no las estamos
publicando las otras obras inéditas, que calculo que suman más de 40 títulos,
entre novelas, cuentos, ensayos, poesía teatro, memorias, biografía, historia, crónicas,
reportajes, entrevistas, en fin.
En ese sentido en
nombre de la literatura que tiene gran poder sanador y de redención, espero
dejar a la posteridad, como recuerdo de mi total identificación y gratitud con los
escritores, por aquellos seres que más quiero como mi familia, mis propiedades.
Y que, organizándose concursos literarios, fomentándose el apoyo cultural al
escritor vengan, por fin, nuevos tiempos para los poetas y escritores peruanos,
como ahora. Mi infinita gratitud, por ello, al distinguido crítico literario,
poeta y editor José Beltrán Peña y a la Sociedad Literaria Amantes del País por
este homenaje y la medalla que esta noche memorable se me otorga.
¡Muchas gracias!
Fuente:
Discurso del Dr. Samuel Cavero Galimidi en la Sociedad Literaria Amantes del País, al recibir el 29 de enero de 2020 el Premio PALABRA EN LIBERTAD.