martes, 31 de octubre de 2017

31 DE OCTUBRE: DÍA DE LA CANCIÓN CRIOLLA - FOLIOS DE LA UTOPÍA: UNA MULTITUD EXTASIADA EN LA PUERTA - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN


 

CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
 

CAPULÍ ES
PODER CHUCO


 
SANTIAGO DE CHUCO
CAPITAL DE LA POESÍA
Y LA CONCIENCIA SOCIAL


  *****
 
INCRUSTADA EN EL FONDO DEL ALMA


Así como nuestra comida, así también nuestra música es una mistura de ritmos, melodías, géneros; como también de pueblos, climas y sangres; en donde se da principalmente lo indígena, lo negro, lo blanco, amarillo y todos los colores del arco iris. Y en donde han aportado tanto esclavos y peones como señoritos y señorones.
Sin embargo, predomina lo popular, lo vinculado a la casa de cañas, esteras y adobes; como del camino polvoriento y apiñado de piedras. Tanto el aporte del negro trabajador de las haciendas como del mestizo del barrio de la urbe de calles trashumantes y de casonas añejas.
Donde han aportado y siguen aportando quienes se aferran a la memoria y los recuerdos y lo defienden porque más cunde el peso de las tradiciones, tanto como los grupos de amigos desvelados y que conspiran bajo candiles y lámparas contra el orden establecido.
Pero eso sí, aunque se escucha la voz de los dichosos y tocados por la fuerza de la fortuna casi siempre de un amor correspondido, domina la voz de los sufridos de siempre que tienen también en la música una manera de protesta, a veces camuflada como reproches a la mujer amada por sus desdenes, por sus traiciones, o por su olvido.
Música criolla instituida como su día hoy, 31 de octubre, por el presidente Manuel Prado el año 1944. Música y canción exaltada, pasional y jaranera, que recorre desde el solar del patio de tierra apisonada de una casa bajo el puente como el salón dorado del Palacio de Gobierno, principalmente la marinera, la polca y el vals de espacio cerrado, de paso corto, picadito y apretado donde se aviva el espíritu y se encienden los corazones.


DANILO SÁNCHEZ LIHÓN
 
*****
 
31 DE OCTUBRE
 
DÍA
DE LA CANCIÓN
CRIOLLA


  FOLIOS
DE LA
UTOPÍA


UNA MULTITUD
EXTASIADA
EN LA PUERTA


 Danilo Sánchez Lihón
 
 Se ven gentes admirando
de las mieses el color;
y es sublime y admirable
contemplar la creación.
Canción
 
1. Lo hermoso
de la vida
 
Hoy a partir de las siete de la noche han empezado a llegar a nuestra casa los integrantes de la Orquesta Magisterial de Cuerdas Ollantay, que dirige mi padre. Mirada desde el corredor hacia el patio la noche es clara y límpida, y cubierta de estrellas en el firmamento morado y tachonado de brillantes.
La puerta a la calle está abierta de par en par, y a un costado de la sala está armada la batería que es una tarola en su trípode, el bombo donde se sostiene atornillada una varilla con el platillo que atruena en la fuga y remate en las marineras. Y prendido al aro del bombo un timbal que suena con la baqueta como una campana sorda.
Entran los músicos con una mirada de puquial y el gozo que se refleja en sus caras, seguro porque pronto se llenarán de acordes, compases y melodías que dejan el alma extasiada haciéndola hincarse con la emoción por lo hermoso que produce la vida cuando se la convierte en música y canciones que llegan al alma.
 
2. Hasta
las estrellas
 
Después de saludar ingenuos y azorados se sientan abrazados a algo que han traído debajo de sus ponchos recién llovidos, como si trajesen aprisionada una golondrina, un picaflor, un canario.
Luego de saludar y atender algún comentario dejan al descubierto la mandolina o la guitarra, como si mostrasen la esencia de lo que son y de la emoción que traen.
Y al punto se dedican en un breve barullo a afinar sus instrumentos y a seguir uno y otro compás.
La primera pieza con que de veras la orquesta arranca a tocar es siempre un ritmo de pasodoble, para lo cual mi padre alza el brazo, lo detiene un instante en el aire.
Mientras mira a cada uno de los músicos y ve si todos están listos. Y baja enérgico y de perfil la mano como si fuera a cortar con su filo un bejuco haciendo surgir las notas que se proyectan y nos elevan hasta las estrellas:
 
3. Lágrimas
de amor
 
Las mismas estrellas que titilan afuera y se miran desde el corredor del patio son las que ahora surgen y se desgranan desde la boca de los instrumentos con un compás que hace vibrar la tierra y las entrañas:
Llena el rocío matinal
de lindas perlas el jardín
brillando están en el rosal,
en los claveles y el jazmín.
Al oírlo desde adentro de la casa nos apuramos en ayudar a mamá a dejar bien arreglada la cocina, pues ya hemos invitado a mi abuela y a mis tías a escuchar el ensayo de la orquesta desde la habitación contigua a la sala, mientras continuamos excitados con el pasodoble que sigue:
Millares hay en cada flor
y en todas ellas tiritando están
son gotas de agua tan cristalinas
como si fueran lágrimas de amor.
Es la polca peruana del bajopontino Melitón Carrasco Limas, también autor de la polca “Pedacito de ilusión”.
 
4. Nos colma
 la alegría
 
Detrás de la puerta interior de la sala ya están sentadas en las sillas de paja y envueltas en sus pañolones las mamás y las tías mayores junto a la abuela Sofía.
Los chiquillos hemos tomado posesión del escalón que sube al segundo piso en donde nos abrigamos con nuestros ponchos y los rebozos de las mujercitas, ilusionados viendo cómo la sala de la casa se va llenando de gente. Mientras la música resuena:
Como brillan las gotas del rocío,
como llega hasta mi alma su fervor;
esas gotas son como lágrimas de amor,
que nos llegan hasta el corazón.
En la cocina ya está hirviendo el agua y se ha preparado café. Para nosotros la rica y olorosa yerbaluisa, o toronjil o panisara. Y en paneras que están en la mesa hay “tajadas”, bizcochos, roscas grandes y pequeñas, y pasteles.
Sentimos que nos colma la alegría por la dicha de estar juntos y la felicidad de la música que se desprende o emerge del alma.
 
5. Las voces
de los cantantes
 
Así, mientras el ensayo avanza la gente que pasa por la calle se va quedando detenida frente a la puerta, como si perder lo que se escucha fuera arrancarse un pedazo de vida.
Al principio miran y oyen de pie en la vereda, sean adultos emponchados o niños encogidos por el frío debajo de sus leves atuendos. Pero poco a poco se van arrimando al umbral.
Y luego, disimuladamente dan un paso hacia el interior de la sala y otro paso más hacia adentro.  Y luego, empujón tras leve empujón van ganando un espacio en el amplio ruedo para quedar acurrucada ya bajo la bóveda. Y ya hay una multitud colmando la sala.
Los de adelante se sientan en el suelo. Los de atrás se apretujan, enderezándose hacia lo alto. Y en silencio y con los rostros arrobados encuentran así en los arpegios que desprenden mandolinas, guitarras y violines, y las voces de los cantantes, el camino de sus propios destinos:
 
6. Cielo
serrano
 
La orquesta, ya afiatada, como si todos se hubieran puesto de acuerdo con la mente y con el espíritu, mirándose entre sí, como si hubiera un acuerdo unánime que data de hace miles de años, arrancan tocando una y otra canción.
Repentinamente la melancolía y el dolor han tomado por asalto los corazones, cuando interpretan de Luis Abanto Morales el vals:
Cielo serrano cómo te añoro
cómo recuerdo tu limpio tul
me siento lejos, lejos muy lejos
y extraño triste tu claro azul.
Cielo serrano, testigo humano
de mis ensueños, de mi niñez
volver quisiera a contemplarte
sereno, humilde, sin altivez.
Allí está esa masa compacta e inmóvil, extasiada y estupefacta de miradas perdidas que vagan por el cielo raso de vigas retorcidas, pero en verdad deambulando por el fondo infinito de sus propias emociones.
 
7. Bandera
siempre
 
Y la canción que continúa, que ya cae o ya se eleva, que se hunde o se erige por sobre los ponchos que rodean la sala, arrebujados unos con otros, vuelve a hacer su estrago en el racimo compacto e indiviso de quienes escuchan con el rostro transido:
Tú que eres bello, tú que eres bueno
porque no sabes de distinción
como consientes bajo tus plantas
que la injusticia siembre el dolor.
Tú que cobijas bajo tu manto
al pobre humilde y al gran señor
por qué es que dejas indiferente
que el vil explote al trabajador.
Estas son las horas hondas que han insuflado de sus sones, fragancia y trascendencia las paredes de esa sala, los cimientos de estos muros, y el fondo de esta casa, y los corazones de quienes aquí estuvieron presentes como si hubieran participado de una batalla decisiva bajo una bandera siempre inhiesta.

 
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