viernes, 12 de junio de 2009

15 DE JUNIO: "DÍA DE LA CANCIÓN ANDINA" - LA ALEGRÍA DE NATURA QUE CANTA

Margot Palomino y Nieves Alvarado
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ALEGRÍA DE NATURA QUE CANTA

Por: Danilo Sánchez Lihón

1. Almas extasiadas

Un viejo profesor en la Universidad de San Marcos nos decía que la mejor manera de hacer patria era componiendo un huayno, una muliza, un takirari.

Durante muchos años he creído en eso cuando he visto cómo nos dejamos avasallar culturalmente con modelos y modos de ser foráneos.

Pero ahora creo que hay que ir más al fondo y decir que hoy la mejor manera de hacer patria es componiendo canciones sencillas acerca de las cosas verdaderas.

Y, sobre todo, haciendo que ellas se canten y se recreen en patios, corredores y aulas.
No nos dejemos hechizar únicamente por el arte que consideramos el "mayor", el “culto” en todo ámbito de cosas, haciéndole el honor únicamente a la “música culta”, a la música sinfónica.

No solamente hemos de conmovernos por la música de prestigio, sino tener la sensibilidad prístina, fresca, humana de atender lo básico y lo cotidiano, lo que está cada mañana en cada escuela o centro educativo, lo que está en el patio soleado o nublado, eso no importa si hay una canción de por medio en nuestras almas extasiadas.

Tengo el orgullo de ser peruano
y soy feliz
de haber nacido en esta hermosa
Tierra del Sol.


2. Vuelvan a resonar

Nuestro país sinceramente empezará a triunfar cuando empiece a cantar sus propias canciones, a ser feliz con lo que tiene y posee, con la música que creen sus artistas identificados con su tierra, con su agua y su cielo, cuando llene su pecho de una letra y de una tonada que son su propia queja, alivio y deleite. Que es su propio pulso, aliento y sangre en el alma.

Si no es así perderemos todos los partidos de fútbol, de voleibol, de tenis o de lo que sea; perderemos todas las gestiones en los organismos internacionales, nos ganarán en todos los foros, cotejos y todas las pugnas en el ámbito de la economía, como en los de la ciencia y tecnología, o en los campos de batalla, si es que no entonamos nuestras propias tonadas.

En nuestra época que requiere tanta reafirmación, tanta confianza en sí mismos, tanta seguridad en la identidad y en el ancestro que nos sustenta, qué fundamental es que nuestros artistas e intelectuales dediquen su esfuerzo, su talento y su obra a atender aquello que el país necesita.

Necesitamos por ejemplo que en los patios y corredores de las escuelas, en sus escaleras y salones vuelvan a resonar las canciones que recreen nuestra historia, nuestro paisaje y nuestra naturaleza.

Por los trigales voy caminando
vamos regando futuro pan.
Los trigales, los trigales.


3. En sintonía con los anhelos

Somos poseedores en el mundo andino de una rica tradición cultural, hecho que nos dispone a contar con un buen repertorio de canciones escolares propias, pero también es cierto que sobre nuestros países se ejerce una fuerte presión de dominación occidental.

Fuimos la capital del virreinato más poderoso del continente en los siglos XVII y XVIII y desde aquí prácticamente se gobernó toda la América del Sur, hecho que sentó una fuerte presencia occidental en nuestra capital, en nuestras principales ciudades y en general en todo el ámbito territorial.

Pero, en fin, de esta mezcla, de esta fusión y mestizaje es que debe surgir algo nuevo y auténtico. A nosotros toca hacer la síntesis, la simbiosis y el crisol.

De allí que a nosotros es a quien menos cabe alentar ideas puristas o dogmáticas, porque nuestra misión histórica es hacer síntesis, integración, reunir todas las voces y todas las sangres.

Pero es tan importante que los creadores compongan sus obras en respuesta y sintonía con los anhelos, aspiraciones y necesidades del país, como también es importantísimo que se lo difunda y se lo cante. Y se tenga el conocimiento y actitud para hacer conocer, propagar y proyectar estas obras.

Aguacerito cordillerano
porque te cruzas en mi camino
si tú te cruzas en mi camino
juntos haremos nuestro destino.


4. Son hasta amigos

Y al pensar en ello los primeros a quienes nos dirigimos es a los maestros, diciéndoles: es necesario cultivar que se cante en las escuelas. Y que aquellas canciones que enseñen sean aquellas inspiradas por entre nosotros.

Lo que cantan nuestros niños debe ser lo más legítimo, lo más prístino y auténtico. Porque es lo que estará en la base de su personalidad.

Los niños del Perú deben cantar las canciones de sus poetas, músicos, artistas y maestros han compuesto.

Porque sólo aquellas letras, melodías y compases ideados por la gente que ha vivido, sufrido y gozado en este suelo y con esta historia es capaz de hablarnos al corazón y abrirnos la mente.

No nos sentimos acaso humillados cuando en todo cumpleaños de una persona, desde la más tierna hasta ya adulta o ya muy anciana cantamos el “Happy Birthday to you”.

Y, hasta en el fondo de la humillación, repudiamos un idioma que no deberíamos recusar sino respetar puesto que es lengua de hombres y de pueblos que son hasta amigos nuestros.

Somos nosotros los culpables de esta impostura.

Bandera sin mancha
que flotas altiva
allá en las regiones
del aire y del sol.

5. El sol de junio

Porque el que canta adora, reza, agradece, tiene fe. El que canta es fiel con la vida y la creación.

El que canta abraza, acaricia al hermano, a la flor, a la casa y al pueblo donde nació.

El que canta vuelve donde se crió y también regresa al pueblo donde ahora vive.

El que canta besa.

El que canta le está diciendo al mundo que es grato estar aquí, que es dichoso todo, y que así sea que cunda la adversidad nos sobreponemos a la pena y celebramos con dicha la vida.

Por el hecho de cantar la penuria misma deja de ser totalmente sombra para ser algo que de algún modo nos engrandece.

Evoco esto en relación a la canción andina: el patio de malvas de mi escuela en donde cantábamos a pulmón henchido.

Evoco el borde de los tejados, alumbrados por el sol de junio, teniendo al lado a nuestros maestros, abrigando altas esperanzas y sueños.

Evoco el patio en donde entonábamos a gritos canciones que se nos han quedado grabadas en el alma.

He allí la importancia de cultivar el arte del canto en las escuelas.

Ensalcemos la memoria
de los héroes de la historia
de los héroes que a la patria
dieron gloria y libertad.


6. Es convicción

¡Con las canciones hasta la muerte nos parece que ha de ser un tránsito lleno de valor!

Porque creo que mientras la sombra se acerque y ella ocurra inevitablemente, del fondo de nuestro ser surgirán las notas de una o varias de aquellas canciones que entonamos en nuestra infancia en las mañanas diáfanas.

Y qué bueno sería que nos encontráramos en ese momento supremo modulando una canción de nuestro lar nativo, para lo cual más valiera que la tuviéramos presente.

Porque las canciones no son simple forma, melodía, ritmo o tonada. Como tampoco se limitan a ocupar o quedarse en un momento y espacio limitados.

Ellas son ritos, imágenes, modelos y sobre todo cometas y arco iris que se elevan hacia lo alto, fecundan y trascienden para engrandecer nuestras vidas, tanto individuales como colectivas.

Son eso y mucho más: muy especialmente cuando se bulle y comparte con un grupo humano en la edad de la ilusión, que es cuando se vive y actúa con el rostro y el alma abiertos a la inmensidad.

Porque la canción es afirmación de vida, es convicción o confesión de brega, es luchar contra el duro peñasco de lo amargo y adverso, pero sobre todo: esperanza. ¡Por eso se canta!

Ya resuenan los clarines
los tambores y el cañón
yo defiendo mi bandera
combatiendo en los campos de honor.


7. Un bálsamo

En el canto se desafía a ver quién es más fuerte, si la roca cruel y arisca, el tiempo indiferente, el vendaval que destruye, o si es más fuerte y contundente la verdad que alberga en nuestros corazones y que surge cuando se canta, la voz afinada y tensa que vibra y defiende entonando temblorosa cantos de amor y esperanza.

Porque aquella visión auroral, diáfana y encantada del mundo que el niño contempla y vive a través de las canciones ¿no piensas que será necesaria para fortalecer su espíritu en la vida?

Allí es donde se aprende a comulgar, a conmoverse frente a la naturaleza, a extasiarse ante una flor.

O ante un arrebol o ante una mariposa, hechos que el mundo moderno ha descartado para quedarse únicamente con lo cognitivo e impersonal.

Porque el modelo de sociedad que prevalece y también de educación recelan del sentimiento y desestiman la ternura, la inocencia y el candor.

Volver siquiera a recordar las canciones ya es un bálsamo, un grato aroma, una fiesta de belleza, color y del don de vivir.

¡Mucho más indudablemente es entonarlas!

Ya asoma la primavera
mil de flores se ven ya
una rosa cortejada
con un joven tulipán.

8. Las canciones quechuas

Es cantando cómo logramos una educación de la alegría y la solidaridad.

Es cantando cómo nos sentimos “uno“. Y, a la vez, nos sentimos “todos”.

Es con las canciones que comulgamos con la tierra que sostiene nuestros pasos, con el mundo que nos rodea y con el cielo que nos protege, ampara y cobija, ya sea día soleado, ya sea en la tarde apenumbrada o en la noche tachonada de estrellas.

Ya sea en la claridad de los cielos despejados, ya sea en los horizontes translúcidos y bajo cielos revueltos por los nubarrones que anuncian horas de tempestades.

Sean las canciones en noches que velan nuestros sueños o ya sean en los amaneceres estupefactos.

José María Arguedas respecto a todo esto, cuando explica cuál fue la raíz de su vocación de escritor y dónde fue que recogió los elementos más primigenios de su adhesión al mundo indígena, y con ello la fuerza para trazar muy alta y lejana su realización en el mundo, explica lo siguiente:

“Creo que influyó mucho la belleza de la letra de las canciones quechuas que aprendía durante la niñez, debía tener 6 o 7 años cuando ya cantaba en huaynos algunos versos”.

Desde mi pampa querida
salté a la cordillera
linda mujer andina,
porque en su voz divina
canta la primavera.


9. El alero del patio

Sobre esto mismo Juan Amós Comenius, el educador checo por su origen pero universal por su influjo, y quien tanto ha contribuido al desenvolvimiento en la formación del hombre en general, recomendaba la educación del oído y de la vista, diciendo:

“No hay nada en la inteligencia –decía– que antes no haya pasado por los sentidos y la emoción”.

Y nada hay más sensorial y emotivo, nada más personal y vital, en razón de sentirse individuo y al mismo tiempo parte del ser social, que cuando entonamos canciones.

Y mucho más si se las expresa enfervorizados, a campo y pecho abiertos, en la edad de la niñez temprana que transcurre cuando uno es niño y mejor –creo yo– si se las vincula a las aulas y a los patios escolares.

Porque, ¿quién que las haya modulado en esos espacios no recuerda con profunda emoción, en la evocación de la infancia, el alero del patio escolar y echa de menos al compañero de al lado como un hermano y camarada de destino?

Un canto de amistad
de buena vecindad
unidos nos tendrá eternamente
por nuestra libertad,
por nuestra lealtad
debemos de vivir gloriosamente.


10. Ya de pie

En el patio de mi escuela todas las mañanas el profesor desde el corredor iba dando la nota de las canciones y nosotros lo seguíamos con nuestras voces colmadas. Todo el plantel cantaba en el patio, canciones llenas de lirismo, quimera y exaltación.

Y al pasar a los salones lo hacíamos en fila y cantando; subiendo a los corredores por unas gradas empinadas las cuales conocíamos mucho más que nuestras propias manos, pues sabíamos de cada una de sus grietas y rendijas y de las salientes y rugosidades de sus piedras.

Y las subíamos prolongando el canto iniciado en el patio, melodía que la seguíamos cantando a todo pulmón, por los corredores entrando así, con bocanadas de viento musical en los labios y en el pecho a los salones.

Ya de pie, frente a nuestras carpetas, seguíamos cantando.

Cual mariposas
de alas doradas
cual tiernas aves
que son criadas
en un nidal.


11. Trazábamos nuestro destino

Los profesores entonces se quedaban en el patio para oír por qué ventanal salían las cadencias más nítidas. ¡Qué Año o qué sección cantaba con más alma y mejor!

¡Quién era el coro de voces más esperanzadas!

¡Por qué puertas salían mejor nuestros sones conmovidos e ilusos!

Y el salón y los niños que mejor lo hacían eran porque tenían posiblemente el alma más firme, plena y encoruscada!

En mi escuela, en su patio rodeado de geranios, rosas y claveles, festoneado por el borde de los tejados que recortan el azul del cielo, donde bogan las nubes blancas.

Entonando canciones cada uno de nosotros trazábamos nuestro destino lleno de coraje, arrojo y de valor.

Durante todo el año no pasó un solo día en que dejáramos de cantar, a la primera hora de formación.

Y más que cualquiera otra enseñanza yo siento que ha quedado en mi alma el abrigo y la inspiración de las canciones que entoné junto a mis compañeros en el patio de mi escuela humilde.

Hogar de mis recuerdos
a ti volver anhelo
no hay sitio bajo el cielo
más dulce que el hogar.


12. Esencial amar

Porque es allí, en esa circunstancia de entonar una canción que el niño grita con profunda convicción su anhelo de luchar con entereza por lo bueno.

Es allí que promete, sin que él lo sepa, trazar su propio destino con grandeza y forjar un destino mejor para todos.

Porque es allí que entresaca su heroísmo para adherirse a la causa del bien común con total sacrificio.

Señalamos pues algo simple en la educación, muy al alcance de los maestros: las canciones escolares vinculadas al mundo de la escuela.

De la escuela, de la cual casi siempre nos olvidamos.

La escuela pequeñita, mansa y hasta destartalada, pero que exorcizaron para siempre las canciones elevándola por el aire.

En donde desde entonces se criba todo, incluso en donde se decide lo trascendente de nuestras vidas, que ocurre cuando allí se canta.

De eso estoy seguro. Y en esto de algún modo está la clave para que los niños de hoy sean grandes mañana.

A su sombra las ovejas
se congregan en tropel
en sus ramas las abejas
cuelgan panales de miel.


13. Educación en valores

A través de las canciones no solo se enseñan valores cotidianos, sino que se inculcan en los niños emoción de heroísmo, hecho que puede parecer incluso riesgoso mirado desde la perspectiva de la educación contemporánea tan proteccionista, alentadora de facilismos y comodidades.

Pero en la educación es esencial infundir el amor en todos los órdenes y hasta el sacrificio, consagrando la vida a cumplir con lo que son los deberes e ideales.

Con las canciones es que el idealismo se queda para siempre vivo y contenido en el fondo del alma.

Ellas nos impulsan a ser héroes, a la vergüenza de morir por el servicio a los demás, lo cual es la herencia más valiosa que un hombre puede pretender albergar sobre la faz de la tierra.

¿Tenían conciencia de lo que hacían nuestros maestros y padres?, porque a ellos corresponde la grandeza de habérnoslo inculcado.

En las canciones está viva la posibilidad de que volvamos a hacer la educación en valores, en este tiempo en que la sociedad pareciera un barco que naufraga en la deriva.

Abrid ancho paso
las palmas batir,
que va el Centro Viejo
marchando a la lid.


14. Amor a todo lo creado

Educación en valores, que mucho necesita la sociedad actual, a cuyo respecto una solución simple de cómo incentivarlos es haciendo cantar a nuestra población, mucho mejor con letras que los inculquen, incentiven y orienten.

Al recordar las canciones de mi infancia y ver cómo aludían a la primavera, al sol brillando en las espigas, a las flores, a los arroyos cristalinos he pensado si no estará allí la clave para fortalecer un alma luminosa y solar en los niños que fueron y hoy luchan a brazo partido sin doblegarse y alentando los más altos valores humanos.

Porque son esas canciones que nos ligan a la naturaleza, resaltando de ella su hermosura y esplendor, animando al trabajo, a la solidaridad, al amor a todo lo creado.

Porque aparentemente con el ropaje de lo sencillo e ingenuo se trasmite en el fondo una recia sabiduría de la vida.

Dos amantes palomitas
penan, suspiran y lloran
y en viejos árboles moran
a solas con su dolor.


15. Cara al sol

Hay en ellas una elección de belleza, de los dones prodigiosos de la vida, de la dicha que es vivir entre hermanos, padres y seres vivientes, como son los animales y las plantas y cómo es la naturaleza en general.

En las canciones es que podemos encontrar explicación a qué es aquello que sustenta nuestro espíritu, qué lo hace fuerte ante las adversidades, tierno incluso en los momentos abruptos y en los trances amargos.

Y sería bueno reavivar las canciones de los fogones de las casas nativas, aparentemente apagados pero que encierran una chispa viva en el fondo de nuestros espíritus.

Porque, es en la canción de la infancia en donde está la base de todo el sustento emocional y espiritual posterior de las personas.

Ellas son el cimiento de nuestra identidad, mucho más si las hemos cantado cara al sol, con el pecho rebosante de entusiasmo, entrecerrada la mirada como lo tienen quienes van a dar el salto que los remonte a grandes alturas y distancias.

¡Oh sol! ¡Oh sol!
Oh nuestro padre el sol
tu luz, tu luz
tu luz nos cubre ya.
* * *

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