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Por: Miriam Gamarra Pajuelo
Hace un tiempo visité Arequipa con cinco amigas para participar de una jornada de Psicología. Tres de ellas viajaron por avión, y como no hallamos pasaje, mi amiga Jessica y yo, lo hicimos "a la aventura". Fuimos a Atocongo y gracias al taxista que nos llevó hasta el puente, no tuvimos problemas para abordar el ómnibus. "No falta gente buena", pensé. A las 4 de la mañana los pasajeros despertamos con sobresalto por un estruendo, reventó una llanta en pleno desierto, felizmente fue cambiada en tiempo record por la pericia de los conductores.
Luego de 15 horas de viaje llegamos a Arequipa bajo una llovizna persistente, ya cuando el ocaso pintaba de naranja el horizonte. Nos alojamos en Sabandía, en casa de nuestra amiga Mechita, donde pasamos la noche. Pronto llegó un bello amanecer arequipeño, "La ciudad del eterno cielo azul", así también se le conoce a la tierra del sillar y del rocoto relleno... desde la ventana vi reverberar los primeros rayos de luz, las flores del jardincito de la casa brillaban lozanos, y el Chachani mostraba todo su esplendor.
Luego de 15 horas de viaje llegamos a Arequipa bajo una llovizna persistente, ya cuando el ocaso pintaba de naranja el horizonte. Nos alojamos en Sabandía, en casa de nuestra amiga Mechita, donde pasamos la noche. Pronto llegó un bello amanecer arequipeño, "La ciudad del eterno cielo azul", así también se le conoce a la tierra del sillar y del rocoto relleno... desde la ventana vi reverberar los primeros rayos de luz, las flores del jardincito de la casa brillaban lozanos, y el Chachani mostraba todo su esplendor.
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Chachani - 6075 m.s.n.m.
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Sentí un gozo indescriptible por tan fascinante paisaje; entonces cerré los ojos para respirar profundamente y grabar en mi memoria lo que mis ojos admiraban, mientras venía a mi memoria la canción "BLANCA CIUDAD":
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¡Oh! linda Arequipa, la novia dorada
que bella y esbelta, vestida de blanco,
te veo al pasar;
con tu prometido, el Misti dormido,
que eminente y mudo, te estrecha en sus brazos
cual su majestad.
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Todos los poetas, en horas floridas;
han tejido notas, para regalarte la marcha nupcial
y tú pretenciosa, guardas tus azares;
para regalarles a los forasteros que están por llegar
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[Coro]
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Adiós Ciudad Blanca
novia hecha a pincel
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Adiós señor Misti
que seas feliz en tu luna de miel
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Ese día quería ver el Misti, pero desde la plaza no pude, porque el cielo estaba nublado. Frente a la casa de Mechita existe una loma con dos cruces en la cima, que nos invitan a reflexionar. A la mañana siguiente me levanté con los primeros gallos cantores y fui a visitar la tumba de la "Momia Juanita", y aunque Mechita me pidió no subir hasta la cumbre, no me importó, pues me acordé de mis años de la infancia en Chiquián, cuando subía hasta Huancar; y caminé lo más que pude.... al levantar la mirada por el cansancio, frente a mí estaba el Misti, imponente, majestuoso, con sus faldas grises salpicadas de blancura que parecían decirme: "aquí estoy, mírame chiquianita, contémplame en toda mi grandeza, como cuando observas el Huayhuash y te quedas callada". El desgaste de energía durante el ascenso, se esfumó de tanto disfrutar del paisaje.
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Misti - 5825 m.s.n.m.
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De repente mi corazón se encabritó, hasta me daban ganas de gritar de alegría. Fue maravilloso admirar este titán contrastando con el verde intenso del valle que pincelaba a sus pies, y sólo atiné a seguir contemplando en silencio su belleza e inmensidad. Luego de unos minutos de éxtasis, extendí la vista y pude admirar el Pichu Pichu y la cadena de blancas montañas, fue cuando emocionada elevé la vista para dar gracias a Dios por darnos a los peruanos una naturaleza sin par, que alimenta el espíritu diariamente.
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Pichu Pichu - 5664 m.s.n.m.
No sé cuánto rato me quedé en el lugar, no sé qué tiempo estuve en perfecta armonía con la creación divina. Sólo sé que en estos instantes mágicos recordé a las personas amadas, intentando trasmitirles mi sentir, bajé los párpados para grabarlo todo en mi memoria, luego emprendí el retorno... creo que un trocito de mi ser se quedó allí. Gracias cielo arequipeño por permitirme admirar los volcanes tutelares de la Ciudad Blanca.
No sé cuánto rato me quedé en el lugar, no sé qué tiempo estuve en perfecta armonía con la creación divina. Sólo sé que en estos instantes mágicos recordé a las personas amadas, intentando trasmitirles mi sentir, bajé los párpados para grabarlo todo en mi memoria, luego emprendí el retorno... creo que un trocito de mi ser se quedó allí. Gracias cielo arequipeño por permitirme admirar los volcanes tutelares de la Ciudad Blanca.
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Nunca he estado al pie del Yerupajá, tampoco en el cimiento del Jirishanca, solamente los he contemplado a la distancia, desde nuestro querido Chiquián, pero imagino que debe ser impactante para el ser humano, mirar desde sus raíces los imponentes picachos que besan el cielo.
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Huayhuash
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Yerupajá
Jirishanca