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Santa, 16 de marzo de 2009
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Estimado Jorge, amigo,
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Dirás que he sido un ingrato, que te visito un día aquí en tu propia casa y al otro me olvido (me distancio), que vengo a verte sólo cuando hay alguna noticia de por medio o para “rebotar” declaraciones de otros, que te llamo únicamente para coordinar miserables –y mediáticas- entrevistas o cuando se acerca un aniversario más de la trágica desaparición de los de Santa. Dirás que soy una mierda, Jorge, un mal amigo (lo acepto), quien sabe tengas razón. Pensarás que el tiempo me ha hecho finalmente esclavo del sistema y de esta podrida sociedad que tanto tiempo hemos combatido y bien sabemos no funciona, no sirve, porque es irremediablemente injusta.
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¿Sabes?, desde la semana pasada en que vinimos a verte no he podido dormir tranquilo. Aunque tal vez no lo creas, posteaba en mi blog por las mañanas y recordaba esta carta pendiente de ser escrita; salía a la calle (me atosigaba el calor) y en la cabeza (de libro) me daban vuelta las ideas. Dormía, despertaba, me iba al Taller de Teatro y en el camino me prometía a mí mismo escribirla lo antes posible. Recién hoy en este parque César Vallejo, en este espacio santeño, he podido dar rienda a suelta a éstas líneas. Y te escribo, Jorge, porque se me hace absolutamente imprescindible…
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Sé que estos días –que hoy específicamente- estarás en Trujillo, que deberás someterte a nuevos análisis y evaluaciones médicas minuciosas, a pesar del riesgo que en tu caso significa movilizarte, viajar. Sé que andas no muy bien de ánimos debido al estado de semi postración en que te encuentras; también sé que en su momento no pudiste terminar el tratamiento médico que seguías por falta de dinero. Y todavía retumban en mis oídos tus palabras de la otra tarde:
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“Siento un decaimiento orgánico total. Malestar; ya no puedo desempeñarme... Lamento no poder continuar en esta brega que ustedes y los organismos de derechos humanos tienen en defensa de la vida del prójimo, de tanta gente; pero es que es así, ya no doy para más. Mi salud está quebrantada, no puedo continuar. Ya varias veces no he podido ir (a las movilizaciones) tampoco, a pesar que he sido invitado y les hecho mención a los familiares. Las únicas instituciones que nos tendieron la mano solidaria (a los de Santa) en momentos difíciles fueron los organismos de derechos humanos, empezando por la Comisión de Justicia Social y el padre Lino Dolan, en ese entonces. Se van a cumplir 17 años de esa matanza injusta…".
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Si te escribo, Jorge, no es para lamentar que no haya justicia en el Perú (bien sabemos que no existe). Tampoco para que te pongas mal porque ya casi no sales de casa o te asalten fuertes dolores de estómago y el temor de salir, que algo pueda pasarte en cualquier trayecto. Si te escribo no es para que lamentes alimentarte sólo de chuño, puré y cosas sencillas todo este tiempo; mucho menos para que te pongas a pensar que antes pesabas 59 kilos y ahora sólo alcanzas los 45. Sabemos que la situación es dura, amigo, que no sólo son los males que acabo de mencionar los que te acosan, -que hay otros- pero debemos siempre mirar más allá, pasar por encima, sobreponerse –como antes lo has hecho- a las circunstancias más difíciles.
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Escucharte decir que has arado en el desierto tantos años, me puso mal en determinado momento, durante nuestro último diálogo. El jueves pasado fue tu cumpleaños 81 y no pude venir para estar contigo, presente. A la distancia, -desde Chimbote- Jorge, deseaba que todo fuese como el año anterior: que llegara la familia, tus amigos del arte, los folkloristas, los luchadores sociales, y todos se echaran a tocar guitarra y compartir un almuerzo, una cena y también cantar, un brindis, rememorar todo el tiempo vivido...
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Desde estas líneas te digo ahora (en realidad te decimos) que queremos verte de nuevo en las calles, viejo, reclamando –como siempre lo has hecho- la justicia que tanta falta nos hace. Queremos verte bien de nuevo y escucharte hablar en las movilizaciones, en los plantones, con la fuerza con que todo el tiempo te dirigiste a la gente. El otro día mencionaste que el destino te había ido cortando la velocidad, las ansias, el deseo de recuperar la vida de tus hijos:
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“El destino se ha propuesto arrinconarme del reclamo que tanta falta hace. ¿Es que ya no tengo derecho a seguir viviendo?... Yo tengo una formación cristiana y creo en Dios, quien es el único que determina la vida. Siempre he remarcado en cualquier tribuna que nadie tiene derecho a quitar la vida sino Dios. Sin embargo, estamos rodeados de caínes y asesinos. Vemos recortes periodísticos donde los congresistas planean indultar a gente que ha matado a inocentes. ¿Esperanza de justicia en el Perú?, no podemos engañarnos...”.
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“A mis hijos les he pedido llorando que vengan del extranjero, de Europa, donde se encuentran. Sé que es muy difícil, los pasajes cuestan caro y además con esta situación laboral complicada, es poco probable que puedan venir. Me estoy despidiendo anticipadamente, sí. Con mi hijita, anteayer hemos llorado por teléfono haciéndole ver mi situación. Tengo desesperación, como todo padre, al despedirme. Ella está con la idea (…) Yo, con este malestar, prefiero la muerte…
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Ojalá mis hijos, mis nietos, sepan tomar la bandera del poco trabajo que hemos hecho en el aspecto social. Ojalá…”.Quien sabe dirás, Jorge, cuando leas estas líneas, que las cosas son –a pesar del enorme esfuerzo que has hecho, que se hace- como siempre han sido: periódicos, televisión, radio, internet: los asesinos declarando sin asco. Sosa Saavedra ante los medios: “no torturamos a los de Santa, sólo les hicimos cavar su sepultura y uno de ellos nos pidió que lo matáramos…”. Yo sé que no crees en los ofrecimientos de justicia de parte del gobierno, porque ellos (los gobernantes de turno) tienen las manos manchadas de sangre.
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“Espero que la condena a Fujimori sea dura. Y no sólo es Barrios Altos y Cantuta. Son más casos: los de Santa, Pedro Yauri, la familia Ventocilla… En Cajamarca, Chiclayo, Jaén, hay gente que no está incluida en el juicio a Fujimori... Gianpietri, el vicepresidente de la República- es quien ordenó bombardear el pabellón azul de El Frontón. El mismo García. Ellos no quieren que se esclarezca nada, han matado a mucha gente en masa y por eso el pueblo reclama, está ansioso de la verdad. Ojalá que a Fujimori le caiga una sentencia justa, eso queremos. Como creyente en la justicia divina, ojalá Dios me permita unos días más para levantar nuestra voz: Dónde están los desaparecidos de Santa, dónde…”.
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A esta altura del día, las sombras se empiezan a apoderar de este parque y las hojas de los árboles caen de a pocos con el viento. Las calles de esta zona, de todo Javier Heraud, fueron bautizadas desde su fundación por sus mismos pobladores con los nombres de insignes intelectuales y luchadores sociales: Vallejo, Mariátegui, el mismo Heraud, De la Puente Uceda... Caminar por este barrio aún sin asfaltar invita a rememorar las viejas luchas populares que encabezaste, Jorge, por los derechos de la gente, por un pedazo de suelo, un jornal digno, un espacio decente en la tierra.
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“Cuando llegué de Laredo, yo ya sabía –siempre supe- lo que es la pobreza. Llegué de 11 años en 1942, pero ya trabajaba en los cañaverales desde los 9 años. En 1959 organizamos la primera huelga de hambre en Santa y nos enfrentamos a un alcalde que tenía 11 años en el municipio. Lo pasamos por encima. Tuvo que ceder. Nuestros derechos se impusieron. Han sido tantos años, tantas luchas, tantas cosas... Pero así es a veces. A veces, los pobres como yo se mueren de necesidad. Y hay que ser muy ignorante para no reconocer la virtud de Dios en todo esto…”.
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Tu voz nos llega a los oídos de rato en rato como arrancada del suelo, como salida de las ramas de los árboles que tú mismo sembraste. Se acaba el papel donde escribo esta carta y ¿sabes, viejo amigo?, podría contarte aquí muchas cosas, podría escribir y escribir hasta el día siguiente sin detenerme en este parque, quedarme a dormir en Santa quien sabe, pero ya es hora de que vuelva a Chimbote para seguir con mi absurda rutina y mis nostalgias. Es tarde; acabo de decidir que mejor no te entrego estas líneas (sabrás disculpar), que mejor las publico en La Industria como vivo testimonio de una vida entregada a la lucha, como vivo testimonio de amistad. Que te mejores, Jorge, que te pongas bien. Levanta de nuevo ese ánimo y a ver si estos días me doy un tiempo y regreso, pues, a esta tierra tan soleada, antigua y olvidada. Saludos a la gente que ahora atiende en “El proletario”, a los de casa. A tu regreso de Trujillo, entonces, te caigo, amigo, sin falta, te caigo…
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Fuente:
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Carta enviada desde Chimbote por nuestro amigo Víctor Hugo Alvitez Moncada "Pisadiablo"
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