Melancolía,
saca tu dulce pico ya.
César Vallejo
1. Celebrando
el reencuentro
El año 1975 yo cursaba estudios en Madrid y en un arrebato por una semana de vacaciones, en el mes de mayo decidí volar a París en donde tenía buenos y entrañables amigos con quienes habíamos compartido las aulas en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y habíamos hecho apasionada bohemia en los bares y calles de Lima.
En el aeropuerto de Orly me esperaban algunos de ellos, quienes me confesaron que no se veían entre ellos mismos hacía tiempo pese a estar viviendo todos juntos en la Ciudad Luz, y que esta era una ocasión para compartir. Entre otros allí estaban Raúl Bueno, Elqui Burgos, José Carlos Rodríguez.
Cuando salimos del terminal aéreo era ya muy entrado el atardecer y llovía copiosamente en París. Al cruzar cada esquina mi fascinación era ver y oír tamborilear las gotas de lluvia en los techos a dos aguas, en las canaletas que recogen los chorros que se precipitaban en las tuberías que en París evitan que el agua se empoce, y sentirla caer en la ropa y mojar nuestros cabellos como una vieja conocida.
Deambulamos por calles y parques. Los amigos todo querían mostrármelo: las plazas, los edificios emblemáticos, los lugares históricos, el sitio donde ocurrió tal o cual cosa, dónde se ubican los museos, las casas de los escritores y artistas famosos. Ya era muy entrada la noche cuando llegamos a un restaurante atestado de gente elegantemente vestida, y a fin de tomar un vino celebrando nuestro reencuentro.
2. Un tanto
azorado
Entretenidos por la conversación no nos habíamos dado cuenta de algo que sí advirtió José Carlos Rodríguez, cuál es que en la animación musical que había en el establecimiento se estaban interpretando, entre las canciones del repertorio internacional, algunas de América Latina, como tangos y rancheras. José Carlos tuvo una intuición, y dijo:
– Voy a ver. De repente el que toca y canta es de alguno de nuestros países.
No le hicimos mayor caso, pero al rato vino con el cantante a presentárnoslo.
– Amigos: aquí quiero que conozcan a Fréderic. Me dice que es peruano y alemán.
– Bueno. –Se disculpa el muchacho–. Soy mitad peruano y mitad alemán. Mi padre era, o es, del Perú. En realidad, no lo conocí; y no sé si está vivo. –Se disculpa.
Es un joven de unos veinte a veinticinco años, no muy alto, más bien grueso, simpático de rostro; atento y un tanto azorado. Quien toca el piano y canta en este café restaurante, y quien al parecer sabe muy bien hablar bien el idioma castellano.
– Pero dónde naciste. –Le interroga Elqui.
3. Y se ríe,
emocionado
– En Alemania. en un pueblo llamado Rothemburg, cerca de los Alpes.
Nos cuenta que hasta allí llegó su padre peruano, no sabe cómo. Se enamoraron con su madre, que era de ese lugar. Nos refiere que él se apellida Vásquez. Le decimos que es un apellido común en el Perú. Nos cuenta que sueña algún día conocer nuestro país. Que es lo que le prometió a su madre que ya murió. Que ella seguía amando a su padre, siéndole fiel y esperando que algún día él vuelva.
– Nosotros todos somos peruanos. –Le decimos.
Se lo ve conmovido, emocionado. Nos tiende la mano a todos. Se le humedecen los ojos.
– Y, ¿de qué parte del Perú era tu papá? –Le pregunta José Carlos quien es el más despabilado.
– ¡Ah! –Dice él–. De un pueblito pequeño, que seguramente ustedes no lo conocen. Era de Huancayo, que creo que es la parte montañosa.
– ¡Claro que conocemos Huancayo! ¡Es una ciudad grande! ¡La tienes que conocer!
– ¡Ya ven! ¡Espero conocer esa ciudad, algún día! Así que existe, ¿no? ¡Yo pensé que quizá no existía! ¡Ojalá encuentre a mi padre! –Y se sonríe, azorado.
4. Y arrancó
la letra
– ¡Qué bueno! Te vamos a dar nuestras direcciones. Para que cuando vayas nos ubiques.
– ¡Gracias! ¡Gracias! Por ese gran gusto les voy a cantar unas canciones peruanas que de repente ustedes no las conozcan, pero que a mí me las enseñó mi madre.
– ¿Así? ¡A ver!
– Las aprendí de ella, que más o menos sabía español. Por eso quizá no las cante como son. De todos modos, me disculpan, se la voy a cantar.
Y se fue a su estrado, que no se veía desde el sitio donde nosotros estábamos, pero que sí se escuchaba nítidamente. Y bien.
Desde nuestra mesa estuvimos atentos a que empezara. Pronto sonaron los acordes en el piano de algo inconfundiblemente nuestro, pero con un aire a la vez distinto. Y arrancó la letra, que dice:
No se haga de rogar patita y sírvase otro trago
que aquí entre copa y copa le quiero hacer saber
porque es que estoy tan triste tan solo y amargado
que hasta la remaceta hoy me quiero poner...
5. Acordes
y compases
Canta la canción con voz grave, casi ronca y desgarrada. Con modulaciones profundas. De un modo que yo jamás me hubiera imaginado que pudiera cantarse esta canción. Lo canta de manera lacerante, de queja, como si fuera un reproche y un lamento. A la vez en tono nostálgico y desenfadado, pero a la vez es gracioso oír cómo pronuncia los vocablos que son jerga o replana en el Perú:
No se haga de rogar carreta y párese otro pomo
no crea usted compadre que ya me licorié
Si estoy con los crisoles rojimios es del llanto
porque he llorao carreta por culpa de esa mujer.
Hasta ahí la canción resultó un golpe rudo, inconcebible y feroz. Porque este muchacho que en su fisonomía es rubio, pero de inconfundibles rasgos andinos, lo ha cantado con tanto sentimiento, quizá buscando a su padre que no conoce y es para él un misterio. ¡Porque la canción en el fondo es la búsqueda de un ser querido!, que nos ha anonadado, que nos ha dejado asombrados y lelos. Cuando otra vez parte, exclamando, ya es un lamento:
Yo la quería patita, era la gila más buenamoza del callejón
y usted compadre que me conoce yo soy derecho,
ella no supo corresponder a mi corazón...
Jamás me imaginé que esta canción pudiera llegarme tanto al alma, como se introdujera lacerante esa noche un cuchillo, un puñal magullado y pungente aquí en París. Donde pareciera como que todo en la canción significara otra cosa: su letra, su música, sus acordes y compases, y su mensaje extraño e inaudito.
6. Una flecha
ardiendo
Disimuladamente, y, de cualquier manera, me levanto y atajo mis lágrimas; debiendo confesar, de parte mía, y avergonzado, que yo le tenía prejuicio a esta canción, quizá por yo ser andino de nacimiento y de vocación. Y a la canción “Yo la quería patita”, la consideraba frívola, ligera y hasta de los bajos fondos. Que era pícara y de un criollismo de la viveza y el desparpajo. ¡Y hasta del mal vivir! Además, porque estaba escrita en jerga, lenguaje que hasta ahora yo detesto. Pero, ¡qué equivocados que estamos casi siempre cuando despreciamos algo!
Y es que Fréderic Vásquez en ese café restaurante de París la cantaba como buscando lo más querido, como si se le fuese la vida, como una espina en el alma, que hizo que yo apurara la copa de vino que tenía servida y que velaba sobre mi mesa en aquella noche inolvidable en que me levantara saliendo a la puerta a mirar el cielo sin estrellas. En realidad, escucharla así cambió mi vida con respecto a la música criolla.
Nunca pensé que una canción que yo había desestimado tanto pudiera sonar y golpearme esta vez con tanto sufrimiento en lo central del ser hombre. Era el amor desamparado, desolado y dicho desde una esquina, esta vez de París; yendo desde el ovillo hasta la hilacha de un país lejano. Y allí, lo que había sido para mí frivolidad se convirtió en un himno, en un clarín y en una flecha ardiente y llameante.
7. En pleno
silencio
El autor de “Yo la quería patita” es Mario Cavagnaro, quien nació en Arequipa el 16 de febrero del año 1926, y murió el 29 de septiembre de 1998. Compuso canciones de éxito, entre ellas “El rosario de mi madre”, “La historia de mi vida”, “El regreso”.
Y en géneros de música internacional sobresalen de su autoría: “Osito de felpa”, boleto interpretado en el teatro, en la televisión y en el cine; “La primera piedra”, “Emborráchame de amor”, grabado este último por Héctor Laboe.
Su tema “El mundo gira por amor” obtuvo el primer lugar compartido en el Festival de la OTI del año 1973, realizado en Brasilia.
Y bueno: “Yo la quería patita”, que ahora es una de mis canciones preferidas para los momentos sumamente intensos, en la cual reconozco un profundo aire de nostalgia incorregible entre nosotros, siendo una de las composiciones que desde aquella vez más me conmueven y estremecen.
Noche en que, cuando salimos a caminar ya muy de madrugada, el cielo era claro en el cenit, anubarrado en el horizonte entre las luces sonámbulas de París, desdibujadas por la neblina. Las calles con la vida aún dormida detrás de los vetustos edificios y con algunos ventanales ya encendidos y otros tantos viandantes rezagados en aquella madrugada fría, donde ninguno hablamos, caminando arrebujados y en completo silencio.
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CONVOCATORIA
XX ENCUENTRO
INTERNACIONAL ITINERANTE
CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
ITINERARIO
TELÚRICA DE MAYO, 2019
ABARCA DEL 10 AL 19 DE MAYO
LIMA:
VIERNES 10
HUARAZ:
(Se pernocta)
SÁBADO 11
CARHUAZ
YUNGAY
CARAZ
(Se pernocta)
DOMINGO 12
LA PAMPA
CORONGO
(Se pernocta)
LUNES 13
CABANA
PALLASCA
(Se pernocta)
MARTES 14
MOLLEPATA
ANGASMARCA
CACHICADÁN
MIÉRCOLES 15
(Se pernocta)
SANTIAGO DE CHUCO
(Se pernocta dos noches)
JUEVES 16
VIERNES 17
TRUJILLO
(Se pernocta)
SÁBADO 18
GUADALUPE
DOMINGO 19
EN EL CENTENARIO
DE LOS HERALDOS NEGROS
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