JOHN WAYNE, CHABUCA GRANDA Y TINGO MARÍA
Por: Fransiles Gallardo Plasencia
Probablemente si pregunto –un café de por medio en el Haití de Miraflores - quien es Marion Brown Morrison, tengo la certeza que me tomaré ese café express en una mesa solitaria, esperando una respuesta, mirando el parque.
Si pregunto si conocen a John Wayne es probable que me enumeren sus películas, llenen mi correo de datos y fechas y recuerden episodios de Red River, Fort Apache, Río Grande o Sands of Iwo Jima.
Tendría yo, unos ocho años cuando en un viaje de nueve hermosas y vibrantes horas, sobre la caseta del camión de don Segundo Correa, iba de mi valle hasta las alturas cajamarquinas y en el desaparecido cine Ollanta, un afiche impresionó mi asombrada niñez: un sombrero de vaquero, el chaleco de cuero, la canana con balas y dos colt 45 y las botas a media canilla.
Era John Wayne, el pistolero de mirada azul profundo.
Era John Wayne, el pistolero de mirada azul profundo.
El último cow boy de los western americano.
Retornando a mi pueblo y montado sobre mi burro Lucero, taloneando y disparando contra ficticios bandidos y a toda carrera por esos antiguos caminos, me alucinaba John Wayne.
Claro, que el final no era el mismo. La hermosa chica, para mí no existía y si existió nunca me llegué a enterar.
Obviamente, cuando regresé a la universidad y ya mayor de edad, “cuando nos daban libreta electoral a los 21 años” pude ver varias de las películas de este legendario “hombre rudo del Oeste” de hablar pausado y en voz baja.
Hace algún tiempo y por razones de trabajo “creo que tres vueltas le he dado ya al Perú” viajé a Tingo María y por las casualidades del destino, hojeando una revista de Vanidades “que se supone es sólo para mujeres” en el recibidor del hotel donde me hospedaba, encontré un artículo en el que aseveraba que John Wayne había estado en Tingo María.
Me quedé sorprendido, la información detallaba que el año 1951 John Wayne y a los 45 años de edad junto a su amigo Saftig vino a Perú y se contactó con Richard Weldy, un irlandés que hacía safaris al Amazonas, buscaba posibles lugares para producir y protagonizar su película El Alamo.
Emocionado, traté de confirmar esta información con el dueño o con algunas personas mayores tingaleses; pero lamentablemente han transcurrido más de 58 años y sobrevivientes de esa época, ya casi no quedan.
Supuse su viaje desde Lima por tren hasta Huancayo, como el que planea desde años mi buen amigo y poeta Angel Gavidia, siguiendo el rastro de nuestro Héroe de la Medicina Daniel Alcides Carrión.
Lo imagino cruzando los 58 túneles y el Infiernillo en todo su esplendor “todo colorado y asorochado” en La Oroya y luego en camión hasta el desvío de Cerro de Pasco, bajando hasta Huánuco y terminar empolvado hasta el alma, en el caluroso e impresionante Tingo María.
Sospecho, que al igual de cualquier forastero, John Wayne debió quedarse horas de horas admirando a la Bella Durmiente. No se si llegaría a la Cueva de las Lechuzas o se bañó bajo el velo de la Novia. No sé.
En una comunidad cercana y rodeada de una densa jungla, se filmaba Green Hell y en ella actuaba Pilar Pallete, una novel actriz peruana de apenas veinte años de edad.
Cuenta la historia que por la noche, los integrantes de la filmación se reunieron en la cantina al aire libre del Hotel y no me quepa la menor duda que es este bar, ahora techado, donde me tomo la segunda San Juan heladita.
En este grupo estaba otra extraordinaria peruana, nuestra gran compositora y emblema nacional, la señora Chabuca Granda, gran amiga de John Wayne y de Pilar Palette.
El resto es historia. John se casó con Pilar y tuvieron tres hijos y colorín colorado.
Fuente:
Fransiles Gallardo Plasencia
El resto es historia. John se casó con Pilar y tuvieron tres hijos y colorín colorado.
Fuente:
Fransiles Gallardo Plasencia
Poeta y escritor. Nació en
Magdalena CAJAMARCA
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