VALLEJO,TE DEJARON SOLO
Por Carlos Garay Veramendi
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Tus versos, heraldos premonitorios,
monsieur Valleló,
se correspondieron cuasi fidedignos
con tus finales sucederes recordables:
Se extinguieron en consumación
tus latidos después de prolongado
y quejumbroso jueves santo agónico,
entre copiosas lágrimas poetizadas
del azul, sobre enlutada Ciudad Luz.
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Tu augusto cadáver de sino inmortal,
como un único recluso peruano,
desamparado y solitario, lo dejaron
en remoto cementerio desconsolado,
en allende, Meca de la cultura:
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Montrouge, en ciudad París docta.
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Tan ignota metrópoli para familiares,
los recónditos entrañables y deidades.
Acaso pues complaciendo diligente
a tus revoloteantes temores-niño
bajo infinito paraguas del anochecer,
al no dar a tientas con Aguedita,
Nativa, Miguel; tus hermanos:
No me vayan a haber dejado solo,
y el único recluso sea yo.
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Al columbrar en mágico regresivo
tu inconsolable humana faz,
pincelada con resacas de sombras
doloridas del mundo pobre
-Tal vez como la de Jesús Cristo
en un gemebundo viernes Santo-,
todos los poetas y aedas terrícolas
te circunvalaron con piel fervorosa,
reclamándose de tu abolengo,
de tu fibra y talento portentoso.
.Ahora sí, y qué eterno diría que no,
después que degustaras en vida
sólo agrias delicias de menosprecio
de tus mezquinos coetáneos, y
soportaras secuelas devastadoras
de triturantes palizas de envidia
cainita que todos te propinaban
con saña, sin menor condolencia;
ya concordados hermanadamente
para testimoniar sempiternidad
de tus cribados versos ecuménicos.
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Entonces, camarada, sólo entonces:
despertaste sin censura en la mirada,
los atisbaste con apacible contento
quizá hasta feliz de tu sesera genial;
y accediste recién aquilatado tu oro:
¡A póstumos laureles de eterna gloria!
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