sábado, 30 de mayo de 2009

LÁGRIMAS QUE NO DEJAN DE BROTAR POR MI HERMANA OFELIA



Por: Juan José Alva Valverde (Pepe)

- Ha fallecido tu hermana Ofelia en un accidente de tránsito en Pasamayo.

No podía creer lo que acababa de escuchar, el shock de tan maldita noticia obnubiló mi mente, mi entendimiento, actué como autómata por un tiempo, hasta que la vi inerte dentro del ataúd, con el rostro adusto; no tenía la tez como otros fallecidos o con gestos de dolor o de paz; ella tenía el rostro rígido, como queriendo expresar un mensaje de inconformidad. Recuerdo que al mirarla mientras mi corazón se rompía en pedazos y mis ojos se convertían en manantiales, cual sonámbulo en pesadilla repetía incontables veces, “tú no, tú no”; sentí tantas cosas juntas: tristeza, impotencia, frustración, cólera, rencor, ira... quería estrujar a la mala suerte, al mal destino, hasta que me derrumbé sobre la silla más cercana a ella, y lloré ocultando mi dolor con ambas manos. Dios sabe lo que sufrí, mi hermana más querida, mi querida OPI estaba muerta; su juventud, su hermosura, sus ganas de vivir para trabajar duro como lo hacía, había sido desgarrada, como quien arranca una flor o como cae muerta una avecilla; se había ido en la flor de su juventud, a los 28 años.

El 29 de Mayo de 1987, entre el limbo del día y la noche cuando la oscuridad inicia su tarea de cubrir la claridad del día, la muerte disfrazada de chofer chocó y envió al abismo de Pasamano a un ómnibus interprovincial, quitándole la vida a varias personas, entre ellas a mi querida Opi. Mentalmente he repasado infinidad de veces dicho trance, desde el momento del impacto, hasta su último suspiro. Ahora cuando lo hago, me vuelve el dolor del alma, me vuelve el dolor de la vida.

Querida Opi, ese día viajabas a Huacho, como lo hacías los fines de mes para visitar a nuestra madre y a nuestro querido viejito Juan, pero además a pasarla bien junto a nuestro hermano que cumplía años, ibas en el carro pensando en ellos, más que en ti, porque siempre fue así, pensabas en todos, te desvivías por todos y casi nunca por ti; ¿cuántas veces te vi sacándote un pan de la boca para dárselo a otro?, ¿cuántas veces te desprendías de una prenda para vestir a otro?, ¿cuántas veces querida hermana, quizá fue tu deseo entregar tu vida por otros?. En el Hospital donde trabajabas los infantes te veían con alas, cual ángel de bondad y las mamás como un hada madrina, todos los niños internados te parecían especiales, importantes, no te cansabas de consolarlos, cuando llorando buscaban a sus madres, pues tenías el don de madre amorosa por ellos; no tuviste un hijo de tus entrañas, no dejaste un huérfano que llore de por vida la desgracia de perderte tan pronto, tan joven.
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Cuando caía el carro por el abismo, estoy seguro, quisiste salvar a alguien, y enseguida pensaste en nosotros, en el dolor que nos causarías, pero tal vez todas las desilusiones que la vida con su insensibilidad te causó, te dio motivo para dejarte llevar por el oscuro sendero de la muerte; también estoy seguro que en tu último aliento pronunciaste el nombre de nuestro querido viejito Juan, quien nos dio todo su amor, sus cuidados, aquel que reemplazó a un padre que tenía otros rumbos. Nuestro viejito nunca se enteró que falleciste. Desde hacía varios días estaba postrado en cama herido por la edad y la neumonía.

Querida Ofelia Aurora, tú como lucero en que te convertiste, habrás podido contemplar el sufrimiento, el dolor y la amargura de los que te queremos; tuve que hacer más frecuentes mis visitas a Huacho intentando cubrir tu espacio, hasta le mentí a nuestro viejito diciéndole que de un momento a otro viajaste a la Argentina para seguir estudios de perfeccionamiento. Las veces que me reclamaba por tu silencio le decía que habías enviado postales, pero que los olvidé en Lima; con el tiempo tuve que imitar tu letra para llenar postales con todas las fechas posibles y leérselos las veces que él me pedía; así mordía mi dolor, congelaba mi llanto para evitar que sospeche algo.

Nuestro querido viejito fue a tu encuentro el 24 de Marzo de 1988, antes que cumplieras un año de fallecida. Cuando lo abracé en su ataúd, le pedí perdón por haberle mentido con lo de tu viaje, yo que conocía casi todas sus reacciones, imaginé que en ese momento me decía: “Negro facineroso me has mentido con lo de tu hermana, pero estoy alegre por que la he encontrado, me esperaba con sus brazos abiertos”.

Hoy 29 de Mayo de 2009, a los 22 años de tu partida hacia la eternidad, he querido plasmar en un papel para dejarlo en tu sepulcro, lo que siempre te digo cuando te hablo en mis plegarias. Ahora siento alivio en el alma; tú sabes que estás presente en nuestras vidas, en mi vida. En casa Dios nos bendijo con tres palomos y una palomita, ella lleva tu nombre, se llama como tú: “OFELIA”.

Descansa en paz y en la gloria de nuestra Santa Rosita y de nuestra Madre eterna la Virgen María, amada hermanita.

Tu hermano Juan José.

juanjosealva@hotmail.es

Lima, 29 de Mayo del 2009
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