MIGUEL ANGEL DÍAZ:
EN LA CRESTA DE LA PASIÓN ARTÍSTICA
A UNOS MESES DE SU PARTIDA, COMO UN HOMENAJE PÓSTUMO
Por LUIS ALBITRES MENDO
MIGUEL ÁNGEL DÍAZ DÁVILA (Celendín, CAJAMARCA, 1942), pintor,
escultor, muralista, profesor de arte, destacada personalidad de la plástica
nacional, es un artista de larga trayectoria. A través de su múltiple
producción hace patente su proverbial y obstinado afán de crear.
Pintor autodidacta,
infatigable trotamundos del Perú milenario. A los quince años, en
compañía de un poeta de diecisiete, recorrió norte y sur del país,
principalmente Arequipa, Puno y Cusco; bebiendo desde temprana edad en
las ancestrales fuentes de la inspiración nacional y creadora. MADD (nombre artístico con las iniciales de su nombre propio) está integrado a la pintura trujillana desde 1973.
Nació en Celendín
(Cajamarca) y tras una vertiginosa, inquietante e intensa carrera
artística (exposiciones por el interior del país de 1962 a 1972) ha
venido a enriquecer con sus originales concepciones artísticas, el
panorama de la plástica norteña del Perú.
Su obra pictórica, además de ser una exquisita
prolongación del arte peruano antiguo (parece que su inspiración tiene una
procedencia de las culturas Nazca, Paracas y Mochica-Chimú), desentraña los
resortes precolombinos que motivaron una primavera artística, un florecimiento
de admirable creatividad en aquellos inmemoriales tiempos.
Miguel Ángel
alarga esa persistencia, esa atávica indagación…en exhibiciones que objetivizan
sutilezas de un arte llamado a generar una gama cromática entremezclada de
simetrías y esplendor.
Al
contemplar sus cuadros llegamos a la conclusión: Se trata de un artista en cuyo
pulso, la materia inerte y fría (trozos de aluminio) se transforma en objeto de
belleza, enjundia, ternura y vitalidad (Alúmino-Art). Pródigo en sinuosidades y
rectas sugerentes, insinuando mil fantasías, emociones y sentimientos.
Talentoso
explorador de las líneas, las formas, las vibraciones y el color. Tiene una
ligazón lírica que alcanza los albores de un vuelo cósmico e insólito.
El aspecto
arquitectual de los cuadros le concede una vigorosa y tensa emotividad. Es el
suyo un arte realizado con firmeza, con recio estilo, sólidos recursos y
maestría en la técnica.
Sutil temperamento
poético, fuerza y ritmo internos: Inmanencia telúrica. Visión cósmica con figuras
significativas cargadas de fibra y de símbolos.
Además de
pintor notable, es un conspícuo acordeonista. Prácticamente “hace hablar al
acordeón” utilizando un manido y popular clisé; yo diría “hace cantar a las
teclas” con el maravilloso y rapidísimo movimiento que le imprime a sus dedos.
Y con la
misma jerarquía dominaba la interpretación del saxo. Con ALBERTO CORTEZ hacía
un dúo notable. Ambos imponían su dominio musical. Incontables noches de música y bohemia
atestiguan la veracidad de este aserto.
La
mejor definición de la vocación
artística de Miguel Angel: Constante y apasionada búsqueda de una expresión
plástica que sature la insaciable e insatisfecha pasión de crear.
***
(Este
artículo fue escrito cuando Miguel Ángel Díaz Dávila estaba escalando
la cúspide de su creatividad. En próxima entrega lanzaremos las
interesantes respuestas del artista a una singular
entrevista, publicada en el Suplemento del Diario La Industria
de Trujillo del domingo 10 de Setiembre de 1978, pág. 7. Acabamos de
editar solamente la introducción a dicha entrevista.)