Danilo Sánchez Lihón
¡A Dios solo se le puede hallar
en el vientre de la mujer!
César Vallejo
1. El mundo
andino
César
Vallejo para ser el poeta universal que es no se despojó ni renunció a
su identidad ni a su genuina manera de ser ni a su sentir íntimo,
entrañable y esencial como es la médula, raíz y centro del significado
de lo que es madre.
Cavando
allí y engrandeciendo esos contenidos heroicamente esta condición que
hace del hombre un ser pleno de inmensidad, fortaleza y razón
providencial para luchar. Así como cuando falta y es ausente la opa o el
vaso de la sangre se colma de atroz dolor y desamparo.
César
Vallejo no es poeta universal porque asume asuntos generales, globales o
planetarios, ecuménicos como temas e impersonales. No. Todo lo
contrario. No lo es porque deje lo genuino, cotidiano y natural, y se
desprenda de ello para asumir lo que compete a todos, sea porque está de
moda, en la cresta de la ola o forme parte de la agenda pública y sean
temas del acontecer social, político e histórico. ¡No!
Él
descubre algo simple: que lo universal es lo íntimo, entrañable e
incluso de aquello intransferible, de lo que no se habla nunca ni se
confiesa jamás. Y entre esas dimensiones soslayadas la mayoría de veces
en la poesía universal, quizá la más raigal es el sentimiento de madre.
2. El signo
de la creación.
Pero
dichas esencias César Vallejo las adopta y llega hacia ellas no solo
por su sentir y pensar sincero y auténtico. Ni solo logra captarlas por
la potencia de su genialidad sino por su sencillez y naturalidad, por su
candor y sinceridad.
Alcanza
a concebirlas porque se deja llevar e iluminar por la cultura genuina a
la cual pertenece, como es el mundo andino del cual es su más egregio
representante, junto al Inca Garcilaso, Guamán Poma y José María
Arguedas.
Cultura
andina que es raigambre y pertenencia básica y esencial de César
Vallejo, a la cual da expresión, voz y palabra, la misma que está
signada por algo fundamental: el sentimiento, la emoción y el sentido de
madre.
Porque
todo en ella es maternal, relación consustancial, afectiva y de
filiación con la vida, la naturaleza y el mundo, como también con el
origen, la matriz y la tierra de donde provenimos.
Así como también con la dimensión de lo sagrado que tiene y lleva el signo de la creación.
3. Acoge
y ampara
Es,
además, afinidad profunda tierna y dulce, con mucho de pueblerino y de
inocencia, inmerso en el sentido de comunidad, de colectivo humano y
social: fraterno, solidario y protector, como es el sustento estructural
que aquí logró forjar el mundo andino, pleno además de inocencia,
transparencia y mucho candor.
Y
César Vallejo tiene esas claves y anagramas incrustados en el código de
su alma. Y la pena es que, salvo en su infancia, le tocó vivir después
en un mundo cruel, feroz y desalmado, ajeno a esas relaciones sinceras,
espontáneas, radicales y estructurales. Y mucho más en quien se había
criado a su sombra y a su amparo. Y he allí la clave del dolor que
sintió, padeció y que él encarna.
En
tanto madre, para la cultura andina, ha de ser por ejemplo la relación
entre hermanos, como es también el agua que se respeta, reverencia y
adora, con la cual no cabe desunión posible. Como madre también son las
plantas, el aire y las estrellas que brillan en el firmamento y desde
allí nos amparan y consuelan. porque madre para la cultura andina es la
relación que se establece con los demás seres humanos, con la comunidad,
la familia, e incluso con la casa como lugar y edificación.
4. Centro
del mundo
Donde
la vida es inherente a la naturaleza, que es la madre tierra. Y madre
es hogar, casa, rincón familiar, el poyo, el pozo y la piedra tutelar.
Como madre es la olla, el fuego o la teja que nos protege del frío, de
la lluvia y el viento, porque bajo su regazo nos acoge y ampara; en
suma, madre es el vínculo, el enlace o el contacto mismo que
establecemos con todo lo creado.
Ligado
a la madre como esencia, la concepción de la cultura andina es de ser
centro, ombligo, eso significa Cuzco; como Tahuantinsuyo que son centro:
Y al ser centro ya es universal. Por eso, la esencia del Perú es ser
centro del mundo. Así ha sido siempre.
Esa
es su raíz, esa es su esencia y ese debe ser su destino, que ahora otra
vez se está logrando. Para alcanzarlo abramos los brazos, seamos
receptivos, amables, gentiles. Así hemos sido siempre. Y luego
proyectemos una imagen de nuestro país como verdaderamente se merece.
¿Y,
cuál es? Aquella que deviene a partir de nuestra cultura. Como es la
solidaridad y fraternidad humana, que es un mundo con madre. Y con ello
el espíritu de fiesta, la música, la danza, la poesía. Fiesta del alma,
no de los sentidos perturbados por la lívido, la codicia y el placer.
5. La hora
del yantar
Aunque
pobre la cultura andina construye casa. César Vallejo posteriormente
fue un exiliado de un mundo de amor y de solidaridad, hacia otro hosco y
desalmado, sin madre.
De
allí que anheló tanto y militó de manera acendrada y pertinaz en la
causa de erigir un orden nuevo, una casa solidaria y una mañana eterna
en que desayunemos todos juntos.
Donde
lo opuesto a la madre es la nada. Donde su no existencia, o su no
presencia, dan lugar al abandono, la desolación y a la orfandad más
acerba.
Y
madre es, además de un ser biológico, la lengua, la conversación en la
mesa, como las palabras que se dicen y se escuchan en torno al fogón
familiar a la hora del yantar.
Donde
se puede ser todo lo humilde que se quiera, pero sin aquellas
ubicaciones de madre el mundo resulta miserable. O, a la inversa, se
puede ser todo lo rico y fastuoso que podamos, llenarnos de bienes y
tesoros, de atuendos y posesiones, de sensaciones y jolgorios, de
expresiones de ostentación y magnificencia, pero sin relación de madre
estamos vacíos, confusos y en la ruina.
6. Madre
es totalidad
Madre que todo lo signa de amor, que proyecta al hombre al porvenir y hacia un destino superior.
Comparado
a lo cual no hay contenido, esencia ni sentido más sublime. Y si madre
lleva el signo de lo que es ser mujer, bendita sea esa condición, ese
género y esa actitud.
Porque
de ellas somos su aliento, su pulso y su soplo que se proyecta, que
lucha junto a nosotros y sobrevive mientas somos nosotros quienes
seguimos vivos.
Por
eso la cultura andina signada por el sentido de lo que es madre es
cultura de la ternura. Cultura que reconoce que todo es sagrado: la
lluvia, el sol, la libélula o la flor. Y donde todo tiene madre. Y el
sentido de la madre es de totalidad.
De allí que César Vallejo expresara una frase no solo conmovedora sino atroz en su simpleza: “La cocina a oscuras, la miseria de amor”. Porque la verdadera miseria es esa, representada en la cocina, y no tanto en el salón, ni en la alcoba ni en el patio.
7. Aquello
que está adentro
Mundo
con madre es el universo andino. Y que es lo que nos hace regresar
desde muy lejos a nuestro lar nativo, a nuestros pueblos de origen y a
la patria idolatrada de nuestra infancia.
Y
esos contenidos son esenciales en la trayectoria vital de César
Vallejo, que se reflejan en su obra, que como poeta instintivo lo supo
sentir y expresar.
Quizá
ningún personaje puede encarnar tanto a la cultura andina como la
madre, honda, sublime y enigmática; representando también el misterio de
que está insuflada la vida.
Que
es aquello que está adentro, que es lo que se calla, con lo que solo se
puede establecer una relación de afecto y totalidad.
Por
eso, es importante hacer vigente el mundo andino en nuestras vidas,
para ser hombres totales y ligados a la tierra y sus dones representados
en la grandiosidad del concepto y la emoción de tener madre.
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