CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
AGOSTO, MES DE LOS NIÑOS,
DE LA JUVENTUD, LAS COMETAS,
EL DEPORTE, EL FOLCLORE Y
DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS
CAPULÍ ES
PODER CHUCO
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2 DE AGOSTO
CALENDARIO
DE EFEMÉRIDES
NACE
UN
HÉROE
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
ALFONSO UGARTE Y
EL FUEGO SAGRADO
DEL ALMA
Danilo Sánchez Lihón
1. Vale más
que todo el oro
Alfonso
Ugarte quien naciera el 2 de agosto de 1847 en Tarapacá, no se
desmoralizó ante los reveses sufridos en la guerra. No doblegó su
intrepidez, pese a que se cernía la sombra del infortunio en su frente.
No le desanimaba la suerte. Él alzaba la bandera e impulsaba el batallón
hacia adelante.
No
dijo tal fulano tuvo la culpa. No echó en cara a nadie una derrota,
pero sí era generoso en atribuir a cada uno de los otros la victoria.
Siguió luchando.
No
dijo ya no hay ejército, hay que darnos por vencidos. ¡No! ¡Hizo su
ejército! No dijo: el otro no peleó como debía. Al contrario: arengaba a
que la batalla siguiente era la decisiva.
Él cada vez era más soberbio en el combate. No puso a un sustituto para comandar su batallón. Él iba adelante.
Nada
para él era bastante cuando de lo que se trata era de defender
principios. Puso toda su fortuna en el arca santa del amor a su lar
natal. Y a la evocación de las horas de infancia.
Y todo porque tenía fuego sagrado en el alma que vale más que todo el oro de la tierra.
2. Quienes
defendieron
No
dijo escojo otra morada tranquila y apacible. No, no dijo esto: soy
cosmopolita, soy ciudadano del mundo. O, el mundo es de todos. ¡Él que
tenía sucursales de su empresa en varias ciudades del continente y hasta
en Europa!
Tampoco
elucubró: La guerra es cuestión de gobiernos. No buscó el subterfugio
de razonar: La guerra es función de los ejércitos. No dijo: es una
contingencia, y lo mismo me da estar aquí que allá. No dijo eso.
¿Invertir
en equipar un batallón? ¿A quién se le ocurre? ¡A él! A los insignes. Y
a otros tantos seres acrisolados cuando los convoca el deber y el amor.
Porque
la Guerra del Pacífico de parte nuestra fue una guerra de civiles
indignados contra militares enemigos entrenados y esquematizados para
ejercer la crueldad, el odio, la vesania y la infamia.
Quienes
defendieron esta tierra no estaban preparados para matar. No sabían
matar, y prefirieron no hacerlo. Es más: se dejaban matar, porque eran
seres humanos, llenos de humanidad, no bestias. Las bestias no
defienden, atacan.
3. Y eso
fuimos
Los
espartanos fueron formados desde niños para ser soldados. Pero al lado
del modelo de heroísmo recogían también un código de moral y de ética
que nunca debe perder un soldado. Quienes agredieron aquí no tenían ni
eso. Mataban heridos
Los
héroes que defendieron Arica fueron en su mayoría civiles. Algunos
militares jubilados, como Francisco Bolognesi. Alfonso Ugarte, que lucía
el grado de comandante de dos batallones, no era sabueso entrenado para
morder, ni hiena para asaltar, ni serpiente para morder y matar. Era
civil.
Fue
tanta la ignominia y degradación de esta guerra de parte de los
agresores que despreciaban al civil en los campos de batalla, al punto
que estaba sentenciado darle muerte como prisionero sentado y por la
espalda, con el corvo, la bayoneta o con las balas del fusil.
Si
el heroísmo en un soldado entrenado para la guerra es admirable, en un
civil en el campo de batalla es supremo. Y eso fuimos en esta contienda
que jamás la imaginamos niños.
4. Héroe
insigne
¡Cómo
no ha de ser de mayúsculo y superlativo ese sacrificio si prepararse
para esa guerra nunca siquiera fue imaginado ni en el delirio! Pero, aún
más, esa victoria moral no era para ganar ya una batalla ni una guerra.
Era cara a nosotros mismos, para colmarnos de orgullo y de coraje. ¡Que
esto jamás se nos olvide!
Honor
a los que defendieron el día 7 de junio de 1880, lo que es el sentido
moral no solo para al Perú sino para de la raza humana. Y lucharon por
lo honorable, íntegro y puro del corazón humano; por el hombre como
especie, frente a una horda criminal y vesánica.
¡Honor
para quienes convirtieron su paz y tranquilidad en espada fulgurante!
¡Honor a quienes ofrendaron su vida por defender el sentido humano
frente a la delincuencia y la aberración! ¡Deber que nos incumbe y
compromete defender a todos los hombres!
El
ardor de aquellos combatientes no era creer tanto en los triunfos sino
en las grandes causas que es ineludible defender, porque de lo contrario
lesionamos la estatura del hombre frente a lo siniestro y lo bestial y
lo cobarde. Por eso, ¡honor al héroe insigne!
5. Huella
que traspasa
Alfonso
Ugarte era alegre, vital y campechano. Se lo refiere franco, generoso,
de puertas y brazos abiertos. Le gustaba el deleite de la vida. Y la
declaración de guerra le sorprendió de vacaciones de donde regresó
prestamente. No dijo: ya estoy lejos y a salvo.
Así
abrazó a Arica, quiso quedarse en ella. Es la insignia imperecedera en
el costado izquierdo de su pecho, lo más cerca de su inflamado corazón.
Aquello
que defendía era ya un imposible. Era una utopía vencer en el momento
en que estuvo dispuesto a entregar su vida por aquello que soñaba.
Porque
la horda diez años antes lo había planeado con premeditación, alevosía y
ventaja. Pero de imposibles está hecho el canto y el himno a la vida y a
la permanencia del hombre sobre la faz de la tierra.
De
allí que su abrazo es imperecedero. Y Arica, más que una referencia
geográfica es un símbolo de intrepidez y de bravura. Por eso: ¡Honor a
quien convirtiera su paz en huella que traspasa el infinito!
6. Antorcha
inapagable
No
dijo: esto no me implica, no es mi responsabilidad. La cosa no es
conmigo. Además, no soy soldado. No buscó ninguna argumentación de esa
índole.
Con
sus arengas infundía entusiasmo a su gente, diciéndoles que nos había
tocado, como destino, defender una causa honesta, honrada y como tal
gloriosa. Jamás fue derrotista, ni pusilánime, ni acobardado. Al
contrario. Era pujante, confiado, victorioso.
Sus
vínculos con sus soldados eran simples: fraternidad y una gran ternura
por la vida en esos momentos aciagos por defendernos de una caterva de
lobos. Al fin y al cabo era un hombre práctico, que sabía comunicarse
directamente con la gente.
Pero
solo en las grandes pruebas sobresale el fuego sagrado de que estamos
hechos. Y sobresale a manos llenas. Por eso: ¡Honor a quien convirtiera
su paz en venerable antorcha inapagable!
7. Las estrellas
estupefactas
Al contrario: ¡se afanó, buscó, reclamó participar! Pugnó por unirse, afiliarse involucrarse en ese asunto de honor.
Y
es que quienes tienen fuego sagrado en el alma hacen lo indecible para
estar allí donde las papas queman. Y eso hizo él hasta morir, el 7 de
junio de 1980 en El Morro de Arica.
Y
aquella iniciativa de formar él mismo un batallón debemos seguirla en
otros campos porque en el fondo y con ella nos da una lección y una
consigna. Que cada organización, que cada empresa, que cada entidad en
el Perú sea una milicia y una legión.
Antes,
participó el 19 de noviembre de 1879 en la Batalla de San Francisco.
Estuvo en la agobiante retirada por el desierto. Peleó en la Batalla de
Tarapacá el 27 de noviembre de 1879, donde fue herido de bala en el
occipital izquierdo.
De
allí emprendió la penosa marcha hasta Arica a unirse al bastión de
guerreros incólumes que dieron un ejemplo de heroicidad sin límites al
mundo y a las estrellas estupefactas.
8. Esa lógica
furtiva
Alfonso
Ugarte era un empresario de quien dependían muchos empleados y
trabajadores. No dijo: debo tener sentido común y ser realista. No dijo:
si otro fuera mi caso pelearía, pero de mí depende el destino de mucha
gente. No se le ocurrió una justificación de ese tipo. O decir: haré
mejor si me pongo a buen recaudo.
¡No!,
esa lógica furtiva, calculadora y escapista no era su lógica. ¡No!
Había deberes sagrados qué cumplir y él los cumplió a costa de su propia
vida. Y eso es ser colosal, grandioso y gigantesco, de allí que el
Morro de Arica sea su monumento.
Tampoco
dijo: mudo de oficina, me voy a otro puerto, bajo la sombra de algún
otro país de América o de cualquier continente. No pensó: mañana
despacho desde Buenos Aires o el apacible Río de Janeiro.
No adujo ser sensato susurrando: ¡debemos pactar! Es nuestro deber cuidar nuestros negocios, la bolsa o el movimiento bursátil.
No
calculó fríamente: puedo escoger cualquier patria que yo quiera. Para
eso soy ciudadano del mundo, moderno y universal. Y eso es tener fuego
sagrado en el alma.
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