martes, 20 de octubre de 2015

LA SOLITARIA BARCA DE LA ANCIANDAD DE LA DIASPORA - POR RÉGULO VILLARREAL DOLORES


LA SOLITARIA BARCA DE LA ANCIANDAD DE LA DIASPORA

Los hijos, hechos adultos, o, son amigos
 o, son parientes.
De los amigos, se espera solidaridad,
de los parientes, a veces, lástima.
La  edad es niebla que trepa bríos metálicos
campana enmudecida de ritmos inquietantes.
¿Quié no se inquieta del silencio de las campanas
ante el anuncio de ausencias
que pastan plañidos de sueños repentinos?

No hay espectáculo bíblicamente triste
que ver a padres, en los crepúsculos de sus años,
humillados ante hijos que fueron criados con amor.
Es triste ver a sembradores,
terminar sentados sobre rastrojos y flechas rotas
ocultándose del sol que dibujó espaldas
que redondearon panes que alimentó a hijos
aun no eran parientes.
Pero el guerrero entiende que si no tiene vaso,
debe beber el agua de la dignidad
en los cuencos de su soledad,
como canto de adiós de este mundo,
como un día hizo al Perú, para darle luz y camino
a hijos que ignoran el dolor de ganar el dólar
que protegió sus infancias seguras.

Y se irá cantando. Saludando el amor que un día,
le hizo padre de hijos que, para ser hijos
 tendrán que ser padres de hijos ingratos.
Nadie aprende en cabeza ajena, sino, en su propio dolor.

Hay alegrías que muerden su réquiem por el llanto
Y son palomas como arpas astrales
 tendidas entre la nostalgia y la esperanza
que, en la ancianidad, es utopía mojando hostias
en promesas lejanas.
La tristeza del anciano con hijos-parientes,
es cauce detenido en la vorágine de los murmullos
que le obligan a visitar todos los días,
al buzón de cartas que no recibe cartas
nadie escribe.

La tristeza del anciano de la diáspora,
con hijos-parientes,
son  murmullos de lágrimas arañando sombras,
ecos de ríos espejando la edad de labios
que enmarcaron nombres que, a lo mejor,
tenían brillos de  ternura de diminutivos.
¿Qué padre no tiene un diminutivo para un hijo
como evidencia de amor?
Los viejos padres, con hijos -parientes
Entretejen sus nudosos dedos con el nombre
de la mujer que le hizo padre..
Miran el cielo y la ribera de sus frutos
Frenan la emoción de una ironía,
descubren que la paciencia no es resignación,  
sino, siembra viajera o raíz de vuelos como antenas 
descifrando la fuerza de los árboles
hecha de latidos de la tierra, el agua,
la luz y aire con que levita Dios.
Los ancianos solitarios,
que saben la diferencia entre hijos amigos e hijos parientes,
saben también preparar la resistencia
de los velámenes de las tristezas
y sus embestidas amorosas 
y terminan apagando con sonrisa serena
 el fragor  hirviente de las ingratitudes.
Los ancianos solitarios,
saben que las inclemencias del destino sin brújulas,
encuentran sus agujas redentoras en la estoica dignidad.
Y esperan el beso postrero de la vida,
para entregarle los navíos con quillas engrasadas
con el espectáculo musical de los peces
como diminutas campanadas del misterio de la muerte 
que es un saludo de luz
como sombrero que vibra con el albedrío de su peso misterioso.

Régulo Villarreal Dolores

C.19 octubre 2015
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