jueves, 2 de agosto de 2012

2 AGOSTO: HOY NACIÓ ALFONSO UGARTE - PLAN LECTOR: EL HÉROE Y EL FUEGO SAGRADO DEL ALMA - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN



 
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CALENDARIO
DE EFEMÉRIDES
 
2 AGOSTO
 
HOY NACIÓ
ALFONSO
UGARTE
 
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PLAN LECTOR,
PLIEGOS
DE LECTURA
 
EL HÉROE
Y EL FUEGO
SAGRADO
DEL ALMA
 
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Danilo Sánchez Lihón
 
1. Una motivación
sublime
Alfonso Ugarte tenía 32 años cuando se desató el conflicto que enfrentó al Perú y Bolivia con Chile en el año 1879. Había nacido en Tarapacá el 2 de agosto de 1847.
Era un empresario y hombre de negocios eficaz, dedicado a la comercialización del salitre. Y como tal un personaje acaudalado que anhelaba que el transcurrir de los días fueran tranquilos, laboriosos y útiles.
Estaba a punto de emprender un viaje de vacaciones a Europa cuando redoblaron los tambores y resonaron los clarines de guerra. Y se desató el conflicto, el 5 de abril del año 1879, cuando Chile declaró la guerra a Bolivia y al Perú.
Ante estos sucesos canceló su viaje y se quedó a afrontar la situación por la cual iba a atravesar su patria, el Perú.
No buscó un pretexto ni subterfugio para eximirse del compromiso y del más duro de los trabajos: el fragor y la turbulencia de la guerra.
No eludió luego su propio holocausto, el 7 de junio en el Morro de Arica, portando la bandera y alentando a sus soldados.
2. Discernir
lo bueno y lo malo
De ser un hombre próspero pasó a ser un aprendiz de milicia. De ser una persona atildada y elegante se convirtió en un peón y un artesano de vituallas. De su refinamiento de hombre de mundo, pasó abruptamente a asumir su preparación como soldado. Y pronto se convirtió en un guerrero insigne y en un héroe proverbial y legendario.
Al abrazar la causa que defendió lo hizo no solo como peruano, sino como un representante de la especie humana esclarecida e integral, consciente de que defendía principios. No era su motivación lo caudaloso del botín ni las prebendas que iba a arranchar sino defender verdades sacrosantas e ineludibles.
Como un ciudadano que depone todo a fin de asumir un principio fundamental: defender la vida, la tierra, a sus seres queridos. Y afrontan la guerra, distinto a quienes la adoptan como negocio, enriquecimiento y rapiña.
Él se subleva y deja su condición de ciudadano pacífico por una razón moral simple, por una ética imperativa e inaplazable, por una motivación venerable: defender principios humanos sacrosantos.
Porque cabe anhelar que todos los seres de nuestra especie seamos personas que disciernen entre lo bueno y lo malo. Y deciden por lo primero. Y que elijamos ser entre hienas o pastores aquellos que defienden a una comunidad.
Y todo fue así porque tenía fuego sagrado en el alma, de eso estaba hecho.
3. Donó
su vida
Rebelarse contra lo que es bestial, injusto y abusivo, es noble y excelso; actitud que cabría esperarla incluso de las especies primarias. Y de los propios y ocasionales adversarios o enemigos.
Ante tal circunstancia no resuelta, es que Alfonso Ugarte no dijo: me voy, mi viaje estaba planificado desde antes. No dice: desde allá es posible que ayude mejor.
No es que solo avitualló un ejército con su peculio, sino que donó su vida a su terruño.
No es que puso toda su riqueza a favor de su país, sino que donó su espíritu, su paz, sus negocios, sus amistades.
Puso a disposición del movimiento de defensa sus contactos, sus relaciones sociales y de empresa, involucró a sus trabajadores y a sus clientes.
Sus amigos pasaron a ser oficiales del Batallón Iquique Nº 1 que organizó en base a obreros y artesanos de esa ciudad.
Y que él mantuvo con su propio peculio todo el tiempo, hasta la hecatombe de El Morro de Arica.
Y es que tenía excelso y sagrado fuego en el alma.
4. Entregó
todo
Había sido elegido Alcalde del puerto de Iquique el año 1876.
Allí dirige una empresa que tenía agencias y sucursales en otras ciudades de América y Europa. Pero no se valió de este pretexto paras buscar un subterfugio, diciendo: soy ciudadano del mundo; alegando: no reconozco ideas limitadas de Patria. No asumió el cinismo de decir: soy de acá y soy de allá.
Él defendía cariños hondos como amores entrañables y consumados. Para salvaguardar ese tesoro del alma financió un batallón bajo su propia cuenta y riesgo.
Y no es que dijera“hasta aquí llegó mi cuota”. Aunque con solo asumir ese compromiso ya su acción resulta extraordinaria, gigantesca y ejemplar.
Pero hizo mucho más: se entregó entero a la causa de la resistencia salvaguardando la soberanía nacional.
De hombre acomodado se hizo un miliciano y montonero.
De alcalde que había sido se hizo un hombre de gleba. Cambió su vida. No solo suspendió su viaje y donó sus arcas a la causa de la Patria, sino que entregó todo: cotidianeidad, coraje, sueños.
Y es que tenía excelso fuego sagrado en el alma.
5. Siendo así
no podemos fallar
Y no fue él único quien cumpliera una misión parecida.
Lo mismo hizo Ramón Zavala, incluso más joven que él, pues tenía 27 años, quien igual que su amigo Alfonso armó un batallón con su fortuna y luchó hasta morir en la defensa de Arica.
¿No son benefactores y paladines para tenerlos en cuenta en cada minuto de nuestras vidas, no en los homenajes sino para alentarnos hasta en los asuntos cotidianos?
Con dichas muestras de abnegación sin límites, no podemos fallar, ni amilanarnos, ni desfallecer. Mucho menos temer.
¿No son ejemplos formidables de virtud y eminente altruismo?
A Alfonso Ugarte en Tarapacá una bala estuvo a punto de destaparle los sesos. Le astilló la sien, que se hizo vendar para contener la abundancia de sangre que afloraba. Y continuó luchando.
En esa batalla, a un ejército con caballería, y nosotros sin ella, luchando cuerpo a cuerpo los hicimos huir despavoridos. Y fueron ellos quienes tendieron la celada para ultimar a unas columnas diezmadas después de la Batalla de San Francisco.
¡Y es que eso ocurre cuando hay fuego sagrado en el alma!
6. Él alzaba
la bandera
Y eso lo tuvieron a raudales los guerreros de aquellas horas infaustas, sin dejar de ser eminentes en el coraje, pero también con grandeza para no ser hienas en el campo de batalla.
Y eso lo portamos todos aquí, en el fondo del corazón como una ínclita herencia que nos enaltece como seres humanos.
Alfonso Ugarte después del descalabro de la batalla de San Francisco, en donde participó, no dijo: ¡ya perdimos y basta! ¡Ya lo intentamos y hasta aquí es suficiente!
¡No! No dijo: Ya estamos justificados, ya cumplimos. No dijo seamos sensatos, juiciosos, atinados: Ya perdimos batallas, perderemos la guerra y entonces salvemos lo que se pueda.
No dijo: creo que ya coloqué bastante en la balanza, la historia si quiere que me juzgue, ya puse mi esfuerzo, mi talento y arriesgué la vida.
No, para él la victoria final no era el fin, el cometido era mantener la bandera izada en lo alto, que flamee en el horizonte era su alto propósito. Y eso lo cumplió arrojándose al océano. Y eso nos corresponde recoger y proseguir nosotros.
Él siguió luchando con denuedo, lo que quiere decir que nada lo daba por perdido.
Y es que tenía fuego sagrado en el alma.
7. Vale más
que todo el oro
No se desmoralizó ante los reveses. No doblegó su intrepidez, pese a que se cernía la sombra del infortunio en su frente. No le desanimaba la suerte. Él alzaba la bandera e impulsaba el carro hacia adelante.
No dijo tal fulano tuvo la culpa. No echó en cara a nadie una derrota, pero sí era generoso en atribuir a cada uno de los otros la victoria. Siguió luchando.
No dijo ya no hay ejército. ¡Hizo su ejército! No dijo: el otro no peleó como debía, arengaba a que la batalla siguiente era la decisiva.
Él cada vez era más soberbio en el combate. No puso a un sustituto para comandar su batallón. Él iba adelante.
Nada para él era bastante cuando de lo que se trata era defender principios.
Puso toda su fortuna en el arca santa del amor a su lar natal. Y a la evocación de las horas de infancia.
No dijo escojo otra morada tranquila y apacible. No dijo: el mundo es de todos. ¡Él que tenía sucursales de su empresa en varias ciudades del continente y del mundo!
Y todo porque tenía fuego sagrado en el alma que vale más que todo el oro de la tierra.
Tampoco elucubró: La guerra es cuestión de gobiernos. No buscó el subterfugio de razonar: La guerra es función de los ejércitos. Es una contingencia, y lo mismo me da estar aquí que allá. No dijo eso.
8. Que jamás
se olvide
¿Invertir en equipar un batallón? ¿A quién se le ocurre? ¡A él! A los insignes. Y a otros tantos seres acrisolados cuando los convoca el deber y el amor.
Porque la Guerra del Pacífico fue una guerra de civiles indignados contra militares enemigos entrenados y esquematizados para ejercer la crueldad, el odio, la vesania y la infamia.
Los espartanos fueron formados desde niños para ser soldados. Pero al lado del modelo de heroísmo recogían también un código de moral y de ética que nunca debe perder un soldado.
Los héroes de Arica fueron civiles. Alfonso Ugarte, que lucía el grado de comandante de dos batallones, no era sabueso entrenado para morder, ni hiena para asaltar, ni serpiente para morder y matar. Era civil.
Si el heroísmo en un soldado entrenado para la guerra es admirable, en un civil en el campo de batalla es supremo.
¿Cómo no ha de ser de mayúsculo y superlativo si prepararse para la guerra nunca siquiera lo imaginó, ni en el delirio?
Pero, aún más, esa victoria moral no era para ganar ya ni una batalla ni una guerra. Era cara a nosotros mismos, para colmarnos de moral y de coraje. ¡Que esto jamás se nos olvide!
9. Insignia
imperecedera
Por eso, ¡honor al héroe insigne!
Honor a los que defendieron el día 7 de junio de 1880, lo que es el sentido moral no solo para al Perú sino para de la raza humana.
Y lucharon por lo honorable, íntegro y puro; por el hombre como especie, frente a una horda criminal y vesánica.
¡Honor para quienes convirtieron su paz en espada fulgurante! ¡Honor a quienes ofrendaron su vida por defender el sentido humano frente a la delincuencia y aberración! ¡Deber que nos incumbe y compromete defender a todos los hombres!
El ardor de aquellos combatientes no era creer tanto en los triunfos sino en las grandes causas que es ineludible defender, porque de lo contrario lesionamos la estatura del hombre frente a lo siniestro y lo bestial.
Alfonso Ugarte era alegre, vital y campechano. Se lo refiere franco, generoso, de puertas y brazos abiertos.
Así abrazó a Arica, quiso quedarse en ella. Es la insignia imperecedera en el costado izquierdo de su pecho, lo más cerca de su inflamado corazón.
Aquello que defendía era ya un imposible. Era una utopía vencer en el momento en que estuvo dispuesto a entregar su vida por aquello que soñaba.
Por eso: ¡Honor a quien convirtiera su paz en espada fulgurante!
10. Ternura
por la vida
Pero de imposibles está hecho el canto y el himno a la vida y a la permanencia del hombre sobre la faz de la tierra.
De allí que su abrazo es imperecedero. Y Arica, más que una referencia geográfica es un símbolo de intrepidez y de bravura.
Con sus arengas infundía entusiasmo a su gente, diciéndoles que nos había tocado, como destino, defender una causa honesta, honrada y como tal gloriosa.
Jamás fue derrotista, ni pusilánime, ni acobardado. Al contrario. Era pujante, confiado, victorioso.
Sus vínculos con sus soldados eran simples: fraternidad y una gran ternura por la vida en esos momentos aciagos por defendernos de una caterva de lobos.
Al fin y al cabo era un hombre práctico, que sabía comunicarse directamente con la gente.
Pero solo en las grandes pruebas sobresale el fuego sagrado de que estamos hechos. Y sobresale a manos llenas.
Por eso: ¡Honor a quien convirtiera su paz en espada fulgurante!
11. Esa lógica
furtiva
Era un empresario de quien dependían muchos empleados y trabajadores.
No dijo: debo tener sentido común y ser realista. No dijo: si otro fuera mi caso pelearía, pero de mí depende el destino de mucha gente. No se le ocurrió decir: haré mejor si me pongo a buen recaudo.
¡No!, esa lógica furtiva, calculadora y escapista no era su lógica.
¡No! Había deberes sagrados qué cumplir y él los cumplió a costa de su propia vida. Y eso es ser colosal y grandioso.
Tampoco dijo: mudo de oficina, me voy a otro puerto, bajo la sombra de algún otro país de América o Europa.
No pensó: Despacho desde Río de Janeiro o desde la apacible Buenos Aires.
No adujo: ser sensato susurrando; debemos pactar. Es nuestro deber cuidar nuestros negocios, la bolsa o el movimiento bursátil. No. Él tenía fuego sagrado en el alma.
No calculó fríamente: puedo escoger cualquier patria que yo quiera. Para eso soy ciudadano del mundo, moderno y universal.
Y eso es tener fuego sagrado en el alma.
12. Ejemplo
de heroicidad al mundo
No dijo: esto no me implica, no es mi responsabilidad. La cosa no es conmigo. Además, no soy soldado. No buscó ninguna justificación.
Al contrario: ¡se afanó, buscó, reclamó participar! Pugnó por unirse, afiliarse involucrarse en ese asunto de honor.
Y es que quienes tienen fuego sagrado en el alma hacen lo indecible para estar allí donde las papas queman.
Y eso hizo él hasta morir, el 7 de junio de 1980 en El Morro de Arica.
Y aquella iniciativa de formar él mismo un batallón debemos seguirla en otros campos porque en el fondo y con ella nos da una consigna.
Que cada organización, que cada empresa, que cada entidad en el Perú sea una milicia y una legión.
Antes, participó el 19 de noviembre de 1879 en la Batalla de San Francisco.
Estuvo en la agobiante retirada por el desierto.
Peleó en la Batalla de Tarapacá el 27 de noviembre de 1879, donde fue herido de bala en la cabeza.
De allí emprendió la penosa marcha hasta Arica a unirse al bastión de guerreros incólumes que dieron un ejemplo de heroicidad sin límites al mundo y a las estrellas estupefactas.
13. Y eso
lo heredamos
En Arica intervino en las dos Juntas de Guerra que convocó el
coronel Francisco Bolognesi y donde se tomó y ratificó el acuerdo por unanimidad de luchar hasta quemar el último cartucho y de morir defendiendo la plaza, el honor nacional, invistiéndose de gloria.
Y este holocausto se cumplió, con lo cual un laurel de gloria reverdece desde entonces en cada una de nuestras frentes.
Fue aquella una decisión inquebrantable, adoptada por aclamación las dos veces en que se sometió a consulta.
El grito fue: ¡no nos rendiremos jamás!
¡Honor y gloria eterna a esos inmortales!
Allí estaba él entre esa pléyade de hombres luceros del alba. ¡Qué honor, qué honra y qué privilegio!
Es que tenían fuego sagrado en el alma. ¡Y eso lo heredamos hoy nosotros!
Alfonso Ugarte obtuvo el grado de coronel en los campos de batalla.
14. Su sangre
impetuosa
Formó reclutando obreros y artesanos el batallón Iquique Nº 1, conformado por 429 hombres y 36 oficiales.
Fue comandante general de la Octava División en la defensa de Arica. Y era civil, no militar.
En esta contienda 1,600 peruanos se enfrentaron a 7400 chilenos fuertemente armados.
Fue absoluta su determinación y su entrega. Unió a la decisión de Francisco Bolognesi su jefe ya anciano, la suya cuajada y madura de un hombre de 32 años, que se sumó a la de quienes frisaban la flor de su juventud henchida y pletórica.
Esos paladines de Arica consagraron el 7 de junio de 1880 su fervor indomable en una patria hecha de realidad y de sueños, de problemas por resolver y utopías por volver a hacerlas cotidianas y vigentes.
Unieron la turbulencia de su sangre impetuosa junto a la decisión sosegada del ínclito anciano, en un ideal supremo de algo que hay que explorar hasta el fondo. Y que indudablemente, pleno de virtudes, se sintetiza en un símbolo: ¡Perú!
15. Como somos
tú y yo
Por si acaso, Alfonso Ugarte no era blanco, ni alto, ni tenía ojos azules como ahora se lo retrata y se lo pinta.
Era trigueño, bajo de estatura, de ojos muy negros. Los dientes los tenía orificados, el cabello ensortijado y el bigote audaz e hirsuto.
Era como tú y como yo, ciudadano común y corriente. Pero que tienen fuego sagrado en el alma, que hay que hacerlo cálido, luminosos y actuante.
Tenía picaduras de viruela en la cara. Y se lo recuerda afectuoso, sensible, fraterno.
Se lo evoca ilusionado en el amor, tal y como somos tú y yo.
No era apuesto, ni un ser providencial, que estuviera favorecido por la naturaleza para ser una estampa, un paradigma de belleza, ni un rey en su trono, ni una estatua viviente.
Su madre ofreció una recompensa de mil pesos a la tropa chilena por la entrega del cadáver de su hijo.
16. Delante
de nuestros pasos
Y fue encontrado a las orillas del mar, al pie del Morro el día 14 de junio.
Los restos, reconocidos y aceptados por la autora de sus días, fueron sepultados un día después en el cementerio de Arica.
Posteriormente fueron trasladados a Lima donde reposan dentro en un sarcófago en el tercer piso de la Cripta de los Héroes en el cementerio Presbítero Maestro.
Gerardo Arosemena en su calidad de director del Centro de Estudios Histórico Militares del Perú fue autorizado, el año 1979, para abrir la tumba de Alfonso Ugarte encontrando sus restos envueltos en la bandera peruana.
Pero creo que si bien reverente es una corroboración inútil, porque él más bien está vivo delante de nuestros pasos. Y hasta en nuestro propio caminar cuando este va por un rumbo verdadero.
¡Y para siempre! Porque, sin darse cuenta de lo inmenso de su gesta, sacó a luz el fuego sagrado que tenemos él, tú, como yo también, en el fondo del alma, a la superficie de los días en todos nuestros actos.
17. Guerreros
ilustres
Hay ejércitos que se reclaman vencedores porque sembraron muerte a su paso, sin dejar heridos en el campo de batalla. Y mataron a mansalva.
No quedó un solo peruano vivo en los campos de batalla. Pregunto: ¿puede ser el que remata a un herido un ejército vencedor?
O vencen los que fueron asesinados pero envestidos de honor y de gloria. ¡Loor a quienes sacrificaron sus vidas aquel día y elevaron la estatura del hombre universal más allá de la luz y el brillo de las estrellas!
Porque desde lo moral, que es lo que verdaderamente importa y hace a alguien vencedor o cobarde, ¿quién venció en esa contienda?
Vence el ejército que tuvo entre sus filas no solo guerreros ilustres sino a modo de ejemplo: que invirtieron toda su fortuna conformando un batallón de artesanos, dándoles ropa, armas, comida y virtudes. Y, sobre todo, porque defendían ideales, principios y valores básicamente humanos.
Esa es la causa que defendió Alfonso Ugarte, porque tenía fuego sagrado en el alma.
18. Paladín
de fábula
Porque no es totalmente sano y legítimo el objetivo de ganar una guerra, sino el de defender la vida, oponiendo el brazo afectuoso y fraterno a fin de detener a aquellos a quienes ciega la codicia, a quienes aloca la rapiña, y les desquicia el botín como ofende la respiración del hombre ya indefenso y por eso lo mataban.
Entonces, ¿quién es vencedor?
Estuve yo presente en la santa indignación de aquella hora, que alentó a cada hombre del Ejército del Perú de aquel día.
Estuvimos todos nosotros presentes en su arrojo y en su corazón ferviente e inflamado. Y esto nos hace grandes.
Me enaltece haber estado siquiera como un grumo de certidumbre en su alma, en su conciencia y en su visión del porvenir.
Estuvimos todos nosotros en él como algo relacionado a la esperanza, que en su alma no murió jamás. ¡Ni morirá!, mucho más habiendo símbolos como Arica.
En el corazón y en la mente de aquel paladín de fábula, de aquel héroe insigne estuvimos nosotros brillando como estrellas en su pecho. Y luego en el torrente de su sangre explosionada, para que fecunde siempre.
19. Sangre
heroica
Estuvimos en el grito indignado de un ser que no veía hacia atrás sino todo lo proyectaba hacia adelante.
Siento que estuve como un corpúsculo de luz. O como un temblor cuando avanzaba en su caballo ya alado con la bandera roja y blanca.
Y blandiendo la espada en el aire, alentando a sus camaradas, digno hijo del sol como son los hombres de esta tierra.
Nunca vibró la adhesión a la patria tanto como en el corazón de aquellos heraldos míticos y de fábula.
Arica después de la batalla era un lago de sangre.
El escritor chileno Nicanor Molinare escribe en su obra “Asalto y toma del Morro de Arica” que el caballo de Manuel Baquedano aquel día chapoteaba en sangre peruana hasta los nudillos.
Sangre sagrada, sangre heroica, sangre bendita.
Y es porque los hombres defendían lo que a los hombres cabe defender, tenían fuego sagrado en el alma.
20. Estas frases
trémulas
¡Sangre ejemplo de heroísmo sin par! ¡Sangre de aquellos jóvenes que ascendieron a ser oficiales a los 18 y a lo más 22 años de edad!
Y que quisieron, plenos de convencimiento, dar su vida por el Perú.
¡Loor a esos héroes!
¿Por qué lo hicieron? Por ti y por mí. Cada uno de los que defendieron El Morro de Arica lo hicieron por ti y por mí.
Para que yo pergeñara estas frases trémulas, entrañables y ardorosas. Y para que no pudiera atajar las lágrimas fervientes que se agolpan en mis ojos.
No solo envestidos de una nacionalidad, que en mi caso la llevo con orgullo, sino como seres humanos que se sublevan a la ofensa, al pillaje y latrocinio.
En realidad todos los peruanos de aquella época sacaron a relucir que somos un pueblo que tiene fuego sagrado en el alma.
21. Unción
y alborada
La generación de Manuel González Prada puso mucha atención en quienes fallaron.
Los ojos y el acento fue juzgar implacables a los impuros, a los que huyeron o se escondieron.
Pero esos en realidad no importan mucho ni deben interesarnos en lo más mínimo porque por ellos olvidamos a los íntegros.
Pero sí resultan fundamentales e imprescindibles los que se consagraron, sin huir ni claudicar.
Mi generación puso mucho acento en la crueldad y la infamia del enemigo. En aquellos que si alguien tenía astillada una pierna, o se arrastraba por una bala en la pelvis lo atravesaban con la bayoneta.
O le rasgaban el pecho o el vientre con el corvo. ¿Qué pueblo nefasto es ese que de estas vilezas se enorgullecen y han hecho incluso una épica?
Nosotros ponemos el alma y el aliento en quienes esa mañana consciente y con arrojo eximio se inmolaron. Y fueron sublimes en el amor a su heredad y a su gente.
Nos acercamos devotos a quienes elevaron su espíritu en aquella gesta sin par para que siempre haya en nosotros unción y alborada.
22. Civiles
en pie de guerra
En ese norte y égida Alfonso Ugarte es un ejemplo imperecedero para niños, jóvenes y adultos de todas las nacionalidades de todos los tiempos y de todas las culturas.
Porque su proeza lo asumió representando a la especie humana, para darnos la estatura de lo que es ser hombres.
Debe pasar la época en que esta guerra siga doliéndonos tanto, para ser más bien un referente del cual extraer los ejemplos asombrosos de cómo ser peruanos cabales, íntegros y de a verdad.
Debe pasar la época de las dudas. ¡Y se dudaba tanto de Alfonso Ugarte!, ¡porque para el enemigo eran insoportables los civiles!
Y porque no les convenía que hubieran ejemplos civiles, sino que para ellos había que acabar con el último vestigio humano en el Perú.
Civiles en pie de guerra se los asesinaba por la espalda y no tenían sepultura, tal como ocurrió en Huamachuco.
23. Volar
al infinito
Se dudaba hasta que en el sarcófago estuviera Alfonso Ugarte enterrado y fue necesario abrirlo para comprobar que era cierto.
Y allí está envuelto en la bandera peruana.
– Y, ¿por qué estas dudas?
– Porque nuestros profesores de Historia por charlatanería nos dijeron que la historia nos la habían contado de una manera que no era verdad.
Yo también tuve un profesor a quien escuché decir lo mismo. Y precisamente en relación a Alfonso Ugarte, cuestionando a la bandera y al caballo con el cual se arrojó al abismo que es la versión que difundió el enemigo, pese a que entregaron su cadáver recogido de la playa para cobrar los mil pesos ofrecidos por su madre. Decía que no era cierto, que es la versión que da el enemigo.
Sin embargo, la lógica de la vida de Alfonso Ugarte es enarbolar la bandera, montar sobre el caballo, picarle los ijares al filo del barranco, y así volar al infinito, paradigma que está bien que sea así: la bandera, el caballo, el morro, el héroe ínclito y el océano.
24. La Patria
que llora
Pero ha habido épocas violentadas por profesores de desencanto, de malicia y hasta de horror.
Indocumentados y hasta con argumentos absurdos. El cuerpo de Alfonso Ugarte lo reconoció su madre. ¿Hay algún cuerpo de algún hijo en el universo que pueda ser desconocido para su madre?
Y ella se inclinó muchas veces en esa tumba, primero en Tacna y luego en Lima, a llorarlo y a venerarlo.
¿Vamos a poner en cuestión también a la madre que lo trajera al mundo? ¿A quien acunó ese cuerpo desde el primer instante en que naciera un día como hoy, 2 de agosto?
¿Y a la Patria? Hermosamente representada en esa escultura magnífica que llora en lo alto del catafalco la muerte de su hijo bienamado?
Desenmascaremos la actitud de esos profesores mediocres que se ufanan de saber algo más, que en verdad no conocen.
Lo único que han adoptado es la actitud cobarde de no creer en nada y en descreer de todo. Y siendo así son los tontos útiles a causas que ni siquiera son las suyas.
25. En nuestros
corazones
Por eso, Patria, para hacerte digna, grande y excelsa haz tú misma que no olvidemos nunca, sobre todo, a los que por ti murieron.
No dejes que sus cenizas se disgreguen sino que sean diamantes puros en la diadema del alba de un tiempo nuevo.
Y que aquellos ejemplos fulguren en todas las horas y en todas las eras y caigan como semillas buenas en nuestros sueños.
Porque nunca el ser humano como tal fue tan obstinado y tenaz en lo heroico, como Alfonso Ugarte y muchos otro en aquella contienda. Jamás resaltó tanto la raíz y la fibra de que está hecho el hombre como en aquel holocausto.
Y nunca brilló más refulgente el lucero que somos.
Loor a los héroes de fábula de aquella gesta. Loor a quienes supieron poner en evidencia y en flor el fuego sagrado de que estamos hechos, defendiendo valores que son la esencia del ser humano en contra del oprobio.
Y es que todos tenían en aquella jornada fuego sagrado en el alma. Que nos lo dejaron para que nunca se apague ni extinga en nuestras manos, en nuestras mentes y en nuestros corazones.
Texto que puede ser reproducido
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