jueves, 14 de enero de 2010

PAUL SAMUELSON, EL ECONOMISTA INCOMPARABLE: "NADIE, PERO NADIE, HA HECHO TANTO" - POR PAUL KRUGMAN

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Paul Samuelson, el economista incomparable:

“Nadie, pero nadie, ha hecho tanto”

Por: Paul Krugman

Publicado originalmente como “The incomparable economist”, en VOX:

http://www.voxeu.org/index.php?q=node/4393

Traducido por Alberto Loza Nehmad

Han existido erizos, han existido zorros, y ha existido un Paul Samuelson.

Me refiero, por supuesto a la famosa distinción entre pensadores hecha por Isaiah Berlin: los zorros que conocen muchas cosas y los erizos que conocen una sola gran cosa. Lo que distinguió a Paul Samuelson como pensador económico, y que lo hacía como nadie más, pasado o presente, fue el hecho de que él conocía (y nos enseñó) muchas grandes cosas. Ningún economista ha tenido jamás tantas ideas fecundas.

Con una pequeña ayuda de Google Scholar, he compilado una lista de algunas de las grandes ideas de Samuelson. Digo “algunas” porque estoy seguro de que no está completa. Sin embargo, de todos modos, aquí hay ocho (¡ocho!) ideas fecundas, cada una de las cuales dio origen a vastas y continuas investigaciones:

1. Preferencias reveladas:

En la década de 1930 hubo una revolución en la teoría del consumidor, cuando los economistas se dieron cuenta de que en la elección del consumidor había mucho más que una utilidad marginal decreciente. Pero fue Samuelson quien nos enseñó cuánto se puede inferir a partir de la simple proposición de que lo que la gente elige, debe ser algo que ella prefiera frente a otra cosa que podría haber adquirido pero que no eligió.

2. Economía de bienestar:

¿Qué significa decir que un resultado económico es mejor que otro? Este era un concepto poco claro antes de que viniera Samuelson, un concepto con mucha confusión acerca de cómo pensar acerca de la distribución del ingreso. Samuelson nos enseñó cómo usar el concepto de redistribución por parte de un observador ético, para darle sentido al concepto de bienestar social; y de ese modo nos enseñó los límites de ese concepto en el mundo real, donde no existe tal observador y donde la redistribución usualmente no sucede.

3. Los beneficios del comercio:

¿Qué significa decir que el comercio internacional es benéfico? ¿Cuáles son los límites de tal proposición? El punto de partida es el análisis de Samuelson de los beneficios del comercio, que se basaba tanto en la preferencia revelada como en su análisis del bienestar. Y desde entonces todo — desde el análisis de las distorsiones de Bhagwati y Johnson hasta los conceptos de las ventajas comparativas generalizadas de Deardoff— ha estado basado en esa idea.

4. Bienes públicos:

¿Por qué algunos bienes y servicios deben ser provistos por el gobierno? ¿Qué hace que algunos bienes, pero solo algunos, sean adecuados para los mercados privados? Todo esto se remite al artículo de Samuelson de 1954, “La teoría pura del gasto publico”.

5. La teoría de las proporciones de los factores en el comercio:

Cada vez que hablamos de recursos y de las ventajas comparativas, cada vez que nos preocupamos de los efectos del comercio sobre la distribución del ingreso, volvemos al trabajo de Samuelson de los años 40 y 50. Él tomó las vagas y confusas ideas de Ohlin y Heckscher y las convirtió en un modelo preciso que definió la mayor parte de la teoría del comercio para toda una generación, y que permanece siendo una parte clave de la síntesis moderna.

6. Las tasas de cambio y la balanza de pagos:

Un poco de historias personales: la mayoría de la gente que trabaja en el comercio internacional tiende a perder el hilo cuando la discusión gira hacia las tasas de cambio y la balanza de pagos; como algunas veces he dicho, la gente del comercio real considera la macroeconomía internacional como vudú, mientras la gente de la macroeconomía internacional considera el comercio real como aburrido e irrelevante (y cuando estoy de mal humor, sugiero que ambos tienen razón). Sin embargo, fui salvado de todo eso cuando leí a Dornbusch, Fischer y Samuelson (1977) sobre el comercio Ricardiano, donde entre otras cosas mostraban cómo el comercio y la macro, las tasas de cambio y la balanza de pagos, la posibilidad de beneficios del comercio pero también la posibilidad del desempleo, todo junto encajaba.

Lo que aprendí después fue que Samuelson entendió esos asuntos mucho más antes, aunque la precisión de la formulación de Dornbusch, Fischer y Samuelson con seguridad ayudó a que aparecieran con claridad. Esto es lo que escribió en su artículo de 1964, “Notas teóricas sobre los problemas del comercio internacional”: “Con el empleo menos que pleno y con el Producto Nacional Neto sub-óptimo, todos los derribados argumentos mercantilistas resultan ser válidos”. Y a continuación mencionaba el apéndice a la última edición de su libro, Economía, “señalando los problemas genuinos —para los apologistas del comercio libre— producidos por la sobrevaluación”. La solución, por supuesto, era terminar con la sobrevaluación más que restringir el comercio; Samuelson entendió que las buenas políticas macroeconómicas son un prerrequisito para las buenas políticas microeconómicas. Más de eso en un minuto.

7. Generaciones superpuestas:

El modelo de endeudamiento y préstamo con generaciones superpuestas elaborado por Samuelson en 1958, es el esquema primigenio para pensar acerca de todo, desde la Seguridad Social hasta la deuda de los hogares. Es difícil imaginar la macroeconomía sin ese modelo.

8. Finanzas de paso aleatorio:

La demostración de Samuelson de que los inversionistas que actúan mirando al futuro implican una fluctuación de precios aleatoria, es el punto de partida para gran parte de las finanzas modernas.

Como dije, estoy seguro de que hay más. Pero nótese que cualquiera de estas ideas, por ella misma, habría sido considerada suficiente para hacer de Samuelson un gran economista. Nadie, pero nadie, ha hecho tanto.

¿Y cómo lo hizo? Siendo más listo que todos los demás, por supuesto. Sin embargo, también hubo —yo sugeriría— dos aspectos de la conformación intelectual de Samuelson que potenciaron su búsqueda intelectual.

El primero fue su ser alegre. Léase el trabajo de Samuelson y lo que se obtiene es el sentimiento de un hombre que, más que sentarse a escribir Artículos Muy Importantes, estaba divirtiéndose con las ideas. A veces esa diversión erupcionaba en una inspirada bobería. Véase la nota a pie de página 9 en su artículo sobre las generaciones superpuestas, donde escribe: “Por supuesto, ninguna oración que comience con la palabra “por su puesto”, puede válidamente contener un signo de interrogación al final? Sin embargo, una paradoja es suficiente para un artículo...”. Me parece claro que la alegría de Samuelson liberaba su imaginación y alimentaba su creatividad.

Y con todo, Samuelson estaba al mismo tiempo afirmado en la realidad. Para nada un académico de torre de marfil, siempre permaneció profundamente interesado en los acontecimientos y la política, actuaba en los mercados y nunca dejó que sus teorías ofuscaran su sentido de la manera en que las cosas realmente eran.

Lo que me lleva, finalmente, a la gran contribución de Samuelson a la elaboración de políticas económicas: la síntesis keynesiana. Samuelson fue, intelectualmente, un hijo de la Depresión; salió a la madurez intelectual en medio del desempleo masivo. Su libro de texto llevó el pensamiento keynesiano a una amplia audiencia. Y nunca olvidó que los mercados pueden descomponerse terriblemente. ¿Cómo, entonces, podía la teoría económica sobre las virtudes de los mercados ser de utilidad para el mundo real?

La respuesta de Samuelson fue que primero están las buenas políticas macroeconómicas. Las políticas monetaria y fiscal debían ser empleadas para asegurar más o menos el pleno empleo (y como he señalado en otro lugar, Samuelson apreciaba los límites de la política monetaria de una manera que hoy parece increíblemente anticipatoria). Las tasas de cambio tenían que ser ajustadas para asegurar la competitividad. Solo entonces podían salir a actuar las virtudes de los mercados. Fue una lección que demasiados economistas olvidaron cuando se sumergían en la amorosa matemática de los mercados perfectos. Y el realismo de Samuelson (su entendimiento de que los mercados son grandes cosas pero que necesitan ser apoyados por el activismo gubernamental) nunca ha parecido más relevante de lo que es ahora.

Así que elogiemos a Paul Anthony Samuelson, el economista incomparable. Nunca ha habido y nunca habrá alguien que lo iguale.

Fuente:

http://www.librosperuanos.com/traducciones/esquina140.html

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