Danilo Sánchez Lihón
1. Configurando
la realidad
Ángel
Gavidia es médico y poeta, quien nació en Mollebamba, en Santiago de
Chuco, en el año 1953, estudió medicina en la Facultad de San Fernando
de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, graduándose de médico
cirujano en el año 1980.
Ha
publicado trémulos e intensos libros de poesía como: “La soledad y
otros paisajes”, “Un gallinazo volando en la penumbra”, “Fuera de
valija” y “El centro de la tierra”. Asimismo, se ha valido del cuento
para dar una versión maravillada y transida del mundo en tres libros
memorables: “Aquellos pájaros”, “La cita y otros cuentos” y “Los días y
el viento”.
En
ensayo ha publicado: “El cólera en la ficción de García Márquez” y
“Ribeyro y Santiago de Chuco”. Tiene, además, otro libro de vivencias y
relatos, titulado “El molino de penca”, e integra el grupo literario
Greda, cuyo nombre alude a una arcilla a partir de la cual se hace una
olla, una alcancía, un pífano, y todo tipo de cerámicas, como alude
también a la noción de cambio y al intento de volver a configurar la
realidad.
Participa
también en el Frente de Escritores de La Libertad. Actualmente es jefe
del Servicio de Medicina Interna del Hospital Belén de Trujillo y
profesor en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de
Trujillo.
2. Con solemnidad
y prestancia
Max
Silva Tuesta, médico psiquiatra quien dedicó estudios prolijos a la
vida y obra de César Vallejo, y por ello es reconocido como uno de los
vallejistas más connotados del país, me preguntó siempre por Ángel
Gavidia a quien Max al parecer no conocía personalmente, pero a quien
recordaba mucho por la siguiente anécdota:
En
el concurso de cuentos del año 1996 que organizó el Colegio Médico del
Perú a nivel nacional, a le tocó desempeñarse Max, como correspondía
dada su alta investidura de ser a la vez un prestigioso hombre de
letras, como miembro del jurado de dicho certamen.
El
día del anuncio de las obras premiadas el cuerpo directivo del gremio
médico estaba presente no para cuidar que la calificación se hiciera en
total y absoluto anonimato, como podría parecerlo, sino para agregar aún
más solemnidad y prestancia a la sesión que de por sí ya era solemne.
Según
me contaba Max el nivel de los trabajos concursantes era extraordinario
en el conjunto de todos los textos presentados, porque curiosamente hay
una gran afinidad entre la literatura y la medicina, quizá porque ambas
disciplinas o campos del conocimiento se ocupan de lo centralmente
humano y sensible.
3. Indudables
candidatos
Él
recuerda que después de una ardua labor de organización, discusión de
pautas y rubros que debían primar en la calificación de los trabajos
presentados, se acordaron rubros bien delimitados cada área o campo.
El
acta del jurado que he alcanzado a revisar, estipula los siguientes
aspectos, cada uno con un esquema explicativo y diversos casilleros para
asignar las notas correspondientes:
1. Dominio del tema
2. Dominio del lenguaje
3. Desarrollo argumentativo
4. Estructura narrativa
5. Caracterización de personajes
6. Autenticidad en los diálogos
7. Concatenación entre elementos reales e imaginarios.
Como
se ve, la calificación era prolija y exhaustiva, proceso en el cual,
luego de la lectura de las obras numeradas el jurado alcanzó a
seleccionar tres cuentos, que eran indudables candidatos merecedores al
primero, segundo y tercer galardón.
4. Extrajeron
la hoja
Habían
llegado a una ardua discusión defendiendo cada uno de los miembros de
la comisión asignada, uno y otro de estas tres composiciones que
indiscutiblemente tenían el mérito para obtener el primer puesto.
Cada
uno de los cuentos además de tener gran calidad literaria se destacaban
por ser muy originales y distintos uno frente a los otros y en
múltiples aspectos.
Habiendo
dirimido el orden en que al final acordaron que tendría que darse el
veredicto del jurado, en presencia del público asistente y de las
autoridades allí presentes del Colegio Médico de aquel entonces,
procediendo a abrir los sobres correspondientes.
Lo que interesaba sobre manera era conocer la identidad de los ganadores empezando por el tercero para crear más expectativa.
Retiraron
la plica, voltearon las solapas del sobre y, nerviosamente, extrajeron
la hoja con datos que guardaba la identidad del primero de los
afortunados que se había hecho merecedor a uno de los premios. Se había
empezado por el tercer puesto, como hemos dicho. El nombre del médico
que había obtenido ese galardón era el del doctor Ángel Gavidia Ruiz.
5. Estupefacción
y asombro
El
aplauso de los asistentes al acto fue espontáneo y que pronto se
convirtió en estruendoso, lo que constituye ya para un artista una
auténtica recompensa.
El
nombre no lo conocían. Pero anotaron detalladamente sus señas no solo
de parte de quien tenía la función de ser secretario, sino cada uno de
los miembros del jurado y hasta había en el público asistente quienes
anotaban los datos que se iban anunciando.
Procedieron
a abrir el sobre correspondiente al cuento que se hacía merecedor del
segundo puesto. Se quedaron estupefactos, el ganador era también el
médico Ángel Gavidia Ruiz.
Su
asombro los congelaba en una sola pieza. Bueno estas cosas pueden
pasar, pero solo una vez en la vida. Las bases del concurso no había
estipulaban que solo se tenía que presentar un solo cuento. Vamos al
tercer sobre. Allí sí se cayeron de espaldas, pese a estar sentados. Era
también el médico Ángel Gavidia Ruiz.
Como
había sido un proceso llevado paso a paso por acta, esta vez fue el
único caso en la historia que en el acto de premiación de un concurso
literario subió las tres veces al podio para recibir el primero, el
segundo y el tercer premio del concurso de cuentos el médico y poeta
Ángel Gavidia Ruiz.
6. Brote
telúrico
Lo
anterior lo destaco porque grafica la calidad literaria del autor al
cual nos estamos refiriendo, pero también porque el hecho ocurrió,
además, en un gremio célebre en el Perú por el cultivo de las letras.
Pero
yo quiero extraer, además, una sola imagen de uno de sus libros de
cuentos de Ángel para dar un símbolo que nos pudiera aproximarnos a las
características de su poesía como de su prosa; y, en general, de su arte
literario.
Lo
entresaco de su libro “El molino de penca”, en donde cada uno de los
textos allí reunidos contiene esta imagen a tal punto que se convierte
en un símbolo, y este es: la espina. Y espina significa defensa si se lo
ve desde dentro y desde el fondo; esto es: desde el centro del ser.
Nada
como la espina para significar defensa como significa ataque a lo
externo y ajeno. Y nadie como la penca para sostener y ostentar ser
espina, pues la luce en la punta de sus hojas y de su tallo y hasta en
sus flores.
Pero
espina exacta, perfecta, dueña y soberana de ser espina. Así como ser
maguey y ser penca en la poesía es de algún modo el signo de Ángel
Gavidia, brote telúrico abierto al misterio y al infinito.
7. A retazos
y a sorbos
Maguey
y penca, sea en el camino o en lo empinado de la ladera, sea en la
pampa abierta y extendida, o sea en la quebrada abrupta y escondida. La
penca es espina que defiende hacia fuera, hacia el cielo y el viento
anubarrados.
Solo
en el molino de pencas la espina está hacia adentro. Solo allí su punta
se hunde hacia la médula del tallo y deja hacia fuera su extraña
corteza, hecha de hebras de cabuya lastimera que gotean su sabia
bondadosa y en donde el agua golpea para hacer girar con maravilla este
artefacto.
Y
así es cada poema y cada cuento y cada fragmento de texto que nos
ofrece Ángel Gavidia, incluso hasta en sus conversaciones: Una espina
hacia el fondo de su ser en donde se duele, siente pena, se lo nota
lastimado, o celebra la vida.
Pero
hacia fuera muestra su corteza cariñosa, aunque en las hebras llore,
como en cada uno de sus poemas con sutil y sublime capacidad de
sugerencia. Donde se redime la vida sencilla, escasa y desolada; donde
se hace canto y proclama de lo más desvencijado de la vida que se nos
ofrece a retazos y a sorbos como el café fraterno que a veces al pasar
por Trujillo donde él vive hemos compartido con Ángel.
8. Huidas
y regresos
Uno
siente al leer los poemas o bien los cuentos de Ángel Gavidia, médico y
poeta que en el fondo de ellos hay espina y hay dolor.
Soledad
sutil y callada que es de lo que se hace poesía, de lo que se fábula
que es como se urde el canto, y se teje y desteje hasta el júbilo de la
creación.
¡Cuánto habremos sufrido para escribir cosas como esta, que es un verso de Ángel Gavidia!, cuando dice:
Y si el puquio
y si el puquio
es un niño,
en medio de la pampa
abandonado?
Pero,
así como denota que se ha sufrido –y es por eso que queremos aún más a
nuestra tierra– qué importante es saber al mismo tiempo cuánta ternura
se pone para sentirla, reconocerse e identificarse con ella, y que es la
razón por la que se es médico y a la vez poeta.
Cuántas
lágrimas, soliloquios, viajes inacabables hay que recorrer. ¡Cuántas
caídas hondas del alma! ¡Cuántas huidas y cuantos regresos! Y en uno de
ellos escribir poesía o literatura.
9. Amor
infinito
Porque
poesía es turbación, conmoción y crisis. Y así como es hazaña del
lenguaje, es también emoción humana y social. Que es lo que nos enseña
César Vallejo de quien somos herederos y de quién Ángel va repitiendo
sus versos cuando camina, como esos que cierran así y que él los recita
de memoria:
Vámonos, pues, por eso, a comer yerba,
carne de llanto, fruta de gemido,
nuestra alma melancólica en conserva.
Vámonos! Vámonos! Estoy herido;
Vámonos a beber lo ya bebido,
vámonos, cuervo, a fecundar tu cuerva.
Y
que después de decirlo, parándome en seco en medio de la calle, y
mirándome a los ojos, me pregunta a boca de jarro: “Qué quiere
significar con “vámonos, cuervo, a fecundar tu cuerva”. Y es con
el poder de estos elementos o materiales, rústicos y díscolos por si
mismos, que se disponen para ser la materia con la cual se ha de
construir belleza.
De
allí que la poesía ha de ser también una actitud reverente a la vida,
compasiva con el mundo y la realidad, y sobre todo con lo humano. Y
sabia, en el sentido de dar a todo su tiempo y su lugar, su comprensión y
su ternura. Y añadido a todo ello, lo importante es no olvidarse de
nada, juntarlo todo, asumir, levantar y encarnar al hombre, pero no de
cualquier modo sino con el amor más infinito, como él lo asume, lo hace y
lo cumple. ¡Salud, miliciano del alba!
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