domingo, 24 de noviembre de 2019

HOY DOMINGO 24 DE NOIVIEMBRE: HOMENAJE POR LOS 100 AÑOS DE LOS HERALDOS NEGROS DE CÉSAR VALLEJO - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN


24 DE NOVIEMBRE

HOY ACTIVIDAD DE HOMENAJE POR LOS 100 AÑOS
DE LOS HERALDOS NEGROS DE CÉSAR VALLEJO

UN POEMA
QUE NOS
SINTETIZA


 Danilo Sánchez Lihón

 
Hoy domingo 24 de noviembre del año 2019, de 11 am. a 5:30 pm.
Capulí, Vallejo y su Tierra y el Instituto de Estudios Vallejianos, FL.
llevaremos a cabo una gran actividad cultural de homenaje por los 100
años de la aparición del libro de poemas Los heraldos negros de César Vallejo, 
jornada que se realizará en el Centro Cultural de la Universidad Nacional
Mayor de San Marcos, sito en el Parque Universitario de Lima, ingreso
por la puerta de Cotabambas 215. Agradecemos su gentil asistencia.

1. El dolormás acerbo

El poema Los heraldos negros de César Vallejo contiene un mensaje personal, pero también resume y sintetiza un mensaje colectivo y, más específicamente, nuestra historia nacional; y en gran medida de toda la América Latina y del mundo. Es por eso que es un poema consagrado, que aún nos sume en el asombro. Y que nos remueve, nos causa espasmo y nos reta haciéndonos regurgitar.

Es un poema que nos hace salir de dentro hacia afuera, es decir nos vomita, devolvemos en él lo que teníamos dentro, que hemos mal comido; con aquello con lo cual nos hemos embriagado y autodestruido. Es un poema que nos lacera, expone, y ojalá nos salve.

Nos deja, así como al personaje que habla desde dentro del poema mismo, mientras nosotros al principio lo leemos y lo escuchamos desde fuera, pero pronto ya estamos dentro y somos el personaje del poema.

Y sentimos que nos anonada, nos sumerge en el dolor más acerbo, ante el cual reaccionamos con la mirada desorbitada y sentimos que esos monstruos de los heraldos negros están llegando, en realidad están saliendo de mí para asestarme golpes, que son como del odio de Dios.

2. Esos golpes

Lo sensible de todo esto es que ocurre en el centro y en el meollo de algo extraordinariamente sensible, cual es: ¡la vida!

Y de la vida sin ropajes, máscaras ni corazas; de la vida sin disimulos, soslayos ni distracciones; de la vida sin subterfugios, escamoteos ni dilaciones.

Acontece en la yema de la vida, tan honda y a la vez tan leve; tan maravillosa y a la vez tan débil, y tan expuesta al punto de esfumarse.

Acontece en el meollo de la vida tan luminosa y humilde, tan indefensa y acosada por la sombra implacable de los heraldos negros de la muerte.

El poema Los heraldos negros está situado en la médula de lo sagrado, ¡que eso es la vida! Es así que empieza, diciendo: 

Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé!

Se ocupa de esos golpes, pero tanto o más acerca de dónde se dan esos golpes, ¡y a quien golpean!

3. Poema de la vida


Que es a mí, en primer lugar, porque es un poema muy personal. Pero, en segundo orden, golpean a la vida, sus golpes se dan o se infligen en ese centro.

Se descargan con todo furor en esas alas que son tan frágiles. Se imponen y aplican en esa cuerda de equilibrista tan fina, apenas un hilo suspendido sobre el abismo.

Se asestan en esa hebra que es una nota suprema suspendida de una a otra orilla; que es un milagro de que la vida allí exista y pueda caminarse con ese torbellino. Justamente, allí se perpetran esos golpes.

De allí que duelan tanto, como duele cualquier cuchillo que toque esa yema, como duele todo lo que roza y toca ese tuétano que somos. Esos golpes se sancionan en contra de la vida.

¡A la vida! Que es un milagro que exista en esta noche pavorosa del universo y del tiempo. Allí se dan, hecho que resulta realmente grave. Y es de eso que trata el poema: de la vida y de aquello que lo amenaza, como es lo peor de todo: la muerte.

4. Latigueando esclavos

El poema tiene honduras y abismos que son similares e idénticos a los de nuestra geografía, tierna y a la vez grandiosa, entrañable y a la vez espeluznante. Y que la vemos ante nuestros ojos, cada día desde cualquier ángulo, balcón o mirador, sea en la costa la sierra o la selva del Perú.

Cualquiera sea el lugar donde vivamos, podemos ver esa geografía donde todo es gigantesco, y hasta infinito; ya hecha de montañas inhiestas como de caídas y barrancos pavorosos, sea que miremos desde lejos o ya sea que miremos desde cerca lo que somos. Y lo que es el Perú.

Pero el poema, así como representativo de nuestra geografía lo es de nuestra historia. En él está Atahualpa cayendo preso en esta plaza, la plaza de Cajamarca. Resume nuestra historia que en el transcurso de todas las épocas ha recibido estos golpes sangrientos

Esos golpes son los caballos de los conquistadores, pero es también la guerra con Chile. Es nuestra historia que sorpresivamente nos da esos golpes y que son los potros de bárbaros atilas desatados. Pero es también cada asonada, cada hacendado o patrón montado en su caballo latigueando esclavos o súbditos que son esos mismos golpes que nos manda el destino.

5. Creyéndonos culpables

Pero, así como barrancos, honduras y abismos, otro de los elementos consustanciales del poema es que esos golpes se dan de improviso.

Es la índole sorpresiva de esos golpes lo que le da contundencia y dramatismo. Es el carácter repentino o inesperado de esos golpes, lo que lo hacen temibles, como fue la conquista española.

Ese talante sorpresivo, repentino e inadvertido, es lo que les da un carácter cruel e implacable a esos golpes. Ya que es cuando en el estado más tranquilo, sosegado y ecuánime en que me encuentro, cuando algo cae produciendo una desgracia, como fue la llegada de los españoles. O como fue la guerra con Chile. O como lo es la misma minería extractiva que contamina el ambiente y destruye nuestros campos y nuestros pueblos.

Así como otro elemento que se da en el poema y que forma parte de nuestra psicología es que todo lo convertimos en culpa, en error nuestro, en desliz y remordimiento pese a ser inocentes. Y en autodestrucción, pese a no tener nada que ver con las causas y sí solo con sus efectos, como lo remarca el poema al decir: como cuando por sobre el hombro nos llama una palmada. Y nos sentimos culpables, creyendo que nosotros fallamos, achacándonos la responsabilidad de todo.

6. Detectado en su pulso

Visualizamos así que el poema Los heraldos negros tiene un valor que va de lo personal a lo social e histórico; que vale para cada individuo, pero que tiene también un valor como colectividad que conforma una nación.

Es el poema de la destrucción del imperio de los incas en tierras donde la organización se hacía en base a la familia. Es la sorpresa de la llegada de los españoles. Es el poema que modula Atahualpa en sus oídos en el largo cautiverio que sufrió hasta su ejecución y muerte por garrote.

Porque la conquista española no alcanzó sino a ser eso: un golpe sorpresivo y un gran holocausto. Es la historia de un reino donde primaban valores y que sucumbe ante algo extraño, ante la codicia y la rapiña que es todo lo que está representado en Los heraldos negros.

Es el poema del descuartizamiento de Túpac Amaru en la plaza del Cuzco. Que para ser escrito tuvo que ser detectado en su pulso, en el latir de su sangre derramándose en el momento en que se lo ejecutaba. Son los crímenes y asesinatos producidos en masa por el ejército invasor en la Guerra con Chile.

7. hay, hermanos

Es un poema que resume todo un holocausto, el más atroz de la historia humana, como aquí se dio. Es la historia del Perú resumida en unas imágenes. Son los potros de bárbaros atilas que nos sigue mandando la muerte, hasta ahora.

Ahora bien. Entonces, ¿cuál es la solución y la salida a este arrasamiento y a esta devastación?

Porque no importa que no podamos discernir en este misterio. Y no importan las desgracias que nos sucedan. Lo importante, y este es el mensaje político, social y moral, es qué hacer.

¿Cuál es entonces el resquicio a la solución de los problemas y a la irrenunciable esperanza? ¿Cuál es la solución y la respuesta a aquel “Yo no sé”? Y a la pregunta anhelante que nos formula un niño en la escuela, o un estudiante en la cátedra universitaria.

Lo escribe y lo da César Vallejo veinte años después y ya para morir, como respuesta a este poema y a aquel “Yo no sé”.

Y lo da en el poema Los nueve monstruos, que data de 1937, y que tiene que ver indudablemente con los monstruos de Los heraldos negros, al decir:

“¡Ah! desgraciadamente, hombres humanos,
hay, hermanos, muchísimo que hacer.


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