MIS PASOS EN LAS MISMAS PIEDRAS
Danilo
Sánchez Lihón
1. Amor entrañable
Siento que los
poemas del libro Los heraldos negros están consustanciados con mi vida, con mi
alientoincesante, con mi pulso cardíaco, con el torrente de mi sangre y con el acento
de mis pasos.
Porque nací, me
crie y crecí en Santiago de Chuco hasta los 16 años, en el mismo barrio en
donde César Vallejo nació, se crio y creció; y en la misma calle donde él dio
sus primeros vagidos ensayó sus primeros pasos e incursionó en sus iniciales exploraciones
y aventuras.
Los dichos de la
gente que pasasaludando por la calle, y habla al centro de los patios o al
borde de los corredores de las casas,con su tono fragoso y cantarino, y que son
voces nítidas al amanecer y van acomodándose a la luz del día, son las mismas brisas
que yo escuché,en los mismos sitios y a las mimas horas, desde tierna edad, y
que se quedan como música de fondo en el fondo del alma.
Son voces cargadas
de hierbas, hechas de arcilla y de hálito que a ratos tienen giros, aromas, y se
quiebran en alguna congoja o en la alegría solidaria por cualquier asunto que
refieranacerca de esta vida dura y a la vez leve o indecisa. Son expresiones
asombradas, llenas de misterio, de estoicismo y de indoblegable esperanza.
Voces de la gente
sencilla, principalmente de la que viene del campo cargando sus quipes en donde
traen verduras fragantes, algún chiclayito verde, huevos aún calientes puestos
por gallinas compasivas, algún animalito vivo encogido por el vaivén de la
caminata y que son de los que crían con cariño y nos entregan con igual o
superior amor entrañable.
2. Los santos en sus tronos
Las bombardas y
los cohetes que revientan en el cielo de Santiago de Chuco también a cualquier
hora del día celebrando algún santo según la devoción de la gente, oalguna
fiesta aldeana, sea en las colinas cercanas o en el manojo de casas del pueblo,
sea en las mañanas resplandecientes, o en las tardes ensimismadas, o bien en los
anocheceres indescifrables, son los mismos cohetes que yo escuché de niño
reventar en el cielo inabarcable delpueblo que por llevarlo en el alma nos
pertenece para siempre.Las bandas de músicos y sus sones desgarrados que nos
llegan a retazos sobre las cercas, y los muros de adobe techados de rastrojos y
cubiertos en su cima de malvas, clavelinas y mostazas, son los mismos jirones de
música que despiertan en todas las personas, y más en los niños la impresión de
lejanía y cercanía, como de todo lo que es arcano y misterio, de que estamos
transidos hasta los huesos.
Las piedras que
él pisó por las calles de nuestro pueblo, son las mismas que también yo he
pisado, que lamentablemente las autoridades sin saber que guardan de él el
temblor de sus pasos, cambian por lampazos de asfalto, de cemento o de incuria.
El borde de los tejados de los aleros que se proyectan a las calles como alas
de palomas, de mariposas y avemarías protectoras y maternales, son aún los
mismos bordes que yo he mirado extasiado desde el ras del suelo.La plaza con su
pileta heroica y altiva al centro, el edificio de la municipalidad y la torre
del campanario con el reloj antiguo que marcaba horas inciertas, es la misma torre
que yo he mirado, o bien compungido por alguna pena, opor las tempestades que
aquí se desatan con rayos y truenos;o bien alborozadopor alguna alegría, o por
los repiques de su campana que nos convoca para algún fasto.La iglesia, con sus
altares y sus tronos. Y las efigies de los santos que a él sin duda lo han asustado,
como a mí, estrujándonos el alma, son los mismos que a mí me han hecho estremecer
de pavor y de miedo.
3. Fermento de sol
El primer poema
que aprendí de él y que recité en el corredor de mi escuela, sin comprender
totalmente lo que quería decir con él, y cuyos versos se ordenan así, es el
siguiente:
HUACO
Yo soy el
coraquenque ciego
que mira por la
lente de una llaga,
y que atado
está al Globo,
como a un huaco
estupendo que girara.
Yo soy el
llama, a quien tan sólo alcanza
la necedad
hostil a trasquilar
volutas de
clarín,
volutas de
clarín brillantes de asco
y bronceadas de
un viejo yaraví.
Soy el pichón
de cóndor desplumado
por latino
arcabuz;
y a flor de
humanidad floto en los Andes,
como un perenne
Lázaro de luz.
Yo soy la
gracia incaica que se roe
en áureos
coricanchas bautizados
de fosfatos de
error y de cicuta.
A veces en mis
piedras se encabritan
los nervios
rotos de un extinto puma.
Un fermento de
Sol;
¡levadura de
sombra y corazón!
4. Su tañido dulce
Estudié,
asimismo,la Educación Primaria en la misma escuela donde César Vallejo estudió
ese nivel del sistema de la educación nacional. Y los muros de las casas que
los niños palpamos con nuestras manos al ir y venir de las aulas de clases,
aunque se nos introduzcan en las yemas de los dedos las pajillas del ichu con
que está mezclado el barro de la cercha con que está enlucida la muralla de
adobe, son las mismas paredes con sus puertas y ventanas que yo he seguido
camino a la escuela, que en la época en que yo estudié en ella se la denominaba
con el nombre de Centro Viejo.
Y es que en esa
escuela donde él estudió años después, aun cuando él vivía en septiembre de
1934, para trabajar en ella se lo convocaa quien sería mi padre, a desempeñar
labor docente, y a fin deenseñar en el primer grado de la educación primaria,
es decir para enseñar a leer y a escribir a niños recién matriculados. Y mi
padre trabajó allí como maestro,sin faltar un solo día durante 47 años, hasta
el día 18 de mayo de 1981, fecha en que muereen pleno servicio y completamente
consagrado a su misión de enseñar.
En las carpetas
en donde yo me senté a estudiar, junto a muchos otros niños humildes, y que
eran viejos y recios muebles de oloroso eucalipto cada uno para tres alumnos,
sin ninguna duda en ellas también se sentó a escuchar las lecciones de nuestros
maestrosel inmenso y grandioso poeta César Vallejo.La vieja campana que nos
convocó, de las clases a los recreos y de los recreos a los salones, es la misma
con su tañido dulce y maternal, que convocó también al poeta de Los heraldos
negros, para las mismas lides que ahora a nosotros nos correspondía cumplir.
5. Entresacados de nosotros mismos
Pero no solo eso,
sino que ya en la Educación Secundaria, estudié en el Colegio Nacional César
Vallejo, en donde mis profesores eran vallejistas de alma, corazón y vida.
Allí entonces ya
la devoción era total por el poeta de la solidaridad humana; y tratábamos de
indagar cada rasgo de su personalidad. Y nos extasiaba cada palabra, giro y metáfora
suya; y nos dejábamos perder en cada pliegue y profundidad de su sensibilidad,
como nos sumergíamos en sus versos que nos abrían y cerraban su significación en
cada uno de sus dobleces.
Junto a mis
compañeros he recitado hasta desgañitarme por los caminos poemas de César
Vallejo, principalmente aquellos del libro Los heraldos negros, por sentir que
en ellos encontrábamos lo que en cada instante estábamos viviendo, y ya sea
poemas enteros o un fragmento de ellos.
Eran poemas que hacíamos
nuestros. Y los que más nos gustaban eran los pertenecientes al poemario Los
heraldos negros, porque en su mayoría eran ellos poemas de amor.
Nos gustaban
también porque los sentimientos eran alusiones que nosotros ya las entendíamos,
y hasta nos parecía que eran entresacados del fondo de
nosotros mismos.
6.Y ya no habrán reproches
Así:
EL POETA A SU AMADA
Amada, en esta noche tú te has
sacrificado
sobre los dos maderos curvados de
mi beso;
y tu pena me ha dicho que Jesús
ha llorado,
y que hay un viernesanto más
dulce que ese beso.
En esta noche rara que tanto me
has mirado,
la Muerte ha estado alegre y ha
cantado en su hueso
En esta noche de setiembre se ha
oficiado
mi segunda caída y el más humano
beso.
Amada, moriremos los dos juntos,
muy juntos;
se irá secando a pausas nuestra
excelsa amargura;
y habrán tocado a sombra nuestros
labios difuntos.
Y ya no habrán
reproches en tus ojos benditos;
ni volveré a ofenderte. Y en una
sepultura
los dos nos dormiremos, como dos
hermanitos.
7. Un golpe repentino
Nuestro
entusiasmo por él era porque encontrábamos que las evocaciones que hacían
algunos de sus poemas las teníamos al frente,delante de nuestros ojos los
referentes a los cuales él aludía en su poesía, como, por ejemplo:
Así, cuando dice:
Vierte el humo doméstico en la
aurora
su sabor a rastrojo;
y canta, haciendo leña, la
pastora
un salvaje aleluya!
Sepia
y rojo.
O este otro
ejemplo:
son dos viejos caminos blancos,
curvos.
Por ellos va mi corazón a pie.
Y es que en
Santiago de Chuco nos enamoramos con alguna muchacha recitándole versos de
César Vallejo. Pero más, repitiéndonos solos, cuando estábamos a solas con
nosotros mismos. Y la poesía era un bálsamo que caía bien en las heridas que el
amor abría en nuestros corazones. Y que si bien eran amargas y dolorosas, con
la poesía de César Vallejo se tornaban apasionantes y hasta trascendentales.
Ciertamente, hay
poemas que no comprendemos su significado, pero en cualquier momento como un golpe repentino se nos iluminaba el entendimiento
por alguna circunstancia, y ahí comprendíamos un verso, una frase y hasta un
gesto, o un retazo de su hondo sentido, que también pretendo desentrañar en el
presente libro.