jueves, 31 de agosto de 2017

31 DE AGOSTO: HOY DÍA NACE MI HERMANO JUVENAL - FOLIOS DE LA UTOPÍA: LOS PLATOS DE LOZA - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN


CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
  
AGOSTO, MES DE LOS NIÑOS,
DE LA JUVENTUD, LAS COMETAS,
EL DEPORTE, EL FOLCLORE Y
DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO

*****
 
31 DE AGOSTO
HOY DÍA NACE
 
 
MI
HERMANO
JUVENAL
 
 
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
 
LOS
PLATOS
DE LOZA
 
Qué me iba a servir
de tales platos…
César Vallejo
 
 
Danilo Sánchez Lihón
 
 
1. Ese
mismo día
 
Mi madre era la niña más linda y comedida del pueblo. Su rostro incluso cuando yo era niño lo veía como el de la virgen, pero su corazón es más todavía parecido al de una santa, mucho más cuando sonríe con ademán tímido y compasivo.
Conmueve su delgadez aunque de joven había sido rolliza porque procedía de un hogar donde todo lo había tenido, hija del señor más rico de toda la comarca.
Pero se enamoró de mi padre que proviene de un hogar modesto aunque digno y lleno de virtudes; que él acentúa más con su carácter apacible, amante de las causas nobles y con su convicción a favor de lo humilde, tanto que en su libreta militar en el rubro ocupación hizo anotar: campesino.
Cuando mi padre investido de coraje ha ido a pedir la mano de mi madre mi abuelo ha tenido que llenarse de paciencia para no arrojarlo después de preguntarle cuáles son sus ingresos económicos.
Y las hermanas de mi madre se han reído en su cara cuando salía. Pero mi madre ese mismo día ha renunciado a todas sus comodidades para seguirlo a él por los caminos de este mundo
 
2. Hundiendo
sus labios
 
Cuando ha salido de su casa solo le han permitido sacar cuatro cosas que reconocen que son regalos personales que le han hecho a ella:
Un baulito en donde guarda anillos y collares que poniéndolos en su falda al lado de nosotros sus hijos, vuelve a probarse en sus dedos delgados y con ojos enternecidos.
También unos guantes de gamuza de color Azul Danubio hecho de una maravilla de pequeñas piezas y costuras de hiladas parejas, y que caben justo en nuestras manos pequeñas cuando nos lo enseña, confía y que aprovechamos como un gozo supremo para palmearnos la cara.
Una chalina o bufanda de zorro por suya boca de dientes lábiles introducimos la mano; y que mi madre suele volver a probarse en su cuello dando unas vueltas por el cuarto y hundiendo sus labios en su suave pelaje.
Y un juego de platos de loza de Bavaria traídos especialmente para ella e importados a través del puerto de Hamburgo, que es otro regalo hecho por mi abuelo quien murió pocas semanas después que ella abandonara su casa para unirse con quien sería mi papá.
 
3. Y esto
compensa
 
Nosotros comemos en esos platos de loza fina y de relumbre antiguo y     que son unos “hondos” para la sopa y otros “tendidos”, para el guiso o segundo sabroso y humeante salido siempre de sus manos. Es un orgullo tenerlos porque son platos muy primorosos que le dan un brillo, un fulgor y una distinción especial a nuestra casa pobre.
Tanto es así que hemos tomado la mala costumbre de reunión a la cual vamos inmediatamente y en silencio nos fijamos en los platos en que se sirven los potajes y que evidentemente no tienen el estampado profundo de verde jade que tienen los nuestros.
Y, ciertamente, no hay familia del contorno ni distante que los tengan, porque a toda casa adónde vamos miramos la vajilla en que se sirve la comida y nunca se igualan a los platos de loza de mamá lo que para nosotros, nos parece ingenuamente nos da secretamente cierta categoría y distinción.
Y esto compensa mucho todo lo que nos falta, o a la inversa toda la dedicación que ponen ambos, papá y mamá en hacernos nuestros ternos y abrigos de color azul marino con botones dorados y que papá ha tomado como modelo para confeccionarlos a la Guardia Imperial del Palacio de Buckingham.
 
4. Al
final
 
Pero mi hermano Juvenal y yo tenemos la tarea que cumplimos a cabalidad después de la merienda de acomodar la cocina y lavar los platos, para lo cual tenemos nuestros respectivos mandiles, mientras papá y mamá se apuran en terminar con la confección de alguna prenda de vestir.
Nuestra cocina queda al borde del patio en la parte alta del corredor empedrado con chungos de río.
Como es un espacio pequeño a la hora de comer sacamos un poco la mesa para que entren las sillas pegadas a la pared y terminada la jornada la arrimamos para tener mayor espacio con las sillas dentro.
Cada uno de nosotros lava por turno y en el enjuague el otro echa el agua desde un balde con una jarra.
Y hay que tener un gran entendimiento al punto que se tiene que estar adivinando la acción del otro, y saber cuándo echar más o menos agua.
Y siempre con el cuidado de no golpearlos ni siquiera levemente. Y al final de los finales hay que barrer y no dejar nada fuera de su sitio.
 
5. Quizá
en nuestro afán
 
Lo último que nos falta hoy es coger la lámpara, cerrar la puerta, entrar a la sala y subir el escalón hacia el cuarto de arriba en donde están papá y mamá, empeñados en terminar con la costura urgente de alguna prenda de vestir.
Pero antes tenemos que alzar la mesa y arrimarla a la pared.  Juvenal de un lado y yo del otro.
Cuando tenemos en alto el mueble vemos con espanto que los platos que están encima se tambalean primero, empiezan a resbalarse después y de un golpe van a estrellarse en el suelo.
Quizá en nuestro afán por evitar la tragedia hemos bamboleado la mesa y toda la vajilla ha caído al empedrados con un horrendo estrépito.
Esto ha ido acompañado de un grito de mamá desde el segundo piso, que ha dicho:
– ¡Mis platos!
Y el estupor nuestro de verlos todos caídos y rotos en el suelo.
 
6. Ningún
reproche
 
Con las manos petrificadas y aún nosotros con la mesa en alto aparece ella y cae de rodillas delante de los pedazos esparcidos como si dependiera de la rapidez con la cual actúa el poder salvar a unos cuantos
Y así arrodillada va sacando pedazo tras pedazo. Ninguno se ha salvado. Todos se han quebrado por el centro en dos, tres, o más fragmentos.
Nosotros aún con nuestros mandiles puestos también empezamos a llorar. Papá al ver la escena con palabras calmadas dice:
– Ha sido un accidente. Cuidado de cortarse con los bordes de los pedazos rotos.
Ha traído una caja donde todos los pedazos han quedado recogidos. Mamá ha estado sentada todavía largo rato en el suelo y nosotros cogidos de la mano, llorando con ella.
No ha habido ningún resondro ni reproche. Al contrario mamá nos ha juntado a su lado diciéndonos:
– No se asusten hijitos, ha sido un accidente. –Repitiendo las mismas palabras que ha dicho papá.
 
7. La suavidad
de la vida
 
Entre nosotros Juvenal se siente culpable por ser el mayor. Y además porque los platos estaban del lado que él ha alzado. Pero eso nadie lo sabe.
Eso sí, la cocina me parece más triste y oscura que nunca, las paredes más grises, la madera de la mesa más opaca, la luz más tenue.
Los ojos enrojecidos de mamá al cubrirnos con las frazadas para dormir me dicen cuánto de irreparable hay en la vida. ¡Y cómo los tiempos se van y nunca más vuelven ni regresan!
No he tenido la experiencia hasta ahora de que se me muriera un ser querido, un perro o un gato, pero esta vez ha sido mucho peor como si hiciéramos que en el fondo del alma de mamá algo muriera.
Hoy en el almuerzo hemos tenido que ayudarla a conseguir mates de calabaza que son disparejos y no asientan bien sobre la mesa.
Que bambolean, porque tienen un muñón retorcido al centro porque era enredadera y por dónde la calabaza se sostenía a la rama como si fuera su ombligo.
Con cáscara bruna y pulida por fuera y por dentro con la suavidad de la vida que allí ha florecido.
 
8. Decidida
y trascendente
 
La cuchara al servirnos rasca la superficie interna de la calabaza con un sonido áspero al llevárnosla a la boca una cucharada de la sopa y con él el sabor también de nuestras lágrimas.
No hemos podido comprar nuevos platos porque el sueldo de maestro de papá casi siempre es para pagar deudas. Y además porque en las tiendas en las cuales nos fían no venden platos de ninguna clase.
Tales son: la tienda del señor Máximo Urquiza, de doña Livia Grados, de la señora Isabel Flores en la plaza de donde nos proveemos de fruta. O de mi tía Rosa Lihón que nos fía telas para la ropa de mis hermanas pequeñas.
Con todo este avatar que ha sido peor que un naufragio se han terminado los recuerdos dorados de la época de infancia de mamá, y hemos tenido que afrontar la vida con otros aires y de otro modo.
Mi madre ha dejado de conservar  su baulito con incrustaciones de oro y nácar que anda entre nuestros juegos, su bufanda de zorro que anda atada a nuestros cuellos y sus guantes de gamuza que ruedan por la casa.
Igual que rodaron sus platos de loza y nuestras lágrimas para afrontar la vida de otra manera, creo que más valerosa, decidida y trascendente.
 
 
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El texto anterior puede ser
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Teléfonos: 420-3343 y 602-3988
 
dsanchezlihon@aol.com
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Editorial Papel de Viento: papeldevientoeditores@hotmail.com
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Ediciones Capulí: capulivallejoysutierra@gmail.com
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