Danilo Sánchez Lihón
¡Sierra de mi Perú, Perú del mundo,
y Perú al pie
del orbe; yo me adhiero!
César
Vallejo
1. Por los que aún
no han nacido
Yo amo a mi país, no porque deba sino porque quiero.
No porque en su suelo naciera y sea ineludible quererlo, sino porque lo elijo y
a él me adhiero.
No porque se imponga y haya un determinismo con
respecto a mi origen, ancestro o porque así lo diga un catastro o cédula.
No por lo que ha sido y por las glorias que lo
enaltecen, sino por lo que es y será un día, porque en ello pongo mi brazo, mi
mente y mi espada.
No por la mano del pasado o la tradición que es
inmensa, sino por las victorias que el futuro nos debe y por nuestro esfuerzo
ha de depararnos.
Por lo mucho que hemos sufrido. Por los triunfos que
hemos de obtener con entereza, pundonor y coraje.
Yo amo a mi país porque en él todo es mío, sus calles
como su gente, sus piedras como su aire núbil.
Por sus aciertos como por sus desatinos. Por sus niños
como por sus ancianos. Por sus jóvenes como por los que aún no lo son ni han
nacido.
2. Por
su gente
La amo urgentemente por mis hermanos que piden limosna
en las esquinas y suben a los ómnibus.
Por los maleantes en los barracones que si son como
son es porque en algo yo he fallado. Todos ellos son míos. Me pertenecen.
Es mi madre toda mujer mayor que entra o sale del
mercado, sin comprar nada porque calcula que el dinero no le alcanza. Y los
hijos esperan comer hoy día.
Son mis padres los adultos que van a los hospitales y
no los atienden. O recogen el pronóstico de un mal incurable.
Amo a mi país por su gente, porque sin ella me
sentiría y estaría solo, apenado e inerme.
Porque basta que se ausente uno solo de sus ciudadanos
para que sienta que alguien falta y sepa que no estamos todos íntegros, ni
juntos.
Es mi hijo todo niño que sube a los ómnibus a vender
caramelos para poder llevar pan a la mesa de su hogar.
3. Quién
soy
Amo a mi país porque aquí te conocí, amor mío. Porque
están marcadas las calles y hasta las baldosas por donde pasamos abrazados.
¿Recuerdas tu sombra y mi sombra enlazadas en el muro,
a la luz de algún farol o de un automóvil que pasaba? Aunque el muro caiga
seguiremos en aquel sitio latiendo eternamente.
Porque es aquí donde nace y nacerá para siempre el sol
radiante, de trasparentes fulgores, y que alumbra el planeta cada día.
Lo amo porque es el país en donde quiero pasar el
resto de mi vida. Y porque en él quiero ser enterrado.
Lo amo porque en cada esquina de sus calles hay un
hermano o hermana que se gana la vida de cualquier modo. Y es quien me plantea
la pregunta compulsiva de quién soy, qué hago, cuál es el sentido de mi
existencia. ¡Y qué hacer para cambiar todo esto!
4. A tu regazo
algún día
Lo amo por sus valses, sus yaravíes, sus tristes con
fuga de tondero.
Por sus noches desveladas. Porque aquí el dolor lo
convertimos en endecha de ternura y en himno de triunfo.
Y un lejano amor entre nosotros está tan cerca en el
pozo del alma, que a él nos inclinamos cada tarde reverentes. Y es lo que más
nos duele, obsesiona y ya nunca olvidamos.
Por el olvido mismo que aquí anida, tan hondo y
sufrido. Y porque él es ausencia pero jamás vacío.
¡Lo amo al borde de tu pollera, niña mía! En el vuelo
de tu falda que gira en el huayno, el pan alivio y la marinera.
En tus ojos arrobados. En el modo de ofrecerme tus
labios. Y de buscarme tú entre las multitudes. Y en la espera de que regrese a
tu regazo algún día.
5. La ilusión
de un padre
Amo a mi país, pese a todas sus carencias, a todas sus
caídas y a todos sus gemidos. Y pese a todas sus adversidades.
Porque ellas son y deben ser las razones fundamentales
para que me quede, permanezca, luche. E ice en su lar una bandera inmarcesible.
Porque evocando tu nombre es que el corazón en el
pecho se me inflama y late rotundo e intempestivo.
Porque en tu nombre son convocados los cariños más
puros e irrenunciables.
Amo a mi país en el claror que se perfila en el confín
de los cerros cuando amanece.
En la mirada densa, fúlgida y tenaz de quienes
convierten lo cruel en piadoso, lo amargo en dulce, lo vil en virtud.
La amo en la barriga, turgente y temblorosa, de las
mujeres embarazadas,
En la ilusión de un padre por el hijo que le va a
nacer o que vuelve desde lejos.
6. Con los ojos
humedecidos
Amo mi país en la misma medida en que otros lo añoran
porque es imposible el regreso. Y al despertarse reconocen que no están aquí,
porque se fueron lejos, no porque quisieran, sino por la necesidad de
conseguirse un empleo y forjarse un destino.
Y la medida de su amor está en la manera cómo se queda
extasiado el hijo pródigo en un país extranjero cuando escucha un aire de
fiesta que llega en un retazo de música de su pueblo distante.
O cuando atraídos por una superficie de color azul
afloran sus lágrimas por no estar ni albergarse en ese momento bajo su cielo
del color que lo evoca.
Y porque estando fuera del país ante la asociación del
rojo y blanco de nuestra bandera: levantamos la mirada, erguimos el pecho,
tensamos los músculos.
Y encaramados sobre nosotros mismos, evolucionamos en
paso ligero y marcial, desfilando como cuando éramos niños, aunque ahora con
los ojos humedecidos de llanto.
7. Infinitamente
y para siempre
Yo amo a mi país, porque es fibra, raíz y cogollo de
valientes. De quienes se inmolaron y sacrificaron su vida hasta quemar el
último cartucho.
Porque en ti patria mía está viva la sangre derramada
por nuestros héroes.
Te amo sin poder encontrar las palabras, ni las
cadencias ni los gestos suficientes, para decir la emoción que me embarga por
pertenecer a una tierra como esta: mítica sublime y de fábula.
Te amo porque siempre hay un más allá desconocido
cuando ya creemos que hemos tocado fondo en la pasión de amarte.
Porque a pesar de no ser un lugar donde todo esté
bien, eres tierno suelo mío; y conmueves tanto a que en ti y en tu nombre
luchemos hasta la victoria final.
Hasta vencer o morir, infinitamente y para siempre.
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