Danilo Sánchez Lihón
Cuando rezamos hablamos con Dios.
Pero cuando leemos es Dios
quien habla
con nosotros.
San
Agustín.
1. Factor
clave
Si pudiéramos reforzar el concepto tan distinguido que
se tiene de la lectura con prácticas concretas este hecho, sería enorme e
invalorable el resultado que se puede alcanzar. Y ello, dada la atracción
prodigiosa que el niño siente por conocer los vestigios de lo fantástico en la
escritura, como si ella fuera la constatación misma de que lo mágico existe, de
que la magia existe, que es verdad y está presente en nuestras vidas.
La escritura misma para los niños es mágica, desde que
a partir de ella ven levantarse historias, personajes y situaciones que les
embelesan. Pero además porque comprueban el rol de la escritura como medio de
conservación y casi garantía de que lo fantástico existe, porque permanece
inamovible en la página y en la palabra escrita como vehículo.
En donde se pueden depositar y guardar ideas,
sentimientos, emociones, datos; así como anhelos, vivencias y hasta
ensoñaciones. Y que hacen de ella la memoria de la humanidad en resguardo de
las limitaciones del espacio y del tiempo real en donde todo se esfuma y
perece; siendo, de otro lado éste un factor clave para el progreso humano.
2. Algunas
pistas
En relación al niño, la lectura sirve para fines muy
especiales. He aquí entonces algunas pistas:
a) Para la fascinación, el encanto y la magia en la
dimensión del lenguaje. (Conjuros y exorcismos con la palabra escrita).
b) Para no olvidar lo que se vive. (Función vital o
vivencial del lenguaje).
c) Para comunicarse con los demás. (Al escribir notas,
mensajes y cartas, por ejemplo).
d) Para escribir hechos hermosos y plenos de emoción.
(Guardar, trasmitir y conservar el testimonio de lo vivido).
e) Para codificar secretos. (Las confidencias en los
diarios íntimos o en las libretas personales).
f) Para jugar. (Adivinanzas, nonsenses, jitanjáforas,
chuzas, glosolalias, candombes).
g) Para recrear el mundo externo configurando un mundo
interior, nuevo e impredecible.
3. Notables
diferencias
De lo expuesto se desprende algo crucial: que la
lectura no sirve lo mismo para el adulto que para el niño.
Esta es la gran brecha, la falla, la separación y la
diferencia que nos hace mucho daño cuando se la desconoce esa situación.
Lectura para el adulto significará, por ejemplo,
informarse e incluso el medio para adquirir prestigio profesional; o para
conseguir algo útil, para hacer negocios, por ejemplo.
Para el niño predominará el mundo de la fantasía, del
juego y la diversión; en donde la lectura es paseo, gracia, secreto; y hasta el
mundo fascinante del poder.
Hay entonces enormes y notables diferencias en la
motivación que tienen los adultos con respecto a la que tienen los niños en
relación a la lectura.
En consecuencia, no apliquemos modelos ni esquemas
generales, descubramos más bien qué inquietudes e intereses pueden significar
la lectura para cada niño en particular.
4. Expectativas
y preguntas
En dicha perspectiva, y pensando la lectura en
relación al niño, ella sirve para esclarecer todo aquello que afecte
directamente a su vida afectiva, emocional e imaginativa.
La práctica de la lectura no debe plantearse de
ninguna manera como de divulgación cultural, ni debe entenderse como el afán
porque niños y jóvenes conozcan acerca de libros u obras.
Mucho menos aquellas que consideremos desde nuestra
perspectiva de adultos como importantes, ineludibles o célebres porque forman
parte del canon literario de una determinada época o cultura.
Se lee para dar pábulo a nuestras inquietudes más
íntimas, a nuestras expectativas y preguntas; y para desarrollas nuestro
destino como seres humanos en una determinada época y espacio concretos.
Asimismo, para poder hacer que el niño lea
espontáneamente, aspecto importante es ubicar y comprender la lecto-escritura
como un aspecto instalado en el ámbito de la cultura de los pueblos.
5. Raíz
y cogollo
Consecuentemente no es favorable conceptuarla como un
problema meramente educativo o pedagógico, siendo más bien un asunto inherente
a la cultura y a la condición humana.
Por eso es bueno desescolarizarla en su principio y en
su base, para que el niño entienda que ella vale para ser un hombre pleno y
cabal.
No debemos entonces confinarla a las aulas de clases,
ni esperemos que sea la institución educativa la que se encargue
protagónicamente de resolver los problemas que le son inherentes.
Quizá la escuela en parte tenga que encargarse de su
desarrollo pero su raíz y cogollo es el hogar, porque su naturaleza y dimensión
es muy grande como para que la reduzcamos al horario lectivo.
Y aquí vale la pena otra vez recalcar en el enorme rol
o papel de la literatura infantil en favorecer una relación óptima con la
lectura y escritura.
6. Un mundo
íntegro
Y así como el lenguaje es un producto cultural,
igualmente la lectura y escritura lo son. Y es la interacción de factores
internos y externos a las personas lo que nos incita a leer.
Es en ese campo entonces donde hay que favorecer el
proceso constructivo de la lectura y de la escritura, creando un ambiente
alfabetizador; y situaciones que permitan la interacción con la lengua escrita
en la casa, vinculada la lectura al regazo materno, bajo el techo familiar y en
la mesa de comer,
Y los padres al mismo tiempo que el sustento de
alimentos que les prodigamos a los hijos cada día, hemos de proveerlos también
el sustento de los alimentos espirituales para sus vidas.
Porque más que hijos de los padres que tenemos somos
hijos de nuestras lecturas y de los libros que hemos leído. Ellos han formado y
forman de modo inacabable nuestro ser y nuestro espíritu; ellos también son
nuestros progenitores.
Ellos nos han dado no solo una casa sino un mundo
íntegro y vasto: con caminos, posadas, castillos; así como pueblos, villas y
ciudades.
7. Dios está
en el libro
Ellos nos han abierto un mundo con ríos que crecen y
lagunas que se amplían; con tierra fecunda para cultivar, con lluvias y climas
diversos; con mares y océanos infinitos para navegar.
Porque el ser humano que no adopta la lectura como una
actividad permanente se pierde la posibilidad de desarrollar su destino con
libertad sobre la faz de la tierra.
Porque quien no sabe leer un libro no sabe leer la
vida, la realidad ni comprender a las personas, ni al mundo que habita.
Quien no sabe leer de modo frecuente no conoce ni el
presente, ni el pasado, ni el futuro. Será siempre una persona limitada, no
hábil y hasta inepta para construir significados en toda situación.
Quien no adopta la lectura como una realización
continua será una persona con algunos esquemas básicos muy simples pero sin la
capacidad de renovarse ni enriquecerse permanentemente.
Porque Dios está en el libro. Y el libro y la lectura
son conversación y contacto con Dios, siempre.
*****
Los textos anteriores pueden ser
reproducidos, publicados y difundidos
citando autor y fuente
dsanchezlihon@aol.com
danilosanchezlihon@gmail.com
Obras de Danilo Sánchez Lihón las puede solicitar
a:
Editorial San Marcos: ventas@editorialsanmarcos.com
Ediciones Capulí: capulivallejoysutierra@gmail.com
Ediciones Altazor: edicionesaltazo@yahoo.es
*****
PÁGINA WEB
HACER CLIC AQUÍ:
DIRECCIÓN EN FACEBOOK
HACER CLIC AQUÍ:
*****
Teléfonos Capulí:
393-5196 / 99773-9575
capulivallejoysutierra@gmail.com
Si no desea seguir recibiendo estos envíos
le rogamos, por favor, hacérnoslo saber.