UN HOMBRE DE AMOR BONDADOSO
Por Danilo Sánchez Lihón
1. ¿Qué hacer?
Esta noche nos convoca un motivo digno y de espiritual regocijo, cual es otorgar la distinción “Catari, Ylla Chuco, Hombre Luz” a Ramón Noriega Torero, Director de la Cátedra de Sabiduría Andina del movimiento Capulí, Vallejo y su Tierra.
Son muchas las virtudes de Ramón Noriega Torero, que ni siquiera podré alcanzar a enumerar, pero que quisiera graficar con una anécdota de apenas hace una semana:
Hace siete días, en la más reciente peregrinación para participar en la Telúrica de Mayo de Capulí 11, Vallejo y su Tierra, que se inició el 20 de mayo del año 2010, el ómnibus partió a la hora exacta programada. Y Ramón Noriega Torero no estaba. Todavía no había arribado al terrapuerto de la Agencia Horna
Él, quien es el primero en llegar a toda reunión, evento o actuación que organiza Capulí, llevando las pancartas, los libros, los volantes y previendo cada detalle. Él que se encarga de empezar cada sesión de Capulí a la hora precisa y puntual.
Sin embargo ahora no se había hecho presente y el ómnibus ya avanzaba dando la curva en el Paseo de la República hacia la avenida 28 de Julio.
¿Qué hacer?
2. A través de las ventanas
Quisimos apelar al conductor del vehículo para que espere unos minutos. Pero, ¿cómo hacerlo si un principio de Capulí es hacer respetar la hora exacta, ocurra lo que ocurra?
Alguien me hizo este alcance:
– Déjalo. Su familia ha debido retenerlo. Estaba muy preocupada de que él viajara y le vaya a suceder algo en el trayecto. Lucía, su esposa, se oponía totalmente a que él viniera. Y ha debido retenerlo.
Y es que Ramón Noriega sufrió no hace mucho una grave dolencia al corazón y tuvo que ser operado en una intervención quirúrgica de máximo riesgo. En realidad y siendo así, ¿cómo atreverse a subir, en tales condiciones, a más de 4,600 metros de altitud, como se hace al pasar la jalca para llegar a Santiago de Chuco?
A los pocos minutos se estableció contacto con él mediante el teléfono celular. Preguntaba dónde estábamos y se dirigía a darnos alcance. Le indicamos que el ómnibus avanzaba ya por la Avenida Abancay, rumbo a la Plaza de Toros para luego tomar la avenida Túpac Amaru. Se le indicó las características del vehículo y todos estábamos pendientes de él a través de las ventanas.
3. ¿Qué ocurría?
Ahora ya pasábamos por la Universidad de Ingeniería en el distrito de San Marín de Porres y él no aparecía. Quietas las luces de los pueblos jóvenes que trepan por las laderas, animados aún permanecían los establecimientos comerciales a los costados de la gran vía.
No podía darnos todavía alcance. El contacto con el conductor del ómnibus era difícil a través del intercomunicador, pues ellos viajan aislados en la cabina delantera. ¿Qué ocurría? ¿Por qué no aparecía?
Cuando podía establecerse el diálogo con el conductor éste se hacía cada vez más tenso y difícil.
Nuestra desesperación era decirle que no avance tan rápido.
En algunos momentos la ilusión nos jugaba la pasada de ver taxis al costado de nuestro vehículo en los cuales nos parecía distinguir que nos hacían señas.
Cualquier taxi que se ponía detrás, se nos antojaba que era el de Ramón.
4. Volver a latir
Habían pasado ya cuarenta minutos y nada. Al parecer se había confundido de ómnibus siguiendo a otro semejante. El conductor se dio cuenta de nuestra angustia y empezó a avanzar con cierta cautela y hasta lentitud. Pero, nada. Ramón no aparecía.
¿Cuánto dinero ya estaría gastando en pagar esa movilidad? Una suma enorme. El ómnibus por fin se detuvo a fin de que coordináramos bien en qué punto coincidir. Pero ya no se podía establecer conexión telefónica con Ramón. Los saldos de los teléfonos se habían agotado.
Pasajeros invitados de nuestra delegación alcanzaron sus teléfonos celulares a fin de utilizarlos y así ubicarlo. Pero nada, se había perdido en el gran dédalo de la ciudad. Ya estábamos resignados a que no fuera.
Alguien comentó que era mejor así, quizá providencial. Su corazón generoso, que habían sido puesto fuera de su cuerpo para poderlo operar, al momento de intentar regresarlo a su cavidad, no pudo al principio volver a latir. Era en realidad enorme el riesgo que se corría.
5. Levantaba el brazo
Fue un milagro enorme el que él viviera. Era osadía suprema que él subiera ahora con nosotros hacia la serranía. Pero se había empecinado en hacerlo. El acuerdo fue que si volvíamos a establecer contacto con él le dijéramos que ya no hiciera el esfuerzo por ubicarnos. Que sería mejor que no insistiera en darnos alcance. Quizá Dios lo estaba determinando así para conservarlo entre nosotros. Había pasado ya hora y veinte minutos. Ahora el ómnibus corría a toda velocidad.
En ese instante se reestableció otra vez la comunicación. En su desesperación de alcanzar al vehículo estaba ya cerca del balneario de Ancón. Había ido demasiado lejos en relación a donde estábamos. Nosotros nos encontrábamos todavía por el distrito de Comas. Nos olvidamos de la recomendación y se le dijo que nos espere. Se acordó un hito exacto: al frente de la Escuela de la Policía, me parece que en Zapallal.
Al acercarnos ya estábamos al aviso. El ómnibus fue disminuyendo se velocidad. Y al costado del camino de la avenida Panamericana una sombra negra en la inmensa soledad y penumbra del universo, levantaba el brazo. Era Ramón Noriega Torero.
6. Grandeza de corazón
Al subir estaba sonriente y el abrazo fue cordial, efusivo y tierno, que se rubricó en un aplauso general.
Pero alguien me comentó muy despacio:
– ¡Qué raro! ¡Se aplaude la tardanza y el sumirnos en una tensión tan enorme!
Yo le repliqué:
– Mire, hay dos facetas en esta historia. La primera es la tardanza que le puede ocurrir a cualquiera de nosotros, sin ser esa nuestra costumbre. Pero lo que muy pocos podríamos hacer es lo que nos acaba de demostrar Ramón: la persistencia, la convicción en lo que hace y poner su vida al servicio de aquello en lo cual cree. De corretear a un ómnibus para seguir alentando un ideal, el cariño de estar con sus hermanos de combate, para llegar a un punto como es Santiago de Chuco en donde no se recibe ninguna prebenda, sino solo trabajo, desvelos y compromiso con la poesía, al arte y la cultura. El seguirnos, el buscarnos por más de hora y media, significa una grandeza de corazón que sin duda muy pocos aquí lo tienen. Por eso a él todo mi homenaje.
7. Un adalid y un guía
Su acción y el no doblegarse es cariño puro. Es la veneración que él tiene por los ideales de Capulí, Vallejo y su Tierra. De reunirse con los hermanos que van. Y es que su fraternidad es muy fuerte. Y la fe que pone en lo que podremos hacer por el Perú y el mundo.
Y allí termina esta historia.
Ramón en Santiago de Chuco ha sido un adalid, un guía, un maestro.
Y esto es muy importante, porque entre los jóvenes hay una demanda muy fuerte de referentes, de tener en cuenta ejemplos de vida que los refuercen en sus convicciones.
Porque a lo largo de su vida han contemplado y vivenciado mucho la mediocridad, de quiebras y tronchaduras, de dobleces y traiciones, en primer lugar de sus gobernantes y autoridades y hasta de su selección de fútbol que le ha fallado por múltiples veces sin estar ahora en el mundial de Sudáfrica.
8. Responsable y visionario
Necesitamos por eso más ejemplos, como lo es Ramón Noriega, más referentes en los cuales creer. Sea en el magisterio como en el campo del arte y la cultura.
Esos referentes colectivos también debe serlo Capulí, Vallejo y su Tierra, como organización, como colectivo y grupo humano dentro del cual Ramón Noriega Torero es un baluarte. Por eso estas distinciones, a fin de reforzar la Legión Vallejo, cultivando identidad, fraternidad, pertenencia y filiación para la lucha y la victoria final.
Que los jóvenes que nos vean actuar lo sientan como un grupo hermanado, que mira de frente, confiado, límpido. Y plenos de coraje afrontando el porvenir.
En tal sentido, Ramón Noriega es un referente de generosidad, de valor constante, de altruismo, de identificación con los ideales. De lealtad y de creencia en la tierra que nos vio nacer, el Perú. De honestidad en la conducta, de vitalidad en el empeño. Verbo y palabra luminosa de lo que debe ser un intelectual responsable y visionario en el Perú del presente y del porvenir.
9. Miliciano del Alba
Ramón Noriega Torero está empeñado en el Perú y para el mundo en formar en cada persona una conciencia propia, en mirar lo que tenemos más cerca de nosotros mismos. Y de eso hacer lo más significativo y valioso. Y ello sea lo que más nos enriquezca. Y que lo que está a nuestro alrededor sea a lo que otorguemos el mayor valor.
Este es el punto de partida para ser algo en el mundo. Porque es sentando bien los pies sobre la tierra cómo después se puede proyectar y aspirar a conquistar otros mundos. Y así hasta aspirar, si es posible, a llegar hasta las estrellas.
He allí en él a un hombre bueno, fervoroso, ilusionado e iluminado. A un hombre con coraje, con fe y fraternidad. He allí encarnado un Catequil, un Ylla Chuco, un Hombre Luz.
Loor hermano, salud Miliciano del Alba.
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