Ilustración: Giovanni Tazza
TRES HOMBRES Y LA LUNA
Por Alonso Cueto
En
los años sesenta, aún pensábamos que los grandes proyectos eran
posibles. La idea de hacer la revolución y la de conquistar el espacio
fueron dos de los síntomas del optimismo de entonces. El presidente John
F. Kennedy anunció que iba a impulsar la carrera espacial en su país
con un objetivo básico: llegar a la Luna antes de que acabara la década.
El mayor temor de Estados Unidos era perder la carrera espacial. La
Unión Soviética se había adelantado con el vuelo de Yuri Gagarin en
1961.
Este
año se cumple medio siglo de las dos expediciones que Estados Unidos
envió a la luna. La primera de ellas, en julio de 1969, con el proyecto del Apolo 11,
quedará en la memoria de algunos. Recuerdo haber estado en un colegio
de sacerdotes norteamericanos donde escuchamos la transmisión en horas
de clase, con un estallido de campanas cuando se produjo el alunizaje de
Neil Armstrong. Las palabras que dijo Armstrong
en esa ocasión fueron los titulares al día siguiente: “Un paso pequeño
para un hombre, un salto grande para la humanidad”. La caminata de Armstrong
y la de Buzz Aldrin duró apenas dos horas y pico, tiempo durante el
cual lograron colocar la placa y la bandera norteamericana mientras el
piloto Michael Collins se mantenía en el módulo de mando. La NASA eligió a Armstrong
porque era una persona con poco ego, que no iba a acaparar para sí toda
la gloria del proyecto. En efecto, después del viaje a la Luna, Armstrong
se retiró de la aviación espacial, se dedicó a la enseñanza, y llevó
una vida en el campo, solo interrumpido por un viaje al Polo Norte y a
Escocia, la tierra de sus antepasados.
Durante un tiempo, la periodista Oriana Fallaci puso en duda el origen de las famosas palabras de Armstrong. Según ella, la NASA se las había dictado. Armstrong,
sin embargo, afirmó que la frase se le había ocurrido al momento de
abordar la nave. Toda clase de rumores infundados aparecieron después,
entre ellas que los astronautas vieron una botella de Coca-Cola en el
espacio y que Armstrong se había convertido al islamismo.
La NASA
no perdió el tiempo y mandó en noviembre de ese mismo año una segunda
expedición a la Luna, el Apolo 12. Los astronautas Richard Gordon, Alan
Bean y Pete Conrad partieron el 14 de noviembre en dirección al Océano
de las Tormentas. El despegue estuvo marcado por relámpagos que
remecieron la nave. Después de Armstrong y Aldrin, Conrad fue el
tercer ser humano en pisar la Luna. Esta vez la caminata duró más tiempo
y se pudo recoger información científica. No fue la única diferencia.
En la segunda expedición, los tres astronautas eran buenos amigos y
siguieron frecuentándose mientras que en la primera, los tres hombres
siguieron caminos muy distintos. Antes de partir, Conrad le aseguró a
Oriana Fallaci que la NASA no dictaba frases a los astronautas.
Lo probó poco después. Al bajar por la escalera, afirmó: “Tal vez era un
gran paso para Neil, pero para mí es uno muy pequeño.” Conrad bromeaba
sobre la diferencia de estaturas entre ambos. Armstrong medía un metro ochenta y él, uno sesenta y ocho.
Conrad regresó sano y salvo a la Tierra, pero, en un hecho irónico, murió a los 69 años después de un accidente en motocicleta. Armstrong falleció de complicaciones coronarias, pasados los 80.
Desde
entonces disminuyó la atención del mundo a los viajes espaciales quizá
porque el cine con “La guerra de las galaxias” reemplazó a la realidad.Y
el tiempo de los grandes proyectos se ha terminado.
Fuente:
Diario El Comercio (Columnistas) - 22 11 2019