sábado, 30 de abril de 2016

30 DE ABRIL: DÍA DEL PSICÓLOGO - FOLIOS DE LA UTOPÍA: EL CANTO DEL GALLO - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN



CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
 
2016 AÑO
CONSTRUCCIÓN DE CONCIENCIA
Y CONCRECIÓN DE SOLUCIONES
 
ABRIL, MES DE LA PALABRA,
LA CREATIVIDAD LITERARIA E
INMORTALIDAD DE CÉSAR VALLEJO
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO
 

SANTIAGO DE CHUCO
CAPITAL DE LA POESÍA
Y LA CONCIENCIA SOCIAL
 

*****
 
PRÓXIMAS ACTIVIDADES
DE CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
 
VALLEJO EN EL ALMA
 
HOMENAJE
A MAX SILVA TUESTA
 

PONENTES:
 
JORGE KISHIMOTO
DANILO SÁNCHEZ LIHÓN
OSWALDO VÁSQUEZ CERNA
MANUEL VELÁSQUEZ ROJAS
 
CONDUCCIÓN
RAMÓN NORIEGA TORERO
SÁBADO 30 DE ABRIL. 5 PM.
INSTITUTO RAÚL PORRAS BARRENECHEA
UNIVERSIDAD NACIONAL MAYOR DE SAN MARCOS
COLINA 398. MIRAFLORES. LIMA, PERÚ.
 
INGRESO LIBRE. SE AGRADECE
SU GENTIL ASISTENCIA
 
*****
 
30 DE ABRIL
 
 
DÍA
DEL
PSICÓLOGO
 
 
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
 
 
EL CANTO
DEL
GALLO
 
 
Danilo Sánchez Lihón
 
 …aleteando la pena de su canto,
salta un gallo gentil, y, en triste alerta…
César Vallejo
 
1. Se
extraña
 
¿Cómo se curó mi hermano Mauro del susto, la angustia y la depresión que ya lo doblegaban?
Él me llama desde Estados Unidos y hablamos el domingo por la noche de muchos temas y asuntos de familia.
– Ojalá se arreglen mis papeles y pueda regresar siquiera de aquí a dos años. –Sueña.
Él quisiera venirse. Si por él fuera mañana mismo tomaría su avión, porque no todo es ganar dinero.
La vida también está hecha de otras esencias, contenidos y presencias del alma.
Se extraña a la gente, el habla, las calles, la tierra. Se extraña la comida, hasta el bullicio del tráfico de Lima, tan lleno de voces ¡y de vida!
Y aquí, sin embargo, todo lo vemos con ojos resentidos, malévolos y torcidos.
Después, estando ya lejos, lo extrañas, por una razón muy simple: esta es tuyo, propio, y no extraño ni ajeno.
 
2. Producción
efectiva
 
Es una calamidad de los pueblos el que su gente tenga que salir a insertarse en otras culturas, dejando su origen y arrastrándolo como trastos viejos sus recuerdos por los caminos.
Y de eso la culpa lo tienen los gobiernos por no crear aquí oportunidades. Y mira pues –me dice–, tengo aquí un amigo que ahora está sufriendo insomnios, angustia y desmayos.
Y ya felizmente un neurólogo argentino lo está tratando mediante pastillas.
Siente ansiedad y pánico. Se despierta en las noches aterrorizado. Y ya no puede dormir.
Y le asalta el temor a la muerte. Siente que personas que han muerto lo arrastran de los pies y lo arrebatan de esta vida.
Del buen trabajo que tenía lo han despedido. De aquí a dos meses lo evalúan para ver si ya está sano. Aquí si no rindes te botan sin conmiseración ni comedimientos ni apelaciones.
A los gringos aquí si no les sirves bien y los ayudas a ganar plata, te botan de inmediato y al instante, sin miramientos, lamentos ni contemplaciones.
Aquí es producción efectiva, venta constante y sonante, o nada.
 
3. El anda
del Apóstol
 
¿Cómo se presentó el mal? Es algo que se acumula poco a poco, que va sumando una brizna tras otra brizna. Y un día ese castillo de astillas acumuladas se derrumba. O viene una chispa y a esas hojas amontonadas las incendia.
O te hunde, como dice el refrán: “Una pajita es la que quiebra el espinazo de la acémila”. Es la gota que colma el vaso de agua, que siempre al principio es algo mínimo, pero que se va acrecentando. Y a lo cual la pajita final únicamente agrega un grumo que el cuerpo ya no resiste ni lo puede soportar, produciéndose el desastre. Así es la enfermedad
Este amigo y paisano hace poco regresó de Santiago de Chuco. Y dice que ahí se le declaró la enfermedad. ¿Qué raro, no? En nuestro pueblo, adonde precisamente llegamos para curarnos. Pero esta vez lloró tres veces en un solo día:
Primero fue cuando dobló el anda del Apóstol para ingresar en su iglesia: Le dio tanta pena que fue como si alguien le estrujara el alma. Felizmente estaba solo y se puso a llorar desconsolado.
La segunda vez fue cuando Teresa Vejarano recibió la Mayordomía y evocó la figura del Shongo Alcántara, quien recién había muerto y sintió tanto miedo y tanta pena por ese amigo que ahí mismo buscó un lugar apartado y se puso a llorar. Y la tercera vez que lloró no quiso contarme por qué fue.
 
4. La falta
de trabajo
 
Pero yo le digo a él que he padecido lo mismo, igualito. Ni más ni menos, pero estando en Lima.
Por eso, cuando mi amigo me habla de su mal es como si yo lo debería contar a él aunque variando el paciente y uno que otro detalle.
Solo que a mí me pasó en Lima, no aquí en Estados Unidos. Y, de eso hace unos diez años, cuando no tenía trabajo y mi vida era una incertidumbre total.
Eso sí, te digo que es horrible, sientes desgano, ansiedad y vacío total. Te deprimes por entero. Solo sientes ganas de dormir. Es la depresión.
Y le asaltan a uno ideas en la mente que son terribles y desesperadas.
Y tú luchas, pero te sientes caer.
Y solo quieres que pasen veloces las horas. Y cuando te despiertas todo es enojoso: líos, pleitos, peleas con los hijos.
Y sobre todo la falta de trabajo que te socava, te deteriora y destruye.
Yo me sentía morir, estaba desesperado. Y fui a la posta médica.
 
5. Solo para que
nos vean llorar
 
El doctor me dijo:
– Tiene que verlo el psicólogo, pero él atiende lunes, miércoles y viernes, solo de once de la mañana a una de la tarde.
No importa, dije. Cualquiera de esos días vengo, si no tengo trabajo. Por favor, le dije, para pasado mañana que es miércoles. No joven, me dijo, las citas se dan de aquí a tres meses.
Y había que ir a las cuatro de la mañana a hacer cola para ver si alcanzabas a obtener cita. Mi mamá no estaba. Ella ya estaba aquí en los Estados Unidos.
– ¡Para lo que vale tanto una madre!
¡Siquiera nos sirve de consuelo, de paño de lágrimas! Para que nos escuchen las viejitas porque ellas, ¿qué pueden hacer?
¿Qué más podrían hacer ellas en una ciudad tan hosca e indiferente, que ni siquiera ellas la conocen, donde ellas están a su vez tan indefensas?
Solo para que nos vean llorar, ¡siendo que nosotros debiéramos darles seguridad, confianza y protección! Pero no siempre es así la vida.
Me sentía morir y entonces me acordé de mi tía Carmen.
 
6. Y yo
tan ufano
 
Ella vivía en Cantogrande, al fondo, pero estaba en Lima, felizmente. Y aunque quedaba lejos sí lo podía ir a ver.
Ya estaba muy ancianita, pero me reconoció. Y qué agobiado estaría yo, que me acerqué mudo y sin poder hablar. Y solo se me ocurrió tenderme a sus pies. Y mi cabeza lo recosté en su falda, porque estaba sentada. Y lloré, lloré y lloré.
Y ella me sobaba la espalda, los hombros y pasaba sus manos por mi cabeza. Y así me acariciaba. Seguro que lloré mucho, horas, mares, me abandoné en su regazo, completamente vencido, derrotado y casi yerto.
Y yo que en la vida fui tan ufano a veces. ¡Cuando regresaba a la fiesta lo hacía siempre con aire de rico, de triunfador y exitoso! Creo que lloré amargamente en su falda.
Porque ¿a qué hora habré llegado hasta su casa? No recuerdo, quizá a mediodía. Y ya eran como las seis de la tarde, cuando me sentí un poco aliviado.
Ella me consolaba y acariciaba, diciéndome nada más:
– ¡Ay hijito! ¡Ay hijito!
Eso nomás me decía.
 
7. Se
ahogó
 
Cuando ella también se durmió cansada de tanta aflicción, de tanta angustia y de tanta pena mía, yo estuve todavía dos horas juntadas mi espalda con su espalda, de esa viejecita amorosa.
Ella entonces cuando despertó me dijo, como si hubiera estado atenta todo el tiempo, y no dormida:
– Hijito, vas a hacer que el gallo te cante.
– ¿Qué tiita? –Pregunté.
– ¡Que el gallo te cante!
Yo tenía un gallo chiquito que quise que me cante. Pero era tan grande mi agobio que el gallo no pudo cantar.
Cuando lo puse para que me cante, como me indicó mi tía, el gallo se ahogó. Cayó fulminado, aleteando sin vida.
Cuando quiso cantar le salió un ronquido de agonía. Lo vi que trastrabillaba. Y se cayó, temblando, ¡muerto! Cayó como exterminado por un rayo. ¡Así fue, increíble!
 
8. Cayó
fulminado
 
Entonces le pedí a Sofía que me traiga un gallo grande, fuerte, joven desde Santiago de Chuco, porque aquí, ¿dónde iba a conseguir un gallo así?
Y lo trajo en una bolsa de mercado.
Era un gallo imponente, orgulloso. Con una gran estampa.
Le corté la cresta como me había dicho mi tía. Y en una bolsita esa cresta, con un limón y ajo, lo colgué a mi pecho.
El gallo me cantó a las cinco de la mañana. Me cantó fuerte y cristalino. Y sentí cómo despertó mi alma que la tenía entumecida, inerte y casi muerta.
Instantes después todo se me despejó. Me sentí hombre nuevo, jovial, animoso.
Pero el gallo imponente, orgulloso y con una estampa de gladiador cayó temblando, exterminado. Quedó inanimado como un cascajo, hecho un despojo. O un guiñapo. ¡Muerto, como atravesado por una bala!
¿Cómo será nuestro miedo o nuestro dolor, no?, digo yo, ¡para que una naturaleza tan indómita caiga vencida de ese modo!
 
9. Esos gallos
ni cantan
 
Por eso, yo le insisto a mi amigo que haga lo mismo. ¡Y que le cante el gallo!
Pero no quiere, se burla de esas cosas. Me dice que él no cree en esas patrañas.
Pero, yo le digo: ¿qué pierdes probando? Prueba y si no te resulta, ¡ahí queda!
Peor es que estés padeciendo de ese modo, arriesgando tu empleo y creando en tu casa una angustia sin límites, principalmente en tus hijos.
Pero no quiere. Además, ¿aquí dónde conseguir un gallo de esos? Hay gallos, claro, pero en establecimientos que son avícolas. Pero esos gallos ni siquiera cantan.
Le han hecho más de cien tomografías a mi amigo, estudios de la irrigación de la sangre, de su cerebro.
Le han hecho análisis de la química de los elementos de su linfa raquídea. Y de las sustancias que irrigan hasta su corteza cerebral.
¡Porque aquí dicen que la depresión es química del cerebro!
 
10. Me curó
llorar
 
¡Así, de ese modo curan aquí! Puro laboratorio. Y en algunos casos aciertan, pero si dan con la clave ya de por vida los pacientes tienen que tomar pastillas. Lo hacen dependientes de los fármacos.
Así de ese modo la han curado también a la esposa de otro amigo mío, con puras pastillas.
Y con las pastillas que le han dado ahora está sana.
Aquella señora ya está trabajando y ha vuelto a ser el ama de casa que era. Pero las pastillas las sigue tomando. Le han dicho que es de por vida, hasta que muera.
Pero yo puedo dar fe y testimonio de que mejor es el canto del gallo. A mí me hizo un hombre nuevo, hecho y derecho. Y se me despejó todo.
Eso me curó a mí.
Y también me curó llorar en las faldas de mi tía Carmen.
Felizmente la encontré. Y estaba sola en Cantogrande. De lo contrario hasta hubiera tenido vergüenza de que me vean allí sus nietos llorando.
 
11. El soplo
vital
 
Porque esa mañana cuando me vio llegar Carmela aprovechó para salir y me dejó solo con mi tía.
Si no yo hubiera tenido vergüenza de recostarme en su regazo. Y de llorar como un niño, siendo un hombre ya viejo de cuarenta y tantos años.
Y que ella durmiera espalda con espalda conmigo.
Porque yo me salvé, haciendo lo que esa viejita adorable me dijo que hiciera.
De lo contrario, ¿cuánto hubiera gastado en psiquiatra y en medicina? No hubiera podido pagar desempleado como era.
Y de repente mi vida hubiera sido irrecuperable. De repente ya me habrían enterrado. Pero mi amigo ni me escucha cuando le hablo del canto del gallo.
Ojalá que él se cure de la ansiedad y el pánico de vivir en este mundo tan cruel y amargo.
Yo tuve suerte, me curé de un día para el otro. Me cure, en realidad, en un instante, con el soplo vital del canto del gallo.
 
12. De vuelta
a mi tierra
 
Pero me curé también, como repito, con el consuelo de esa viejita. Ancianos a quienes a veces ya ni les damos cabida en nuestras vidas.
Porque estamos en un orden en que si no producimos como fuerza laboral se crea que ya no valemos nada.
Donde el alma, el sentimiento y el espíritu no cuentan.
Pero el caso es que las emociones no desaparecen sino que se ocultan y de un momento a otro afloran como un volcán o un turbión o un huracán. Ahí se hacen presentes las grandes faltas, las ausencias que hemos tenido y las sombras del alma.
Y todo parte de que tengamos o no trabajo en nuestros países. Por eso debemos luchar porque haya buenos gobiernos. Y de que sepamos votar bien y saber elegir
Y todo parte desde mucho antes incluso, desde que nosotros dejamos nuestros pueblos de origen.
Cuando es allí donde debemos forjar el progreso, tal y como lo hicieron nuestros antepasados.
Por eso yo, si Dios quiere, regresaré para quedarme definitivamente allí, ojalá siquiera de aquí a dos años.
 
13. Voluntarios
del alba
 
Pero he querido contarte todo esto porque siempre vuelvo a este hecho y pienso en lo que es y significa el canto del gallo, que a mí me curó, porque en eso está la clave para que podamos tener salud y salir adelante.
Porque quiero que ese canto del gallo no solo me haya sanado a mí, sino sane a mi querido Perú. Quiero que le cante el gallo al Perú. Entonces pienso: ¿Qué es?
Y concluyo: ¡Es soplo vital! A eso se reduce. Porque, ¿qué hace el gallo? Cantar, pero esta vez asumiendo y desde el interior de un mundo dolido, sufrido, que se retuerce y padece.
Ahí está la fórmula. Asumir nuestra realidad, pero cantar fuerte, alentar de manera total. ¡Y volver a creer en nosotros mismos y en lo que somos!
El canto del gallo es el ánimo con que asumimos las cosas. Es sacudirnos de tanto miedo. Es confiar y creer en que lo podemos hacer.
Es ser voluntarios del alba como lo quería César Vallejo. Por eso la cruzada de Capulí, Vallejo y su Tierra que tú haces me parece bien.
 
14. Un nuevo
amanecer
 
El canto del gallo es valorar lo nuestro, es auto valorarnos. Es decisión, coraje y arrojo.
Es la lucha con el mal, con aquello que quiere atacarnos desde dentro.
Es tener la suficiente felicidad que nos haga fuertes, dulces y clementes.
Es tener las suficientes pruebas en la vida que nos hagan cada vez más humanos y fuertes.
Es tener suficientes penas que nos mantengan sensibles y generosos.
Es saber que en cada impedimento, fracaso y desastre hay en el fondo la gran oportunidad para afirmar la vida.
Es tener suficientes esperanzas que nos mantengan alertas acerca de qué es lo que se anuncia.
Es confiar en base a lo que somos, que vamos a vencer y a triunfar. Que siempre después de una oscuridad tenebrosa estalla el sol.
El canto del gallo es saber que detrás de cada noche oscura hay un nuevo amanecer.
 
 
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