martes, 19 de agosto de 2014

INTENSIDAD Y ALTURA EN VALLEJO - PRÓLOGO: II PARTE - POR MARA L. GARCÍA (BRIGHAN YOUNG UNIVERSITY)

 
CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
 
2014 AÑO
DE LA BATALLA DE LA LECTURA Y
ESCRITURA POR LA CONSTRUCCIÓN
DE UN MUNDO MEJOR
 
AGOSTO, MES DE LOS NIÑOS,
DE LA JUVENTUD, LAS COMETAS,
EL DEPORTE, EL FOLCLORE Y
DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO
 
 
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PRÓXIMAS ACTIVIDADES
DE CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
 
 
HOMENAJE A RICHARD PEREYRA
MIEMBRO DEL COLECTIVO
DE CAPULÍ VALLEJO Y SU TIERRA
RECIENTEMENTE FALLECIDO
 
EVOCACIÓN:
CARLOS CASTILLO MENDOZA
ELSA MORALES VÁSQUEZ
RAMÓN NORIEGA TORERO
 
PARTICIPACIÓN ARTÍSTICA
FREDERIK SOTOMAYOR
 
JUEVES 21 DE AGOSTO, 6:30 PM
CASA DE LA LITERATURA PERUANA
ANTIGUA ESTACIÓN DESAMPARADOS
 
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INVITACIÓN
DE HONOR
 
PRESENTACIÓN
DEL LIBRO
 
 
 
INTENSIDAD Y ALTURA
EN CÉSAR VALLEJO
 
DE
DANILO SÁNCHEZ LIHÓN
 
EXPOSITORES:
 
MARITZA OLÓRTEGUI
MANUEL VEJARANO SÁNCHEZ
 
ACTUACIÓN ARTÍSTICA
ERIBERTO GALINDO
 
CONDUCCIÓN:
MANUEL RUIZ PAREDES
 
JUEVES 21 DE AGOSTO. 6:30 PM
CASA DE LA LITERATURA PERUANA
ANTIGUA ESTACIÓN DESAMPARADOS
AL COSTADO DEL PALACIO DE GOBIERNO
CENTRO HISTÓRICO DE LIMA
 
El hogar, la madre, la tierra de origen,
como la vida y la muerte son los contenidos
de este libro, buscando explicación para estas
realidades en la vida y obra de César Vallejo; ejes
que son el sustento y columna vertebral del acontecer
cotidiano; luz, agonía y vitalidad de la existencia del
hombre en su condición natural que en la poética
del vate universal se lo reconoce e identifica
como intensidad y altura.
 
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19 DE AGOSTO
 
 
INTENSIDAD
Y ALTURA
EN VALLEJO
 
 
 
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
 
 
LO SENCILLO
Y PROFUNDO EN
EL VATE UNIVERSAL
 
Prólogo a “Intensidad y altura
en César Vallejo” (II Parte)
 
MARA L. GARCÍA, PhD.
BRIGHAM YOUNG UNIVERSITY
 
 
 
 César Vallejo: 
 
poeta de hogar, de familia y de fogón
 
Danilo Sánchez Lihón en su libro Intensidad y altura en César Vallejo se embarca en el estudio analítico del autor de Trilce con pasión y sublimidad donde en su apreciación halla “cuatro alveolos: el hogar, la madre, el terruño y la muerte.  Ejes y planos que son intensos y de altura”.  
 
Este libro es un elogio al mundo familiar y cotidiano andino con el propósito de rescatar elementos que para otros pasan desapercibidos, pero para Vallejo la sencillez del mundo hogareño, su terruño y la familia representan lo sagrado en su ser y es parte del alma que logra la exaltación. Lo cotidiano fue lo que le sirvió a Vallejo como alimento sacro y representa “el ámbito auténtico del ser”.
 
Estamos ante un magnífico libro que traza la vida de Vallejo desde su nacimiento hasta su deceso ocurrido el 15 de abril de 1938. Intensidad y altura en César Vallejo está escrito como una ofrenda al egregio poeta liberteño de los andes peruanos. Es un reconocimiento a través de los ojos de un santiaguino que lleva como estandarte el nombre de Vallejo. Un Maestro, que al igual que Vallejo, pinta su mundo andino porque ama a su tierra, su entorno familiar y está muy orgulloso del lar natal y de su legado chuco. 
 
Danilo Sánchez Lihón abre sus páginas iniciales con el natalicio de Vallejo para recordarnos  que el 16 de abril de 1892, César Abraham Vallejo Mendoza, vino al mundo alumbrado de candiles y lámparas. El bebé fue recibido en un entorno de miedo, con estampidos de balas en lugar de cuetones y avellanas.  Era un ambiente donde se respiraba alegría y temor, miedo y esperanza. 
 
Desde muy temprano el niño Vallejo estuvo preparado para entender las bondades y durezas del mundo: “vida y muerte estuvieron siempre indisolublemente ligadas” en el nacimiento de Cesítar, marcando su existencia con una estrella de amor y dolor. Sin embargo, su familia, amigos y el amor de su gente pueblerina alimentaron su ser. La madre de Vallejo fue la iluminación del hijo “shulca” y aún después de muerta siguió alumbrando e inspirando al hijo amado.  
 
Vallejo murió en París, como lo soñó en el predio de Mansiche de su hermano espiritual, Antenor Orrego, el 15 de abril de 1938 a los 46 años de edad de un paludismo mal curado, según los estudios realizados por el Dr. argentino Carlos Urquijo. Fueron semanas de debilidad y desfallecimiento espiritual, sufriendo por sus hermanos que padecían durante la Guerra Civil Española. Los médicos como Lemiere no entendían de qué se moría el poeta. Vallejo sabía que moriría en París por la “prodigiosa premonición” y se apresuró a dejar su testamento profético y poético para la humanidad.
 
Danilo Sánchez Lihón en Intensidad y altura en César Vallejo, resalta que Vallejo dejó una herencia  heroica como es su poemario España aparta de mí este cáliz, “titulándolo además como la oración de Cristo cuando vislumbra su martirio y final inmolación”. Para el crítico, Vallejo es una figura mesiánica, un redentor  cuya muerte es “una página heroica”,  “una epopeya” que ha dejado un mensaje de amor y esperanza para todos  los seres humanos.  
 
Danilo Sánchez Lihón, está comprometido con la gesta vallejiana y lleva el sello de Vallejo en su pluma. El libro que nos atañe, además de adentrarnos en aspectos anecdóticos relacionados con el autor de Trilce, enmarca varios temas importantes que son inherentes en la obra de Vallejo. El crítico rescata con su ojo analítico componentes poco tratados con profundidad en la obra del autor de Poemas humanos: La tierra natal, el hogar, la madre y la universalidad en Vallejo:
 
La tierra natal
 
César Vallejo se identifica con su pueblo amado y todo elemento que lo constituye son cadencias para Vallejo. Como lo recita Vicente Huidobro en su “Arte poética”: “Cuanto miren los ojos creado sea”. Vallejo se aferra a su mundo andino para ensalzarlo y elevarlo en sus versos. César Vallejo amó a su tierra y los elementos y símbolos de su pueblo son componentes para pintar su poesía. Es que para amar a todo el género humano hay que entender el valor del origen y así lo hizo Vallejo, ya que nunca se olvidó de los suyos ni de su pueblo originario. 
 
El poeta de Los heraldos negros, se fusionó y comulgó con el espacio andino, con las tejas, las piedras, los aleros y con sus campos de sembríos. En sus versos captura esos paisajes autóctonos, con sus vientos que endulzan la vista del que visita Santiago de Chuco.  En “Telúrica y magnética” anota:  
 
¡Papales, cebadales, alfalfares, cosa buena!”. 
¡Cultivos que integra una asombrosa jerarquía de útiles
y que integran con viento los mugidos,
las aguas con su sorda antigüedad¡
(Poesía completa 254)
 
Santiago de Chuco representa para Vallejo el “Edén querido” como lo fue Cuba para Gómez de Avellaneda o la Piedra bruja, metonimia de su terruño, como lo es para Danilo Sánchez Lihón. Éste es el espacio idealizado donde lo imposible se vuelve posible, razón por la cual nunca se le olvida.
 
Vallejo nos pinta un Santiago de Chuco seductor. El cielo es rosado en julio, sus campos están llenos de flores y pastizales en mayo, el granizo “resplandece como plata”, la noche está estrellada y los rayos del sol se reflejan en las peñas y los charcos de agua.
 
César Vallejo honra a su terruño en sus escritos y  entrar en sus líneas es un primer encuentro con una tierra digna y mágica que embruja y revitaliza. El poeta amó la tierra de su herencia y recurrió a ella para recibir la energía y la inspiración de sus cerros con su naturaleza animal, vegetal y mineral, agradeciéndole lo que ésta le hubo obsequiado. 
 
Vallejo amó y defendió a su cultura andina porque entendió el lenguaje de las quebradas y admiró los majestuosos cerros. Él amó la naturaleza de la sierra y el Perú andino, fue “La fuente de energía vital y cósmica para Vallejo”.  
 
Como lo expone Danilo Sánchez Lihón: “Un ser así [como Vallejo] solo pudo nacer en el Perú bravío, apasionado y mítico. Y en un pueblo legendario enclavado en la serranía abrupta, lejana y transida como es Santiago de Chuco”.  Poemas como “Telúrica y magnética” solo pueden brotar de un ser excepcional que se mimetiza con la gélida, y cálida a la vez, sierra peruana.
 
El hogar
 
El amor al hogar escribe Danilo Sánchez Lihón: “es en César Vallejo un sello y una impronta muy honda.  Hay en el fondo de ello un ancestro, una sabiduría popular y hasta una doctrina de vida”. En Vallejo el hogar es fundamental y representa el refugio y el espacio ideal. Es por eso que el poeta, no olvidó la casa natal y la llevó siempre inscrita en su ser.  
 
A pesar que vivió en el extranjero, la casa de la infancia quedó imborrable en su memoria y el recuerdo de la vivienda es lo que lo mantuvo unido al vientre de la casa primaria.  Vallejo a través de la infancia permaneció atado al pasado y a la época de su niñez junto a la madre, padre y a sus hermanos.  
 
La morada está ligada a Vallejo y aunque se halle muy lejos, su casa le infunde valor; para lo cual vuelve a su hogar, ingresa a su infancia en donde es el niño inocente que busca el amparo en la madre. En el hogar Vallejo encuentra la ternura y el candor que no lo halló en ningún otro ámbito y por eso éste: “murió pensando en su casa, en su poyo, en su horno y en su fogón”. Danilo Sánchez Lihón resalta en Intensidad y altura en César Vallejo que el aeda se quedó atrapado en una casa paterna en la cual vivió toda su existencia: “no podía pensar en otra cosa que no fuera su casa familiar de cuando él fue niño”.  
 
En la casa de la infancia Vallejo respira y se siente acunado junto al pozo donde jugaba con sus hermanos o recordando los juegos a las escondidas con su hermano “gemelo de corazón”,  Miguel. 
 
La casa lo abraza y lo recibe para arroparlo con su bayeta, como la madre que abriga al hijo y  cada rincón de la casa de la infancia tiene un valor esencial en la vida y en la poesía de Vallejo.  Vallejo “se aferra a su fogón, a su poyo familiar y a su alero aldeano, quien se recuesta candoroso sobre el azul de su cielo nativo”.   
 
Danilo Sánchez Lihón también reivindica dentro del hogar de Vallejo, el espacio de la cocina, porque para el poeta universal: “la clave de su mensaje poético es en el fondo de naturaleza alimenticia”. El alimento físico y espiritual abunda mientras la madre está viva, sin embargo a partir de la muerte de la madre el alimento tangible se degenera y el hogar: “se ha quebrado, por el tiempo, por la muerte, por la crueldad del destino”.  
 
Según la óptica de Merlin Forster: “La comida en Vallejo figura como elemento significativo, tanto en un sentido nutritivo y cotidiano, como otro empapado de angustia emocional” (55). El investigador agrega que la comida acentúa “el dolor, la soledad, la separación y la orfandad” (55). El alimento también está relacionado con la madre. Danilo Sánchez Lihón imaginó al niño Vallejo sentado junto al fogón observando a la madre y hablando largo y tendido con ella.  
 
En Vallejo hay un retorno a la casa natal porque el cordón umbilical con la morada de la infancia no se rompió jamás. En la vivienda maternal, Vallejo encuentra los valores de lo cotidiano, el verdadero amor sin falsedades, la inocencia y el candor de su familia.
 
La madre
La madre en Vallejo es un motivo frecuente en su obra.  No hay duda que la madre de Vallejo, Doña María de los Santos Mendoza Gurrionero, ha tenido una influencia cardinal que marcó decididamente la vida y obra del poeta de los andes peruanos. 
 
La madre representa para Vallejo una fuerza espiritual y será la que el poeta nombrará incesantemente en su poesía, especialmente después que ella fallece el 8 de agosto de 1918. Doña María de los Santos es la fortaleza y el bálsamo que inyecta la energía al hablante lírico Vallejiano.  
 
Danilo Sánchez Lihón al hablar de la madre con emoción expresa: “Mundo con madre es el universo andino. Y que es lo que nos hace regresar desde muy lejos a nuestros pueblos de origen y a la patria idolatrada de nuestra infancia.” Para Vallejo la madre es infinita, “Es muerta inmortal” y su presencia en su poesía aumenta en sus escritos después que ella fenece. Y concluye: “la madre no solo es un ser biológico sino que, coherente con su ancestro chuco, la madre es también la tierra, la vida, la naturaleza y el cosmos”. 
 
Ella es la nutricia emocional y el cordón umbilical espiritual nunca se separó porque para Vallejo: “la única vida posible es la familia” (Paoli 217) y evocar la niñez es refugiarse en el regazo de su madrecita y en el refugio de la casa. Dice Franz Hellens: “La infancia no es algo que muere en nosotros y se seca cuando ha cumplido su ciclo. No es un recuerdo. Es el más vivo de los tesoros, y sigue enriqueciéndonos a nuestras espaldas […] Triste quien no puede recordar su infancia” (Citado en Bachelard, LPEN 206).
 
La morada de Vallejo siempre será Santiago de Chuco junto al seno materno que ha quedado perdurable en sus versos y narrativa. La madre, “la tahona estuosa” y “llavera amorosa”, es un elemento insistente en su obra simbolizando la esencia poética porque el hablante lírico se protege y sustenta con la voz y el arrullo del amor materno. 
 
A partir de la muerte física de la madre, Vallejo le dará más protagonismo y relevancia en su poesía. Ella simboliza el sostén físico y espiritual de la casa nativa y de la humanidad porque la mamá del sujeto lírico es la leche nutricia que amamanta a sus hijos y a los necesitados. Ella es la “Dolorosa”, “Lavandera del alma”, el hálito de la familia que el yo de Vallejo la relaciona con una panadería o un molino de harina. 
 
La madre es el leño que arde, alumbra y protege a los suyos del frío espiritual, por eso al igual que Vallejo todos regresamos a hincarnos ante ella: “Madre me voy mañana a Santiago a mojarme en tu bendición y en tu llanto”. (Poesía completa 184)
 
La universalidad
 
Otro aspecto que resalta Danilo Sánchez Lihón en Intensidad y altura en Vallejo es la universalidad del poeta. César Vallejo nunca se olvidó de su tierra porque para Vallejo, Santiago de Chuco es el Perú y el mundo.  
 
Según la óptica del autor de Piedra viva: “una de las claves de la grandeza de Vallejo es que abrazó siempre, pensó todo y retornó quimérico y tenaz a su Santiago de Chuco, pueblo serrano, que él lo llevó clavado en el alma, lugar del que tal vez nunca salió y de donde nunca se fue”. César Vallejo amaba a su tierra, a su patria y al mundo entero como lo expresó en cada palabra que compone sus versos: “¡Sierra de mi Perú, Perú del mundo, / y Perú al pie del orbe; yo me adhiero!” (Poesía completa 255)
 
El estudio que motiva este comentario, reafirma el arraigo de Vallejo por lo cotidiano, dándole un valor espiritual. El hogar, la madre, la mama pacha son elementos asidos en el horno del corazón de Vallejo para producir pan de manteca de amor por el soldado que lucha en España, biscocho de compasión por el camarada muerto, empanadas horneadas y semitas de amor incondicional por el hombre que ha sido apaleado por la injusticia del prójimo.
 
Vallejo es la semita que alimenta al niño que llora y el lechón que se hornea para saciar el hambre de la humanidad. Vallejo sufre por el dolor de toda la humanidad como se aprecia en “Voy a hablar de la esperanza”: “Yo no sufro este dolor como César Vallejo. Yo no me duelo ahora como artista, como hombre ni como simple ser vivo siquiera. Yo no sufro este dolor como católico, como mahometano ni como ateo. Hoy sufro solamente”. (Poesía completa 224)
 
A Vallejo le duele el infortunio del individuo universal. Cada poema, verso y sílabas llegan al lector y lo redime del dolor porque Vallejo es un redentor del dolor. En Vallejo se imbrican el hombre de dos dimensiones, el material y el espiritual. El empalme de ambos se vuelca en el amor a la humanidad. En Vallejo se encierra el poeta que no solo escribió sobre la humanidad sino que la amó y sufrió por ella, llevando consigo el dolor del hermano y en su delirio siguió invocando: “España: Me voy a España” para solidarizarse con los que estaban sufriendo y con el género humano. 
 
El amor de Vallejo por su hogar, su tierra  y su familia le hace entender a la humanidad y es su fidelidad a todo el género humano. Estudiar y leer a Vallejo estimula el intelecto y nos abre puertas en busca de sentimientos de fraternidad y solidaridad con el prójimo. 
 
Como lo anota Danilo Sánchez Lihón, Vallejo rebusca en lo sencillo del hogar y se encuentra con la sabiduría, la abnegación y la espiritualidad de la madre. Vallejo descubre: “que lo universal es lo íntimo, entrañable e incluso  lo que no se dice nunca ni se confiesa jamás. Y entre esas dimensiones quizá la más raigal es la madre”.
 
El autor de Los heraldos negros recibe la enseñanza más grande de amor y candor en el hogar materno de los andes y allí le nace la ternura al desvalido y al necesitado:
 
¡Amado sea el niño, que cae y aún llora
y el hombre que ha caído y ya no llora!
¡Ay de tanto! ¡Ay de tan poco! ¡Ay de ellos!
(Poesía completa  301)
 
      El mensaje de Vallejo es de amor absoluto y “Masa”, escribe Danilo Sánchez Lihón:
“es el poema evangélico del amor universal, donde predica que sólo con la solidaridad venceremos la muerte haciendo que incluso ella hasta viva o se revista por lo menos de los dones de la vida, como es la fraternidad”.  Efectivamente, en su poema “Masa” el aeda peruano logra el milagro de resucitar al cadáver solo cuando toda la humanidad se une y el amor de todos logra conmover el corazón de todos los individuos.  Así para que el cadáver resucite, se requiere del amor incondicional de toda la humanidad.
 
Entonces, todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
incorporóse lentamente,
abrazó al primer hombre; echóse a andar...
(Poesía completa 378)
 
Danilo Sánchez Lihón en Intensidad y altura en César Vallejo destaca la ligazón que tuvo César Abraham Vallejo Mendoza con su casa, su aldea, su madre y el género humano. El autor de Trilce tiene la maestría de hacer volver la mirada a nuestros pueblos, a nuestra amada infancia, a nuestros padres para poder entender su amor incondicional por su prójimo, el amigo, el hermano, el camarada, el padre, la madre universal porque para Vallejo la familia no es individual sino es una casa absoluta. 
 
Vallejo estuvo comprometido con la humanidad y nace en cada ser que proclama el amor por la justicia, la paz universal y la solidaridad ecuménica. Como lo reitera el autor de Evangelio Vallejo: “Vallejo proclama un mundo nuevo de amor, fraternidad y esperanza universales.”
 
Danilo Sánchez Lihón nos comparte la confesión que le hace Vallejo a su alumna hindú: “No todo está perdido. Mi mujer es joven, casi una niña. Quiero tener un hijo. Pocos días después murió”. Vallejo no dejó posteridad física, sin embargo sus hijos espirituales están repartidos en diferentes partes del orbe porque: “Vallejo es inherente al hombre y en cada ser que nace, así como se nace bueno o audaz, se nace también Vallejo”. 
 
Vallejo antes de morir anunció: “Me voy a España”, como pudo haber dicho me voy al Perú, me voy a Santiago de Chuco porque para Vallejo las fronteras se borraron y la única bandera fue la del amor y la fraternidad mundial. Lo he dicho en varias ocasiones y lo reitero que el vate universal, no es de nadie, es de todos y el Perú de Vallejo está en los espacios que anduvo y en el universo mismo. César Vallejo es nuestro, un poeta ecuménico y un patrimonio universal.
 
Celebro la publicación de Intensidad y altura en César Vallejo porque constituye otro valioso testimonio sobre Vallejo y su obra. Después de unas alusiones sobre el libro, les invito a realizar, por ustedes mismos, este viaje literario para recorrer lo sencillo y lo profundo, cuyo destino nos encamina a la enjundia del vate universal, César Vallejo.
 
OBRAS CITADAS
 
Bachelard, Gastón. La poética de la ensoñación. México, D.F. Fondo de Cultura Económica, 2000. Impreso.
 
Forster, Merlin. “Un pedazo de pan, ¿tampoco habrá ahora para mí?”: comida y sufrimiento en la poesía de César Vallejo”. César Vallejo: Estudios y panoramas críticos. Trujillo: IDEV, Universidad Nacional de Trujillo, 2011.  Impreso.
 
Paoli, Roberto. “El hogar en Trilce”. Anuario de Filología.  8-9 (1969): 213-221. Impreso.
 
Sánchez Lihón, Danilo. Amado ser, amado estar: Terruño e infancia en César Vallejo. Santiago de Chuco: Municipio Provincial de Santiago de Chuco, 1997.  Impreso.
Vallejo, César. Poesía completa. Ed. Raúl Hernández Novás. La Habana: Casa de las Américas, 1988. Impreso.
 
 
 
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