viernes, 29 de agosto de 2014

29 DE AGOSTO: NACE FRANCISCO IZQUIERDO RÍOS - FOLIOS DE LA UTOPÍA: ESCRIBIR Y SER MAESTRO - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

 
CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
 
2014 AÑO
DE LA BATALLA DE LA LECTURA Y
ESCRITURA POR LA CONSTRUCCIÓN
DE UN MUNDO MEJOR
 
AGOSTO, MES DE LOS NIÑOS,
DE LA JUVENTUD, LAS COMETAS,
EL DEPORTE, EL FOLCLORE Y
DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO
 
 
 
*****
 
29 DE AGOSTO
 
 
NACE
FRANCISCO
IZQUIERDO RÍOS
 
 
 
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
 
 
ESCRIBIR
Y SER
MAESTRO
 
 
Danilo Sánchez Lihón
 
 
Mi patria es tan grande
y de belleza sin par,
la forman la selva, el ande
la costa y el mar.
Francisco Izquierdo Ríos
 
 
1. Filiación
por la cultura popular
 
Hay muchas facetas de la personalidad de Francisco Izquierdo Ríos que merecen ser relievadas, puestas en valor y ser mostradas como ejemplo y paradigmas. Entre muchas otras, habría que decir en primer lugar que es una virtud su honda inspiración social. Y que lo llevó a identificarse plenamente con los problemas que aquejan a los pueblos, al Perú y a su destino; y con los ideales de una sociedad con justicia y libertad, con la valoración de lo nativo como fuente primigenia de verdad y de belleza.
 
Se identificó con los niños, los jóvenes y los maestros del país que sufren privaciones y ostracismo por las condiciones que impone un sistema social y económico nefasto para las grandes mayorías. 
 
Este es el primer valor que quisiéramos destacar, en una realidad donde se ha entronizado una ideología de vida regida por el mercado, la compra venta y los negocios que ha instaurado la sociedad de consumo; y dominado por un tipo de literatura de espaldas a nuestra realidad y que no se compromete con el hombre ni la sociedad que sufre, a la cual pertenece el escritor y que finalmente también nos identifica puesto que no solo somos individuos sino también colectividad.
 
2. El gran afluente
de las literaturas orales
 
Caracteriza a Francisco Izquierdo Ríos su filiación explícita y declarada por la cultura popular, por el folclore, siendo el gestor para que se fundara, y el animador para que funcionara, la Oficina Nacional de Folclore del Ministerio de Educación del Perú, habiendo concretado desde allí la obra más vasta y orgánica de recolección de las tradiciones orales de nuestro país, junto a José María Arguedas.
 
Su oralidad enfática, su acercamiento y aproximación al habla natural de la gente, y a la sonoridad del lenguaje, que hace que su escritura fluya espontanea, natural, inocente, dándonos la impresión de que él no escribe y que nosotros leemos, sino que él nos está hablando y los lectores escuchamos. 
 
Es esta fluidez lo que lo vuelve un autor tan entrañable y cálido, tanto que es difícil no sentirse fusionados a su palabra, e identificados con sus historias, personajes y el mundo que recrea. Y es que él cultivaba un arte olvidado, cual es el arte de escuchar, dejándose absorber principalmente por la naturaleza y porque a todo lo que no tiene voz, pero sí palabra y mensaje. 
 
Porque fundamentalmente se sumergía en el gran afluente de las literaturas orales, vivas y actuantes de una realidad prodigiosa como es la Amazonía, y más precisamente de la selva alta del Perú, ora iluminada o encubierta por la gasa de neblina azula que la oculta y la hace para siempre misteriosa.
 
3. Promesa
en el porvenir
 
Otra característica de su narrativa es la musicalidad de sus textos, primando en ellos el oído, lo armonioso y onomatopéyico, quizá favorecido por la naturaleza desde la cual parte, en donde todo tiene presencia sonora: el agua que cae, el viento que sopla, los animales que pían, mugen o chasquean. Y en donde la gente es tan dicharachera.
 
A lo cual se suma la actitud silenciosa suya, del provinciano enamorado de su lugar, comportamiento en el cual a veces se sumía y que le permitieron oír el rumor del viento, del agua, en general de todo lo que suena, como de lo canoro y musical en el alma de la gente. 
 
En Francisco Izquierdo Ríos se definen y concentran aquellas virtudes fundamentales en la vida y obra de todo escritor perteneciente al tiempo mágico y al espacio legendario del Perú profundo. 
 
Nos ha dejado bellas páginas, cuentos, relatos y poemas que constituyen una obra magistral, que hasta ahora estaba dispersa y que felizmente se ha recopilado en lo que es su narrativa, permaneciendo disperso el caudal de su fragante poesía. Siendo nuestro compromiso dar los pasos en el camino de frecuentar más su obra e ir poco a poco integrándola a la noble tarea de identificarse con nuestro destino como país, glorioso en el pasado, desafío en el presente, y henchida promesa en el porvenir.
 
4. El acto
de madurar
 
La temática de su obra está marcada por el amor que siente hacia los elementos naturales de las regiones andinas y especialmente amazónicas del Perú. Así, sitúa sus historias en estos dos espacios: la sierra y la selva. Pero además no solo complaciéndose en el paisaje ni situando de manera circunstancial la trama en el espacio donde ésta se realiza, sino urdiendo el destino de sus personajes hasta tocar esencias fundamentales de la existencia humana. Y lo hace de tal modo que el cuento no pudiera darse en ningún otro espacio sin perder significados enormes, pero a la vez tramando historias sorprendentes de significación para quienes viven en cualquier otro tiempo y lugar. 
 
Sin embargo, la mirada de Francisco Izquierdo Ríos no es nostálgica o alejada por la distancia temporal, ya que él escribió lejos de su lar natal, sino que es vívida y actual. Y esto es porque no propone una patria alejada, diferente e incomunicada con otras realidades, sino al Ande y la Amazonía universales, para que, desde lo particular dialoguen esos espacios y tiempos con las diferentes culturas del mundo. 
 
Y lo logra. Los relatos de Francisco Izquierdo Ríos apelan a situaciones y refieren problemáticas que los niños y jóvenes de todo el mundo enfrentan en su vida: la familia y los retos a los que se enfrentan para convivir; la comunidad y la pertenencia del niño y el joven a esta; su quehacer y sus derechos; el acto de madurar en contacto con responsabilidades hacia la sociedad, la naturaleza y la historia.
 
5. Educación
y cultura
 
Y es que Francisco Izquierdo Ríos fue maestro de escuela por antonomasia. Y desde esa perspectiva es que contempla y recrea la realidad, en donde importa mucho lo particular e intransferible, pero en donde la meta es lo esencial y universal. 
 
Se desempeñó durante 40 años en el magisterio nacional. 20 años como Director del Colegio Nocturno José Sabogal de Bellavista en el Callao, en la región costera o de litoral. Y toda su obra está inspirada en la actitud de ser y sentirse maestro, hecho importante si se toma en cuenta que hay quienes desestiman desde el campo del arte la relación fecunda de la literatura infantil con la educación. 
 
Empero, la obra de Francisco Izquierdo Ríos controvierte y es un desmentido a esta posición, y demuestra más bien lo contrario. En ella se reivindica, defiende y consagra la relación fecunda entre la literatura y vida escolar. 
 
Siendo así hay cuentos de don Francisco que son clásicos de nuestra literatura, como "El Bagrecico" y “El colibrí con cola de pavo real”, y dentro de ellos "Ladislao, el flautista" donde se pone el dedo en la llaga de la exclusión de la escuela y el contrapunto entre educación, cultura y sociedad.
 
6. Como la luz
del día
 
Así también de su libro Mateo Paiva, el maestro, ¿qué conclusiones podemos entresacar? Que la vida es la maestra. Donde vemos a Mateo Paiva montado en el corcel de la vida, siempre tras una imagen, un sueño o un aura en el horizonte. Amando, queriendo fascinándose. Entresacamos el paradigma de que maestro es alguien que recorre caminos, pueblos, moradas, instancias, cargos, aventuras, y no quien tiene a su cargo una sección, un año de estudios o un salón.
 
Mateo Paiva no es un maestro confinado en un aula, sino un maestro en la vida, en la lucha, sumido en el avatar de los pueblos pequeños, quien se sumerge en plena brega, quien es un maestro incluso cuestionado. A quien en un pueblo preparan botarlo en burro, porque a eso se expone alguien que actúa en bien de los sagrados intereses de la comunidad, expuesto a todos los sinsabores, quien es objeto de varios atentados.
 
No es el maestro en el cual tratan de convertirnos las últimas corrientes pedagógicas, atosigados de sílabos, informes y programaciones; de manuales de clases como de registros y evaluaciones. Mateo Paiva es un maestro de acción cívica y ciudadana.
 
Pensaba así: “La vida es simple como la luz del día, y hay que vivirla así”.
 
7. Limpidez
del alma
 
Y es que su sentimiento más comprometido es con los niños y jóvenes, como si su labor de maestro le hubiera significado contraer una deuda con ellos. Pero no una deuda fría que se carga como obligación, sino una responsabilidad asumida con plena consciencia, conocimiento y convicción acerca de la misma. 
 
Por eso, la mayoría de los personajes de Francisco Izquierdo Ríos son niños, porque esa es la visión que quiere conservar de las realidades que refleja: la mirada inocente, que descubre, que siente y se emociona sin ninguna atadura, sin ningún prejuicio y sin ninguna prebenda. 
 
Y es que los mecanismos adultos, con sus métodos y sus procesos, no funcionan como soluciones de los problemas de estas realidades. Por ello se aventura a proponer que, a través de la limpidez del alma del niño, señalemos un camino nuevo a las “verdades” políticas, científicas y religiosas que han conducido a nuestras naciones hasta ahora al descalabro.
 
Que, a través del niño, encontremos la actitud anímica con que construir sociedades unidas y justas. Esta poética convierte a Francisco Izquierdo Ríos en un hito importantísimo en la literatura infantil y juvenil del Perú y el mundo. Así:
 
LADISLAO, EL FLAUTISTA
de Francisco Izquierdo Ríos
 
¡El corazón de los niños estaba en suspenso!
– ¿Oyes, maestro?
– ¿Qué?
– Flauta.
Y toda la clase se sume en religioso silencio.
A cual más, los muchachos tratan de oír, levantándose de las carpetas.
– ¡El Ladislau!
– ¡Sí, el Ladislau!
– Sólo el Ladislau, maestro, sabe tocar así la flauta.
– No puede ser Ladislao, niños. Su padre... hace poco, me ha dicho que está ausente y que ya no regresará al pueblo. Ha ido a Chachapoyas, donde su madre.
– El Ladislau es, señor. Ha llegado ayer, al anochecer, con la lluvia. Yo lo he visto.
La escuela es ya un revuelo. En todos los labios tiembla el nombre de Ladislao. Y una profunda ola de simpatía cruza la escuela de banda a banda.
– El Ladislau es, señor... Allí está su cabeza.
– Sí, maestro. Allí está, véalo, véalo usted. Está mirando por el cerco.
Efectivamente, la cabecita hirsuta de Ladislao aparecía por sobre el pequeño cerco de piedras de la escuela.
– Zamarruelo... Vayan a traerlo.
Y tres de los muchachos más grandes de la clase van como un rayo en su busca, y después de un rato vuelven sin haber podido coger a Ladislao. Y sólo dicen:
– Señor, se escapó a todo correr, como un venado, por el monte.
– ¡Qué raro!–exclama el maestro. Ladislao se está volviendo vagabundo. ¡Qué lástima, un buen muchacho!
Y todos recuerdan con pena al compañero que tantos deliciosos momentos dio a la escuela con su arte. Parecía que Ladislao hubiera nacido con el divino don de tocar la flauta y de hacer flautas de carrizo como nadie. Todos recuerdan aún que, cuando un grupo de comuneros del pueblo salió a explorar la verde e inmensa selva que empieza al otro lado del cerro, fue él quien iba adelante tocando la flauta, acompañado en el tambor por Macshi, otro muchachito, hasta la loma de las afueras, donde se despidió a los valientes exploradores. Y, además, todos recuerdan nítidamente su inseparable poncho raído, con color de tierra ya por el demasiado uso, y su cabeza enmarañada y rebelde como los zarzamorales de las quebradas.
– El Ladislau se ha vuelto así diz, maestro, porque mucho le pega su madrastra.
– Sí, algo he sabido. ¡Pobre muchacho!
– A mí me ha contado así, señor, llorando...
– Por eso diz que vive así, señor, andando por todos lados, por todos los pueblos.
– Ahora diz, señor, no ha llegado a la casa de su padre. Ha llegado donde la mama Grishi.
– Su padre ya ni cuenta hace de él diz, señor. Lo ve como un extraño.
– Y ahora diz, maestro, se va a vivir ya en la mina.
– ¿En las minas de sal?
– Sí diz, señor.
– ¿Y su madre?
– Diz, señor, que está enferma en Chachapoyas y, precisamente, él quiere trabajar para ayudarla.
– Y por eso diz, maestro, ya no vendrá más a la escuela.
En ese momento, volvieron a oírse lejanas notas de flauta que como sollozo de niño abandonado hacían florecer en la escuela todo un rosal de emoción perfumada de tristeza. ¡El corazón de los niños estaba en suspenso!
En la huerta, bañada por la luz de oro de un jovial sol mañanero, hasta los finos álamos parecían agobiados de pena. Ladislao el flautista, se alejaba para siempre de la escuela.
 
 
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